Tras el sonido rítmico de tambores, flautas, arcos musicales y cantos Aonikenk, comenzaba el baile de las avestruces.
Los hombres destinados a participar en la ceremonia salían en fila desde un toldo.
Con el cuerpo cubierto de pieles y la cabeza con plumas de avestruz, comenzaban a dar vueltas alrededor del fuego acercándose hasta tocarse, y retrocediendo con movimientos que imitaban el andar de las avestruces y los guanacos.
Cantos colectivos y gritos, conjuraban el poder de las fuerzas del mal.
El ritmo de la danza aumentaba mientras iban transformándose en sus animales de caza, hasta que los hombres se quitaban los calurosos mantos de piel y mostraban sus fornidos cuerpos, pintados de colores.
Danzaban cubiertos solamente por un cinturón hecho de plumas de avestruz, conchas, campanillas y picos de aves.