Una de las manifestaciones que mejor expresan lo que fuera la variedad y riqueza de la vida espiritual de los aónikenk es el sentido que lograron desarrollar respecto del arte, en especial de la ornamentación.
Los aónikenk fueron artistas decoradores natos que supieron administrar y enriquecer su herencia manifestada en la gran pintura rupestre y en los aportes de otros pueblos con los que mantenían contacto. El sentido de su arte ornamental se manifiesta tanto en la sencillez como en la armonía de conjunto de sus diseños y en el empleo de una limitada gama de colores que supieron convinar con talento, consiguiendo resultados de notable belleza.
El sentido armónico entre creencias y estetica se patentiza en el uso de pinturas corporales que además de las funciones tradicionales de uso ceremonial y de protección (otras) era de tipo estético en las mujeres, las que solían pintar su rostro con zumo de calafate en la creencia de que les permitiría para blanquear el cutiz.