La platería mapuche se basa en sus creencias religiosas. Cada una de las piezas posee un significado especial, que trasciende a lo ornamental y tienen un valor mágico, por ejemplo, la "kaskavilla" era el instrumento mágico que usaba la machi para alejar a los malos espíritus y el "cintillo de plata" permitía el vínculo con los dioses. El material utilizado es la plata con técnicas de fundición y laminación por percusión fría o caliente.
Retrafe o platero se llamaba al hombre que realizaba tradicionalmente este oficio.
También se usaron monedas chilenas, que eran laminadas a golpes.
El nombre de las piezas que conforman el ajuar es: trarilonko (cintillo), lloven nitrowe (tocado femenino), chaway (aros), traripel (ceñidor de cuello), tupu y katawe (alfiler para la ropa), kilkai (collar colgante), sükill y trapelakucha (colgante pectoral, en la foto), prentedor (colgante pectoral de tres cadenas). Accesorios ecuestres como la ispuela (espuela), istipu (estribo) o los herrajes (riendas, cabezadas y el freno) llamadas en mapudungún witram plata, kafishatu y ketrel piriña.
El dualismo ordenador de la visión cósmica de la cultura mapuche incide también en la manifestación material de la platería, puesto que ahonda en dos universos distintos: la mujer, soporte del discurso simbólico mapuche, en donde se oculta y resiste la tradición ad mapu, a través de la cosmovisión suscrita tanto en las formas y contenidos dibujados en la platería; y lo masculino encarnado en los aperos de caballo que representan la sumisión de formas y contenidos huincas al linaje dominante mapuche.
«Cuentan en Argentina, los mapuches, que la Luna, después de una gran disputa con el Sol derramó sus lágrimas, las que de tan ardientes, se convirtieron en plata. Los mapuches entonces la recogieron y la cuidaron a través de las fabulosas y mágicas formas de la platería»