Portada Anterior Siguiente Índice | PARTE IV: Una revisión analítica de los programas y modelos de desarrollo hacia población mapuche. Análisis de 4 experiencias ejecutadas en la IX región

PARTE IV:
Una revisión analítica de los programas y modelos de desarrollo hacia población mapuche. Análisis de 4 experiencias ejecutadas en la IX región


1. Experiencia N° 1: el proyecto Afodegama, Asociación de Fomento del Ganado Mapuche

1.1. Descripción del programa [103]

Afodegama fue un proyecto originado en la Fundación Mariknoll, que contó con apoyo financiero de la U.S.A.I.D, y patrocinio del Obispado de Temuco, para introducir la crianza de vacas lecheras de calidad en comunidades mapuches de la comuna de Temuco, con el objetivo de lograr lo que se llamó en desarrollo integral a largo plazo, mediante un programa que finalmente quedaría en manos de los mapuche. Se desarrolló desde fines de 1975, ingresando los primeros veinte socios en el año 1977 y se mantuvo en la comuna hasta aproximadamente 1985. Este programa contó con uno de los financiamientos más altos conocidos para un proyecto de desarrollo mapuche. (Aprox. 19 millones de dólares, en sus primeras etapas), y contemplaba cuatro grandes áreas de actividades:

El proyecto se inició en las comunidades luego de la compra y puesta en operación de la hacienda, la Central, (que se logra autofinanciar casi tres años después) con alrededor de 20 familias, en 1977, en el sector Temuco-CholChol. Dado que los técnicos habían trabajado antes en los sectores del área, el ingreso de socios dependió de ellos, y de sus relaciones y contactos con los comités de agricultores preexistentes al proyecto. Así la mayor parte de quienes ingresaron al programa eran o habían sido dirigentes de tales comités. Posteriormente y hasta 1979, el programa se expandió hacia el sector Maquehue.

El total de “socios” (nombre dado por el programa a las personas participantes, para enfatizar la idea de que el proyecto era una empresa común), participantes en el proyecto alcanzó a 136 personas-familias, de reducciones en dos sectores de la comuna de Temuco: por el sur oeste el sector Maquehue, que bordea el río Cautín, hasta Ragnintuleufu, (sectores Maquehue (Molco-Cautín), Los Pinos, Angostura y Las Lomas (de Ragnintuleufu) y por el noroeste el sector Temuco-CholChol, (sectores Raluncoyan. La Zanja, Boyeco, Tromen Alto, Conoco, Tranahuillin, Tromen y Huillincura).

Cuadro Nº 14
Familias participantes en el proyecto

Comités
Nº socios
Raluncoyan
14
La Zanja
9
Boyeco
16
Alto Tromen
18
Conoco
7
Tranahullin
7
R. Tromen
14
Huillincura
14
Las Lomas
12
C. Maquehue
10
Lo Pinos
11
Total socios
132

Al año 81 se contaba con 127 socios, 96 en el sector Cholchol y 31 en el sector Maquehue, diez de ellos correspondían a mujeres; conformando el 16% de los asociados en el caso del sector Maquehue y el 5% en el de CholChol.

En 1981-2 se inició una evaluación antropológica independiente del programa, en ambos sectores. Se obtuvo entonces algunos indicadores de la marcha del programa, entre los años 1977-80.

Hasta fines de 1981 el programa había entregado la siguiente cantidad de vacas por comité.

Cuadro Nº 15

Comités según número de vacas

Comités
Nº vacas
Raluncoyan
30
La Zanja
18
Boyeco
36
Alto Tromen
38
Conoco
13
Tranahullin
14
R. Tromen
23
Huillincura
23
Las Lomas
34
C. Maquehue
25
Lo Pinos
20
Total socios
274

La producción promedio de leche era de 10,58 litros por vaca/día, teniendo el promedio mayor el comité las Lomas, con 13,8 lts. y el menor Boyeco, con 8,3 lts. Al mismo año se había entregado 231 terneros como crédito de largo plazo.

La deuda de los créditos por vacas, insumos, alimentos, etc., se medía y pagaba en base a litros de leche, sin intereses ni reajustes o correcciones, lo que favorecía a los socios. A fines de 1981, la deuda en créditos de largo plazo de los socios era de 1.548.000 litros, los abonos realizados a la deuda eran de 319 mil litros, los ingresos recibidos por los socios habían sido $2.629.000 pesos, para una producción de 788.200 litros de leche. El precio promedio fue de $7,49 por litro. Ese año la cuenta del crédito en largo plazo se incrementó en un 28,56%, de la que en el año se recuperó el 20,6%. De los créditos a corto plazo, a diciembre del 81 se había recuperado el 85,4% (sin intereses, reajustes o corrección monetaria).

El total de hás. de las familias partícipes eran aprox. 1100. Los predios mayores eran del comité Las Lomas, sector Maquehue, con un promedio de 34,22 hás. por familia asociada al proyecto. El promedio menor en hás. ocurría en el comité Maquehue, con 7.7 hás.

Respecto de todo el sector Maquehue, los involucrados en él, poseían 342 hás., con un promedio de casi 11 hás., por familia. (y 1,8 há. por persona). En la misma área la cantidad de población de las familias participantes en el programa representaba alrededor del 16%. (193 personas) de la población de las reducciones del área.

Respecto a la Central, entre 1978-82 había concedido $11.600.000 en créditos. Poseía ganado lechero por valor de diez millones de pesos, y en mediería tenía hembras con un valor de seis millones de pesos. Su ganado en engorda se avaluaba en seis millones de pesos, la maquinaria de la central en tres quinientos millones de pesos, su material rodante en más de dos millones de pesos. (en moneda de la época),

1.2. Marco lógico del programa

Afodegama era un proyecto de cambio desde una economía basada en la subsistencia a una de tipo agroganadera orientada directa y fuertemente al mercado, con apoyo de lo que en la época era la tecnología más avanzada internacionalmente. El proyecto implicaba un cambio sociocultural decisivo en cuanto a logros de conductas y habilidades empresariales específicas por parte de las familias mapuche, y, por supuesto en sus aspiraciones y expectativas. Asimismo, orientaba a una mucho mayor relación con la sociedad mayor, pretendiendo un cambio de mentalidad para concebirse como pequeño empresario y actor importante en el mercado regional y nacional.

En la base del proyecto estaba la idea de que los mapuche podían ser tan eficientes productores como los no mapuche, y que la visión de ellos como improductivos respondía a situaciones históricas, técnicas y socioculturales impuestas a los mapuche.

Además el proyecto suponía que pese a la grave deficiencia de recursos, incluso la tierra, en las comunidades mapuche era posible el logro del desarrollo a través de la organización y capacitación social y técnico económica de las familias para la participación en el mercado, mediante la especialización predial en un rubro específico. Ello implicaba una etapa de fuerte apoyo técnico, financiero, crediticio, en comercialización y en gestión, para establecer una base que estableciera el futuro desarrollo “integral de las familias”.

1.2.1. El diagnóstico inicial

El programa operó haciendo primero una etapa que llamó de diagnóstico, para determinar las expectativas y voluntad de las personas de comunidades mapuche de participar en un programa de crianza de ganado lechero y comercialización de leche, que requeriría un alto y sostenido compromiso de trabajo, en una actividad que era desconocida hasta entonces para la población, respecto de: los componentes técnicos de la crianza, de la extracción y conservación de la leche, de siembra, mantención y manejo de empastadas, de manejo de ganado reproductor de alta calidad, con inseminación artificial, etc. Las exigencias que el proyecto tenía en cuanto a una reorganización de toda la actividad predial, y del uso del suelo predial. Las transformaciones en las formas de organizar la fuerza de trabajo y su uso, desde el punto de vista individual, familiar y del conjunto de los asociados. La participación en esferas de decisión del proyecto (administrativas, contables, de administración general, de comercialización, etc.

El diagnóstico se hizo mediante un equipo externo, con profesionales técnicos mapuche que encuestaron y entrevistaron a un número de familias en ambos sectores geográficos. El resultado, según los administradores del proyecto fue descubrir la existencia de dos tendencias en la población:

1) El temor a participar en el proyecto, tanto de quiénes tenían experiencias previas con organismos como Indap u Ongs. como de quienes no las tenían. Estos temores se relacionaban con: el deseo de no perder su propio ganado, dado que el proyecto iba a suponer empastadas exclusivas para las vacas lecheras y los cupos de suelo eran bajos, y el proyecto implicaba limitar la crianza de otros animales para no sobrecargar las praderas. El temor de no ser capaz de pagar los créditos por las vacas, insumos e infraestructura, -y por ende ser despojado de bienes, e incluso del predio mismo. El temor a que el establecer praderas –o su mal resultado- significara disminuir los suelos dedicados a cultivar trigo y/o la producción de trigo, básico para la sobrevivencia familiar.

La desconfianza hacia personales técnicos, pues la experiencia personal les indicaba que éstos en general no ayudaban a los mapuche, muchas veces no eran responsables o no cumplían lo que se decía y muchos tenían una relación discriminatoria y hasta prepotente hacia los mapuche.

2) El anhelo de participar en el proyecto dado que:

Existía el anhelo de contar con un ingreso mensual en dinero, y parecía factible el que se lograra a mediante la recepción y crianza de vacas de alta calidad, inseminadas artificialmente y destinadas a una alta producción lechera.

Había un deseo de tener ganado de buena calidad, mejorar la calidad de los suelos y diversificar la producción predial, que en general era de monocultivo.
Además algunas personas pensaban que podrían utilizar las empastadas de calidad para obtener mayores ingresos mediante las medierías de crianzas.

En algunas familias mapuche había confianza en el proyecto pues sería ejecutado por una institución cristiana, que se suponía actuaba sin objetivos de lucro, y que planteaba la idea de una sociedad entre “mapuches y programa” para un desarrollo integral de las familias, que serían finalmente las dueñas de todo el programa.

Para varios beneficiarios, además, la institución católica tenía en general una percepción y relación adecuada con las familias mapuche y sus necesidades. Algunas personas estimaban que por ello mismo, de no cumplir los créditos, existía cierta seguridad de no ser “ejecutados económica o judicialmente”. Se estimaba ventajoso que el pago de los créditos provendría de los ingresos por la misma actividad ganadero lechera, no exigiendo ingresos de otros ámbitos de la economía de las familias. El personal técnico a contratar sería todo mapuche, ojalá hablante de mapuzugun, por último, y dadas las experiencias anteriores, había una percepción de que algo se podría ganar, no sólo en ingresos monetarios, sino en bienes o mejoras para el predio.

1.3. Relación programa institucional y sistema social y económico mapuche local

1.3.1. Impacto del proyecto en las comunidades

Los ingresos por venta de leche:

Efectivamente la crianza de vaca lechera y la venta de la leche permitió a los socios generar un ingreso casi todos los meses del año. Su monto dependía de la cantidad de vacas lecheras de cada socio, de los precios acordados con la planta lechera, de los castigos de la planta lechera por acidez, materia grasa, etc., de los créditos que hubiera contraído el socio, que se descontaban de sus ingresos mensuales en forma de cuotas, del cumplimiento de las orientaciones técnicas que implicaba el programa, por ejemplo, respecto a empastadas y su manejo, a las vacas, a su alimentación, a las técnicas de extracción y conservación de leche en las familias, etc., así como de la recepción por los socios de los insumos en forma oportuna y en las cantidades requeridas. etc.

Sin embargo, debido a que la mayoría de los socios no poseía muchas vacas, (entre una y dos), a problemas técnicos diversas, y a los niveles de precios de la leche, la gran mayoría de socios no obtuvo ingresos considerables, es decir no de acuerdo a sus expectativas, que eran recibir ingresos mucho mayores que los obtenidos anteriormente, y que permitieran reemplazar los ingresos y el valor de producciones dejados de percibir por la dedicación predial a las vacas.

En general sólo los socios que poseían más vacas pudieron obtener un ingreso considerable, que permitiera, entre otros, adquisiciones de máquinas o herramientas, construcción de nuevas viviendas, compra de artefactos domésticos como cocinas a gas, televisores blanco y negro, compra de más animales, mayor holgura para enfrentar los gastos escolares, etc.

El aprendizaje logrado en los diversos y complejos aspectos técnicos del proyecto, en relación a manejo y crianza de vacas de calidad, establecimiento de empastadas, nociones básicas de administración y contabilidad, de economía, de gestión comercial y de calidad, de salud animal, etc.

La revaloración de la cultura propia y de la identidad mapuche:

Mediante el trabajo de los promotores, y el reforzamiento de valores tradicionales mapuches, así como de los valores cristianos, que era sentido por algunas familias y socios como un beneficio para la mejor convivencia familiar y social.

Sin embargo los promotores no contemplaron la recuperación o la revitalización de prácticas culturales importantes ligadas a la creencia y/o cosmovisión. En los sectores estaba prácticamente abandonada la práctica del gijatun, del palin, del we xipantu a la usanza mapuche, etc., y acerca de ellos no se estimó acciones de recuperación. Tampoco la labor de promoción desarrolló acciones tendientes a fortalecer el sentido de pertenencia e identidad sociopolítica de una sociedad o pueblo mapuche, el conocimiento de su historia, o de sus demandas y reivindicaciones frente al Estado o la sociedad mayor.

En cuanto al impacto del programa en la dieta de la población:

En un principio casi todas las familias consumían leche, - aprox. 2-3 litros diarios- incentivándose el consumo en los niños. Sin embargo en un tiempo breve la mayoría dejó de consumirla en forma habitual, muchas familias decían que la leche les hacía mal, y que por otra parte no estaba incorporada en sus hábitos tradicionales de alimentación. Sólo alrededor del 15% de las familias continuaron el consumo habitual, alrededor de un 45% la consumía ocasionalmente y el resto no lo hacía casi nunca.

El programa apoyó el consumo de leche mediante una persona que durante un tiempo enseñó sus virtudes y formas de preparación para consumirla en postres, flanes, etc., sin lograr un mayor impacto. Algunos socios estimaban además que la leche que ellos consumían era menos dinero para abonar los créditos y racionaban su consumo a menores.

Un número escaso de familias durante un tiempo hizo queso, en particular cuando bajaba el precio de la leche, tanto para consumo familiar como para la venta entre vecinos o en Temuco, pero también dicha actividad se discontinuó, por estimarse que implicaba demasiado trabajo elaborar y vender queso y que se consumía una cantidad estimada excesiva de leche (10-12 litros para un kilo de queso).

En el empleo:

El programa influyó en las decisiones de cuatro familias de socios de no emigrar definitivamente desde la reducción hacia el medio urbano, por problemas de pobreza extrema y falta de empleo. Un efecto mayor se produjo en la decisión permanecer en la reducción en hijos de socios, pues dado que éstos estimaban que el programa implicaba una cantidad enorme de trabajo diario, y todo el año, trataron de que hijos mayores, que normalmente salían a trabajar fuera del área reduccional, se quedaran trabajando con ellos. (También algunos socios pensaban que ello serviría de capacitación para que luego sus hijos buscaran empleo como técnicos en ganadería lechera).

Asimismo influyó temporalmente en la retención parcial de los jóvenes los programas de capacitación que la Central hacía en su internado. La mayor parte de las familias y los hijos esperaban que en algún momento éstos fueran contratados por el programa, tanto en la hacienda como para el apoyo del programa en terreno, pero ello en general no sucedió. Sólo nueve jóvenes trabajaron en la Central, entre tres meses y un año, entre 1979-82. Posteriormente migraron del sector.

Respecto al empleo generado para otras familias en los sectores, el impacto fue muy escaso. Sólo en un par de casos hubo socios que contrataron, bajo distintas formas, una persona para apoyo en las épocas de mayor trabajo, especialmente para corte y enfardado de pasto. En situaciones particulares, en especial en el caso de socias, ellas contrataron, generalmente mediante pago en especies, a menores para ayudarles en tareas de ordeña, manejo de terneros, enfardado, aguada de las vacas, etc.

En relación a otros efectos del programa en las familias vecinas o en las comunidades

Ellos fueron muy escasos. En situaciones concretas familias de comunidades vecinas se beneficiaron de aspectos del programa, como por ejemplo conseguir enfardadoras que estaban en poder de los socios, comprar a éstos forraje para sus animales, hacer tratos para pastoreo temporal de sus animales en empastadas, -lo que estaba prohibido- o comprar ocasionalmente leche.

En general, y a medida que el proyecto transcurría, las familias restantes no se interesaron activamente en el programa o en sus “ventajas tecnológicas”, tampoco eran partícipes de las actividades de los asociados, y su interés se limitaba a la conversación sobre el programa, su destino final, el estado de las cosas, etc.

1.4. Dificultades y problemas

Dada la complejidad del proyecto, y que éste era un tipo de actividad nueva para la población mapuche, hubo un gran número de dificultades y problemas en su desarrollo.

Las de más importancia para los socios fueron:

1) El lugar de establecimiento de las praderas, pues los técnicos querían suelos planos, cercanos a las viviendas, con acceso a agua, que pudieran ser objeto de cuidado y vigilancia permanente. Los mapuche preferían las praderas en laderas, pues los terrenos planos ya los utilizaban para trigo o huertas y chacarerías, y además tenían un patrón de pastoreo de su ganado en zonas no planas. Para resolver en parte este problema, en algunos casos se estableció praderas asociadas, con trigo.

2) La relación con el personal técnico, pues algunos socios se quejaban de que éstos tendían a establecer mejor atención con ciertos socios, (que o eran de mayor capacidad económica, y/o tenían más conocimiento técnico o nivel educacional, y/o los “atendían mejor e invitaban a sus fiestas”). Los técnicos señalaban que en pro de la relación y el modo de ser mapuche ellos no podían rechazar atenciones y que trataban de atender a todos por igual, pero que siempre había socios más “rebeldes”, que no cumplían bien las instrucciones o los calendarios de actividades, eran “reclamones” o trataban de obtener ventajas personales. Para los técnicos alrededor de un 25% de los “socios” tenía un buen comportamiento respecto al programa, (de este porcentaje la mayor parte correspondía al sector Maquehue, y en él a socios del comité con más hás., niveles de escolaridad, etc.). Un 50% tenía un comportamiento regular, y el resto se calificaba como muy deficiente, siendo casi exclusivamente socios del sector Chol Chol.

Para la mayoría de los socios su evaluación de los técnicos se enmarcaba en la noción de que el programa tenía como objetivo fundamental la superación de sus difíciles condiciones económicas, más que el apoyo a un ser o identidad mapuche, y por lo tanto, más que evaluar la acción técnica y a los técnicos en un sentido sociocultural –aunque había referencias puntuales a ello, como por ejemplo el que varios de ellos no hablaban mapudungun- se evaluaba si el desempeño técnico cumplía con lo que los socios esperaban de un técnico: la puntualidad, el respeto a los compromisos, la dedicación a cada socio en las visitas diarias, la participación directa en las actividades, es decir “enseñar mostrando a través de su propia práctica”, y no solamente dando instrucciones, la defensa de sus intereses y conductas en las reuniones con los directivos, etc.

En estos aspectos más de la mitad de los socios no evaluaban bien a la mayoría de los técnicos, y los que sí los evaluaban favorablemente eran generalmente los socios de más capacidad técnico económica, y que a la vez eran más objetivos para evaluar sus propios comportamientos y los de los asociados en su comité. En cambio había cierto consenso en la apreciación de que había técnicos que eran “duros” o “poco pacientes” en el trato con los beneficiarios, opinándose que al llegar el momento de dirigir los mapuche el programa reemplazarían a parte de ese personal.

Debe considerase que la gran mayoría de los técnicos compartían las nociones y asunciones del programa respecto al diagnóstico de la situación mapuche y las formas de solución técnico económica de ella, entendiendo por tanto que su responsabilidad esencial era promover e inculcar los conocimientos, habilidades, y responsabilidades adecuadas al tipo de programa en realización. Además la gran mayoría del personal en general no estaba preocupado, ni tenía formación especializada en los ámbitos socioculturales propios de un programa hacia población indígena, y tampoco, siendo mapuche la mayoría, tenían asumido el diferenciarse por presentar y defender su identidad étnica.
En el aspecto técnico el proyecto pretendía demostrar que era posible que campesinos mapuche pobres, muchos de ellos apenas alfabetizados y sin gran tradición de manejos tecnológicos sofisticados, sí eran capaces de aprender a manejar un paquete tecnológico de punta, en relación a la producción lechera y al tipo de explotación predial necesaria, que eran capaces de ser empresarios productores eficientes, y que podían insertarse con éxito en el mercado productivo y de créditos.

La evaluación de la mayor parte de los técnicos del programa fue que todo ello era posible sólo en casos de socios “con mayor nivel de educación”, y/o con más experiencia en actividades prediales más exigentes que su economía tradicional de subsistencia. En este sentido el programa no había fracasado sino que había hecho elección equivocada de beneficiarios, y por otra parte había errado en los cálculos del tiempo de aprendizaje de una actividad tan compleja y de la socialización de los socios a las nuevas tecnologías.

3) Otra área problemática del programa se relacionaba con los supuestos acerca del modo de vida tradicional mapuche y algunos de sus rasgos culturales. El programa implícitamente creía en la existencia de una comunidad mapuche que mantenía mecanismos de apoyo, solidaridad y ayuda mutua, en especial en el ámbito socioproductivo y pensaron reforzar y utilizar dichos rasgos para favorecer el éxito del programa, en particular respecto a utilizar formas de trabajo colectivo. Diversas actividades exigidas por el proyecto suponían organizar trabajo colectivo o uso colectivo de recursos escasos, en forma general y/o rotativa por socios y familias, como la preparación de suelos, la construcción de mangas y los trabajos en ellas, las siembras de empastadas, el corte y enfarde de pastos, la recepción, medición y control de leche en la comunidad, el manejo de las pariciones y enfermedades, etc.

En la realidad la población no tenía incorporada formas de trabajo asociativos ni sistemas de usos colectivos rotatorios de recursos, por lo que surgieron problemas serios, algunos de los cuales operaron entre familias que ya antes del programa tenían relaciones sociales deterioradas.

Por ejemplo: a medida que un socio recibía el aporte del trabajo de los demás, dejaba de cumplir con su parte de trabajo para los otros socios, o enviaba a menores a reemplazarlo en las faenas. Estos tenían menos capacidad o conocimiento de la faena.

Similarmente hubo problemas con los equipos (máquinas, herramientas, etc.,) destinados al uso colectivo y rotatorio entre los predios. En varios casos los socios que quedaban responsables de ese bien lo utilizaban para conseguir ingresos por fuera del proyecto, prestando servicios o arrendándolos a familias no participantes del proyecto. Ello hacía que los socios esperaran su turno de uso de los bienes por períodos de tiempo no previamente contemplados, y que se retrasara o perjudicara la realización de ciertas actividades o los rendimientos de algunas, impactando incluso en pérdida de producción o de su calidad. Un ejemplo típico era el uso de enfardadora de pasto, pues hubo casos en que una socia tuvo casi dos meses la enfardadora bajo su administración, obteniendo con ella ingresos en predios y comunidades vecinas, mientras los socios del comité la reclamaban en forma urgente.

Conflictos similares se producían por el provecho o ventaja que obtenían algunos socios encargados de la recepción y distribución de los insumos o bienes colectivos del programa, pues retardaban la entrega de tales insumos al resto de socios de los comités, o se autoasignaban cuotas o cantidades mayores, y/o distribuían las cantidades beneficiando más a su network de relaciones personales. El conocimiento de que esta conducta era impropia y podía recibir recriminaciones –y potencialmente hasta sanciones- desde la dirección del programa hacía que estos socios, tuvieran una serie de estrategias para con los técnicos del programa, especialmente mediante regalos, atenciones especiales, invitaciones, etc. Lo que evidenciaban estos aspectos era que una gran parte de los socios y sus familias no tenían -en palabras de los propios promotores de iglesia y mapuche- “sentido de cooperación social”, y anteponían sus intereses personales o la búsqueda de beneficios extras al cumplimiento del programa y al beneficio común, y ello a costa del perjuicio de otros socios, que eran sus vecinos, y a veces incluso sus parientes. Desde los agentes de promoción humana estos asuntos se consideraban graves, y eran extensamente conversados en las reuniones con las familias y comités, pues implicaban retrasos en la marcha del programa, en el cumplimiento calendarizado de actividades, y promovían conflictos al interior de los comités. De parte de uno de los promotores, se apelaba a criterios de identidad étnica, al plantear en las reuniones que para los mapuche esas conductas eran típicas del huinca, y no del mapuche, que por tradición era cooperativo, solidario, etc. En otro sentido tales conductas eran vistas –en términos más privados- como adaptativas aprendidas, y de tipo estratégico, para sobrevivir en medio de comunidades que habían perdido gran parte de la estructura social natural o cultura tradicional, y/o que tenían experiencias previas con Ongs., las que no funcionaban de acuerdo a la lógica mapuche, favoreciendo a individuos o familias, y no al colectivo de la comunidad.

4) En el área económica los problemas fueron de tal magnitud que llevaron a la terminación del programa y a que se considerara finalmente un fracaso.

El rubro elegido por el programa: dado que los precios de la leche no eran directamente controlados por el programa, sino por la planta lechera, con la que se negociaba de acuerdo a una cantidad potencial de leche a entregar, los ingresos de las familias dependían de tales acuerdos y de los cambios y castigos que la planta hacía en los precios y en las bonificaciones. La política de la planta, como empresa, obviamente respondía a sus intereses, a la competencia con otras plantas y a la situación determinada por las políticas internacionales de precios de le leche. A este respecto el programa tuvo una falla de origen en la elección del rubro leche, pues éste era uno de los más subsidiados por los países llamados desarrollados, y los productores nacionales, en el marco neoliberal, se hallaban entregados a una competencia en que se planteaba que además no existían ventajas comparativas. La situación determinó que luego de un período inicial de buenos precios para el mercado interno, se cayera en uno de varios años en que el precio prácticamente se derrumbó. (hasta en más de un 100% de su precio base). A ello se unió, consecuentemente, una baja en el precio de ganado lechero y un alza de insumos como semillas, fertilizantes, plaguicidas, alimento concentrado, etc. Ello significó no sólo menores precios para los socios sino también para todo el programa, poniendo en peligro la continuidad del programa y la central, y por ende el flujo de adquisiciones y flujos de insumos. Ello llevó a una política de ahorros, que entre otros disminuyó la frecuencia de la asistencia técnica, disminuyó la recuperación de praderas, terminó con las reuniones anuales de socios, casi eliminó la capacitación en la Central, y provocó disminución de su personal, y llevó a intentar recuperar más rápidamente los montos de créditos de algunos socios, determinando que éstos recibieron ingresos aún menores por su leche. Una respuesta de varios socios fue la solicitud de más vacas lecheras, cuestión que se denegó en la mayoría de los casos, siendo el argumento principal la escasez de suelos de los socios, o la ineficiencia técnica del socio. Asimismo se impulsó una política de más exigencia de responsabilidad con el programa a los socios, estableciéndose castigos que llegaron hasta el retiro de sus vacas. Respecto a la Central, la baja del precio de la leche apresuró además las gestiones para la operación mayor de la productora y comercializadora de quesos y enfatizó el uso del predio central para la cría y reproducción de ganado, desarrollando incluso una política básica de medierías en ganado con propietarios mayores.

El segundo aspecto vinculado a las características económicas de la población, determinante del “fracaso del programa” se relacionaba con los tipos de predios que se eligió para participar en él. Sólo aproximadamente el 30% de los socios tenía superficies promedio de 12 hás o más y por ende una mayor diversidad de actividad agroganadera en el predio, cultivando cereales, chacarería, hortalizas y forrajes y criando una cierta cantidad de ganado ovino, vacuno y porcino. Estas familias en general podían practicar rotación de suelos y cultivos, aplicaban agroquímicos, algunos también productor veterinarios, y poseían mayor equipamiento de herramientas. Ellas podían dedicar o reservar una parte del predio para vacas que exigían una superficie de praderas importante. Además socioculturalmente estaban más influidas por el modo de vida de la sociedad huinca, hablaban o utilizaban mucho menos el mapudungun, y valoraban fuertemente la escolarización y profesionalización de las personas, en especial los hijos, a los que la mayoría podía mantenían estudiando en Temuco. En cambio la mayoría de los participantes en el programa eran muy pequeños propietarios, -minifundistas- que tenían como actividad principal el monocultivo de trigo, tendiente a asegurar la reproducción alimentaria familiar, y secundariamente destinaban parte del predio a huerta y/o chacarería. (En el sector Maquehue algunos socios se dedicaban al cultivo comercial de lupino). Eran familias pobres y muy pobres, con escaso o nulo nivel de escolaridad, y que por supuesto en general no usaban insumos agroquímicos. Muy pocas de estas familias tenía algún animal vacuno y la gran mayoría no tenía bueyes, ni ovejas. Debería haberse considerado que para ellas sería muy difícil reservar la mayor parte de su tierra para las vacas, implicando el abandono de casi toda otra posibilidad de uso de sus suelos.

Como el programa exigía una hectárea de empastada por vaca, la mayoría de tales socios se veían prácticamente obligados a dejar toda otra producción o a sostenerla en espacios muy exiguos. Con la baja del precio de la leche y las consecuencias asociadas, se puso en peligro la reproducción de la familia y también las posibilidades de que éstas suplieran parte de sus déficit mediante mecanismos tradicionales de cooperación, trabajo o solidaridad, pues el rubro de operación era único en medio de la realidad de sus comunidades, y no había más tierra disponible que la ocupada en la empastada.

Como la producción lechera demandaba una mano de obra de dedicación diaria, tampoco se facilitaba la búsqueda de trabajo extra predial para obtener ingresos suplementarios a los socios.

El supuesto del programa, que había sido que la producción lechera permitiría ganancias más que suficientes para cubrir el déficit de otros ingresos o producciones debidas al uso exclusivo del suelo para las vacas, se derrumbó. Para el 70% de los socios con escasa tierra la caída de los precios de la leche significó que no obtuvieran los ingresos necesarios para la reproducción familiar, cuestión que se agravó ante la norma técnica de mantener la parte del suelo dedicada a las praderas sólo para las vacas, y a que en general no se aceptó tener dos vacas por há.

Ello significó que la mayoría de los socios con poca tierra comenzaran a optar por una serie de estrategias para obtener un nivel de ingreso que asegurara la reproducción socioeconómica de la familia, por ejemplo permitiendo la crianza de animales de vecinos en sus empastadas, reteniendo parte de su producción lechera al programa y vendiéndola en forma particular en Temuco, o entregándola a comerciantes locales, comercializando los insumos del programa como fertilizantes, alimento animal, semillas, plaguicidas, etc., abandonando temporalmente su responsabilidad en el programa para buscar ingresos extra prediales, etc. El resultado fue un deterioro general en los niveles de producción, el empeoramiento de la relación entre socios y programa, la imposibilidad de mantener cuotas de devolución de créditos, y un clima general de desconfianzas y roces entre socios y técnicos.

La situación de relación empeoró cuando la dirección del programa, ante las dificultades de producción y de responsabilidad decidió una política menos permisiva con los socios y decidió el retiro de vacas y el término del programa para algunos de ellos. También algunos socios decidieron voluntariamente retirarse del programa. Hacia 1982 habían salido del programa diez socios, cinco de ellos en forma voluntaria, y había otros once notificados de que debían abandonar el programa, todos ellos en el sector Chol Chol, afectando a seis de los comités.

Para los socios que renunciaron al programa las razones eran: que el período de permanencia en el programa les demostraba que no les convenía económicamente; que era más rentable la dedicación a la chacarería y hortalizas; que en el programa había una inflexibilidad respecto a sus demandas y necesidades, y que permanecer en el programa significaba la pérdida de libertad respecto a cómo operar su predio y la economía familiar.

Para los socios a quienes se pedía retirarse, la medida parecía injusta o poco comprensible. En general estos socios tenían muy malas empastadas y las vacas se hallaban en malas condiciones, muchas de ellas muy flacas o con recurrentes problemas de salud. La expulsión del programa implicaba el retiro de las vacas, estacas y alambradas de las praderas. En al menos un caso se impidió de hecho el retiro de las especies, debiendo recurrirse a la amenaza de cauces legales para recuperar las especies.

La interpretación casi general del conjunto de hechos producidos significó un cambio en la percepción de los socios hacia el programa. Para ellos ya no se trataba de un proyecto común o en sociedad y ya no creían que los mapuche serían finalmente dueños del programa -y un argumento era que no veían acciones ni formas de participación que les llevara a ello, por ejemplo en esferas de decisiones técnicas, administrativas, de comercialización, o financieras.

En otro sentido evaluaban que el programa implicaría permanecer siempre atado a los créditos, pues no sentían que sus deudas se amortizaran, sino que crecían dado que las praderas, las vacas y la producción exigían flujos de insumos permanentes y cada vez más caros, estimaban que la planta lechera tenía políticas cada vez más perjudiciales para los productores –y no se apreciaba que la institución tuviera poder para frenar tal política en las plantas-, sospechaban que la Central los estaba abandonando de a poco, y revirtiendo su orientación y operación hacia una típica empresa agroganadera privada, etc.

El punto final a la situación se produjo alrededor de 1983, cuando socios que se decían desesperados de hallarse prisioneros en una situación de débito, con el suelo ocupado en empastadas, con incomprensión ante las fluctuaciones en el precio de la leche, los descuentos por parte del programa a sus ingresos, los castigos al precio de su leche por las plantas, y ante el retiro de alguna vaca por su ineficiencia productiva o incumplimiento de recomendaciones técnicas o enfermedad del animal (lo que disminuiría aún más sus ingresos) optaron por el retiro de hecho del programa, pero vendiendo o comiéndose la vaca, pues además estimaban que con los créditos y terneros ya entregados ellos no tenían deuda y la vaca era propia. .

Para el Coordinador o gerente de la institución todo lo ocurrido se explicaba por la experiencia de años de las familias de Chol Chol, respecto a sus experiencias con empresas públicas o privadas –Ongs, en su mayoría- de “desarrollo”: éstas tenían saturada por décadas el área, operaban con políticas de caridad y paternalismo, la ayuda que entregaban era normalmente gratuita, y si no lo era las deudas siempre se condonaban, no se exigía responsabilidad ni esfuerzo a la población, por ser “mapuche” y “pobres”. Ello habría conducido a la expectativa de la población de que obligatoriamente debían ser ayudados, y en forma incondicional, y a la actitud de sólo pedir y pedir al mundo externo, sin ningún esfuerzo propio. Respecto a la misma situación se opinaba que el personal técnico había sido benévolo y permisivo, y que desde el principio del programa había conocimiento de tales expectativas –y sus conductas consecuentes- en algunas familias, las que deberían haber no admitidas o expulsadas del programa.

Finalmente la dirección del programa discutió la posibilidad de demandar a los socios, cuestión que finalmente no se hizo, optándose por mantener la central, y su producción de queso, leche y ganado, A la vez se desarrolló un proyecto para establecer un programa similar en la zona de Cañete, donde se adquirió un predio, y se decidió terminar paulatinamente de crianza lechera en Maquehue y CholChol, continuando la operación ganadera de la hacienda central como empresa privada, convirtiendo a Afodegama en una ONG, con otros tipos de programa, anexándole además la implementación en la hacienda de una sede central de capacitación, y de eventos de seminarios, talleres, etc. abierta a servicios institucionales para el mundo externo.

En al análisis final, y dejando de lado múltiples aspectos de un programa de tal complejidad, es evidente que Afodegama incurrió al menos en dos serias deficiencias como propuesta de programa de desarrollo para la población mapuche:

Quizás podría decirse que la dirección del programa tenía tal ansiedad y confianza en su ayuda a los mapuches pobres, proviniendo tal dirección de la Iglesia, que no se hizo asesorar por equipos interdisciplinarios especializados antes de la propuesta del programa a la población, que no sólo reunieran expertos en economía o gestión, sino personal con conocimiento en el área de las ciencias sociales y las economías campesinas e indígenas. Ellos podrían haber demostrado que en el caso de tales economías la sujeción a las aventuras del mercado es irresponsable, porque en el mediano y largo plazo las crisis y vaivenes llegan a eliminar y desarraigar las unidades productivas. Por sus condiciones estructurales generales, económicas y tecnológicas, tales unidades deben mantener la orientación tendiente a asegurar una base de factores productivos para lograr un stock de reproducción alimentaria, y secundariamente pueden aventurarse en especializaciones productivas para el mercado.

Por último, la ideología del programa no permitió que el programa operara en forma más flexible y con aproximaciones a la realidad mapuche más adecuadas, provenientes de otros acercamientos al desarrollo como los de desarrollo de base, de desarrollo local, o territorial o del espacio comunitario en general.

2. Experiencia proyecto de desarrollo campesino. Prodecam

2.1. Descripción del programa

El proyecto de desarrollo campesino –Prodecam- fue ejecutado en la IX Región de Chile entre los años 1993 y 1997. El órgano del mismo nombre que le dio vida y forma institucional trabajó en la conjunción de las metas estimadas por dos instancias co gestoras de estas iniciativa: el Gobierno de Holanda, que financió su ejecución, y el Gobierno de Chile, que dio el impulso a las acciones a través del fomento de económico – productivas y de gestión pública tendientes a renovar las estrategias utilizadas por el gobierno militar.

En términos territoriales, este proyecto optó por beneficiar a las 10 comunas más pobres de la región, organizadas a su vez en tres microregiones, que fueron:

Cuadro Nº 15
Identificación de microregiones para el desarrollo del programa

Micro región
Comunas
Costa
Saavedra, Carahue e Imperial
Centro
Galvarino, Lautaro y Perquenco
Norte
Lumaco, Purén, Ercilla y Collipulli

La inversión total fue de 6,5 millones de US$, para su ejecución en los plazos previamente convenidos. Este proyecto, se asienta entonces en la conjunción entre dos instancias lógicamente articuladas: las prioridades del Gobierno de Patricio Aylwin y la senda de la cooperación internacional. Desde sus inicios, sostuvo que entre sus intereses estaba mantener la alianza con las macro políticas fomentadas por el Estado, entre las cuales se detallaban la economía social de mercado, la reconversión productiva de la agricultura, los procesos de descentralización y democratización de los municipios, y el aumento en la inversión pública y privada en la región.

Tratándose de un proyecto de envergadura y dedicado a cubrir objetivos explícitamente comprometidos con el desarrollo, se planteó indicadores de tipo cuantitativo y cualitativo parta su gestión y evaluación final. Se planteaba como objetivo general “mejorar la calidad de vida de 8000 familias rurales de la región en situación de pobreza”, situación que abordó a través de tres programas centrales:

Este proyecto aparece desde sus orígenes comprometido con una voluntad de cambio, acorde con el movimiento político público de la época, que reposicionaba a los sujetos y los convertía en actores. Esta experiencia redefinió al “pequeño agricultor mapuche” o “campesino” indistintamente, como un sujeto que necesariamente debía ser incorporado a tales procesos, reproduciendo un estilo de gestión publica asentado en la doctrina democrática, que a la fecha, ya se planteaba la superación de estrategias negadas a la participación social.

2.1.1. Relación programa institucional y sistema social y económico mapuche local

Abordaremos este aspecto a partir del análisis específico de dos de las acciones ejecutadas por el PRODECAM: el Programa de Capacitación y el Programa de Recuperación y Educación Ambiental de Malleco. El primero, fue ejecutado por las ONG’s regionales CAPIDE e INPROA, como una de las líneas de acción del Programa de Apoyo al Desarrollo Local, y el segundo co- ejecutado con el Centro de Desarrollo Sustentable – Universidad Católica de Temuco – y el Centro de Educación y Tecnología como acción del Programa de Gestión de Recursos Naturales.

Revisaremos ahora cómo estos dos programas específicos se canalizaron hacia la población, a través de acciones y propuestas para entender y gestionar los dos fenómenos abordados: la capacitación y el medioambiente.

2.1.2. Programa de capacitación

La “capacitación” es concebida como el mecanismo a partir del cual será posible gestionar un desarrollo de tipo sustentable, propuesta que fundamentó y distinguió al PRODECAM de otros programas de desarrollo ejecutados con participación del Estado. Este modo de concebir a la capacitación se asienta en la posibilidad operativa de proporcionar herramientas a los dirigentes campesinos a fin de hacerlos capaces de gestionar su propio desarrollo. Análisis de este aspecto desde el punto de vista antropológico identificaron la minuciosidad con que han de ser tratados los dos aspectos destacados de la frase anterior, ya que las herramientas proporcionadas para que un dirigente campesino mapuche sea competente en determinado esquema de desarrollo pasa por asumir la integridad de la propuesta emanada unívocamente desde el Estado. Luego, el ser capaces de gestionar su propio desarrollo no necesariamente les invitaba a discutir lo que en los años siguientes se ha venido transformando en parte de una estrategia cultural, como es la generación de un concepto de desarrollo mapuche[104]. No obstante, según el desarrollo operativo de este Programa de Capacitación y el seguimiento a la trayectoria de algunos de los dirigentes que formaron parte activa de dicho programa, es posible constatar que efectivamente proporcionó un espacio de discusión, conocimiento y germen de nuevas intenciones.

Para el PRODECAM, la capacitación consistía en permitir que los dirigentes campesinos mapuche conociesen cómo operaba la administración y gestión del desarrollo en las instituciones públicas y privadas. Un segundo paso era el que aprendiesen a actuar en dichos contextos, fortaleciendo la visión del dirigente como representante operativo y gestor de las comunidades y organizaciones mapuche rurales. Este es otro antecedente importante de destacar en este análisis, ya que con este tipo de iniciativas se plantea la redefinición del rol del dirigente, intensificando roles de tipo comunicacional y práctico, compatible principalmente con la dimensión de los proyectos. Si bien a la fecha ya se discutía respecto a la diferenciación entre tipos de dirigentes y desde el interior de las comunidades se proyectaba la distinción entre dirigentes funcionales y tradicionales, la estrategia del desarrollo sustentable no llegaba a situarse respecto a la relación y participación de ambos en su puesta en práctica. Las convocatorias eran amplias e inclusivas, en coherencia con la expectativa de participación propuesta por el propio PRODECAM.

A través de diez módulos temáticos se trataron diversos temas, se ejercitaron y ejemplificaron distintas experiencias cotidianas que involucraban la participación protagónica de los dirigentes. La finalidad última era inyectar en los dirigentes una actitud gestionadora que les permitiese ser competentes en espacios públicos y administrativos en el que les corresponde establecer contactos y relaciones, efectuar gestiones y acceder a información actualizada.

Las ONG’s responsables de la ejecución del programa elaboraron materiales de trabajo para cada tema y en jornadas de capacitación intensivas, que usualmente duraron un fin de semana, fueron organizando su exposición, discusión y procesamiento. El programa contaba con tres etapas que debían ser cumplidas por los dirigentes para su aprobación definitiva. Lamentablemente no existen sistematizaciones hechas por los propios participantes – instituciones, profesionales o dirigentes – de la experiencia, sino sólo referencias de segundo orden.

Tanto la convocatoria como la ejecución misma de este programa tuvo favorable recepción por parte de los dirigentes que participaron en él. En una evaluación posterior, muchos de ellos comentaron la importancia de este tipo de experiencias tanto para su proceso personal como para el propio destino de las comunidades y organizaciones. Los dirigentes valoraron la importancia de la temática de la formación y capacitación de dirigentes como una herramienta vital para el desarrollo social y económico, y la ejecución de programas como este ha sido entendido como una respuesta íntegra a la demanda que ellos mismos venían estipulando.

La figura protagónica de este proceso fue el “dirigente”, definido según los parámetros y condiciones de la Ley Indígena 19.300, resaltando su potencial social y político dirigido a consolidar el nuevo estatus jurídico asignado a las comunidades. Se reproduce así un primer concepto de capacitación que entenderemos como estrictamente operativo, que va desde la adquisición de prácticas concretas para ser competente en una sociedad civil definida por un lenguaje único hasta la obtención de una nueva manera de pensar y de actuar. Hasta aquí, la situación se mantiene en los límites de la denominada relación directa y participativa de las comunidades mapuche en la gestión del desarrollo sustentable, por cuanto responde al compromiso de generar espacios, transmitirles la información apropiada, y dotarlos de herramientas para la gestión adecuada. En la IX región abundan las instancias que promueven el acceso de los dirigentes a información a través de diversas estrategias entre las cuales la oficialmente difundida es la del uso del mapudungun hablado y escrito. Entender la capacitación no necesariamente como un proceso de integración es una visión que surge tras valorar como unilateral este modo operacional de ser concebida y ejecutada.

La situación se torna problemática cuando intentamos aplicar a este proceso un segundo concepto de capacitación, derivado de la reflexión especializada en este tipo de procesos de contacto y concertación interétnica. Para este segundo concepto, la capacitación se inicia en la propia discusión respecto del modo se vive la experiencia capacitadora. Propone entender a los procesos de capacitación en su forma y contenido como estrategias que pueden ser utilizadas como instancias de intercambio y reflexión, a fin de mejorar la comprensión de la situación actual. Igualmente valora el uso de metodologías expositivas y el acceso a conocimientos técnicos que efectivamente permitan un mejor uso de los recursos dispuestos por el contexto institucional. En este sentido, las instituciones siguen siendo aparatos reproductores de intenciones de fondo, promovidas ya sea por quienes les financian o bien por la filosofía que les fundamenta. La propuesta de este concepto no es otra que la de considerar variables de tipo histórico en la construcción de las relaciones entre los grupos puestos en contacto para fines de capacitación. Desde allí, será posible reconocer el trayecto que ha sido recorrido por el grupo capacitado, sus multiplicidades y sus fines, y en definitiva, el destino real que puede tener la experiencia capacitadora. Otro factor clave es el intercambio, cuya expresión está teniendo espacio creciente en la región. Cuando son las instituciones y sus funcionarios los que buscan comprender situaciones aparentemente confusas, se está debilitando el argumento prejuiciado respecto de dicha realidad. En este contexto, el acceso y la entrega de conocimientos específicos en torno a la cosmovisión mapuche, por ejemplo, no puede verse desligada del análisis de su deterioro, y la discusión abierta respecto al modo en que mapuche y no mapuche comprenden el problema y argumentan su posición. Este tipo de estrategias reflexivas y esclarecedoras, basadas en el uso intensivo del lenguaje oral y en el acceso a fuentes de primer y segundo orden – protagonistas y analistas – ha de fundamentar planes de capacitación que superan lo operativo, situándolo en el contexto social, político y cultural al que pertenecen.

Cabe destacar que el factor de la capacitación posee importante presencia en el ámbito económico productivo. A través de la transferencia tecnológica se ha instaurado un modo de entregar conocimiento a los mapuche en su calidad de productores. La evaluación de dicha transferencia se lleva a cabo a través de mecanismos exclusivamente empíricos y sus indicadores no son otros que la propia productividad. En la actualidad, el deterioro medioambiental está constituyendo un referente visible a partir del cual se está cuestionando la transferencia tecnológica impulsora del uso de agroquímicos. Entre los dirigentes y comuneros se discute la necesidad de renovar estos modos unilaterales de manejo de la técnica y el aspecto productivo sea abra a la discusión participativa respecto de lo que se debe llevar a la práctica. Si bien los ingenieros y técnicos cuentan con la fórmula para producir más y mejor, los productores mapuche cuentan a su vez con la experiencia de haber producido de determinadas maneras y no haber tenido el éxito anunciado. Así, en el ámbito económico – productivo se demanda participación en la programación y construcción de los programas de capacitación técnica, los que en primer lugar, han de conocer las experiencias ya vividas por cada sector, y así no perder recursos reiterando fórmulas ya aplicadas[105]. Los programas productivos han de abrirse desde su formulación a la participación de las comunidades a través de sus representantes, y llegar a constituir un ámbito en el que efectivamente se experimente el desarrollo mapuche basado en la experiencia previa, la reflexión en torno a su faceta como productores, las compatibilidades culturales y ecológicas de cada estilo productivo, y las proyecciones e impactos económicos de cada acción. En este sentido, las innovaciones son particularmente exigentes de modalidades explicativas que aclaren los fundamentos y el destino de las reorientaciones productivas, más allá de los resultados de económicos.

2.1.3. Programa de recuperación y educación ambiental de Malleco

El desarrollo sustentable fue el marco teórico y técnico que proyectó las acciones del PRODECAM en todos sus programas. Así como se planteó que la capacitación constituía una estrategia para la sustentabilidad, la recuperación ambiental viene a expresar un estilo de gestión gubernamental en que el aparato estatal se reposiciona como protagonista de las políticas sociales[106].

El programa ambiental, formó parte de una de las dos grandes líneas de acción del PRODECAM, la de los macroproyectos de trabajo que apuntaron a dar tratamiento a los complejos procesos económicos, socioculturales y ambientales. En su ejecución, cubrió a cuatro comunas y a ochocientas sesenta y una familias de la provincia de Malleco. Las comunas seleccionadas por su vulnerabilidad social y ambiental fueron: Collipulli, Purén, Ercilla y Lumaco.
Tras un diagnóstico inicial, se proponen tres estrategias de trabajo:

Las fuentes de información utilizadas fueron:

Los resultados esperados se concentran en el desafío de contribuir a neutralizar los efectos perversos que puede generar el actual modelo político económico en las generaciones posteriores. Asimismo, plantean el redescubrimiento de la dimensión cultural como fortaleza para la construcción sustentable del territorio.

La base científico-técnica de este programa fue proporcionada por el diagnóstico encargado por el PRODECAM al Centro de Educación y Tecnología (CET), institución que luego participó igualmente en su ejecución. Desde esta primera etapa diagnóstico, se establece el reconocimiento de la relación directa la degradación del ecosistema y la opción político-económica que siguió el país durante el siglo pasado. Esta opción, habría estado marcada por el objetivo de ampliar la frontera agrícola a costa del sacrificio de sus bosques y de sus habitantes naturales. En este mismo documento diagnóstico se señala cómo la expansión forestal está conduciendo la dinámica económica regional de la última década, en la que sigue teniendo importante presencia la pobreza campesina y la marginalidad indígena histórica[107].

De este modo, la relación entre el programa y el sistema social y económico mapuche se asienta en la concepción de la degradación ambiental como fruto de las circunstancias históricas que han afectado a los recursos y a la población de la región. Al mismo tiempo, valora la preexistencia de un concepto cultural propio respecto al medio y a la relación que ha de establecerse con él. Deterioro y colapso ambiental son dos definiciones de la situación en que se encuentran las comunas estudiadas, entendidas como resultado de un proceso ecológico, social y económico mayor, cuyos efectos actuales amenazan seriamente a la población.

El proceso de reconversión forestal es analizado por el equipo diagnóstico y ejecutor del programa como expresión de una tendencia tecnológica dominante y a la vez dominadora, que impone la forestación comercial masiva de uso y destino industrial. El antecedente inicial señalaba que las empresas forestales controlaban cerca de un 68% de la superficie provincial de Malleco, situación que se corroboraba con la percepción de la gente de las comunidades mapuche que describía cómo el proceso de encierro, erosión y escasez de agua afecta espiritual y materialmente sus vidas[108]. El programa distingue los siguientes problemas técnicos y sociales, derivados de la forestación con especies exóticas:

Con estos antecedentes, el Programa comienza considerando a los siguientes factores como expresión de una aplicación sustentable al tratamiento del problema detectado: la seguridad alimentaria de la población rural, el desarrollo de capacidades locales, el desarrollo de espacios de participación campesina y la equidad intergeneracional (Documento citado, p. 18).

La ejecución del programa se respalda en la definición de los siguientes actores locales:

No así, el tratamiento de lo ambiental desde el punto de vista técnico destaca los siguientes indicadores para fundamentar acciones:

La propuesta de trabajo plantea entonces el tratamiento de tres grandes procesos: el deterioro ambiental, la transformación productiva y la construcción social de la región. Si bien en este último aspecto se resalta la componente social del problema, lo cierto es que la estrategia propuesta para su tratamiento se plantea sólo la generalidad de contribuir a la construcción del tejido social local caracterizado por su debilidad y marginalidad. Finalmente, la expresión de esta estrategia retorna a la concepción técnico ambiental, al plantearse la transferencia de nuevas concepciones tecnológicas y metodológicas dirigidas a modificar procesos tales como el deterioro ambiental y la transformación productiva, y a apoyar la construcción del proyecto político regional sustentable (Doc. citado, p.30).

Finalmente, el programa diseña tres instrumentos para su gestión: los proyectos de recuperación ambiental, los proyectos de escuelas rurales ecológicas, y la unidad de capacitación y seguimiento. La participación de los actores locales antes definidos se canalizó según la organización de cada estrategia, promoviendo la interrelación entre actores locales e institucionales a fin de reorientar y fortalecer la comunicación entre las familias campesinas y los técnicos y profesionales que trabajan con ellas (Doc. Citado, p.30).

En el desarrollo integral del programa se mantiene el uso constante de criterios ambientales y ecológicos, basados en la técnica, y abiertos al abordaje educativo y político. La búsqueda por cumplir objetivos relacionados con las condiciones productivas y medioambientales, y la reconstrucción del tejido social, se efectúa a partir de la estructuración de equipos locales cuyos componentes ya venían trabajando en el territorio. Entre estos agentes se encuentran las empresas de transferencia tecnológica, los municipios a través de sus PRODER, ONG’s y Escuelas Rurales. Llama inevitablemente la atención la ausencia de otro tipo de actores cuyos objetivos han estado igualmente relacionados con el tratamiento del tema ambiental aunque probablemente desde un punto de vista distinto: organizaciones mapuche y dirigentes de comunidades.

La capacitación se concibe de acuerdo a la lógica de la transferencia tecnológica que esta vez persigue entregar principios de funcionamiento para que técnicos y profesionales pudieran aplicar o recomendar prácticas y seleccionar técnicas adecuadas a la realidad específica de cada microregión o microcuenca, evitando el adiestramiento a través del uso de técnicas específicas definidas previamente (evitar el concepto de receta (Doc. citado, pág., 43). Los flujos de conocimiento se proyectan desde el equipo del proyecto hacia técnicos y profesionales del agro, hacia campesinos y hacia profesores. En la misma perspectiva, se programa la formación de niños en temas relativos a la conciencia ambiental. Puede observarse que con este tipo de planteamientos respecto a un factor metodológico de gran importancia como es la capacitación, este programa contribuyó a reorientar su uso, respondiendo a la contextualización de la información entregada y negándose a reproducir pautas rígidas en la transmisión del conocimiento técnico. No obstante ello, seguimos considerando que es necesario reforzar esta tendencia a reorientar los estilos convencionales de capacitación promoviendo la discusión y reflexión en torno a los temas de fondo, a fin de poder acceder a una comprensión de los problemas antes de poner a prueba soluciones.

A través de este programa, el lenguaje de la sustentabilidad insiste permanentemente en la definición de los actores locales, de los campesinos y del medio rural, sin abordar la condición de la diversidad cultural más que como un antecedente para caracterizar a las porciones de población mapuche que incorpora en las categorías de productores y productoras y niños. La vinculación que establece este programa con el sistema social y económico mapuche es entonces parcial, y delimitada por este marco conceptual de la sustetabilidad que ignora a factores de tipo étnico en el tratamiento de lo ambiental. La concepción mapuche de medioambiente, la relación culturalmente establecida entre la gente y su entorno, los usos no productivos del medio, y los argumentos no productivos de la recuperación ambiental fueron indirectamente considerados en este programa. En su sistematización, aparecen las siguientes vías a través de las cuales pudieron tratarse estos aspectos: el reconocimiento de la multiplicidad de enfoques de desarrollo – remarcando la diferencia entre el desarrollo convencional y el desarrollo sustentable -, y el reconocimiento de la preexistencia de actividad productiva tradicional a fin de incorporar en esta práctica estrategias favorables a la conservación medioambiental.

La sistematización de este programa concluye con una autoevaluación por parte del equipo ejecutor en la cual estiman haber cumplido hipótesis planteadas en la propuesta original. Es así, como valoran positivamente el logro de alianzas interinstitucionales que habrían permitido la potenciación del programa. El enfoque de trabajo dirigido a los sistemas campesinos se habría ampliado en una segunda etapa de trabajo hacia un enfoque territorial, trascendiendo desde el abordaje de los predios hacia el de las microcuencas. En este ámbito, el programa habría conseguido modificar los sistemas productivos campesinos de las familias que participaron del programa según indicadores de producción y manejo agronómico ahora reorientado por el conocimiento ambiental. La capacitación habría sido un factor clave en el cumplimiento de todos los objetivos propuestos, corroborándose la crucial importancia de este aspecto en la construcción de procesos de desarrollo sustentable.

La sistematización de este programa no hace referencia en sus conclusiones a la evaluación que los propios campesinos habrían hecho de él. Se infiere que el éxito estimado por el equipo, además de estar respaldado por indicadores cuantitativos, se sustentaría en la participación efectiva de las familias en todo el proceso ejecutado. Según este análisis sigue siendo necesario replantear el tratamiento de la temática ambiental agregando a este tipo de propuestas, el abordaje de factores de tipo cultural, a fin de considerar al conocimiento y entendimiento del proceso por parte de todos los actores involucrados como un criterio e indicador fundamental de sustentabilidad. Por otro lado, se hace cada vez más imprescindible el reconocer a los actores locales de acuerdo a sus categorías de autodefinición, atendiendo a su variabilidad y complejidad.

3. Experiencia de transferencia de alta tecnología a campesinos a bajo costo

Fuentes de información:

3.1. Descripción del programa

Institución Ejecutora: Fundación Fondo de Investigación Agropecuaria. Secretaría Regional de Ministerial de Agricultura, IX Región.

Financiamiento:. Fundación para la Innovación Agraria (FIA), Ministerio de Agricultura, Gobierno de Chile.

Costo total del proyecto: $80.000.000

Tiempo de ejecución: 5 años, 1995 a 2000.

3.1.1. Objetivos

Objetivo General:

Objetivos Específicos:

3.2. Marco lógico

Este programa parte de la idea fundamental de que el 50% de la superficie productiva regional se encuentra en manos de pequeños agricultores, y estos son en su gran mayoría mapuche que viven en una profunda condición de pobreza. A su vez considera que estos presentan gran parte de sus recursos prediales (mencionándose en forma especial y casi exclusiva el suelo) degradados, teniendo esta degradación un origen en las prácticas de cultivo (monocultivo) y nula capacidad técnica y económica, y en general ineficiencia en la producción.

En base a este “diagnóstico”, y frente al “cada vez más dinámico intercambio comercial entre países”, el programa considera que la solución a estos problemas (productivo, de degradación de suelo y pobreza) pasa por “la incorporación de los pequeños agricultores al proceso productivo dotándola de las condiciones mínimas que le permitan competir de igual a igual con el resto de los sectores, con un mayor y eficiente uso de los recursos productivos”. A su vez esta incorporación pasa por la transferencia y adopción de “modernas” y “eficientes” prácticas agrícolas (especialmente referidas a la fertilización) y un cambio en la actitud de los “pequeños agricultores” (eversión al riesgo y a la incorporación de innovaciones productivas). En otras palabras, se considera que la solución a los problemas de los “pequeños agricultores mapuche” pasa por lograr un aumento de la productividad y “calidad” de la producción mediante la “modernización” de sus sistemas económico-productivos. Refiriéndose esta “modernización” al reemplazo de sus prácticas productivas por aquellas que se utilizan en los sistemas agrícolas más tecnificados y el cambio de orientación económica, desde una economía de características “campesinas” a otra más liberal y orientada al mercado.

La metodología por la cual esto se pretendía llevar a cabo implicó la promoción de paquetes tecnológicos denominados “de punta a bajo costo” a “agricultores lideres”, buscando con esto la irradiación mediante el “efecto demostrativo”. La “tecnología de punta” correspondía a la utilización de prácticas convencionales de la agricultura industrializada (fertilización químico-sintético, pesticidas, maquinaria, semillas de alto rendimiento), poseyendo (según el programa) la característica de ser de bajo costo y accesible a los “pequeños agricultores” debido a que el paquete tecnológico se aplicaría de forma “correcta” y “adecuada” a las características edafoclimáticas de cada caso. De esta forma, tanto la disminución de costos productivos como un aumento en los rendimientos se produciría mediante un aumento en la eficiencia productiva de paquete tecnológico industrializado convencional. De esta misma forma, el estilo mediante el cual se realiza la “transferencia tecnológica” corresponde a la convencional “recomendación técnica”.

3.3. Sobre la “agricultura de punta” en sistemas campesinos e indígenas

En muchos casos en los cuales, gracias al adecuado apoyo de programas de transferencia y financiamiento (subsidio o crédito), los “pequeños agricultores” (campesinos, indígenas) han adoptado paquetes tecnológicos como el propuesto en este programa, y han sido “adiestrados” en su utilización, los procesos de perdidas de conocimiento tradicional y equilibrios de los agroecosistemas se aceleran y radicalizan, produciéndose una dependencia a los insumos y a los créditos (subsidios) necesarios para su compra. Por lo general, tras la adopción de estos “nuevos” sistemas productivos se presenta un período inicial de bonanzas en el cual el aumento de los rendimientos, producto de la transformación, permite tener excedentes que pueden ser comercializados y generar ingresos que mejoran el nivel de vida de los agricultores y sus familias. De esta forma los casos más “exitosos” pueden, y deben, hace una completa reestructuración de sus objetivos productivos, debiendo estos orientarse a la obtención de altas producciones para el mercado. Es precisamente en esta etapa de “bonanza” cuando estos agricultores “exitosos” son utilizados como ejemplo a seguir por el resto de los “campesinos”.

Lamentablemente, por lo general, al transcurrir algún tiempo ocurren dos procesos que cambian completamente esta situación. Por una parte se comienzan a notar los efectos de la extrema artificialización de los sistemas y de la degradación que en su base de recursos produce el empleo de las nuevas prácticas, reflejándose esto en una mantenida reducción de la producción que para ser recuperada requiere cada vez mayor utilización de insumos (especialmente fertilizantes y pesticidas). En adición a esta reducción de la productividad, la menor estabilidad y capacidad de recobrarse de perturbaciones ambientales que poseen estos sistemas los hace aumentar enormemente los riesgos productivos, los cuales sumados a la inestabilidad que presentan los mercados agropecuarios (en cuanto a oferta y precios) hace que la probabilidad de obtención de pérdidas en una temporada sean muy altas. En el caso de agricultores empresariales estas perdidas pueden ser asumidas (dentro de ciertos límites) e intentar recuperarse en el futuro sin que tenga mayores efectos en la supervivencia del sistema. Para los agricultores familiares, en cambio, esto puede implicar un colapso total del sistema, empobrecimiento, endeudamiento e incluso hambre. Esta situación es mucho más compleja y grave cuando ocurre posterior a finalizado los programas de transferencia y de ayudas gubernamentales, siendo, por lo general, la situación más común.

Por otro lado, una de las características fundamentales de la Agricultura moderna, en el marco del sistema capitalista de producción, ha sido atribuida a su tendencia y necesidad de incorporar continuamente innovaciones tecnológicas al proceso productivo, con objeto de reducir los costos de producción y, por consiguiente, aumentar los márgenes de rentabilidad económica. Dentro de este proceso de “espiral tecnológica”, la utilización de las nuevas tecnologías por innovadores y adoptantes tempranos suele originar un aumento de la productividad y de la producción agregada de una determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico, mientras el precio de dicha mercancía tiende a declinar desproporcionadamente debido a la baja elasticidad de la demanda que suele presentar los productos agrícolas. El precio relativo del producto cae en la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las explotaciones, pero los costos de producción no se reducen (Cochrane, 1964). Para el caso de los agricultores familiares, con escasos recursos e incapaces de seguir la competencia tecnológica, esto se convierte en una pesadilla que hace disminuir cada vez más sus ingresos, encontrándose cada vez más “estrujados” y empobrecidos.

Por otra parte, es necesario destacar que en múltiples áreas donde se ha realizado un cambio progresivo de una agricultura de subsistencia a otra de economía monetaria, lejos de mejorar los ingresos de los agricultores y la calidad de vida de estos y sus familias, se pusieron en evidencia gran cantidad de problemas ecológicos y sociales: perdida de autosuficiencia alimentaría, erosión genética, perdida de la biodiversidad y del conocimiento tradicional, e incremento de la pobreza rural (Conroy et al, 1996).

3.4. Impactos del programa en la dinámica social, económica y el medio ambiente.

Una de las principales características del programa respecto de la población mapuche, su conocimiento y cultura, es su no consideración más que como un dato estadístico y mención que la mayoría de los “campesinos son de origen mapuche”. De esta forma los mapuche se equiparan al resto de los “pequeños agricultores” de la Región bajo el estereotipo de campesinos. Este hecho queda claramente demostrado en el proyecto de ampliación de este programa a 5 regiones del país, donde ni siquiera se mencionan particularidades y etnicidad de los “pequeños agricultores” considerándose un mismo tratamiento para todos ellos.

Tanto esta homogenización bajo la idea de “campesino”, como el evidente modelo productivista que sigue este programa (donde la solución a todos los problemas pasa por un aumento en los rendimientos, “modernización” e incorporación al mercado), ignora por completo la organización social, cultura y conocimiento tradicional mapuche. Implícitamente en este programa, tal como en el modelo que sigue, se considera a la cultura y conocimiento tradicional como un obstáculo a la modernización y a la “eficiencia productiva”, correspondiendo a conductas y prácticas que se requieren modificar. De esta forma su aplicación masiva en contextos mapuche presenta serios riesgos de profundizar el proceso de erosión sociocultural al que históricamente han sido sometido los mapuche.

Desde una perspectiva económica, el programa presenta como solución a los problemas económico-ambientales de los “pequeños productores” la modernización y eficiencia productiva. Esta eficiencia productiva, por su parte, se limita a realizar un uso “adecuado” de las herramientas agronómicas convencionales (semillas mejoras, maquinarias, insumos petroquímicos). Este uso “eficiente” y “adecuado” produciría una reducción en la utilización de insumos y aumento en la producción, por tanto un significativo aumento en la rentabilidad de la explotación y de los ingresos y condiciones de vida de los “beneficiados” del programa.

Como ya fue mencionado, la experiencia respecto de la aplicación de este tipo de programas en contextos de sistemas familiares con superficies y recursos reducidos (especialmente indígenas latinoamericanos), ha mostrado su insostenibilidad e inviabilidad crematística en el mediano y largo plazo. Es así como, por lo general, luego de terminados los proyectos o programas (y los subsidios para la “modernización que estos incluyen), tanto los ingresos como las condiciones de vida de los “beneficiados” suele incluso llegar a niveles más criticas a las que se encontraban antes de participar el proyecto/programa.

En el programa se contemplo aumentar sustancialmente la productividad y rentabilidad de 100.000 hectáreas que están en manos de unos 50.000 “pequeños productores agrícolas”. Pese que se considera que con el paquete tecnológico propuesto y el “adecuado manejo” se reducirán la utilización de insumos petroquímicos y evitará la degradación físico-química de los suelos, siendo por tanto “ecológicamente sostenibles”, lo cierto es que esta supuesta reducción es tomada respecto a agricultores que utilizan altas cargas de insumos y no de los comuneros mapuche que en general hace un muy bajo uso de estos. Es así como un impacto inicial a considerar estaría representado por un notable aumento en la utilización de pesticidas y fertilizantes químico-sintéticos en estas 100.000 hectáreas, con todos los efectos ambientales, productivos y de riesgos para la salud de los “productores”, sus familias y la comunidad circundante asociados a estos.

4. Experiencia proyecto desarrollo y adaptación de una propuesta de manejo agronómico orgánico para el escalamiento productivo de la quínoa (chenopodium quinoa willd) para las zonas del valle central y secano interior de la novena región.

Fuentes de información:

4.1. Descripción del programa

Institución Ejecutora: Centro de Educación y Tecnología, CET.

Actores mapuche-Agentes Asociados:

Financiamiento: Fundación para la Innovación Agraria, Ministerio de Agricultura, Gobierno de Chile.

Costo total del proyecto: $161.632.833

Tiempo de ejecución: 3 años, 2000 a 2003.

4.2. Objetivos

Objetivo General:

Desarrollar una propuesta de manejo agronómico y comercial para la producción de Quínoa orgánica para las zonas del valle central, secano costero y secano interior en la Novena Región.

Objetivos Específicos:

4.3. Marco lógico

Tal como lo expresan sus objetivos, este proyecto “busca desarrollar la quínoa como cultivo orgánico”. Posee a su vez, una finalidad conservadora –de los cultivares y usos tradicionales-, y otra de incorporación –de manejo agronómico y de puesta en el mercado. Este proyecto recoge una idea productiva preexistente en el contexto mapuche. El tratamiento de esta idea trae consigo la incorporación de dos variables innovadoras respecto de la producción previa:

Propuestas técnicas de manejo agronómico de tipo orgánico:

Estrategias comerciales para la canalización del producto en mercados nacionales e internacionales; la kinwa ha llegado a ser un cultivo comercial dados sus múltiples usos en alimentación humana y animal, obtención de colorantes y producción de fibra para fabricación de papel.

Como puede constatarse, entre sus objetivos el proyecto no contempla ningún componente relativo a la dinámica social o a los procesos de transformación social propios de cualquier iniciativa de intervención productiva con fines explícitos de innovación. No así, los factores económico y medioambiental, que orientan todos los objetivos relativos a la comercialización y al manejo agronómico de tipo orgánico, respectivamente. De los trece objetivos específicos que presenta la propuesta original, diez son dirigidos hacia logros productivos y medioambientales, dos hacia fines comerciales y uno de tipo comunicacional, relativo a la difusión de resultados obtenidos desde la experiencia campesina hacia contextos externos.

Cabe destacar que en su versión original, el proyecto tampoco contempló ningún objetivo de tipo alimentario local o relativo a la producción de kinwa con fines de autoconsumo. La propuesta inicial se fundamentó en el tratamiento exhaustivo de las dos variables antes mencionadas a partir de múltiples estrategias expresadas en los objetivos específicos. Estas aplicaciones cobraban sentido con el supuesto de que el sistema de producción indígena presentaba importantes debilidades en tales ámbitos, situación que requería un proceso de recuperación apropiado.

El proyecto se propone diseñar un itinerario técnico para el cultivo orgánico de la quínoa. La ciencia experimental asume la responsabilidad de tratar los problemas relativos al manejo agronómico, una vez identificada como limitación la no existencia de un programa de investigación sistemática para resolver problemas técnicos relativos a la cantidad y calidad de la producción.

El proyecto es conceptual y técnicamente concebido como una innovación productiva y comercial. Bajo este paradigma institucional y técnico dispone de múltiples estrategias que persiguen ser coherentes con las líneas de desarrollo estratégico definidas por el gobierno regional que requiere la puesta de productos en los mercados internacionales y la diversificación de la producción agropecuaria. En este proyecto, la innovación adquiere sentido político, productivo, económico y técnico, en el marco de un universo cultural único. La diferencia étnica y cultural se hace presente tras la categorización del “productor mapuche”, cuyo sistema productivo es caracterizado como carente de investigación científica y tecnológica sistemática, capaz de validar y evaluar experiencias productivas desde la perspectiva tecnológica, social, económica y ambiental (op. cit. 7).

La justificación de este proyecto trasluce los siguientes supuestos de trabajo:

La quínoa es un cultivo marginal en el sistema productivo mapuche, su desarrollo permitirá cumplir objetivos económicos (a través de la comercialización), científico – tecnológicos (a través de la investigación y la experimentación), de innovación productiva (a través de la incorporación del manejo agronómico orgánico), y ambiental (a través de la producción agrícola sin residuos agroquímicos).

No se trata de incorporar un cultivo sino más bien un nuevo estilo productivo, y fortalecer la producción de kinwa ya existente a través de una nueva modalidad de manejo agronómico ambientalmente sustentable.

Así como fue posible el desarrollo del cultivo del lupino con fines de comercialización entre agricultores mapuche de la IX Región, la kinwa pude transformarse en un cultivo comercial que permita tanto la diversificación del sistema de producción mapuche como la introducción de un nuevo rubro agroindustrial para la región.

La innovación productiva en este caso es: incorporación tecnológica y científico – experimental, e incorporación de estrategias de mercado para un producto no desarrollado comercialmente en la región. El proyecto trae consigo la incorporación de una nueva lógica productiva: con nuevas estrategias de manejo y nuevos fines, la kinwa se producirá ahora de una forma diferente, se ensayarán las mejores propuestas para su manejo y se convertirá en un producto que superará los límites del autoconsumo. La kinwa se transformará en un producto comercializable, una vez constatado el interés de un público externo por consumir kinwa orgánica.

Resaltan entre estos supuestos el apoyo que el proyecto asume respecto de la experiencia de producción y comercialización de lupino, en tanto referencia comparativa favorable para el logro de sus objetivos. Dos razones empíricas derriban este argumento:

El lupino es un cultivo completamente externo al sistema productivo mapuche, no habiendo antecedentes de uso ni manejo que no correspondan a la lógica de producción y comercialización incorporada con fines de sustentabilidad económica.

Las fluctuaciones en el precio del lupino han afectado notoriamente el éxito de su producción. Si bien se constata un aumento en su precio entre los años 1997-1999 (se llegaron a pagar más de $115 por kilo, sin IVA), en el bienio 2000-2001 las cotizaciones del lupino amargo descendieron a valores que estuvieron incluso por debajo de los $30 por kilo, sin IVA[109]. Las implicancias de estas irregularidades en el precio del lupino si bien son principalmente de tipo económico, están directamente relacionados con la distribución integral de los recursos de familias que en algunos casos priorizaron este cultivo antes que otros que pudieran tener un uso alternativo por parte de los propios productores.

El cultivo de la kinwa no sería entonces comparable con el cultivo del lupino ya que el primero no requiere de la introducción ni adaptación de semillas y posee una preconcepción productiva datada históricamente. No así el caso del lupino, que constituyó una innovación de cultivo, que si bien se adapta favorablemente a las condiciones agroecológicas de la región, somete al sistema de producción mapuche a las fluctuaciones de un mercado externo respecto del cual crean dependencia total, ya que al fracasar los intercambios el producto ocasiona perdidas y daños medioambientales al no tener un uso local[110].

El trasfondo conceptual y político de la innovación transita por dos líneas complementarias entre sí: la tecnológica y la económica. La incorporación de un estilo de manejo agronómico desconocido por los productores para el cultivo de la kinwa incluyó que estos contaran con un acompañamiento permanente en cada etapa de la producción. Para octubre de 2000, en Rüpükura y en los otros sectores, se preparaban los suelos con monocultivador; la siembra tampoco era la que algunos comuneros conocían: esta vez, orientados por el proyecto fueron animados a poner a prueba distintas variedades de kinwa, en busca de los cultivares con mayor potencial. La planificación del trabajo consideró la opción que cada familia siguió respecto de sus compromisos de siembra: la investigación fue asumida por la gente como una actividad propia del proyecto, “y en general la mayoría de las familias expresó el interés de sembrar más de tres variedades” [111]. Los cambios en la forma de producir comenzaron a sentirse desde esta primera etapa, en la cual las familias iban siendo permanentemente consultadas respecto de las estrategias utilizadas.

A pesar de la marcada tendencia al cambio productivo –tecnológico y económico- durante el transcurso del proyecto se mantuvo la idea de que la kinwa era un cultivo a reincorporar. No obstante, permaneció el vacío respecto a las características del estilo de cultivo previo, que muchas familias habían olvidado y otras hasta desconocían. Ha sido a través del objetivo comunicacional que el proyecto incorporó aspectos relativos al conocimiento y uso local de la kinwa. De este modo, el objetivo de capacitación y difusión ha sido cumplido con actividades tendientes a “Incorporar la kinwa como recurso alimentario para las familias campesinas”, “Intercambiar experiencias de siembra de kinwa”, “Intercambiar semillas”, “Difundir gastronomía intercultural”, “Capacitar a Programas de Desarrollo Rural de VIII y IX Regiones”, y “Presentar la kinwa como aporte a la soberanía alimentaria” (op. cit.). A través de estas acciones el proyecto ha ido reconociendo y validando en su ejecución, la interrelación preexistente entre comportamientos productivos y contextos culturales. Esto último, es destacado por los ejecutores responsables como una orientación metodológica recogida para permitir la “reactivación cultural ligando el cultivo con la cultura que es una forma de consolidar la reincorporación del cultivo a los sistemas mapuche”[112]. Esta misma estrategia es reproducida para el tratamiento de los temas alimentarios y de intercambio, en las cuales se reconoce que “la estrecha relación entre cultura y biodiversidad implica que lograr recuperar la biodiversidad no puede ser independiente de recuperar y revalorizar la diversidad cultural y los sistemas de conocimientos campesinos y de culturas indígenas”[113]. Esta orientación reflexiva de las actividades y de la articulación entre el proyecto y los comuneros participantes denota el proceso evolutivo que ha venido experimentado el propio proyecto. En una mirada retrospectiva a lo que ha sido su desarrollo es posible observar su paulatina adaptación al contexto de las comunidades, buscando la apropiación por parte de las familias tanto de la idea del proyecto como del sentido mismo de la producción de la kinwa. El análisis evaluativo que han de conducir los propios ejecutores responsables debiese reflejar las condiciones en que este proceso de adaptación entre el proyecto y las familias se fue produciendo, y si efectivamente cumplió su objetivo de conciliar la idea productiva – comercial con las pretensiones locales respecto a la producción de kinwa.
Entre las actividades ejecutadas con el fin de difundir la gastronomía y biodiversidad campesina el equipo responsable de la ejecución del proyecto destaca el Evento Cultural Gastronómico, realizado en Temuco en noviembre del 2001. A través de esta actividad fue posible difundir el intercambio de saberes y usos culinarios entre especialistas de alta cocina y de la cocina mapuche y campesina. Dicho intercambio habría permitido que tanto chefs como curadoras de semillas conociesen productos y preparaciones propias de cada universo culinario. En el mencionado evento, los chefs ofrecieron un creativo menú inspirado en las recetas que las curadoras les habían enseñado, demostrando con ello el importante aporte que la cultura alimentaria indígena y campesina puede hacer al desarrollo de una cocina chilena con identidad, basada en la conservación y uso de la biodiversidad regional[114]. No quedó lo suficientemente claro cual fue el aporte que los chefs hicieron a las curadoras, ni el modo en que este tipo de transmisiones contribuye al fortalecimiento de la cultura alimentaria indígena y campesina. Las actuales condiciones del sistema alimentario mapuche dan cuenta de un importante proceso de pérdida y de debilitamiento a causa de intervenciones de diversa índole, situación que ha venido siendo tratada tanto por la epidemiología convencional como por aproximaciones de tipo transcultural que incorporan a la variable de la interetnicidad en el análisis de este proceso de deterioro progresivo del modelo alimentario indígena. Este tipo de antecedentes no figuraron en la presentación de la gastronomía mapuche, que no logró revelar en la ocasión su desintegración por causa de los múltiples factores que afectan la vida de las comunidades. La gastronomía apareció como un ámbito casi exclusivamente vinculado con temas de género, relaciones sociales y productividad agrícola, no habiéndose incorporado en el enfoque del trabajo su dimensión crítica, y por tanto no habiendo contribuido con él a la discusión política y cultural más amplia.

La mención anterior cobra sentido en coherencia con los importantes hallazgos que el proyecto analizado va logrando en el ámbito alimentario, y podría llegar a plantearse como una debilidad a suplir por otras experiencias. La reincorporación de la kinwa en el sistema productivo mapuche posee una relevancia múltiple, que supera la de los logros exclusivamente productivos e incluso nutricionales. La dimensión identitaria de la producción agrícola y del comportamiento alimentario hace del cultivo de la kinwa un ejemplo de expresión cultural integral, toda vez que comporta en sí mismo una ideación respecto de cómo conseguir a través del trabajo propio un alimento “culturalmente digerido” desde generaciones pasadas. Su proyección hacia el futuro implica la proyección de esta ideación, y su reincorporación a la dieta mapuche ha de demostrar que el acto alimentario supera los límites de la supervivencia, siendo ampliamente sustentado por asignaciones de tipo simbólico, gustativo e identitario.

4.4. Relación programa institucional y sistema social y económico mapuche local

En su formulación, el proyecto proporciona antecedentes respecto a los orígenes del cultivo de la kinwa y a las características de dicho cultivo entre los mapuche. Considera, por sobre todo, condiciones de tipo ecológico - productivo que fundamentan la propuesta: “son las únicas adaptadas a foto períodos largos, capaces de producir en condiciones más frías y húmedas, y en suelos más ácidos”. Asimismo, evalúa debilidades en el sistema productivo indígena, causa a la que atribuye el estado de marginalidad en que diagnostica el cultivo de la kinwa.

Desde este mismo enfoque productivo-comercial, el proyecto se asienta en los siguientes supuestos en torno a las características del cultivo tradicional:

“El cultivo tradicional de kinwa ha utilizado prácticas inadecuadas, como fertilizaciones no planificadas, ni adaptadas a las demandas del cultivo, lo que ha provocado bajos niveles de rendimiento y de producción”. Llama la atención la ausencia de información respecto a las finalidades y usos de la producción tradicional, en la cual se habría encontrado sentido a lo que el proyecto asume como “prácticas inadecuadas”. En su versión original, si bien el proyecto destaca que el cultivo de la kinwa se origina y se extiende desde antaño en los distintos grupos indígenas de la región andina y centro sur del país, no menciona la preexistencia de lógicas productivas y ecológicas diversas, catalogando el estilo productivo previo como “inadecuado” y carente de métodos apropiados. El proyecto aporta la incorporación de las dos dimensiones antes mencionadas –manejo agronómico y comercial-, propias de una lógica productiva culturalmente definida, cuyas finalidades se diferencian radicalmente de las experimentadas por el estilo productivo prístino.

El proyecto posee una orientación marcadamente transformadora del estado actual de la producción de kinwa. En este sentido, se mantiene en su formulación la ausencia de la visión local del cultivo, investigación en torno a la lógica cultural de la producción de kinwa y el análisis del proceso de transformación productiva en un contexto de intervención científico-tecnológico amplio, como es el que suscita el proyecto. La orientación del proyecto original es marcadamente productiva y comercial, insistiendo constantemente en las potencialidades del cultivo de la kinwa dada la demanda internacional creciente. La pretensión de transformar en “productores comerciales” a los “agricultores” que han conservado el cultivo tradicional es coherente con los objetivos político institucionales del financiante de la iniciativa, argumento que responde a las carencias y ausencias de información y enfoques antes señalados. Este último factor habría probablemente impedido la contextualización amplia del proyecto –en un sentido histórico, cultural y social- y la consideración del conocimiento local como variable de trabajo.

Respecto a este último aspecto cabe señalar la necesidad de reconocer las razones que limitan el potencial de acción de proyectos definidos como económico-productivos que ineludiblemente arrastran un componente social, político y étnico-cultural. En este sentido, la categoría de la “innovación” posee facetas explícitas e implícitas necesarias de distinguir, más aun si constituye el canal conceptual a través del cual se establece y fluye la comunicación entre el financiante, los ejecutores y los beneficiarios, como es el caso de este proyecto. La innovación agraria constituye el marco lógico de la iniciativa, el fundamento y la expectativa última de su ejecución. Responde a su vez a intereses dirigidos desde contextos globales hacia contextos locales, y se basa, por tanto, en categorías y supuestos de integración y desarrollo necesariamente compatible con la concepción global. Evidentemente esto no es discutible desde el punto de vista empírico, por cuanto constituye la realidad que opera y que organiza los procesos actuales. La discusión en torno a la pertinencia o no pertinencia de apoyar la expansión de este tipo de lógica corresponde más bien al nivel científico y sociopolítico, principalmente a aquellos ejercicios técnicos y profesionales que asumen una conexión entre los distintos tipos de conocimiento involucrados en procesos de desarrollo de sectores rurales e indígenas. Según nuestro análisis, el proyecto indagado posee todas las condiciones para ser evaluado desde múltiples puntos de vista, pudiendo ser de vital importancia la consideración de variables de proceso en la elaboración de conclusiones propositivas con miras a nuevas acciones en el ámbito económico y productivo mapuche. Como variables de proceso entendemos a todas a aquellas condicionantes que fueron reorientando la ejecución misma del proyecto, y que finalmente permitieron o inhibieron la acomodación entre la idea original y las familias participantes. Asimismo, resulta imprescindible reconocer los riesgos del compromiso y la adopción de marcos lógicos tales como el de la “innovación”, dada la externalidad de su propia construcción y las dificultades empíricas de responder plenamente a sus intereses. Una salvedad para este tipo de circunstancias en que el financiante establece rígidamente el marco ideológico de la iniciativa puede darse al establecer sus conceptualizaciones como categorías de análisis, y en la capacidad de las instituciones ejecutoras de proponer e interesar a los financiantes en un sometimiento de sus categorías a la lectura múltiple, a fin de valorar sus posibilidades en contextos diversos. Los proyectos productivos poseen siempre esta posibilidad la que hasta la fecha ha sido notablemente ignorada. Consideramos que el interés explícito de algunas instituciones como la que ejecuta este proyecto, por concertar ideas disímiles en torno a la producción podría verse fortalecido con la incorporación de objetivos de carácter más amplio, que permitan el análisis de los procesos de interrelación desde un punto de vista más amplio. En caso de que este tipo de objetivos –entre los cuales nos parece fundamental el de tipo político- no fuese compatible con los intereses de los involucrados –financiantes y ejecutores- ha de considerarse el riesgo de que los proyectos puedan seguir careciendo de comprensión integral fundamentalmente por parte de los usuarios o beneficiarios, reproduciéndose históricos problemas de comunicación interétnica propios de la transferencia tecnológica convencional.

5. La propuesta del etnodesarrollo. Sus posibilidades de aplicación en población mapuche[115]

Respecto a los estilos de desarrollo de los pueblos indígenas, se ha puesto cada vez más en boga el uso del concepto de “etnodesarrollo”. Así es también en Chile, donde tanto Ongs, sectores del Estado, y las propias organizaciones indígenas hacen uso de tal término. Sin embargo no parece claro que los diferentes utilicen significante con igualdad de significados. A este respecto deseamos plantear algunas cuestiones básicas de ideas que parecen esenciales al etnodesarrollo, en su sentido de estilo de desarrollo con características socio-culturales propias e intrínsecas a lo que han sido los pueblos indígenas, en el sentido común de este término.

Existen al menos tres usos del concepto etnodesarrollo, de los cuales uno es específicamente significativo en lo cultural:

No obstante existe la posibilidad de una concepción más radical culturalmente, que señala que el etnodesarrollo implica una organización cultural y socioeconómica-política, en base a grupos locales semi-autónomos o autónomos. Esta posición implica una postura anti-"desarrollista, en el sentido del tipo de desarrollo conocido por "el hombre occidental", reclamando que el desarrollo indígena es un “otro desarrollo” y que en el mundo contemporáneo las propuestas o los modelos de la sociedad occidental han fracasado.

Los elementos conceptuales más relevantes en esta visión son:

5.1. Etnodesarrollo y culturas indígenas

El etnodesarrollo ha incorporado al tema del desarrollo campesino el de las relaciones entre fenómenos culturales y económicos en el seno de las poblaciones. Sobre todo se ha referido al campesinado que sostiene formas y estructuras culturales indígenas revisando algunas categorías tradicionales en el análisis antropológico económico, como los conceptos de "modos de producción", "formación socioeconómica" "valor de uso", "economía mercantil simple", etc.

La consideración de los aspectos culturales que impactan en la organización económica campesina supone que la cultura debe analizarse como una forma de organización, y reproducción -en un espacio y tiempo dados- de los recursos que en contextos ecológico-demográficos determinados maneja una población, buscando proveer satisfacción de necesidades y demandas, de acuerdo a pautas y valores particulares.

Esta definición se debe utilizar respecto a los mapuche, en tanto esta población usa marcos de referencia -implícitos o explícitos- de base cultural para adoptar decisiones "económicas". La cultura aparece operando sobre factores estructurales de base, entre los que, al menos, se hallan:

Por consiguiente, detrás del debate y acciones relativos al desarrollo de poblaciones campesinas indígenas, está el problema del conocimiento acerca de las peculiaridades culturales de sus sistemas organizativos, que es necesario considerar. De acuerdo al tercer enfoque del etnodesarrollo mencionado, rasgos culturales esenciales de las economías indígenas serian:
En lo económico

Las economías indígenas son economías de reciprocidad, del don, en que son definitorios:

El acceso de los medios de producción a quien los requiera. En el caso indígena el territorio, la tierra y sus recursos son los que permiten practicar la reciprocidad, y con ello la identidad y la etnicidad. Por ello los medios de producción y los recursos no podrían ser objeto de apropiación privada o externa, ni de explotación indiscriminada, y su usufructo (o tenencia) debería estar garantizado, incluso jurídicamente, para todos los miembros del grupo en el tiempo.

Un componente cosmovisional por el que el individuo se concibe sólo como un usufructuador temporal de recursos, ya que éstos están legados a las generaciones humanas en el tiempo, -por dioses y antepasados. Respecto de ellos cada individuo tiene una responsabilidad de sustentabilidad, estableciéndose un fuerte sentido de responsabilidad colectiva y moral frente al medio ambiente, anticipatorio del que formularían en occidente las propuestas de desarrollo sustentable y sostenible.

La existencia de fronteras propias de territorialidad físico-económica, imprescindible para hacer posible la preservación de la organización socioeconómica de los recursos en un espacio propio, y por tanto la reproducción de los sistemas reciprocitarios. La necesidad de una "frontera" sería insoslayable pues sin ella las situaciones de contacto interétnico y de intercambio desigual con la sociedad dominante potenciarían el desencuentro entre tipos de economías de lógicas y bases culturales diferentes, en la que una (la indígena) pasa a ser funcional al crecimiento de la otra, pues por sus operaciones de reciprocidad y don generaría la rápida transferencia de riqueza y bienes hacia la economía no indígena, llevando al quiebre del stock básico que sostiene a la modalidad de organización étnica. Este proceso, común en la llamada modernización campesina, en el caso indígena terminaría desestructurando las posibilidades de desarrollo del colectivo indígena, y facilitando los quiebres internos en su organización económica cultural al favorecer, entre otros, la aparición de estratos y élites internos que basan su poder y prestigio en la relación y adscripción con la economía y la lógica de la sociedad mayor, y al dejar como actores “inviables y/o residuales económicamente” a quienes aparecerían “aferrados” a las formas tradicionales de organización socio-productiva.

El logro de status, prestigio, y poder por el hecho de la reciprocidad y no por la adquisición de riquezas, o por el control individual de recursos y medios productivos son unos de los aspectos que han definido las economías indígenas. Gran parte del poder y status en sociedades indígenas devienen como tales cuando los sujetos hacen del don la norma práctica social, -por ejemplo a través de la redistribución, el intercambio simétrico, el uso colectivo de la fuerza de trabajo o de recursos, etc. Ellos son parte fundamental de los mecanismos que permiten construir y mantener las redes sociales integrales o globales indispensables para la reproducción socioeconómica.

Consecuentemente la regulación de la función y los procesos económicos parece sostenida en gran parte por pautas de consumo grupal/colectivo y de donación, a través de procesos de redistribución, y de contextos ritualizados de consumo social. (Como en gijatun, mingaco, mano vuelta, formas de ayuda mutua, trueque, préstamos circulatorios de recursos productivos de diversa índole, calendarios festivos y sagrados, etc.).

Por ende las economías campesinas indígenas no tienen por objeto maximizar individualmente la producción, la rentabilidad, la eficacia tecnológica o desarrollar procesos de acumulación de capital, sino prioritariamente mantener ciertos niveles de satisfacción de demandas básicas y de necesidades y obligaciones culturalmente determinadas. Obviamente la primera necesidad de todo grupo es la reproducción en el tiempo, y para cada unidad de un colectivo étnico ello depende de su inserción en la red de relaciones socioculturales a que se pertenece en un territorio o espacio determinado. Por tanto es la pertenencia, mantención y fortalecimiento de la red lo que asegura la reproducción económica-biológica de cada unidad.

Es por ello que el priorizar estas redes y su mantencíón, las conductas consecuentes de los miembros indígenas aparecen ante la lógica económica occidental como incomprensibles y se etiquetan como formas de economías "flojas", "blandas", "de despilfarro", “resistentes al cambio”, “frías”, etc.

En relación a los puntos señalados, y desde el enfoque de control cultural, se plantea también la "evaluación" de la cultura campesina indígena a la luz de demandas, procesos y condiciones del mundo actual (relativas a tecnologías, información, avances científico-tecnológico, educación, etc.) señalándose que es desde la matriz de la cultura que debería satisfacerse los requerimientos determinados por los actuales modo de vida, siendo deseable que las propias comunidades adecuen a sus marcos socioculturales los elementos y ofertas que provienen de la sociedad nacional. En el marco de un programa étnico de etnodesarrollo esto supone que debe "negociarse" la construcción de la cultura propia, asumiendo y apropiándose pragmáticamente lo relevante de culturas y sociedades con que se está en relación o contacto.

En lo cultural, el etnodesarrollo plantea

La Autonomía cultural (Control cultural) en procesos y actividades en las áreas de propiedad, tenencia, usufructo, producción, distribución y uso de los medios de producción y sus elementos culturales, sus contextos, recursos y condiciones respectivas.

La autonomía cultural supone, en una esfera más amplias, la apropiación, el rescate y la valorización de la cultura en todos sus órdenes, y en sus contextos ceremoniales-rituales. Los elementos esenciales de la autonomía y reproducción cultural propios son, al menos:

Dado que los pueblos indígenas en general viven en sociedades nacionales como grupos política y culturalmente dominados, el etnodesarrollo plantea que el control cultural supone no sólo la acción en y desde el grupo étnico, sino que demanda y requiere marcos de tipo jurídico-políticos que permitan su ejercicio, fundamentalmente los establecidos mediante el reconocimiento jurídico constitucionales de pueblo indígena y de los derechos respectivos a territorio, autodeterminación y autogobierno.

En lo Político-económico

Este es el ámbito donde puede presentaría propuestas menos homogéneas, ya que se implican fenómenos complejos y de gran debate ideológico Las proposiciones básicas pueden identificarse del modo siguiente, considerando que pueden darse variantes con combinaciones de elementos de cada una:

La proposición de que es fundamental reconstituir la organización primigenia (social, económica, política o cultural) étnica pasada, quebrando o realizando un proceso de cierre respecto a las estructuras fundamentales de la sociedad nacional (son los casos, por ej. del llamado indianismo extremo, los movimientos de reconstitución del incanato, del Tawantinsuyo, etc.).

Las proposiciones respecto a un etnodesarrollo de base "política", que plantea la autonomía cultural y política de la sociedad étnica en la sociedad contemporánea, con una organización económica funcionando en dos esferas: una interna (autónoma y autogestionada), y otra externa y autocontrolada, dirigida hacia el sistema nacional e internacional. Se justifica esta doble organización por una parte en base a criterios de realidad: la existencia étnica ocurre normalmente dentro de Estados nacionales; existe carencia de infraestructura tecnológica científica étnica; hoy no es posible la independencia económica absoluta -y autarquía económica- etc.; y por la necesidad de controlar y proteger las fronteras y modalidades económicas propias de la sociedad étnica de procesos resultantes de la vinculación forzosa con sociedades o culturas ajenas y/o dominantes.

Finalmente, es posible la proposición de autonomías integrada políticamente a la superestructura societal o estatal mayor, (o semiautonomía política), reconociendo la inevitabilidad de las dependencias políticas económicas en el Estado nacional, pero demandando formas de autonomía y autogobierno en espacios geográfico-políticos propios (por ej. en ciertas regiones), con o sin frontera económica externa, y/o en ámbitos específicos. Un ejemplo similar a tal proposición se da entre los indígenas Kuna de Panamá, a los que se reconoce formas de autogobierno y autonomía, flexibilizan la apertura de sus zonas a las formas de economía neoliberal. y pueden desarrollar un comercio exterior propio, pero sujeto a la normativa nacional. Esta tercera posición es conceptualizada como etnodesarrollista porque pese a que normalmente obvia aspectos fundamentales de sus postulados económicos, mantiene el marco ideológico-cultural global de la propuesta de autonomía, incorpora la demanda de participación política indígena en espacios políticos nacionales, y las formas de autogobierno y co-gestión en los territorios étnicos propios.

5.2. Las posibilidades del etnodesarrollo mapuche

La consideración de un posible etnodesarrollo mapuche debe partir del hecho de que inicialmente él es posible sólo en las zonas o territorios propios de reproducción de la vida económica cultural indígena. En este caso en las áreas reduccionales mapuche. En segundo lugar requiere examinar, aunque sea en forma somera, algunos aspectos básicos que son posibilitadores de un etnodesarrollo, como los siguientes:

La mayor parte del pueblo mapuche continúa viviendo en un espacio que ha servido como zona de refugio y de reproducción biológica y cultural del grupo, espacio que continuará existiendo físicamente por un largo período, las reducciones mapuche.

Pese a los rápidos procesos de adaptación cultural de los últimos decenios, parte importante del pueblo mapuche conserva aún mucho de las creencias y prácticas tradicionales de su cultura, de sus concepciones cosmológicas y de su lengua; su sentido de identidad como pueblo y como población que históricamente ha sido dominada, discriminada y desposeída por procesos del Estado y sociedad nacional. La autodefinición y reconocimiento étnico ha permanecido, e incluso se está reforzando por factores externos e internos que afectan la realidad indígena, de modo que se viven momentos decisivos en torno a fuertes procesos de recuperación y revitalización sociocultural.

El pueblo mapuche ha estado viviendo un proceso de construcción de organización étnica que intenta ser portavoz de sus demandas ante la sociedad nacional, y sea cual sea la opinión sobre estos intentos y sobre la diversidad organizacional, ellos pueden ser la base, en ciertas condiciones, de organizaciones representativas de gran fuerza étnica.

Así también, el pueblo mapuche cuenta con instituciones de desarrollo con sentido identitario, que en su composición y objetivos tienen claro carácter étnico, que buscan mantener o recuperar las formas organizacionales y las orientaciones hacia un desarrollo propio. Ellas pueden evaluar su rol y objetivos étnicos a largo plazo, definir concepciones cercanas al etnodesarrollo y diseñar procesos y experiencias tendientes a él en sus zonas de operación.

La existencia de las condiciones anteriores deberían llevar a evaluar los espacios y planos de poder con que se cuenta, en el propio medio indígena y desde las legislaciones o políticas de Estado. Una cuestión crucial en este aspecto es la necesidad de redefinición de las áreas de desarrollo indígena que contempla la última ley, para convertirlas de espacios en donde se focalizan los escasos recursos sectoriales a zonas de operación de articulaciones organizacionales de base, que definan vías de desarrollo propios, particularmente en aspectos político-económicos, educacionales, ambientales y culturales.

Para ello existen además condiciones externas ventajosas, como la relevancia de la discusión contemporánea acerca de las vías y tipos de desarrollo, que enfatizan las formas de desarrollo sostenible y sustentable, el desarrollo local, el desarrollo humano, el desarrollo de base, el territorial-cultural, etc.

Asimismo la evaluación del impacto negativo de las políticas que se ha sostenido y propuesto como desarrollo para los pueblos indígenas y el pueblo mapuche –a lo que las propias organizaciones de desarrollo mapuche también han contribuido- como por ejemplo los cambios drásticos de sus patrones culturales, la uniformación con las categorías sociales pobres de la sociedad, el quiebre de su racionalidad económica, la emigración laboral, la desintegración como etnia en el control de su territorio, en sus modalidades organizacionales y en las metas que orientan sus actividades- ha llevado a que hoy los organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las Naciones Unidas, dediquen esfuerzos, recursos y sugerencias para la planificación y ejecución de proyectos de desarrollo participativos y culturalmente apropiados para las sociedades indígenas. Ello constituye un cambio de importancia respecto al escenario de hace dos o tres décadas y favorece las condiciones de oportunidad para demandas de etnodesarrollo.

También en el plano internacional, los pueblos y los diversos movimientos étnicos constituyen una fuerza y una instancia de debate político de importancia en la arena política actual. A nivel mundial crece la conciencia en torno a su desmedrada situación y a la legitimidad de su lucha. Hoy es necesaria la coordinación entre los movimientos, instituciones y organizaciones de diverso tipo, particularmente respecto a cuestiones fundamentales (tipo de desarrollo, áreas de co-gestión, autonomía, territorio, medio ambiente, derechos humanos, explotación socioeconómica y política, reproducción cultural, participación igualitaria, etc.), para que en un contexto de mayor sensibilidad social y política, diversos sectores sociales sea posible establecer hitos históricos en torno a reconocer las propuestas de los grupos étnicos en Chile.

Desde el punto de vista de la realidad reduccional de base que hace posible el etnodesarrollo, permanecen desafíos a los que habrá que poner atención de parte de la propia población, sus organizaciones y el Estado. Entre ellos está:

El punto anterior debe constituir un referente obligatorio de las acciones de proyectos de cualquier tipo, y de los programas de desarrollo que se generan o se dirigen hacia el grupo étnico. En tal sentido toda iniciativa y acción debe anidarse o relacionarse con actividades socioculturales de las comunidades, dirigidas a fortalecer su autonomía y la validación de su identidad y estilo de desarrollo propio,

Las acciones emprendidas en las comunidades deberían tratar de abarcar campos de interés relacionados, de parte del mundo indígena, como por ejemplo la organización social, la medicina tradicional, los derechos sobre recursos naturales, el control y autogestión de procesos de comercialización, de sistematización de tecnologías apropiadas, etc. fortaleciendo los recursos locales, el capital y conocimientos social colectivo, y las capacidades endógenas de manejo de procesos de transformación económica-cultural.

De modo paralelo, las comunidades deben organizar la participación colectiva en los programas y en los enlaces provenientes de la sociedad mayor, por ejemplo, en las postas rurales, en los programas escolares, en los proyectos de Ongs, en comités de agricultores y de transferencia tecnológica, en los programas del Estado y de sectores privados, en los proyectos de investigación de Universidades, etc. La racionalidad cultural debe ejercerse para dejar de ser mero receptor pasivo e individual de las ofertas provenientes del mundo externo, y a veces de las propias instancias indígenas. Ello es una condición sine que non de cualesquier posibilidad de etnodesarrollo y de construcción de una cultura propia, asumiendo lo relevante de las culturas en relación o contacto desde un marco de objetivos independientes, consecuentes con la tradición y definición sociocultural e histórica de la población.

5.3. Algunas recomendaciones

Dejando de lado las condiciones jurídico-legislativas y administrativas que posibilitarían un etnodesarrollo, existen a la fecha condiciones para implementar aspectos pertinentes y posibilitadores de él. Al respecto queremos mencionar un par de cuestiones que nos parecen fundamentales para el caso mapuche en la región:

Es necesario abordar ya el tema del desarrollo campesino indígena con una perspectiva integral, interdisciplinaria, lo que exige la existencia de equipos de trabajo y de estudios en que participen profesionales de las ciencias sociales, profesionales mapuches, y representantes de las propias comunidades indígenas. Ello debe ser una demanda y un componente al menos de las políticas de los organismos de Estado.

Es urgente y necesario estudiar e implementar programas de acción localmente participativos, que se dirijan a la recuperación y promoción del know how cultural y del capital social que las comunidades tradicionalmente han poseído, en particular respecto a la producción sustentable y al uso de recursos y capacidades colectivas. Esta es un área prioritaria, si se considera las características de pobreza, insuficiencia de apoyo técnico cultural, y destrucción de recursos que viven las comunidades.

Es imprescindible y urgente que se establezca formas de investigación acción participativas respecto de la realidad minifundiaria y campesino indígena. Tanto la lógica de nuestro desarrollo, como la prioridad de marcos neoliberales en torno al desarrollo del pequeño campesino, han determinado que sea prácticamente inexistente la implementación de unidades de investigación participativas en el propio medio indígena. Ellas podrían establecerse en coordinación con las escuelas, comités de agricultores de transferencia tecnológica, directivas comunitarias, etc., y en ellas podría ponerse en acción el acervo de conocimiento cultural práctico de los miembros de las comunidades y formarse en investigación y experimentación en pequeña escala a alumnos y miembros de las comunidades, por ej, respecto de calidad y recuperación de suelos, recuperación de cubiertas vegetales, selección de semillas, generación de semillas apropiadas a la realidad local, alimentación y sanidad animal, tecnologías apropiadas, usos de energías, aprovechamiento de recursos botánicos, mejoramiento de la artesanía tradicional, uso de tecnologías limpias de pequeña escala, control biológico de plagas, uso de abono orgánico, uso productivo y medicinal de plantas y elementos vegetales, producción de tintura vegetal, análisis de calidad de aguas, optimización de invernaderos, conocimiento y aplicación de sistemas de cultivo en curvas de nivel, generación de actividades a escala local de producción agroindustrial, etc., etc. Ellas y muchas más se podrían apoyar en pequeñas estaciones de investigación y experimentación co-participada en beneficio y con control de las comunidades.

Ello supone a la vez que las propias comunidades organizadas demanden al Estado y sus organismos de investigación, así como a las universidades nacionales y regionales, la implementación de programas co-participados de investigación acción dirigidos a mejorar la calidad de vida de la población indígena. Un aspecto decisivo acá es la organización y participación de la comunidad en su gestión de desarrollo, y en todas las etapas de los programas o proyectos, pues al menos en la experiencia regional prácticamente nada de la escasa investigación académica realizada en las comunidades ha sido en beneficio de las propias comunidades. Una forma de motivar al ámbito universitario, y de reorientar en un mayor sentido de compromiso social o regional sus esfuerzos, puede ser la creación de un fondo financiero para proyectos co-participados, entre Universidades y comunidades, que debidamente cautelen los niveles de participación, evaluación y control por las propias comunidades.
Finalmente, y tal como lo han señalado estudiosos sociales y algunos mandos técnicos, hoy se requiere que los cuadros de mandos y profesionales públicos y privados que laboran hacia el mundo mapuche sostengan procesos de reestructuración técnico-cultural de manera de adecuarse a las necesidades y complejos desafíos técnico-culturales que son propios de la realidad natural de las comunidades indígenas. Un tema esencial de formación es la comprensión y conocimiento de modalidades de participación y co-gestión que deben tener las poblaciones indígenas en todo proyecto, cuestión que está siendo ampliamente enfatizada por los organismos internacionales, incluso en relación a la pobreza indígena, como lo señala una de las autoridades del BID:

“Durante la década del 1990 sin embargo, ha habido algunos cambios significativos en el enfoque del BID en cuanto a la pobreza y el desarrollo indígena. La Octava Reposición de Recursos establece que los mecanismos de diseño y ejecución de los proyectos deben buscar el fortalecimiento de la capacitación indígena para que puedan hacerse cargo y ejecutar los proyectos de desarrollo”.

Un ensayo reciente sobre la estrategia del BID en cuanto a la reducción de la pobreza (Banco Interamericano de Desarrollo, 1997) realza la importancia de los mecanismos de apoyo de las comunidades indígenas como activos claves al diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo sostenible de base. Según lo establece este estudio, es de vital importancia –especialmente en los países con grandes poblaciones indígenas- atender la dimensión sociocultural de la pobreza y establecer estrategias de reducción de pobreza que se apoyen en una mejor comprensión de la relación entre la pobreza y la variable étnica”. (subrayado nuestro). (Cf. Pobreza y desarrollo indígena, algunas reflexiones. Roger Plant. BID, Washington, D.C, Diciembre de 1998 - No. IND-105).

Por ello insistimos en que es imprescindible recuperar y fortalecer los niveles de organización social entre los campesinos mapuches. Tanto las consecuencias de los procesos históricos a que los ha sometido el Estado chileno, como la influencia de procesos de modernización socioeconómica ha desestructurado fuertemente los niveles e integridad de las redes sociales internas de las comunidades. Como es obvio, en el caso campesino no habrá mejoría de la calidad de vida si no existen tipos de estructuraciones sociales culturalmente apropiadas, y que operen según normas y lógicas democráticas conocidas por todos. En este sentido uno de los problemas de los programas de gobiernos y de casi todas las Ongs ha sido el no contribuir a la practica de la organización democrática en la comunidad, pues o han favorecido –aumentando su poder- a quasi-elites de intereses ya formadas, o han tendido a formar elites familiares o networks que terminan controlando los bienes y servicios ofrecidos y utilizándolos para acrecentar su poder interno y su posición en la estructura social indígena. Entre otros ello lleva a que las restantes unidades sociales no se motiven a la participación plena en los programas o lo hagan –dada su pobreza- en tanto perciben que algún monto de beneficio residual podrán recibir.


[103] La información que se presenta proviene del documento “Evaluación del Proyecto AFODEGAMA, Tomos I a IV”. Para Catholic Relief Service y AID-USA, Temuco, 1983. Autores: Teresa Durán, Alejandro Herrera, y Aldo Vidal

[104] Carrasco, N., (1997), Informe de Práctica Profesional: Seguimiento al Programa de Capacitación del Proyecto de Desarrollo Campesino; (1998), “Ser o hacer como otros. Breve discusión sobre la capacitación de dirigentes campesinos mapuche”, disponible en: http://www.cidpa.org/txt/8artic07.pdf
[105] Taller COTAM en Nueva Imperial, 22 de enero del 2003.
[106] Programa de Recuperación y Educación Ambiental de Malleco, 1997.
[107] Peralta, L., Celis, A., y Bragg, K., (1992), “Diagnóstico ambiental de la Provincia de Malleco”.
[108] Carrasco, N., (2000), “Lo que pasa con la gente de las comunidades mapuche cuando las empresas forestales se expanden. Acercamiento antropológico a la realidad de las comunidades de Lumaco”, Informe OLCA – Asociación Ñankuchew.
[109] Fuente: Servicio de Información para la Agricultura Familiar Campesina Temporada 2001/02. Gobierno de Chile, INDAP.
[110] Una situación importante a este respecto fue descrita por el equipo de investigación del CES – UCT en 1998. Comuneros mapuche del sector de Chapod en Maquewe, sufrieron la descomposición y putrefacción del lupino en espacios cercanos al rukawe, situación que les ocasionó daño ambiental e importantes riesgos para la salud humana.
[111] Segundo Informe de Avance Técnico y de Gestión, año 2000. CET.
[112] Tercer Informe de Avance Técnico y de Gestión, año 2001, p. 40. CET.
[113] Cuarto Informe de Avance Técnico y de Gestión, año 2001, p. 37. CET.
[114] Quinto Informe de Avance Técnico y de Gestión, año 2002, p. 45. CET.
[115] Versión de síntesis de trabajo original de A. Vidal H.