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Una revisión analítica de los programas y modelos de desarrollo hacia población mapuche. Análisis de 4 experiencias ejecutadas en la IX región
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PARTE
IV:
Una
revisión analítica de los programas y modelos de desarrollo hacia
población mapuche. Análisis de 4 experiencias ejecutadas en la IX
región
1.
Experiencia N° 1: el proyecto Afodegama, Asociación de Fomento del
Ganado Mapuche
1.1.
Descripción del
programa
Afodegama
fue un proyecto originado en la Fundación Mariknoll, que contó con
apoyo financiero de la U.S.A.I.D, y patrocinio del Obispado de Temuco, para
introducir la crianza de vacas lecheras de calidad en comunidades mapuches de la
comuna de Temuco, con el objetivo de lograr lo que se llamó en desarrollo
integral a largo plazo, mediante un programa que finalmente quedaría en
manos de los mapuche. Se desarrolló desde fines de 1975, ingresando los
primeros veinte socios en el año 1977 y se mantuvo en la comuna hasta
aproximadamente 1985. Este programa contó con uno de los financiamientos
más altos conocidos para un proyecto de desarrollo mapuche. (Aprox. 19
millones de dólares, en sus primeras etapas), y contemplaba cuatro
grandes áreas de actividades:
- La
crianza de ganado lechero en comunidades mapuche, con asistencia técnica
diaria a terreno y financiamiento de créditos para las vacas, insumos de
su crianza, y reproducción, así como para el establecimiento de la
infraestructura predial necesaria (cercos, mallas, alambres, mangas, empastadas,
utensilios, etc.). Se estimaba que una vaca necesitaba anualmente el manejo
adecuado de una hectárea de empastada, para producir hasta 20 litros de
leche por día. Se pensaba que cada cuatro años los socios
serían capaces de pagar cada vaca, mediante la comercialización de
la leche que produciría en sus predios, que la administración
central pactaba para vender a los grandes compradores nacionales. Las
empastadas, además, permitirían mejorar los suelos deteriorados y
también aumentar la producción de cultivos mediante la
rotación suelo de empastada - leguminosas u otros- trigo. También
se contemplaba que el programa mejorara la dieta de la familia, mediante el
consumo de productos lácteos.
- La
operación de una central ganadera lechera, de capacitación y de
administración central de todo el proyecto, en la hacienda comprada en la
zona, cerca de Temuco, habilitando toda la infraestructura correspondiente.
Allí se realizaba la crianza y reproducción mayor del ganado
lechero, se centralizaba la gestión de comercialización de leche y
derivados, y de todos los insumos que requería el proyecto. Se
estableció también en la Central las oficinas técnicas y de
administrativa de todo el programa, incluyendo una unidad de capacitación
para los socios mapuches y sus hijos, con posibilidad de sostener sistemas de
internados.
- Un
área dedicada a la “promoción humana” y
capacitación de los socios y sus familias en el ámbito
sociocultural y cristiano, a cargo de un ex sacerdote, - que trabajó
hasta octubre de 1981 - y un promotor mapuche, que tenían reuniones
regulares de trabajo y charlas con los comités lecheros y familias de
“socios” de las comunidades, efectuaban visitas domiciliarias para
apoyar la formación de las personas y motivaban una mayor y mejor
participación en las responsabilidades de todo orden que implicaba en el
programa. Ambos participaban en Afodegama desde un convenio con el INPRU. Este
equipo además promovía la recuperación de valores
colectivos mapuche como la solidaridad, ayuda mutua, y trabajo colectivo y
comunitario.
- La
comercialización de la producción, tanto de la central como del
programa en las comunidades mapuches. El componente principal de esta
área, para el proyecto en las comunidades, era la gestión de
comercialización con las plantas lecheras externas al proyecto, e
involucraba sistemas de enfriamiento y conservación de la leche por los
socios, medición y control de cantidades producidas por socio y
comité, traslado a puntos centrales en las comunidades para entrega de la
leche a camiones recolectores diarios, etc.
El
proyecto se inició en las comunidades luego de la compra y puesta en
operación de la hacienda, la Central, (que se logra autofinanciar casi
tres años después) con alrededor de 20 familias, en 1977, en el
sector Temuco-CholChol. Dado que los técnicos habían trabajado
antes en los sectores del área, el ingreso de socios dependió de
ellos, y de sus relaciones y contactos con los comités de agricultores
preexistentes al proyecto. Así la mayor parte de quienes ingresaron al
programa eran o habían sido dirigentes de tales comités.
Posteriormente y hasta 1979, el programa se expandió hacia el sector
Maquehue.
El
total de “socios” (nombre dado por el programa a las personas
participantes, para enfatizar la idea de que el proyecto era una empresa
común), participantes en el proyecto alcanzó a 136
personas-familias, de reducciones en dos sectores de la comuna de Temuco: por el
sur oeste el sector Maquehue, que bordea el río Cautín, hasta
Ragnintuleufu, (sectores Maquehue (Molco-Cautín), Los Pinos, Angostura y
Las Lomas (de Ragnintuleufu) y por el noroeste el sector Temuco-CholChol,
(sectores Raluncoyan. La Zanja, Boyeco, Tromen Alto, Conoco, Tranahuillin,
Tromen y Huillincura).
Cuadro
Nº
14
Familias
participantes en el proyecto
Comités |
Nº
socios |
Raluncoyan |
14 |
La
Zanja |
9 |
Boyeco |
16 |
Alto
Tromen |
18 |
Conoco |
7 |
Tranahullin |
7 |
R.
Tromen |
14 |
Huillincura |
14 |
Las
Lomas |
12 |
C.
Maquehue |
10 |
Lo
Pinos |
11 |
Total
socios |
132 |
Al
año 81 se contaba con 127 socios, 96 en el sector Cholchol y 31 en el
sector Maquehue, diez de ellos correspondían a mujeres; conformando el
16% de los asociados en el caso del sector Maquehue y el 5% en el de CholChol.
En
1981-2 se inició una evaluación antropológica independiente
del programa, en ambos sectores. Se obtuvo entonces algunos indicadores de la
marcha del programa, entre los años 1977-80.
Hasta
fines de 1981 el programa había entregado la siguiente cantidad de vacas
por comité.
Cuadro
Nº 15
Comités
según número de vacas
Comités |
Nº
vacas |
Raluncoyan |
30 |
La
Zanja |
18 |
Boyeco |
36 |
Alto
Tromen |
38 |
Conoco |
13 |
Tranahullin |
14 |
R.
Tromen |
23 |
Huillincura |
23 |
Las
Lomas |
34 |
C.
Maquehue |
25 |
Lo
Pinos |
20 |
Total
socios |
274 |
La
producción promedio de leche era de 10,58 litros por vaca/día,
teniendo el promedio mayor el comité las Lomas, con 13,8 lts. y el menor
Boyeco, con 8,3 lts. Al mismo año se había entregado 231 terneros
como crédito de largo plazo.
La
deuda de los créditos por vacas, insumos, alimentos, etc., se
medía y pagaba en base a litros de leche, sin intereses ni reajustes o
correcciones, lo que favorecía a los socios. A fines de 1981, la deuda en
créditos de largo plazo de los socios era de 1.548.000 litros, los abonos
realizados a la deuda eran de 319 mil litros, los ingresos recibidos por los
socios habían sido $2.629.000 pesos, para una producción de
788.200 litros de leche. El precio promedio fue de $7,49 por litro. Ese
año la cuenta del crédito en largo plazo se incrementó en
un 28,56%, de la que en el año se recuperó el 20,6%. De los
créditos a corto plazo, a diciembre del 81 se había recuperado el
85,4% (sin intereses, reajustes o corrección monetaria).
El
total de hás. de las familias partícipes eran aprox. 1100. Los
predios mayores eran del comité Las Lomas, sector Maquehue, con un
promedio de 34,22 hás. por familia asociada al proyecto. El promedio
menor en hás. ocurría en el comité Maquehue, con 7.7
hás.
Respecto
de todo el sector Maquehue, los involucrados en él, poseían 342
hás., con un promedio de casi 11 hás., por familia. (y 1,8
há. por persona). En la misma área la cantidad de población
de las familias participantes en el programa representaba alrededor del 16%.
(193 personas) de la población de las reducciones del
área.
Respecto
a la Central, entre 1978-82 había concedido $11.600.000 en
créditos. Poseía ganado lechero por valor de diez millones de
pesos, y en mediería tenía hembras con un valor de seis millones
de pesos. Su ganado en engorda se avaluaba en seis millones de pesos, la
maquinaria de la central en tres quinientos millones de pesos, su material
rodante en más de dos millones de pesos. (en moneda de la
época),
1.2.
Marco lógico del programa
Afodegama
era un proyecto de cambio desde una economía basada en la subsistencia a
una de tipo agroganadera orientada directa y fuertemente al mercado, con apoyo
de lo que en la época era la tecnología más avanzada
internacionalmente. El proyecto implicaba un cambio sociocultural decisivo en
cuanto a logros de conductas y habilidades empresariales específicas por
parte de las familias mapuche, y, por supuesto en sus aspiraciones y
expectativas. Asimismo, orientaba a una mucho mayor relación con la
sociedad mayor, pretendiendo un cambio de mentalidad para concebirse como
pequeño empresario y actor importante en el mercado regional y nacional.
En
la base del proyecto estaba la idea de que los mapuche podían ser tan
eficientes productores como los no mapuche, y que la visión de ellos como
improductivos respondía a situaciones históricas, técnicas
y socioculturales impuestas a los mapuche.
Además
el proyecto suponía que pese a la grave deficiencia de recursos, incluso
la tierra, en las comunidades mapuche era posible el logro del desarrollo a
través de la organización y capacitación social y
técnico económica de las familias para la participación en
el mercado, mediante la especialización predial en un rubro
específico. Ello implicaba una etapa de fuerte apoyo técnico,
financiero, crediticio, en comercialización y en gestión, para
establecer una base que estableciera el futuro desarrollo “integral de las
familias”.
1.2.1.
El diagnóstico inicial
El
programa operó haciendo primero una etapa que llamó de
diagnóstico, para determinar las expectativas y voluntad de las personas
de comunidades mapuche de participar en un programa de crianza de ganado lechero
y comercialización de leche, que requeriría un alto y sostenido
compromiso de trabajo, en una actividad que era desconocida hasta entonces para
la población, respecto de: los componentes técnicos de la crianza,
de la extracción y conservación de la leche, de siembra,
mantención y manejo de empastadas, de manejo de ganado reproductor de
alta calidad, con inseminación artificial, etc. Las exigencias que el
proyecto tenía en cuanto a una reorganización de toda la actividad
predial, y del uso del suelo predial. Las transformaciones en las formas de
organizar la fuerza de trabajo y su uso, desde el punto de vista individual,
familiar y del conjunto de los asociados. La participación en esferas de
decisión del proyecto (administrativas, contables, de
administración general, de comercialización, etc.
El
diagnóstico se hizo mediante un equipo externo, con profesionales
técnicos mapuche que encuestaron y entrevistaron a un número de
familias en ambos sectores geográficos. El resultado, según los
administradores del proyecto fue descubrir la existencia de dos tendencias en la
población:
1)
El temor a participar en el proyecto, tanto de quiénes tenían
experiencias previas con organismos como Indap u Ongs. como de quienes no las
tenían. Estos temores se relacionaban con: el deseo de no perder su
propio ganado, dado que el proyecto iba a suponer empastadas exclusivas para las
vacas lecheras y los cupos de suelo eran bajos, y el proyecto implicaba limitar
la crianza de otros animales para no sobrecargar las praderas. El temor de no
ser capaz de pagar los créditos por las vacas, insumos e infraestructura,
-y por ende ser despojado de bienes, e incluso del predio mismo. El temor a que
el establecer praderas –o su mal resultado- significara disminuir los
suelos dedicados a cultivar trigo y/o la producción de trigo,
básico para la sobrevivencia familiar.
La
desconfianza hacia personales técnicos, pues la experiencia personal les
indicaba que éstos en general no ayudaban a los mapuche, muchas veces no
eran responsables o no cumplían lo que se decía y muchos
tenían una relación discriminatoria y hasta prepotente hacia los
mapuche.
2)
El anhelo de participar en el proyecto dado que:
- la
población mapuche en general se consideraba pobre, con poca esperanza y
con malas experiencias en apoyo de instituciones privadas y del Estado,
más aún en un período en que el gobierno había
disminuido fuertemente los escasos programa orientados a pequeños
agricultores.
Existía
el anhelo de contar con un ingreso mensual en dinero, y parecía factible
el que se lograra a mediante la recepción y crianza de vacas de alta
calidad, inseminadas artificialmente y destinadas a una alta producción
lechera.
Había
un deseo de tener ganado de buena calidad, mejorar la calidad de los suelos y
diversificar la producción predial, que en general era de
monocultivo.
Además
algunas personas pensaban que podrían utilizar las empastadas de calidad
para obtener mayores ingresos mediante las medierías de
crianzas.
En
algunas familias mapuche había confianza en el proyecto pues sería
ejecutado por una institución cristiana, que se suponía actuaba
sin objetivos de lucro, y que planteaba la idea de una sociedad entre
“mapuches y programa” para un desarrollo integral de las familias,
que serían finalmente las dueñas de todo el programa.
Para
varios beneficiarios, además, la institución católica
tenía en general una percepción y relación adecuada con las
familias mapuche y sus necesidades. Algunas personas estimaban que por ello
mismo, de no cumplir los créditos, existía cierta seguridad de no
ser “ejecutados económica o judicialmente”. Se estimaba
ventajoso que el pago de los créditos provendría de los ingresos
por la misma actividad ganadero lechera, no exigiendo ingresos de otros
ámbitos de la economía de las familias. El personal técnico
a contratar sería todo mapuche, ojalá hablante de mapuzugun, por
último, y dadas las experiencias anteriores, había una
percepción de que algo se podría ganar, no sólo en ingresos
monetarios, sino en bienes o mejoras para el predio.
1.3.
Relación programa institucional y sistema social y económico
mapuche local
1.3.1.
Impacto del proyecto en las comunidades
Los
ingresos por venta de leche:
Efectivamente
la crianza de vaca lechera y la venta de la leche permitió a los socios
generar un ingreso casi todos los meses del año. Su monto dependía
de la cantidad de vacas lecheras de cada socio, de los precios acordados con la
planta lechera, de los castigos de la planta lechera por acidez, materia grasa,
etc., de los créditos que hubiera contraído el socio, que se
descontaban de sus ingresos mensuales en forma de cuotas, del cumplimiento de
las orientaciones técnicas que implicaba el programa, por ejemplo,
respecto a empastadas y su manejo, a las vacas, a su alimentación, a las
técnicas de extracción y conservación de leche en las
familias, etc., así como de la recepción por los socios de los
insumos en forma oportuna y en las cantidades requeridas. etc.
Sin
embargo, debido a que la mayoría de los socios no poseía muchas
vacas, (entre una y dos), a problemas técnicos diversas, y a los niveles
de precios de la leche, la gran mayoría de socios no obtuvo ingresos
considerables, es decir no de acuerdo a sus expectativas, que eran recibir
ingresos mucho mayores que los obtenidos anteriormente, y que permitieran
reemplazar los ingresos y el valor de producciones dejados de percibir por la
dedicación predial a las vacas.
En
general sólo los socios que poseían más vacas pudieron
obtener un ingreso considerable, que permitiera, entre otros, adquisiciones de
máquinas o herramientas, construcción de nuevas viviendas, compra
de artefactos domésticos como cocinas a gas, televisores blanco y negro,
compra de más animales, mayor holgura para enfrentar los gastos
escolares, etc.
El
aprendizaje logrado en los diversos y complejos aspectos técnicos del
proyecto, en relación a manejo y crianza de vacas de calidad,
establecimiento de empastadas, nociones básicas de administración
y contabilidad, de economía, de gestión comercial y de calidad, de
salud animal, etc.
La
revaloración de la cultura propia y de la identidad mapuche:
Mediante
el trabajo de los promotores, y el reforzamiento de valores tradicionales
mapuches, así como de los valores cristianos, que era sentido por algunas
familias y socios como un beneficio para la mejor convivencia familiar y social.
Sin
embargo los promotores no contemplaron la recuperación o la
revitalización de prácticas culturales importantes ligadas a la
creencia y/o cosmovisión. En los sectores estaba prácticamente
abandonada la práctica del gijatun, del palin, del we xipantu a la usanza
mapuche, etc., y acerca de ellos no se estimó acciones de
recuperación. Tampoco la labor de promoción desarrolló
acciones tendientes a fortalecer el sentido de pertenencia e identidad
sociopolítica de una sociedad o pueblo mapuche, el conocimiento de su
historia, o de sus demandas y reivindicaciones frente al Estado o la sociedad
mayor.
En
cuanto al impacto del programa en la dieta de la población:
En
un principio casi todas las familias consumían leche, - aprox. 2-3 litros
diarios- incentivándose el consumo en los niños. Sin embargo en un
tiempo breve la mayoría dejó de consumirla en forma habitual,
muchas familias decían que la leche les hacía mal, y que por otra
parte no estaba incorporada en sus hábitos tradicionales de
alimentación. Sólo alrededor del 15% de las familias continuaron
el consumo habitual, alrededor de un 45% la consumía ocasionalmente y el
resto no lo hacía casi nunca.
El
programa apoyó el consumo de leche mediante una persona que durante un
tiempo enseñó sus virtudes y formas de preparación para
consumirla en postres, flanes, etc., sin lograr un mayor impacto. Algunos socios
estimaban además que la leche que ellos consumían era menos dinero
para abonar los créditos y racionaban su consumo a menores.
Un
número escaso de familias durante un tiempo hizo queso, en particular
cuando bajaba el precio de la leche, tanto para consumo familiar como para la
venta entre vecinos o en Temuco, pero también dicha actividad se
discontinuó, por estimarse que implicaba demasiado trabajo elaborar y
vender queso y que se consumía una cantidad estimada excesiva de leche
(10-12 litros para un kilo de queso).
En
el empleo:
El
programa influyó en las decisiones de cuatro familias de socios de no
emigrar definitivamente desde la reducción hacia el medio urbano, por
problemas de pobreza extrema y falta de empleo. Un efecto mayor se produjo en la
decisión permanecer en la reducción en hijos de socios, pues dado
que éstos estimaban que el programa implicaba una cantidad enorme de
trabajo diario, y todo el año, trataron de que hijos mayores, que
normalmente salían a trabajar fuera del área reduccional, se
quedaran trabajando con ellos. (También algunos socios pensaban que ello
serviría de capacitación para que luego sus hijos buscaran empleo
como técnicos en ganadería lechera).
Asimismo
influyó temporalmente en la retención parcial de los
jóvenes los programas de capacitación que la Central hacía
en su internado. La mayor parte de las familias y los hijos esperaban que en
algún momento éstos fueran contratados por el programa, tanto en
la hacienda como para el apoyo del programa en terreno, pero ello en general
no sucedió. Sólo nueve jóvenes trabajaron en la Central,
entre tres meses y un año, entre 1979-82. Posteriormente migraron del
sector.
Respecto
al empleo generado para otras familias en los sectores, el impacto fue muy
escaso. Sólo en un par de casos hubo socios que contrataron, bajo
distintas formas, una persona para apoyo en las épocas de mayor trabajo,
especialmente para corte y enfardado de pasto. En situaciones particulares, en
especial en el caso de socias, ellas contrataron, generalmente mediante pago en
especies, a menores para ayudarles en tareas de ordeña, manejo de
terneros, enfardado, aguada de las vacas, etc.
En
relación a otros efectos del programa en las familias vecinas o en las
comunidades
Ellos
fueron muy escasos. En situaciones concretas familias de comunidades vecinas se
beneficiaron de aspectos del programa, como por ejemplo conseguir enfardadoras
que estaban en poder de los socios, comprar a éstos forraje para sus
animales, hacer tratos para pastoreo temporal de sus animales en empastadas, -lo
que estaba prohibido- o comprar ocasionalmente leche.
En
general, y a medida que el proyecto transcurría, las familias restantes
no se interesaron activamente en el programa o en sus “ventajas
tecnológicas”, tampoco eran partícipes de las actividades de
los asociados, y su interés se limitaba a la conversación sobre el
programa, su destino final, el estado de las cosas, etc.
1.4.
Dificultades y problemas
Dada
la complejidad del proyecto, y que éste era un tipo de actividad nueva
para la población mapuche, hubo un gran número de dificultades y
problemas en su desarrollo.
Las
de más importancia para los socios fueron:
1)
El lugar de establecimiento de las praderas, pues los técnicos
querían suelos planos, cercanos a las viviendas, con acceso a agua, que
pudieran ser objeto de cuidado y vigilancia permanente. Los mapuche
preferían las praderas en laderas, pues los terrenos planos ya los
utilizaban para trigo o huertas y chacarerías, y además
tenían un patrón de pastoreo de su ganado en zonas no planas.
Para resolver en parte este problema, en algunos casos se estableció
praderas asociadas, con trigo.
2)
La relación con el personal técnico, pues algunos socios se
quejaban de que éstos tendían a establecer mejor atención
con ciertos socios, (que o eran de mayor capacidad económica, y/o
tenían más conocimiento técnico o nivel educacional, y/o
los “atendían mejor e invitaban a sus fiestas”). Los
técnicos señalaban que en pro de la relación y el modo de
ser mapuche ellos no podían rechazar atenciones y que trataban de
atender a todos por igual, pero que siempre había socios más
“rebeldes”, que no cumplían bien las instrucciones o los
calendarios de actividades, eran “reclamones” o trataban de obtener
ventajas personales. Para los técnicos alrededor de un 25% de los
“socios” tenía un buen comportamiento respecto al programa,
(de este porcentaje la mayor parte correspondía al sector Maquehue, y en
él a socios del comité con más hás., niveles de
escolaridad, etc.). Un 50% tenía un comportamiento regular, y el resto se
calificaba como muy deficiente, siendo casi exclusivamente socios del sector
Chol Chol.
Para
la mayoría de los socios su evaluación de los técnicos se
enmarcaba en la noción de que el programa tenía como objetivo
fundamental la superación de sus difíciles condiciones
económicas, más que el apoyo a un ser o identidad mapuche, y por
lo tanto, más que evaluar la acción técnica y a los
técnicos en un sentido sociocultural –aunque había
referencias puntuales a ello, como por ejemplo el que varios de ellos no
hablaban mapudungun- se evaluaba si el desempeño técnico
cumplía con lo que los socios esperaban de un técnico: la
puntualidad, el respeto a los compromisos, la dedicación a cada socio en
las visitas diarias, la participación directa en las actividades, es
decir “enseñar mostrando a través de su propia
práctica”, y no solamente dando instrucciones, la defensa de sus
intereses y conductas en las reuniones con los directivos, etc.
En
estos aspectos más de la mitad de los socios no evaluaban bien a la
mayoría de los técnicos, y los que sí los evaluaban
favorablemente eran generalmente los socios de más capacidad
técnico económica, y que a la vez eran más objetivos para
evaluar sus propios comportamientos y los de los asociados en su comité.
En cambio había cierto consenso en la apreciación de que
había técnicos que eran “duros” o “poco
pacientes” en el trato con los beneficiarios, opinándose que al
llegar el momento de dirigir los mapuche el programa reemplazarían a
parte de ese personal.
Debe
considerase que la gran mayoría de los técnicos compartían
las nociones y asunciones del programa respecto al diagnóstico de la
situación mapuche y las formas de solución técnico
económica de ella, entendiendo por tanto que su responsabilidad esencial
era promover e inculcar los conocimientos, habilidades, y responsabilidades
adecuadas al tipo de programa en realización. Además la gran
mayoría del personal en general no estaba preocupado, ni tenía
formación especializada en los ámbitos socioculturales propios de
un programa hacia población indígena, y tampoco, siendo mapuche la
mayoría, tenían asumido el diferenciarse por presentar y defender
su identidad étnica.
En el aspecto
técnico el proyecto pretendía demostrar que era posible que
campesinos mapuche pobres, muchos de ellos apenas alfabetizados y sin gran
tradición de manejos tecnológicos sofisticados, sí eran
capaces de aprender a manejar un paquete tecnológico de punta, en
relación a la producción lechera y al tipo de explotación
predial necesaria, que eran capaces de ser empresarios productores eficientes, y
que podían insertarse con éxito en el mercado productivo y de
créditos.
La
evaluación de la mayor parte de los técnicos del programa fue que
todo ello era posible sólo en casos de socios “con mayor nivel de
educación”, y/o con más experiencia en actividades prediales
más exigentes que su economía tradicional de subsistencia. En este
sentido el programa no había fracasado sino que había hecho
elección equivocada de beneficiarios, y por otra parte había
errado en los cálculos del tiempo de aprendizaje de una actividad tan
compleja y de la socialización de los socios a las nuevas
tecnologías.
3)
Otra área problemática del programa se relacionaba con los
supuestos acerca del modo de vida tradicional mapuche y algunos de sus rasgos
culturales. El programa implícitamente creía en la existencia de
una comunidad mapuche que mantenía mecanismos de apoyo, solidaridad y
ayuda mutua, en especial en el ámbito socioproductivo y pensaron reforzar
y utilizar dichos rasgos para favorecer el éxito del programa, en
particular respecto a utilizar formas de trabajo colectivo. Diversas actividades
exigidas por el proyecto suponían organizar trabajo colectivo o uso
colectivo de recursos escasos, en forma general y/o rotativa por socios y
familias, como la preparación de suelos, la construcción de mangas
y los trabajos en ellas, las siembras de empastadas, el corte y enfarde de
pastos, la recepción, medición y control de leche en la comunidad,
el manejo de las pariciones y enfermedades, etc.
En
la realidad la población no tenía incorporada formas de trabajo
asociativos ni sistemas de usos colectivos rotatorios de recursos, por lo que
surgieron problemas serios, algunos de los cuales operaron entre familias que ya
antes del programa tenían relaciones sociales deterioradas.
Por
ejemplo: a medida que un socio recibía el aporte del trabajo de los
demás, dejaba de cumplir con su parte de trabajo para los otros socios, o
enviaba a menores a reemplazarlo en las faenas. Estos tenían menos
capacidad o conocimiento de la faena.
Similarmente
hubo problemas con los equipos (máquinas, herramientas, etc.,) destinados
al uso colectivo y rotatorio entre los predios. En varios casos los socios que
quedaban responsables de ese bien lo utilizaban para conseguir ingresos por
fuera del proyecto, prestando servicios o arrendándolos a familias no
participantes del proyecto. Ello hacía que los socios esperaran su turno
de uso de los bienes por períodos de tiempo no previamente contemplados,
y que se retrasara o perjudicara la realización de ciertas actividades o
los rendimientos de algunas, impactando incluso en pérdida de
producción o de su calidad. Un ejemplo típico era el uso de
enfardadora de pasto, pues hubo casos en que una socia tuvo casi dos meses la
enfardadora bajo su administración, obteniendo con ella ingresos en
predios y comunidades vecinas, mientras los socios del comité la
reclamaban en forma urgente.
Conflictos
similares se producían por el provecho o ventaja que obtenían
algunos socios encargados de la recepción y distribución de los
insumos o bienes colectivos del programa, pues retardaban la entrega de tales
insumos al resto de socios de los comités, o se autoasignaban cuotas o
cantidades mayores, y/o distribuían las cantidades beneficiando
más a su network de relaciones personales. El conocimiento de que esta
conducta era impropia y podía recibir recriminaciones –y
potencialmente hasta sanciones- desde la dirección del programa
hacía que estos socios, tuvieran una serie de estrategias para con los
técnicos del programa, especialmente mediante regalos, atenciones
especiales, invitaciones, etc. Lo que evidenciaban estos aspectos era que una
gran parte de los socios y sus familias no tenían -en palabras de los
propios promotores de iglesia y mapuche- “sentido de cooperación
social”, y anteponían sus intereses personales o la búsqueda
de beneficios extras al cumplimiento del programa y al beneficio común, y
ello a costa del perjuicio de otros socios, que eran sus vecinos, y a veces
incluso sus parientes. Desde los agentes de promoción humana estos
asuntos se consideraban graves, y eran extensamente conversados en las reuniones
con las familias y comités, pues implicaban retrasos en la marcha del
programa, en el cumplimiento calendarizado de actividades, y promovían
conflictos al interior de los comités. De parte de uno de los promotores,
se apelaba a criterios de identidad étnica, al plantear en las reuniones
que para los mapuche esas conductas eran típicas del huinca, y no del
mapuche, que por tradición era cooperativo, solidario, etc. En otro
sentido tales conductas eran vistas –en términos más
privados- como adaptativas aprendidas, y de tipo estratégico, para
sobrevivir en medio de comunidades que habían perdido gran parte de la
estructura social natural o cultura tradicional, y/o que tenían
experiencias previas con Ongs., las que no funcionaban de acuerdo a la
lógica mapuche, favoreciendo a individuos o familias, y no al colectivo
de la comunidad.
4)
En el área económica los problemas fueron de tal magnitud que
llevaron a la terminación del programa y a que se considerara finalmente
un fracaso.
El
rubro elegido por el programa: dado que los precios de la leche no eran
directamente controlados por el programa, sino por la planta lechera, con la que
se negociaba de acuerdo a una cantidad potencial de leche a entregar, los
ingresos de las familias dependían de tales acuerdos y de los cambios y
castigos que la planta hacía en los precios y en las bonificaciones. La
política de la planta, como empresa, obviamente respondía a sus
intereses, a la competencia con otras plantas y a la situación
determinada por las políticas internacionales de precios de le leche. A
este respecto el programa tuvo una falla de origen en la elección del
rubro leche, pues éste era uno de los más subsidiados por los
países llamados desarrollados, y los productores nacionales, en el marco
neoliberal, se hallaban entregados a una competencia en que se planteaba que
además no existían ventajas comparativas. La situación
determinó que luego de un período inicial de buenos precios para
el mercado interno, se cayera en uno de varios años en que el precio
prácticamente se derrumbó. (hasta en más de un 100% de su
precio base). A ello se unió, consecuentemente, una baja en el precio de
ganado lechero y un alza de insumos como semillas, fertilizantes, plaguicidas,
alimento concentrado, etc. Ello significó no sólo menores precios
para los socios sino también para todo el programa, poniendo en peligro
la continuidad del programa y la central, y por ende el flujo de adquisiciones y
flujos de insumos. Ello llevó a una política de ahorros, que entre
otros disminuyó la frecuencia de la asistencia técnica,
disminuyó la recuperación de praderas, terminó con las
reuniones anuales de socios, casi eliminó la capacitación en la
Central, y provocó disminución de su personal, y llevó a
intentar recuperar más rápidamente los montos de créditos
de algunos socios, determinando que éstos recibieron ingresos aún
menores por su leche. Una respuesta de varios socios fue la solicitud de
más vacas lecheras, cuestión que se denegó en la
mayoría de los casos, siendo el argumento principal la escasez de suelos
de los socios, o la ineficiencia técnica del socio. Asimismo se
impulsó una política de más exigencia de responsabilidad
con el programa a los socios, estableciéndose castigos que llegaron hasta
el retiro de sus vacas. Respecto a la Central, la baja del precio de la leche
apresuró además las gestiones para la operación mayor de la
productora y comercializadora de quesos y enfatizó el uso del predio
central para la cría y reproducción de ganado, desarrollando
incluso una política básica de medierías en ganado con
propietarios mayores.
El
segundo aspecto vinculado a las características económicas de la
población, determinante del “fracaso del programa” se
relacionaba con los tipos de predios que se eligió para participar en
él. Sólo aproximadamente el 30% de los socios tenía
superficies promedio de 12 hás o más y por ende una mayor
diversidad de actividad agroganadera en el predio, cultivando cereales,
chacarería, hortalizas y forrajes y criando una cierta cantidad de ganado
ovino, vacuno y porcino. Estas familias en general podían practicar
rotación de suelos y cultivos, aplicaban agroquímicos, algunos
también productor veterinarios, y poseían mayor equipamiento de
herramientas. Ellas podían dedicar o reservar una parte del predio para
vacas que exigían una superficie de praderas importante. Además
socioculturalmente estaban más influidas por el modo de vida de la
sociedad huinca, hablaban o utilizaban mucho menos el mapudungun, y valoraban
fuertemente la escolarización y profesionalización de las
personas, en especial los hijos, a los que la mayoría podía
mantenían estudiando en Temuco. En cambio la mayoría de los
participantes en el programa eran muy pequeños propietarios,
-minifundistas- que tenían como actividad principal el monocultivo de
trigo, tendiente a asegurar la reproducción alimentaria familiar, y
secundariamente destinaban parte del predio a huerta y/o chacarería. (En
el sector Maquehue algunos socios se dedicaban al cultivo comercial de lupino).
Eran familias pobres y muy pobres, con escaso o nulo nivel de escolaridad, y que
por supuesto en general no usaban insumos agroquímicos. Muy pocas de
estas familias tenía algún animal vacuno y la gran mayoría
no tenía bueyes, ni ovejas. Debería haberse considerado que para
ellas sería muy difícil reservar la mayor parte de su tierra para
las vacas, implicando el abandono de casi toda otra posibilidad de uso de sus
suelos.
Como
el programa exigía una hectárea de empastada por vaca, la
mayoría de tales socios se veían prácticamente obligados a
dejar toda otra producción o a sostenerla en espacios muy exiguos. Con la
baja del precio de la leche y las consecuencias asociadas, se puso en peligro la
reproducción de la familia y también las posibilidades de que
éstas suplieran parte de sus déficit mediante mecanismos
tradicionales de cooperación, trabajo o solidaridad, pues el rubro de
operación era único en medio de la realidad de sus comunidades, y
no había más tierra disponible que la ocupada en la empastada.
Como
la producción lechera demandaba una mano de obra de dedicación
diaria, tampoco se facilitaba la búsqueda de trabajo extra predial para
obtener ingresos suplementarios a los socios.
El
supuesto del programa, que había sido que la producción lechera
permitiría ganancias más que suficientes para cubrir el
déficit de otros ingresos o producciones debidas al uso exclusivo del
suelo para las vacas, se derrumbó. Para el 70% de los socios con escasa
tierra la caída de los precios de la leche significó que no
obtuvieran los ingresos necesarios para la reproducción familiar,
cuestión que se agravó ante la norma técnica de mantener la
parte del suelo dedicada a las praderas sólo para las vacas, y a que en
general no se aceptó tener dos vacas por há.
Ello
significó que la mayoría de los socios con poca tierra comenzaran
a optar por una serie de estrategias para obtener un nivel de ingreso que
asegurara la reproducción socioeconómica de la familia, por
ejemplo permitiendo la crianza de animales de vecinos en sus empastadas,
reteniendo parte de su producción lechera al programa y
vendiéndola en forma particular en Temuco, o entregándola a
comerciantes locales, comercializando los insumos del programa como
fertilizantes, alimento animal, semillas, plaguicidas, etc., abandonando
temporalmente su responsabilidad en el programa para buscar ingresos extra
prediales, etc. El resultado fue un deterioro general en los niveles de
producción, el empeoramiento de la relación entre socios y
programa, la imposibilidad de mantener cuotas de devolución de
créditos, y un clima general de desconfianzas y roces entre socios y
técnicos.
La
situación de relación empeoró cuando la dirección
del programa, ante las dificultades de producción y de responsabilidad
decidió una política menos permisiva con los socios y
decidió el retiro de vacas y el término del programa para algunos
de ellos. También algunos socios decidieron voluntariamente retirarse del
programa. Hacia 1982 habían salido del programa diez socios, cinco de
ellos en forma voluntaria, y había otros once notificados de que
debían abandonar el programa, todos ellos en el sector Chol Chol,
afectando a seis de los comités.
Para
los socios que renunciaron al programa las razones eran: que el período
de permanencia en el programa les demostraba que no les convenía
económicamente; que era más rentable la dedicación a la
chacarería y hortalizas; que en el programa había una
inflexibilidad respecto a sus demandas y necesidades, y que permanecer en el
programa significaba la pérdida de libertad respecto a cómo operar
su predio y la economía familiar.
Para
los socios a quienes se pedía retirarse, la medida parecía injusta
o poco comprensible. En general estos socios tenían muy malas empastadas
y las vacas se hallaban en malas condiciones, muchas de ellas muy flacas o con
recurrentes problemas de salud. La expulsión del programa implicaba el
retiro de las vacas, estacas y alambradas de las praderas. En al menos un caso
se impidió de hecho el retiro de las especies, debiendo recurrirse a la
amenaza de cauces legales para recuperar las especies.
La
interpretación casi general del conjunto de hechos producidos
significó un cambio en la percepción de los socios hacia el
programa. Para ellos ya no se trataba de un proyecto común o en sociedad
y ya no creían que los mapuche serían finalmente dueños del
programa -y un argumento era que no veían acciones ni formas de
participación que les llevara a ello, por ejemplo en esferas de
decisiones técnicas, administrativas, de comercialización, o
financieras.
En
otro sentido evaluaban que el programa implicaría permanecer siempre
atado a los créditos, pues no sentían que sus deudas se
amortizaran, sino que crecían dado que las praderas, las vacas y la
producción exigían flujos de insumos permanentes y cada vez
más caros, estimaban que la planta lechera tenía políticas
cada vez más perjudiciales para los productores –y no se apreciaba
que la institución tuviera poder para frenar tal política en las
plantas-, sospechaban que la Central los estaba abandonando de a poco, y
revirtiendo su orientación y operación hacia una típica
empresa agroganadera privada, etc.
El
punto final a la situación se produjo alrededor de 1983, cuando socios
que se decían desesperados de hallarse prisioneros en una
situación de débito, con el suelo ocupado en empastadas, con
incomprensión ante las fluctuaciones en el precio de la leche, los
descuentos por parte del programa a sus ingresos, los castigos al precio de su
leche por las plantas, y ante el retiro de alguna vaca por su ineficiencia
productiva o incumplimiento de recomendaciones técnicas o enfermedad del
animal (lo que disminuiría aún más sus ingresos) optaron
por el retiro de hecho del programa, pero vendiendo o comiéndose la vaca,
pues además estimaban que con los créditos y terneros ya
entregados ellos no tenían deuda y la vaca era propia. .
Para
el Coordinador o gerente de la institución todo lo ocurrido se explicaba
por la experiencia de años de las familias de Chol Chol, respecto a sus
experiencias con empresas públicas o privadas –Ongs, en su
mayoría- de “desarrollo”: éstas tenían
saturada por décadas el área, operaban con políticas de
caridad y paternalismo, la ayuda que entregaban era normalmente gratuita, y si
no lo era las deudas siempre se condonaban, no se exigía responsabilidad
ni esfuerzo a la población, por ser “mapuche” y
“pobres”. Ello habría conducido a la expectativa de la
población de que obligatoriamente debían ser ayudados, y en forma
incondicional, y a la actitud de sólo pedir y pedir al mundo externo, sin
ningún esfuerzo propio. Respecto a la misma situación se opinaba
que el personal técnico había sido benévolo y permisivo, y
que desde el principio del programa había conocimiento de tales
expectativas –y sus conductas consecuentes- en algunas familias, las que
deberían haber no admitidas o expulsadas del programa.
Finalmente
la dirección del programa discutió la posibilidad de demandar a
los socios, cuestión que finalmente no se hizo, optándose por
mantener la central, y su producción de queso, leche y ganado, A la vez
se desarrolló un proyecto para establecer un programa similar en la zona
de Cañete, donde se adquirió un predio, y se decidió
terminar paulatinamente de crianza lechera en Maquehue y CholChol, continuando
la operación ganadera de la hacienda central como empresa privada,
convirtiendo a Afodegama en una ONG, con otros tipos de programa,
anexándole además la implementación en la hacienda de una
sede central de capacitación, y de eventos de seminarios, talleres, etc.
abierta a servicios institucionales para el mundo externo.
En
al análisis final, y dejando de lado múltiples aspectos de un
programa de tal complejidad, es evidente que Afodegama incurrió al menos
en dos serias deficiencias como propuesta de programa de desarrollo para la
población mapuche:
- Por
una parte no existió una comprensión y estudio científico
sociocultural del tipo de economía campesina étnica que
tenía la población, y de los factores estructurales que la
determinaban. Se operó desde el marco común de una visión
desarrollista para el campesino, y además dentro de una ideología
neoliberal que veía en la inserción en el mercado y en la
conversión empresarial especializada la vía de solución
para la pobreza mapuche. Se propuso una revolución tecnológica
productiva sin conocimiento fundamentado de los rasgos de las economías
campesinas ni de la economía mapuche, ni de sus lógicas
reproductivas, de marcos de decisiones, de criterios de operaciones prediales,
de uso de fuerza de trabajo, de control de riesgo, etc.
- Por
otra y al creer en las virtudes de un modelo económico neoliberal para
salir de la pobreza mapuche se pecó de falta de realismo, de conocimiento
especializada o de ingenuidad. Era obvio que el juego del mercado no es de
competencia perfecta y que las plantas lecheras impondrían sus
políticas. En este sentido era un riesgo apostar a que en el rubro leche
se mantendrían condiciones favorables en el largo plazo, pues los
mercados nacionales y más aún los internacionales, y las
políticas subsidiarias, eran las que iban a determinar las condiciones de
comercialización y precios futuros. A este respecto el presentar una
propuesta que prácticamente en un 100% amarraba el destino
económico de las familias mapuches y su sobrevivencia a las
contingencias del mercado era muy imprudente.
Quizás
podría decirse que la dirección del programa tenía tal
ansiedad y confianza en su ayuda a los mapuches pobres, proviniendo tal
dirección de la Iglesia, que no se hizo asesorar por equipos
interdisciplinarios especializados antes de la propuesta del programa a la
población, que no sólo reunieran expertos en economía o
gestión, sino personal con conocimiento en el área de las ciencias
sociales y las economías campesinas e indígenas. Ellos
podrían haber demostrado que en el caso de tales economías la
sujeción a las aventuras del mercado es irresponsable, porque en el
mediano y largo plazo las crisis y vaivenes llegan a eliminar y desarraigar las
unidades productivas. Por sus condiciones estructurales generales,
económicas y tecnológicas, tales unidades deben mantener la
orientación tendiente a asegurar una base de factores productivos para
lograr un stock de reproducción alimentaria, y secundariamente pueden
aventurarse en especializaciones productivas para el mercado.
Por
último, la ideología del programa no permitió que el
programa operara en forma más flexible y con aproximaciones a la realidad
mapuche más adecuadas, provenientes de otros acercamientos al desarrollo
como los de desarrollo de base, de desarrollo local, o territorial o del
espacio comunitario en general.
2.
Experiencia proyecto de desarrollo campesino. Prodecam
2.1.
Descripción del programa
El
proyecto de desarrollo campesino
–Prodecam- fue
ejecutado en la IX Región de Chile entre los años 1993 y 1997. El
órgano del mismo nombre que le dio vida y forma institucional
trabajó en la conjunción de las metas estimadas por dos instancias
co gestoras de estas iniciativa: el Gobierno de Holanda, que financió su
ejecución, y el Gobierno de Chile, que dio el impulso a las acciones a
través del fomento de económico – productivas y de
gestión pública tendientes a renovar las estrategias utilizadas
por el gobierno militar.
En
términos territoriales, este proyecto optó por beneficiar a las 10
comunas más pobres de la región, organizadas a su vez en tres
microregiones, que fueron:
Cuadro
Nº
15
Identificación
de microregiones para el desarrollo del programa
Micro
región |
Comunas |
Costa |
Saavedra,
Carahue e Imperial |
Centro |
Galvarino,
Lautaro y Perquenco |
Norte |
Lumaco,
Purén, Ercilla y Collipulli |
La
inversión total fue de 6,5 millones de US$, para su ejecución en
los plazos previamente convenidos. Este proyecto, se asienta entonces en la
conjunción entre dos instancias lógicamente articuladas: las
prioridades del Gobierno de Patricio Aylwin y la senda de la cooperación
internacional. Desde sus inicios, sostuvo que entre sus intereses estaba
mantener la alianza con las macro políticas fomentadas por el Estado,
entre las cuales se detallaban la economía social de mercado, la
reconversión productiva de la agricultura, los procesos de
descentralización y democratización de los municipios, y el
aumento en la inversión pública y privada en la
región.
Tratándose
de un proyecto de envergadura y dedicado a cubrir objetivos
explícitamente comprometidos con el desarrollo, se planteó
indicadores de tipo cuantitativo y cualitativo parta su gestión y
evaluación final. Se planteaba como objetivo general “mejorar la
calidad de vida de 8000 familias rurales de la región en situación
de pobreza”, situación que abordó a través de tres
programas centrales:
- Programa
de apoyo al desarrollo local
- Programa
de gestión de negocios
- Programa
de gestión en recursos naturales
Este
proyecto aparece desde sus orígenes comprometido con una voluntad de
cambio, acorde con el movimiento político público de la
época, que reposicionaba a los sujetos y los convertía en actores.
Esta experiencia redefinió al “pequeño agricultor
mapuche” o “campesino” indistintamente, como un sujeto que
necesariamente debía ser incorporado a tales procesos, reproduciendo un
estilo de gestión publica asentado en la doctrina democrática, que
a la fecha, ya se planteaba la superación de estrategias negadas a la
participación social.
2.1.1.
Relación programa institucional y sistema social y económico
mapuche local
Abordaremos
este aspecto a partir del análisis específico de dos de las
acciones ejecutadas por el PRODECAM: el Programa de Capacitación y el
Programa de Recuperación y Educación Ambiental de Malleco. El
primero, fue ejecutado por las ONG’s regionales CAPIDE e INPROA, como una
de las líneas de acción del Programa de Apoyo al Desarrollo Local,
y el segundo co- ejecutado con el Centro de Desarrollo Sustentable –
Universidad Católica de Temuco – y el Centro de Educación y
Tecnología como acción del Programa de Gestión de Recursos
Naturales.
Revisaremos
ahora cómo estos dos programas específicos se canalizaron hacia la
población, a través de acciones y propuestas para entender y
gestionar los dos fenómenos abordados: la capacitación y el
medioambiente.
2.1.2.
Programa de capacitación
La
“capacitación” es concebida como el mecanismo a partir del
cual será posible gestionar un desarrollo de tipo sustentable, propuesta
que fundamentó y distinguió al PRODECAM de otros programas de
desarrollo ejecutados con participación del Estado. Este modo de concebir
a la capacitación se asienta en la posibilidad operativa de proporcionar
herramientas a los dirigentes campesinos a fin de hacerlos capaces de gestionar
su propio desarrollo. Análisis de este aspecto desde el punto de vista
antropológico identificaron la minuciosidad con que han de ser tratados
los dos aspectos destacados de la frase anterior, ya que las herramientas
proporcionadas para que un dirigente campesino mapuche sea competente en
determinado esquema de desarrollo pasa por asumir la integridad de la propuesta
emanada unívocamente desde el Estado. Luego, el ser capaces de gestionar
su propio desarrollo no necesariamente les invitaba a discutir lo que en los
años siguientes se ha venido transformando en parte de una estrategia
cultural, como es la generación de un concepto de desarrollo
mapuche.
No obstante, según el desarrollo operativo de este Programa de
Capacitación y el seguimiento a la trayectoria de algunos de los
dirigentes que formaron parte activa de dicho programa, es posible constatar que
efectivamente proporcionó un espacio de discusión, conocimiento y
germen de nuevas intenciones.
Para
el PRODECAM, la capacitación consistía en permitir que los
dirigentes campesinos mapuche conociesen cómo operaba la
administración y gestión del desarrollo en las instituciones
públicas y privadas. Un segundo paso era el que aprendiesen a actuar en
dichos contextos, fortaleciendo la visión del dirigente como
representante operativo y gestor de las comunidades y organizaciones mapuche
rurales. Este es otro antecedente importante de destacar en este
análisis, ya que con este tipo de iniciativas se plantea la
redefinición del rol del dirigente, intensificando roles de tipo
comunicacional y práctico, compatible principalmente con la
dimensión de los proyectos. Si bien a la fecha ya se discutía
respecto a la diferenciación entre tipos de dirigentes y desde el
interior de las comunidades se proyectaba la distinción entre dirigentes
funcionales y tradicionales, la estrategia del desarrollo sustentable no llegaba
a situarse respecto a la relación y participación de ambos en su
puesta en práctica. Las convocatorias eran amplias e inclusivas, en
coherencia con la expectativa de participación propuesta por el propio
PRODECAM.
A
través de diez módulos temáticos se trataron diversos
temas, se ejercitaron y ejemplificaron distintas experiencias cotidianas que
involucraban la participación protagónica de los dirigentes. La
finalidad última era inyectar en los dirigentes una actitud gestionadora
que les permitiese ser competentes en espacios públicos y administrativos
en el que les corresponde establecer contactos y relaciones, efectuar gestiones
y acceder a información actualizada.
Las
ONG’s responsables de la ejecución del programa elaboraron
materiales de trabajo para cada tema y en jornadas de capacitación
intensivas, que usualmente duraron un fin de semana, fueron organizando su
exposición, discusión y procesamiento. El programa contaba con
tres etapas que debían ser cumplidas por los dirigentes para su
aprobación definitiva. Lamentablemente no existen sistematizaciones
hechas por los propios participantes – instituciones, profesionales o
dirigentes – de la experiencia, sino sólo referencias de segundo
orden.
Tanto
la convocatoria como la ejecución misma de este programa tuvo favorable
recepción por parte de los dirigentes que participaron en él. En
una evaluación posterior, muchos de ellos comentaron la importancia de
este tipo de experiencias tanto para su proceso personal como para el propio
destino de las comunidades y organizaciones. Los dirigentes valoraron la
importancia de la temática de la formación y capacitación
de dirigentes como una herramienta vital para el desarrollo social y
económico, y la ejecución de programas como este ha sido entendido
como una respuesta íntegra a la demanda que ellos mismos venían
estipulando.
La
figura protagónica de este proceso fue el “dirigente”,
definido según los parámetros y condiciones de la Ley
Indígena 19.300, resaltando su potencial social y político
dirigido a consolidar el nuevo estatus jurídico asignado a las
comunidades. Se reproduce así un primer concepto de capacitación
que entenderemos como estrictamente operativo, que va desde la
adquisición de prácticas concretas para ser competente en una
sociedad civil definida por un lenguaje único hasta la obtención
de una nueva manera de pensar y de actuar. Hasta aquí, la
situación se mantiene en los límites de la denominada
relación directa y participativa de las comunidades mapuche en la
gestión del desarrollo sustentable, por cuanto responde al compromiso de
generar espacios, transmitirles la información apropiada, y dotarlos de
herramientas para la gestión adecuada. En la IX región abundan
las instancias que promueven el acceso de los dirigentes a información a
través de diversas estrategias entre las cuales la oficialmente difundida
es la del uso del mapudungun hablado y escrito. Entender la capacitación
no necesariamente como un proceso de integración es una visión que
surge tras valorar como unilateral este modo operacional de ser concebida y
ejecutada.
La
situación se torna problemática cuando intentamos aplicar a este
proceso un segundo concepto de capacitación, derivado de la
reflexión especializada en este tipo de procesos de contacto y
concertación interétnica. Para este segundo concepto, la
capacitación se inicia en la propia discusión respecto del modo
se vive la experiencia capacitadora. Propone entender a los procesos de
capacitación en su forma y contenido como estrategias que pueden ser
utilizadas como instancias de intercambio y reflexión, a fin de mejorar
la comprensión de la situación actual. Igualmente valora el uso
de metodologías expositivas y el acceso a conocimientos técnicos
que efectivamente permitan un mejor uso de los recursos dispuestos por el
contexto institucional. En este sentido, las instituciones siguen siendo
aparatos reproductores de intenciones de fondo, promovidas ya sea por quienes
les financian o bien por la filosofía que les fundamenta. La propuesta de
este concepto no es otra que la de considerar variables de tipo histórico
en la construcción de las relaciones entre los grupos puestos en contacto
para fines de capacitación. Desde allí, será posible
reconocer el trayecto que ha sido recorrido por el grupo capacitado, sus
multiplicidades y sus fines, y en definitiva, el destino real que puede tener la
experiencia capacitadora. Otro factor clave es el intercambio, cuya
expresión está teniendo espacio creciente en la región.
Cuando son las instituciones y sus funcionarios los que buscan comprender
situaciones aparentemente confusas, se está debilitando el argumento
prejuiciado respecto de dicha realidad. En este contexto, el acceso y la entrega
de conocimientos específicos en torno a la cosmovisión mapuche,
por ejemplo, no puede verse desligada del análisis de su deterioro, y la
discusión abierta respecto al modo en que mapuche y no mapuche comprenden
el problema y argumentan su posición. Este tipo de estrategias reflexivas
y esclarecedoras, basadas en el uso intensivo del lenguaje oral y en el acceso a
fuentes de primer y segundo orden – protagonistas y analistas – ha
de fundamentar planes de capacitación que superan lo operativo,
situándolo en el contexto social, político y cultural al que
pertenecen.
Cabe
destacar que el factor de la capacitación posee importante presencia en
el ámbito económico productivo. A través de la
transferencia tecnológica se ha instaurado un modo de entregar
conocimiento a los mapuche en su calidad de productores. La evaluación de
dicha transferencia se lleva a cabo a través de mecanismos exclusivamente
empíricos y sus indicadores no son otros que la propia productividad. En
la actualidad, el deterioro medioambiental está constituyendo un
referente visible a partir del cual se está cuestionando la transferencia
tecnológica impulsora del uso de agroquímicos. Entre los
dirigentes y comuneros se discute la necesidad de renovar estos modos
unilaterales de manejo de la técnica y el aspecto productivo sea abra a
la discusión participativa respecto de lo que se debe llevar a la
práctica. Si bien los ingenieros y técnicos cuentan con la
fórmula para producir más y mejor, los productores mapuche cuentan
a su vez con la experiencia de haber producido de determinadas maneras y no
haber tenido el éxito anunciado. Así, en el ámbito
económico – productivo se demanda participación en la
programación y construcción de los programas de
capacitación técnica, los que en primer lugar, han de conocer las
experiencias ya vividas por cada sector, y así no perder recursos
reiterando fórmulas ya
aplicadas.
Los programas productivos han de abrirse desde su formulación a la
participación de las comunidades a través de sus representantes, y
llegar a constituir un ámbito en el que efectivamente se experimente el
desarrollo mapuche basado en la experiencia previa, la reflexión en torno
a su faceta como productores, las compatibilidades culturales y
ecológicas de cada estilo productivo, y las proyecciones e impactos
económicos de cada acción. En este sentido, las innovaciones son
particularmente exigentes de modalidades explicativas que aclaren los
fundamentos y el destino de las reorientaciones productivas, más
allá de los resultados de económicos.
2.1.3.
Programa de recuperación y educación ambiental de
Malleco
El
desarrollo sustentable fue el marco teórico y técnico que
proyectó las acciones del PRODECAM en todos sus programas. Así
como se planteó que la capacitación constituía una
estrategia para la sustentabilidad, la recuperación ambiental viene a
expresar un estilo de gestión gubernamental en que el aparato estatal se
reposiciona como protagonista de las políticas
sociales.
El
programa ambiental, formó parte de una de las dos grandes líneas
de acción del PRODECAM, la de los macroproyectos de trabajo que apuntaron
a dar tratamiento a los complejos procesos económicos, socioculturales y
ambientales. En su ejecución, cubrió a cuatro comunas y a
ochocientas sesenta y una familias de la provincia de Malleco. Las comunas
seleccionadas por su vulnerabilidad social y ambiental fueron: Collipulli,
Purén, Ercilla y Lumaco.
Tras un
diagnóstico inicial, se proponen tres estrategias de
trabajo:
- La
formación de recursos humanos
- La
incorporación de tecnologías favorecedoras de la
recuperación y conservación de los recursos naturales modificando
los itinerarios técnicos convencionales que aplicaban los campesinos y
que a su vez recomendaban los profesionales.
- La
contribución a la construcción del tejido social local
caracterizado por su debilidad y marginalidad.
Las
fuentes de información utilizadas fueron:
- Indicadores
de desarrollo construidos en forma participativa por cada equipo de trabajo, y
propuestos en cada proyecto elaborado.
- Entrevistas
a los actores involucrados, revisión de registros, información
técnica específica, encuestas y mediciones técnicas que dan
cuenta de los cambios ocurridos.
Los
resultados esperados se concentran en el desafío de contribuir a
neutralizar los efectos perversos que puede generar el actual modelo
político económico en las generaciones posteriores. Asimismo,
plantean el redescubrimiento de la dimensión cultural como fortaleza para
la construcción sustentable del territorio.
La
base científico-técnica de este programa fue proporcionada por el
diagnóstico encargado por el PRODECAM al Centro de Educación y
Tecnología (CET), institución que luego participó
igualmente en su ejecución. Desde esta primera etapa diagnóstico,
se establece el reconocimiento de la relación directa la
degradación del ecosistema y la opción
político-económica que siguió el país durante el
siglo pasado. Esta opción, habría estado marcada por el objetivo
de ampliar la frontera agrícola a costa del sacrificio de sus bosques y
de sus habitantes naturales. En este mismo documento diagnóstico se
señala cómo la expansión forestal está conduciendo
la dinámica económica regional de la última década,
en la que sigue teniendo importante presencia la pobreza campesina y la
marginalidad indígena
histórica.
De
este modo, la relación entre el programa y el sistema social y
económico mapuche se asienta en la concepción de la
degradación ambiental como fruto de las circunstancias históricas
que han afectado a los recursos y a la población de la región. Al
mismo tiempo, valora la preexistencia de un concepto cultural propio respecto al
medio y a la relación que ha de establecerse con él. Deterioro y
colapso ambiental son dos definiciones de la situación en que se
encuentran las comunas estudiadas, entendidas como resultado de un proceso
ecológico, social y económico mayor, cuyos efectos actuales
amenazan seriamente a la población.
El
proceso de reconversión forestal es analizado por el equipo
diagnóstico y ejecutor del programa como expresión de una
tendencia tecnológica dominante y a la vez dominadora, que impone la
forestación comercial masiva de uso y destino industrial. El antecedente
inicial señalaba que las empresas forestales controlaban cerca de un 68%
de la superficie provincial de Malleco, situación que se corroboraba con
la percepción de la gente de las comunidades mapuche que describía
cómo el proceso de encierro, erosión y escasez de agua afecta
espiritual y materialmente sus
vidas.
El programa distingue los siguientes problemas técnicos y sociales,
derivados de la forestación con especies exóticas:
- Ocupación
de suelos agrícolas, principalmente en las comunas de Ercilla y
Panguipulli. Esta situación se ve agravada por la venta de predios
particulares a empresas forestales.
- Migración
urbano-rural, debido a la baja productividad y rentabilidad de la actividad
agrícola, principalmente en las comunas de Collipulli y Purén.
Desconocimiento y no evaluación de impactos ambientales, entre los cuales
se destaca la desaparición de la biodiversidad y sus consecuencias
alimentarias y culturales.
Con
estos antecedentes, el Programa comienza considerando a los siguientes factores
como expresión de una aplicación sustentable al tratamiento del
problema detectado: la seguridad alimentaria de la población rural, el
desarrollo de capacidades locales, el desarrollo de espacios de
participación campesina y la equidad intergeneracional (Documento citado,
p. 18).
La
ejecución del programa se respalda en la definición de los
siguientes actores locales:
- Productores
y productoras, técnicos y profesionales del agro, profesores y
niños. En esta definición se aprecia el tratamiento participativo
del tema y de la distribución de roles estimada por la formulación
del programa, entre los cuales destaca la ausencia del rol étnico
cultural. En efecto, llama la atención la ausencia de agentes culturales
quienes, en su condición de actores locales, pudieron haber colaborado en
la reconstrucción de la visión cultural del medioambiente,
situación que actualmente preocupa a las organizaciones de la zona. Sin
desconocer que este tipo de agentes pudieron haber participado indirectamente de
la ejecución del programa, su participación formal habría
permitido la configuración del programa como una experiencia de encuentro
entre conocimientos de diverso origen, como una plataforma a partir de la cual
de pudiese proyectar la interculturalidad.
No
así, el tratamiento de lo ambiental desde el punto de vista
técnico destaca los siguientes indicadores para fundamentar
acciones:
- Incapacidad
de la concepción tecnológica convencional para revertir procesos
de deterioro a través de un manejo productivo y económico
apropiado.
- Alteración
de la sustentabilidad ambiental tras verse superada la capacidad de los
ecosistemas de mantener su equilibrio.
- Depreciación
del capital natural desapareciendo su potencial económico y
ecológico, fuente de bienestar y de subsistencia de las
familias.
La
propuesta de trabajo plantea entonces el tratamiento de tres grandes procesos:
el deterioro ambiental, la transformación productiva y la
construcción social de la región. Si bien en este último
aspecto se resalta la componente social del problema, lo cierto es que la
estrategia propuesta para su tratamiento se plantea sólo la generalidad
de contribuir a la construcción del tejido social local caracterizado por
su debilidad y marginalidad. Finalmente, la expresión de esta estrategia
retorna a la concepción técnico ambiental, al plantearse la
transferencia de nuevas concepciones tecnológicas y metodológicas
dirigidas a modificar procesos tales como el deterioro ambiental y la
transformación productiva, y a apoyar la construcción del proyecto
político regional sustentable (Doc. citado, p.30).
Finalmente,
el programa diseña tres instrumentos para su gestión: los
proyectos de recuperación ambiental, los proyectos de escuelas rurales
ecológicas, y la unidad de capacitación y seguimiento. La
participación de los actores locales antes definidos se canalizó
según la organización de cada estrategia, promoviendo la
interrelación entre actores locales e institucionales a fin de reorientar
y fortalecer la comunicación entre las familias campesinas y los
técnicos y profesionales que trabajan con ellas (Doc. Citado,
p.30).
En
el desarrollo integral del programa se mantiene el uso constante de criterios
ambientales y ecológicos, basados en la técnica, y abiertos al
abordaje educativo y político. La búsqueda por cumplir objetivos
relacionados con las condiciones productivas y medioambientales, y la
reconstrucción del tejido social, se efectúa a partir de la
estructuración de equipos locales cuyos componentes ya venían
trabajando en el territorio. Entre estos agentes se encuentran las empresas de
transferencia tecnológica, los municipios a través de sus PRODER,
ONG’s y Escuelas Rurales. Llama inevitablemente la atención la
ausencia de otro tipo de actores cuyos objetivos han estado igualmente
relacionados con el tratamiento del tema ambiental aunque probablemente desde un
punto de vista distinto: organizaciones mapuche y dirigentes de comunidades.
La
capacitación se concibe de acuerdo a la lógica de la transferencia
tecnológica que esta vez persigue entregar principios de funcionamiento
para que técnicos y profesionales pudieran aplicar o recomendar
prácticas y seleccionar técnicas adecuadas a la realidad
específica de cada microregión o microcuenca, evitando el
adiestramiento a través del uso de técnicas específicas
definidas previamente (evitar el concepto de receta (Doc. citado, pág.,
43). Los flujos de conocimiento se proyectan desde el equipo del proyecto hacia
técnicos y profesionales del agro, hacia campesinos y hacia profesores.
En la misma perspectiva, se programa la formación de niños en
temas relativos a la conciencia ambiental. Puede observarse que con este tipo de
planteamientos respecto a un factor metodológico de gran importancia como
es la capacitación, este programa contribuyó a reorientar su uso,
respondiendo a la contextualización de la información entregada y
negándose a reproducir pautas rígidas en la transmisión del
conocimiento técnico. No obstante ello, seguimos considerando que es
necesario reforzar esta tendencia a reorientar los estilos convencionales de
capacitación promoviendo la discusión y reflexión en torno
a los temas de fondo, a fin de poder acceder a una comprensión de los
problemas antes de poner a prueba soluciones.
A
través de este programa, el lenguaje de la sustentabilidad insiste
permanentemente en la definición de los actores locales, de los
campesinos y del medio rural, sin abordar la condición de la diversidad
cultural más que como un antecedente para caracterizar a las porciones de
población mapuche que incorpora en las categorías de productores y
productoras y niños. La vinculación que establece este programa
con el sistema social y económico mapuche es entonces parcial, y
delimitada por este marco conceptual de la sustetabilidad que ignora a factores
de tipo étnico en el tratamiento de lo ambiental. La concepción
mapuche de medioambiente, la relación culturalmente establecida entre la
gente y su entorno, los usos no productivos del medio, y los argumentos no
productivos de la recuperación ambiental fueron indirectamente
considerados en este programa. En su sistematización, aparecen las
siguientes vías a través de las cuales pudieron tratarse estos
aspectos: el reconocimiento de la multiplicidad de enfoques de desarrollo
– remarcando la diferencia entre el desarrollo convencional y el
desarrollo sustentable -, y el reconocimiento de la preexistencia de actividad
productiva tradicional a fin de incorporar en esta práctica estrategias
favorables a la conservación medioambiental.
La
sistematización de este programa concluye con una autoevaluación
por parte del equipo ejecutor en la cual estiman haber cumplido hipótesis
planteadas en la propuesta original. Es así, como valoran positivamente
el logro de alianzas interinstitucionales que habrían permitido la
potenciación del programa. El enfoque de trabajo dirigido a los sistemas
campesinos se habría ampliado en una segunda etapa de trabajo hacia un
enfoque territorial, trascendiendo desde el abordaje de los predios hacia el de
las microcuencas. En este ámbito, el programa habría conseguido
modificar los sistemas productivos campesinos de las familias que participaron
del programa según indicadores de producción y manejo
agronómico ahora reorientado por el conocimiento ambiental. La
capacitación habría sido un factor clave en el cumplimiento de
todos los objetivos propuestos, corroborándose la crucial importancia de
este aspecto en la construcción de procesos de desarrollo sustentable.
La
sistematización de este programa no hace referencia en sus conclusiones a
la evaluación que los propios campesinos habrían hecho de
él. Se infiere que el éxito estimado por el equipo, además
de estar respaldado por indicadores cuantitativos, se sustentaría en la
participación efectiva de las familias en todo el proceso ejecutado.
Según este análisis sigue siendo necesario replantear el
tratamiento de la temática ambiental agregando a este tipo de propuestas,
el abordaje de factores de tipo cultural, a fin de considerar al conocimiento y
entendimiento del proceso por parte de todos los actores involucrados como un
criterio e indicador fundamental de sustentabilidad. Por otro lado, se hace cada
vez más imprescindible el reconocer a los actores locales de acuerdo a
sus categorías de autodefinición, atendiendo a su variabilidad y
complejidad.
3.
Experiencia de transferencia de alta tecnología a campesinos a bajo
costo
Fuentes
de información:
- Documento
“Programa Transferencia de Alta Tecnología a Campesinos, a Bajo
Costo”. 1995.
- Documento
“Proyecto de Aplicación de Tecnología de Punta de Costo
Razonado en las Regiones VI-VII-VIII-IX y X”. 1996.
- Documento
“Especificaciones Técnicas” programa “Tecnología
de Punta a Costo Razonado”. 1997.
- Cuenta
corriente “Programa Tecnología de Punta y Bajo Costo” IX
Región. 1998.
3.1.
Descripción del programa
Institución
Ejecutora:
Fundación Fondo de Investigación Agropecuaria. Secretaría
Regional de Ministerial de Agricultura, IX Región.
Financiamiento:.
Fundación para la Innovación Agraria (FIA), Ministerio de
Agricultura, Gobierno de Chile.
Costo
total del proyecto:
$80.000.000
Tiempo
de ejecución: 5
años, 1995 a 2000.
3.1.1.
Objetivos
Objetivo
General:
- Reactivar
el sector de pequeños productores mediante la innovación e
incorporación de paquetes tecnológicos eficientes,
económicamente rentables, factibles de ser difundidos masivamente, con el
propósito de lograr una real transformación productiva de los
pequeños agricultores, en especial de aquellos que se dedican a la
obtención de cultivos tradicionales, a fin de lograr su viabilidad
económica.
- Aumentar
sustancialmente la producción y rentabilidad de aproximadamente 100.000
hás, en un lapso de 5 años, beneficiando a un total aproximado de
50.000 pequeños productores.
Objetivos
Específicos:
- Mejoramiento
del uso de los recursos productivos intra y extra prediales, en equilibrio con
su medio ambiente.
- Dar
mayor valor agregado a la producción (creación de micro plantas
lecheras). Fomento lechero en pequeños productores.
- Apoyo
a una mejor utilización del crédito y vías de
comercialización.
- Incorporación
de nuevos cultivos y tecnologías.
- Transferir
tecnología.
- Aumentos
de producción en rubros tradicionales.
3.2.
Marco lógico
Este
programa parte de la idea fundamental de que el 50% de la superficie productiva
regional se encuentra en manos de pequeños agricultores, y estos son en
su gran mayoría mapuche que viven en una profunda condición de
pobreza. A su vez considera que estos presentan gran parte de sus recursos
prediales (mencionándose en forma especial y casi exclusiva el suelo)
degradados, teniendo esta degradación un origen en las prácticas
de cultivo (monocultivo) y nula capacidad técnica y económica, y
en general ineficiencia en la producción.
En
base a este “diagnóstico”, y frente al “cada vez
más dinámico intercambio comercial entre países”, el
programa considera que la solución a estos problemas (productivo, de
degradación de suelo y pobreza) pasa por “la incorporación
de los pequeños agricultores al proceso productivo dotándola de
las condiciones mínimas que le permitan competir de igual a igual con el
resto de los sectores, con un mayor y eficiente uso de los recursos
productivos”. A su vez esta incorporación pasa por la transferencia
y adopción de “modernas” y “eficientes”
prácticas agrícolas (especialmente referidas a la
fertilización) y un cambio en la actitud de los “pequeños
agricultores” (eversión al riesgo y a la incorporación de
innovaciones productivas). En otras palabras, se considera que la
solución a los problemas de los “pequeños agricultores
mapuche” pasa por lograr un aumento de la productividad y
“calidad” de la producción mediante la
“modernización” de sus sistemas económico-productivos.
Refiriéndose esta “modernización” al reemplazo de sus
prácticas productivas por aquellas que se utilizan en los sistemas
agrícolas más tecnificados y el cambio de orientación
económica, desde una economía de características
“campesinas” a otra más liberal y orientada al
mercado.
La
metodología por la cual esto se pretendía llevar a cabo
implicó la promoción de paquetes tecnológicos denominados
“de punta a bajo costo” a “agricultores lideres”,
buscando con esto la irradiación mediante el “efecto
demostrativo”. La “tecnología de punta”
correspondía a la utilización de prácticas convencionales
de la agricultura industrializada (fertilización
químico-sintético, pesticidas, maquinaria, semillas de alto
rendimiento), poseyendo (según el programa) la característica de
ser de bajo costo y accesible a los “pequeños agricultores”
debido a que el paquete tecnológico se aplicaría de forma
“correcta” y “adecuada” a las características
edafoclimáticas de cada caso. De esta forma, tanto la disminución
de costos productivos como un aumento en los rendimientos se produciría
mediante un aumento en la eficiencia productiva de paquete tecnológico
industrializado convencional. De esta misma forma, el estilo mediante el cual se
realiza la “transferencia tecnológica” corresponde a la
convencional “recomendación técnica”.
3.3.
Sobre la “agricultura de punta” en sistemas campesinos e
indígenas
En
muchos casos en los cuales, gracias al adecuado apoyo de programas de
transferencia y financiamiento (subsidio o crédito), los
“pequeños agricultores” (campesinos, indígenas) han
adoptado paquetes tecnológicos como el propuesto en este programa, y han
sido “adiestrados” en su utilización, los procesos de
perdidas de conocimiento tradicional y equilibrios de los agroecosistemas se
aceleran y radicalizan, produciéndose una dependencia a los insumos y a
los créditos (subsidios) necesarios para su compra. Por lo general, tras
la adopción de estos “nuevos” sistemas productivos se
presenta un período inicial de bonanzas en el cual el aumento de los
rendimientos, producto de la transformación, permite tener excedentes que
pueden ser comercializados y generar ingresos que mejoran el nivel de vida de
los agricultores y sus familias. De esta forma los casos más
“exitosos” pueden, y deben, hace una completa
reestructuración de sus objetivos productivos, debiendo estos orientarse
a la obtención de altas producciones para el mercado. Es precisamente en
esta etapa de “bonanza” cuando estos agricultores
“exitosos” son utilizados como ejemplo a seguir por el resto de los
“campesinos”.
Lamentablemente,
por lo general, al transcurrir algún tiempo ocurren dos procesos que
cambian completamente esta situación. Por una parte se comienzan a notar
los efectos de la extrema artificialización de los sistemas y de la
degradación que en su base de recursos produce el empleo de las nuevas
prácticas, reflejándose esto en una mantenida reducción de
la producción que para ser recuperada requiere cada vez mayor
utilización de insumos (especialmente fertilizantes y pesticidas). En
adición a esta reducción de la productividad, la menor estabilidad
y capacidad de recobrarse de perturbaciones ambientales que poseen estos
sistemas los hace aumentar enormemente los riesgos productivos, los cuales
sumados a la inestabilidad que presentan los mercados agropecuarios (en cuanto a
oferta y precios) hace que la probabilidad de obtención de
pérdidas en una temporada sean muy altas. En el caso de agricultores
empresariales estas perdidas pueden ser asumidas (dentro de ciertos
límites) e intentar recuperarse en el futuro sin que tenga mayores
efectos en la supervivencia del sistema. Para los agricultores familiares, en
cambio, esto puede implicar un colapso total del sistema, empobrecimiento,
endeudamiento e incluso hambre. Esta situación es mucho más
compleja y grave cuando ocurre posterior a finalizado los programas de
transferencia y de ayudas gubernamentales, siendo, por lo general, la
situación más común.
Por
otro lado, una de las características fundamentales de la Agricultura
moderna, en el marco del sistema capitalista de producción, ha sido
atribuida a su tendencia y necesidad de incorporar continuamente innovaciones
tecnológicas al proceso productivo, con objeto de reducir los costos de
producción y, por consiguiente, aumentar los márgenes de
rentabilidad económica. Dentro de este proceso de “espiral
tecnológica”, la utilización de las nuevas
tecnologías por innovadores y adoptantes tempranos suele originar un
aumento de la productividad y de la producción agregada de una
determinada mercancía beneficiada por el progreso técnico,
mientras el precio de dicha mercancía tiende a declinar
desproporcionadamente debido a la baja elasticidad de la demanda que suele
presentar los productos agrícolas. El precio relativo del producto cae en
la medida en que una técnica tras otra es adoptada en las explotaciones,
pero los costos de producción no se reducen (Cochrane, 1964). Para el
caso de los agricultores familiares, con escasos recursos e incapaces de seguir
la competencia tecnológica, esto se convierte en una pesadilla que hace
disminuir cada vez más sus ingresos, encontrándose cada vez
más “estrujados” y empobrecidos.
Por
otra parte, es necesario destacar que en múltiples áreas donde se
ha realizado un cambio progresivo de una agricultura de subsistencia a otra de
economía monetaria, lejos de mejorar los ingresos de los agricultores y
la calidad de vida de estos y sus familias, se pusieron en evidencia gran
cantidad de problemas ecológicos y sociales: perdida de autosuficiencia
alimentaría, erosión genética, perdida de la biodiversidad
y del conocimiento tradicional, e incremento de la pobreza rural (Conroy et al,
1996).
3.4.
Impactos del programa en la dinámica social, económica y el medio
ambiente.
Una
de las principales características del programa respecto de la
población mapuche, su conocimiento y cultura, es su no
consideración más que como un dato estadístico y
mención que la mayoría de los “campesinos son de origen
mapuche”. De esta forma los mapuche se equiparan al resto de los
“pequeños agricultores” de la Región bajo el
estereotipo de campesinos. Este hecho queda claramente demostrado en el proyecto
de ampliación de este programa a 5 regiones del país, donde ni
siquiera se mencionan particularidades y etnicidad de los “pequeños
agricultores” considerándose un mismo tratamiento para todos
ellos.
Tanto
esta homogenización bajo la idea de “campesino”, como el
evidente modelo productivista que sigue este programa (donde la solución
a todos los problemas pasa por un aumento en los rendimientos,
“modernización” e incorporación al mercado), ignora
por completo la organización social, cultura y conocimiento tradicional
mapuche. Implícitamente en este programa, tal como en el modelo que
sigue, se considera a la cultura y conocimiento tradicional como un
obstáculo a la modernización y a la “eficiencia
productiva”, correspondiendo a conductas y prácticas que se
requieren modificar. De esta forma su aplicación masiva en contextos
mapuche presenta serios riesgos de profundizar el proceso de erosión
sociocultural al que históricamente han sido sometido los
mapuche.
Desde
una perspectiva económica, el programa presenta como solución a
los problemas económico-ambientales de los “pequeños
productores” la modernización y eficiencia productiva. Esta
eficiencia productiva, por su parte, se limita a realizar un uso
“adecuado” de las herramientas agronómicas convencionales
(semillas mejoras, maquinarias, insumos petroquímicos). Este uso
“eficiente” y “adecuado” produciría una
reducción en la utilización de insumos y aumento en la
producción, por tanto un significativo aumento en la rentabilidad de la
explotación y de los ingresos y condiciones de vida de los
“beneficiados” del programa.
Como
ya fue mencionado, la experiencia respecto de la aplicación de este tipo
de programas en contextos de sistemas familiares con superficies y recursos
reducidos (especialmente indígenas latinoamericanos), ha mostrado su
insostenibilidad e inviabilidad crematística en el mediano y largo plazo.
Es así como, por lo general, luego de terminados los proyectos o
programas (y los subsidios para la “modernización que estos
incluyen), tanto los ingresos como las condiciones de vida de los
“beneficiados” suele incluso llegar a niveles más criticas a
las que se encontraban antes de participar el proyecto/programa.
En
el programa se contemplo aumentar sustancialmente la productividad y
rentabilidad de 100.000 hectáreas que están en manos de unos
50.000 “pequeños productores agrícolas”. Pese que se
considera que con el paquete tecnológico propuesto y el “adecuado
manejo” se reducirán la utilización de insumos
petroquímicos y evitará la degradación
físico-química de los suelos, siendo por tanto
“ecológicamente sostenibles”, lo cierto es que esta supuesta
reducción es tomada respecto a agricultores que utilizan altas cargas de
insumos y no de los comuneros mapuche que en general hace un muy bajo uso de
estos. Es así como un impacto inicial a considerar estaría
representado por un notable aumento en la utilización de pesticidas y
fertilizantes químico-sintéticos en estas 100.000
hectáreas, con todos los efectos ambientales, productivos y de riesgos
para la salud de los “productores”, sus familias y la comunidad
circundante asociados a estos.
4.
Experiencia proyecto desarrollo y adaptación de una propuesta de manejo
agronómico orgánico para el escalamiento productivo de la
quínoa (chenopodium quinoa willd) para las zonas del valle central y
secano interior de la novena región.
Fuentes
de información:
- Proyecto
original, en Formulario de Presentación de la Propuesta FIA, Ministerio
de Agricultura.
- Segundo
Informe de Avance Técnico y de Gestión, año
2000.
- Tercer
Informe de Avance Técnico y de Gestión, año
2001.
- Cuarto
Informe de Avance Técnico y de Gestión, año
2001.
- Quinto
Informe de Avance Técnico y de Gestión, año
2002.
- Sexto
Informe de Avance Técnico y de Gestión, año
2002.
4.1.
Descripción del programa
Institución
Ejecutora: Centro de
Educación y Tecnología, CET.
Actores
mapuche-Agentes Asociados:
- Comunidad
Indígena Nicolás Ailío II (Comuna de Gorbea)
- Asociación
Indígena de Repoküra (Comuna de Nueva Imperial)
- Asociación
Indígena Küme Mapu (Comuna de Temuco)
Financiamiento:
Fundación para
la Innovación Agraria, Ministerio de Agricultura, Gobierno de
Chile.
Costo
total del proyecto:
$161.632.833
Tiempo
de ejecución: 3
años, 2000 a 2003.
4.2.
Objetivos
Objetivo
General:
Desarrollar una propuesta de manejo agronómico y comercial para la
producción de Quínoa orgánica para las zonas del valle
central, secano costero y secano interior en la Novena
Región.
Objetivos
Específicos:
- Identificar
cultivares locales de quínoa con mayor potencial
- Identificar
las épocas de siembra más apropiadas para la
quínoa
- Desarrollar
y adaptar un modelo de fertilización orgánica para la
quínoa
- Evaluar
y adaptar una propuesta para el control orgánico de plagas en la
quínoa
- Evaluar
y adaptar una propuesta para el control orgánico de enfermedades en la
quínoa
- Evaluar
y adaptar una propuesta del control orgánico de malezas en la
quínoa
- Identificar
las demandas de riego de la quínoa
- Desarrollar
y adaptar un sistema de riego para la quínoa
- Identificar
los problemas de manejo cosecha y post cosecha
- Validar
resultados de ensayos de campo en predios campesinos del valle central y secano
interior
- Obtener
antecedentes de mercado internacional y externo para la
quínoa
- Desarrollar
una estrategia comercial para la quínoa a partir del estudio de
mercado
- Difundir
los resultados de investigaciones y experiencias productivas de
campesinos.
4.3.
Marco lógico
Tal
como lo expresan sus objetivos, este proyecto “busca desarrollar la
quínoa como cultivo orgánico”. Posee a su vez, una finalidad
conservadora
–de los cultivares y usos tradicionales-, y otra de
incorporación
–de manejo agronómico y de puesta en el mercado. Este proyecto
recoge una idea productiva preexistente en el contexto mapuche. El tratamiento
de esta idea trae consigo la incorporación de dos variables innovadoras
respecto de la producción previa:
Propuestas
técnicas de manejo agronómico de tipo orgánico:
Estrategias
comerciales para la canalización del producto en mercados nacionales e
internacionales; la kinwa ha llegado a ser un cultivo comercial dados sus
múltiples usos en alimentación humana y animal, obtención
de colorantes y producción de fibra para fabricación de
papel.
Como
puede constatarse, entre sus objetivos el proyecto no contempla ningún
componente relativo a la dinámica social o a los procesos de
transformación social propios de cualquier iniciativa de
intervención productiva con fines explícitos de innovación.
No así, los factores económico y medioambiental, que orientan
todos los objetivos relativos a la comercialización y al manejo
agronómico de tipo orgánico, respectivamente. De los trece
objetivos específicos que presenta la propuesta original, diez son
dirigidos hacia logros productivos y medioambientales, dos hacia fines
comerciales y uno de tipo comunicacional, relativo a la difusión de
resultados obtenidos desde la experiencia campesina hacia contextos externos.
Cabe
destacar que en su versión original, el proyecto tampoco contempló
ningún objetivo de tipo alimentario local o relativo a la
producción de kinwa con fines de autoconsumo. La propuesta inicial se
fundamentó en el tratamiento exhaustivo de las dos variables antes
mencionadas a partir de múltiples estrategias expresadas en los objetivos
específicos. Estas aplicaciones cobraban sentido con el supuesto de que
el sistema de producción indígena presentaba importantes
debilidades en tales ámbitos, situación que requería un
proceso de recuperación apropiado.
El
proyecto se propone diseñar un itinerario técnico para el cultivo
orgánico de la quínoa. La ciencia experimental asume la
responsabilidad de tratar los problemas relativos al manejo agronómico,
una vez identificada como limitación la
no
existencia de un programa de investigación sistemática para
resolver problemas técnicos relativos a la cantidad y calidad de la
producción.
El
proyecto es conceptual y técnicamente concebido como una
innovación productiva y comercial. Bajo este paradigma institucional y
técnico dispone de múltiples estrategias que persiguen ser
coherentes con las líneas de desarrollo estratégico definidas por
el gobierno regional que requiere la puesta de productos en los mercados
internacionales y la diversificación de la producción
agropecuaria. En este proyecto, la innovación adquiere sentido
político, productivo, económico y técnico, en el marco de
un universo cultural único. La diferencia étnica y cultural se
hace presente tras la categorización del “productor mapuche”,
cuyo sistema productivo es caracterizado como carente de investigación
científica y tecnológica sistemática, capaz de validar y
evaluar experiencias productivas desde la perspectiva tecnológica,
social, económica y ambiental (op. cit. 7).
La
justificación de este proyecto trasluce los siguientes supuestos de
trabajo:
La
quínoa es un cultivo marginal en el sistema productivo mapuche, su
desarrollo permitirá cumplir objetivos económicos (a través
de la comercialización), científico – tecnológicos (a
través de la investigación y la experimentación), de
innovación productiva (a través de la incorporación del
manejo agronómico orgánico), y ambiental (a través de la
producción agrícola sin residuos
agroquímicos).
No
se trata de incorporar un cultivo sino más bien un nuevo estilo
productivo, y fortalecer la producción de kinwa ya existente a
través de una nueva modalidad de manejo agronómico ambientalmente
sustentable.
Así
como fue posible el desarrollo del cultivo del lupino con fines de
comercialización entre agricultores mapuche de la IX Región, la
kinwa pude transformarse en un cultivo comercial que permita tanto la
diversificación del sistema de producción mapuche como la
introducción de un nuevo rubro agroindustrial para la
región.
La
innovación productiva en este caso es: incorporación
tecnológica y científico – experimental, e
incorporación de estrategias de mercado para un producto no desarrollado
comercialmente en la región. El proyecto trae consigo la
incorporación de una nueva lógica productiva: con nuevas
estrategias de manejo y nuevos fines, la kinwa se producirá ahora de una
forma diferente, se ensayarán las mejores propuestas para su manejo y se
convertirá en un producto que superará los límites del
autoconsumo. La kinwa se transformará en un producto comercializable, una
vez constatado el interés de un público externo por consumir kinwa
orgánica.
Resaltan
entre estos supuestos el apoyo que el proyecto asume respecto de la experiencia
de producción y comercialización de lupino, en tanto referencia
comparativa favorable para el logro de sus objetivos. Dos razones
empíricas derriban este argumento:
El
lupino es un cultivo completamente externo al sistema productivo mapuche, no
habiendo antecedentes de uso ni manejo que no correspondan a la lógica de
producción y comercialización incorporada con fines de
sustentabilidad económica.
Las
fluctuaciones en el precio del lupino han afectado notoriamente el éxito
de su producción. Si bien se constata un aumento en su precio entre los
años 1997-1999 (se llegaron a pagar más de $115 por kilo, sin
IVA), en el bienio 2000-2001 las cotizaciones del lupino amargo descendieron a
valores que estuvieron incluso por debajo de los $30 por kilo, sin
IVA.
Las implicancias de estas irregularidades en el precio del lupino si bien son
principalmente de tipo económico, están directamente relacionados
con la distribución integral de los recursos de familias que en algunos
casos priorizaron este cultivo antes que otros que pudieran tener un uso
alternativo por parte de los propios productores.
El
cultivo de la kinwa no sería entonces comparable con el cultivo del
lupino ya que el primero no requiere de la introducción ni
adaptación de semillas y posee una preconcepción productiva datada
históricamente. No así el caso del lupino, que constituyó
una innovación de cultivo, que si bien se adapta favorablemente a las
condiciones agroecológicas de la región, somete al sistema de
producción mapuche a las fluctuaciones de un mercado externo respecto del
cual crean dependencia total, ya que al fracasar los intercambios el producto
ocasiona perdidas y daños medioambientales al no tener un uso
local.
El
trasfondo conceptual y político de la innovación transita por dos
líneas complementarias entre sí: la tecnológica y la
económica. La incorporación de un estilo de manejo
agronómico desconocido por los productores para el cultivo de la kinwa
incluyó que estos contaran con un acompañamiento permanente en
cada etapa de la producción. Para octubre de 2000, en Rüpükura
y en los otros sectores, se preparaban los suelos con monocultivador; la siembra
tampoco era la que algunos comuneros conocían: esta vez, orientados por
el proyecto fueron animados a poner a prueba distintas variedades de kinwa, en
busca de los cultivares con mayor potencial. La planificación del trabajo
consideró la opción que cada familia siguió respecto de sus
compromisos de siembra: la investigación fue asumida por la gente como
una actividad propia del proyecto, “y en general la mayoría de las
familias expresó el interés de sembrar más de tres
variedades”
.
Los cambios en la forma de producir comenzaron a sentirse desde esta primera
etapa, en la cual las familias iban siendo permanentemente consultadas respecto
de las estrategias utilizadas.
A
pesar de la marcada tendencia al cambio productivo –tecnológico y
económico- durante el transcurso del proyecto se mantuvo la idea de que
la kinwa era un cultivo a reincorporar. No obstante, permaneció el
vacío respecto a las características del estilo de cultivo previo,
que muchas familias habían olvidado y otras hasta desconocían. Ha
sido a través del objetivo comunicacional que el proyecto
incorporó aspectos relativos al conocimiento y uso local de la kinwa. De
este modo, el objetivo de capacitación y difusión ha sido cumplido
con actividades tendientes a “Incorporar la kinwa como recurso alimentario
para las familias campesinas”, “Intercambiar experiencias de siembra
de kinwa”, “Intercambiar semillas”, “Difundir
gastronomía intercultural”, “Capacitar a Programas de
Desarrollo Rural de VIII y IX Regiones”, y “Presentar la kinwa como
aporte a la soberanía alimentaria” (op. cit.). A través de
estas acciones el proyecto ha ido reconociendo y validando en su
ejecución, la interrelación preexistente entre comportamientos
productivos y contextos culturales. Esto último, es destacado por los
ejecutores responsables como una orientación metodológica recogida
para permitir la “reactivación cultural ligando el cultivo con la
cultura que es una forma de consolidar la reincorporación del cultivo a
los sistemas
mapuche”.
Esta misma estrategia es reproducida para el tratamiento de los temas
alimentarios y de intercambio, en las cuales se reconoce que “la estrecha
relación entre cultura y biodiversidad implica que lograr recuperar la
biodiversidad no puede ser independiente de recuperar y revalorizar la
diversidad cultural y los sistemas de conocimientos campesinos y de culturas
indígenas”.
Esta orientación reflexiva de las actividades y de la articulación
entre el proyecto y los comuneros participantes denota el proceso evolutivo que
ha venido experimentado el propio proyecto. En una mirada retrospectiva a lo que
ha sido su desarrollo es posible observar su paulatina adaptación al
contexto de las comunidades, buscando la apropiación por parte de las
familias tanto de la idea del proyecto como del sentido mismo de la
producción de la kinwa. El análisis evaluativo que han de conducir
los propios ejecutores responsables debiese reflejar las condiciones en que este
proceso de adaptación entre el proyecto y las familias se fue
produciendo, y si efectivamente cumplió su objetivo de conciliar la idea
productiva – comercial con las pretensiones locales respecto a la
producción de kinwa.
Entre
las actividades ejecutadas con el fin de difundir la gastronomía y
biodiversidad campesina el equipo responsable de la ejecución del
proyecto destaca el Evento Cultural Gastronómico, realizado en Temuco en
noviembre del 2001. A través de esta actividad fue posible difundir el
intercambio de saberes y usos culinarios entre especialistas de alta cocina y de
la cocina mapuche y campesina. Dicho intercambio habría permitido que
tanto chefs como curadoras de semillas conociesen productos y preparaciones
propias de cada universo culinario. En el mencionado evento, los chefs
ofrecieron un creativo menú inspirado en las recetas que las curadoras
les habían enseñado, demostrando con ello el importante aporte que
la cultura alimentaria indígena y campesina puede hacer al desarrollo de
una cocina chilena con identidad, basada en la conservación y uso de la
biodiversidad
regional.
No quedó lo suficientemente claro cual fue el aporte que los chefs
hicieron a las curadoras, ni el modo en que este tipo de transmisiones
contribuye al fortalecimiento de la cultura alimentaria indígena y
campesina. Las actuales condiciones del sistema alimentario mapuche dan cuenta
de un importante proceso de pérdida y de debilitamiento a causa de
intervenciones de diversa índole, situación que ha venido siendo
tratada tanto por la epidemiología convencional como por aproximaciones
de tipo transcultural que incorporan a la variable de la interetnicidad en el
análisis de este proceso de deterioro progresivo del modelo alimentario
indígena. Este tipo de antecedentes no figuraron en la
presentación de la gastronomía mapuche, que no logró
revelar en la ocasión su desintegración por causa de los
múltiples factores que afectan la vida de las comunidades. La
gastronomía apareció como un ámbito casi exclusivamente
vinculado con temas de género, relaciones sociales y productividad
agrícola, no habiéndose incorporado en el enfoque del trabajo su
dimensión crítica, y por tanto no habiendo contribuido con
él a la discusión política y cultural más
amplia.
La
mención anterior cobra sentido en coherencia con los importantes
hallazgos que el proyecto analizado va logrando en el ámbito alimentario,
y podría llegar a plantearse como una debilidad a suplir por otras
experiencias. La reincorporación de la kinwa en el sistema productivo
mapuche posee una relevancia múltiple, que supera la de los logros
exclusivamente productivos e incluso nutricionales. La dimensión
identitaria de la producción agrícola y del comportamiento
alimentario hace del cultivo de la kinwa un ejemplo de expresión cultural
integral, toda vez que comporta en sí mismo una ideación respecto
de cómo conseguir a través del trabajo propio un alimento
“culturalmente digerido” desde generaciones pasadas. Su
proyección hacia el futuro implica la proyección de esta
ideación, y su reincorporación a la dieta mapuche ha de demostrar
que el acto alimentario supera los límites de la supervivencia, siendo
ampliamente sustentado por asignaciones de tipo simbólico, gustativo e
identitario.
4.4.
Relación programa institucional y sistema social y económico
mapuche local
En
su formulación, el proyecto proporciona antecedentes respecto a los
orígenes del cultivo de la kinwa y a las características de dicho
cultivo entre los mapuche. Considera, por sobre todo, condiciones de tipo
ecológico - productivo que fundamentan la propuesta: “son las
únicas adaptadas a foto períodos largos, capaces de producir en
condiciones más frías y húmedas, y en suelos más
ácidos”. Asimismo, evalúa debilidades en el sistema
productivo indígena, causa a la que atribuye el estado de marginalidad en
que diagnostica el cultivo de la kinwa.
Desde
este mismo enfoque productivo-comercial, el proyecto se asienta en los
siguientes supuestos en torno a las características del cultivo
tradicional:
“El
cultivo tradicional de kinwa ha utilizado prácticas inadecuadas, como
fertilizaciones no planificadas, ni adaptadas a las demandas del cultivo, lo que
ha provocado bajos niveles de rendimiento y de producción”. Llama
la atención la ausencia de información respecto a las finalidades
y usos de la producción tradicional, en la cual se habría
encontrado sentido a lo que el proyecto asume como “prácticas
inadecuadas”. En su versión original, si bien el proyecto destaca
que el cultivo de la kinwa se origina y se extiende desde antaño en los
distintos grupos indígenas de la región andina y centro sur del
país, no menciona la preexistencia de lógicas productivas y
ecológicas diversas, catalogando el estilo productivo previo como
“inadecuado” y carente de métodos apropiados. El proyecto
aporta la incorporación de las dos dimensiones antes mencionadas
–manejo agronómico y comercial-, propias de una lógica
productiva culturalmente definida, cuyas finalidades se diferencian radicalmente
de las experimentadas por el estilo productivo prístino.
El
proyecto posee una orientación marcadamente transformadora del estado
actual de la producción de kinwa. En este sentido, se mantiene en su
formulación la ausencia de la visión local del cultivo,
investigación en torno a la lógica cultural de la
producción de kinwa y el análisis del proceso de
transformación productiva en un contexto de intervención
científico-tecnológico amplio, como es el que suscita el proyecto.
La orientación del proyecto original es marcadamente productiva y
comercial, insistiendo constantemente en las potencialidades del cultivo de la
kinwa dada la demanda internacional creciente. La pretensión de
transformar en “productores comerciales” a los
“agricultores” que han conservado el cultivo tradicional es
coherente con los objetivos político institucionales del financiante de
la iniciativa, argumento que responde a las carencias y ausencias de
información y enfoques antes señalados. Este último factor
habría probablemente impedido la contextualización amplia del
proyecto –en un sentido histórico, cultural y social- y la
consideración del conocimiento local como variable de
trabajo.
Respecto
a este último aspecto cabe señalar la necesidad de reconocer las
razones que limitan el potencial de acción de proyectos definidos como
económico-productivos que ineludiblemente arrastran un componente social,
político y étnico-cultural. En este sentido, la categoría
de la “innovación” posee facetas explícitas e
implícitas necesarias de distinguir, más aun si constituye el
canal conceptual a través del cual se establece y fluye la
comunicación entre el financiante, los ejecutores y los beneficiarios,
como es el caso de este proyecto. La innovación agraria constituye el
marco lógico de la iniciativa, el fundamento y la expectativa
última de su ejecución. Responde a su vez a intereses dirigidos
desde contextos globales hacia contextos locales, y se basa, por tanto, en
categorías y supuestos de integración y desarrollo necesariamente
compatible con la concepción global. Evidentemente esto no es discutible
desde el punto de vista empírico, por cuanto constituye la realidad que
opera y que organiza los procesos actuales. La discusión en torno a la
pertinencia o no pertinencia de apoyar la expansión de este tipo de
lógica corresponde más bien al nivel científico y
sociopolítico, principalmente a aquellos ejercicios técnicos y
profesionales que asumen una conexión entre los distintos tipos de
conocimiento involucrados en procesos de desarrollo de sectores rurales e
indígenas. Según nuestro análisis, el proyecto indagado
posee todas las condiciones para ser evaluado desde múltiples puntos de
vista, pudiendo ser de vital importancia la consideración de variables de
proceso en la elaboración de conclusiones propositivas con miras a nuevas
acciones en el ámbito económico y productivo mapuche. Como
variables de proceso entendemos a todas a aquellas condicionantes que fueron
reorientando la ejecución misma del proyecto, y que finalmente
permitieron o inhibieron la acomodación entre la idea original y las
familias participantes. Asimismo, resulta imprescindible reconocer los riesgos
del compromiso y la adopción de marcos lógicos tales como el de la
“innovación”, dada la externalidad de su propia
construcción y las dificultades empíricas de responder plenamente
a sus intereses. Una salvedad para este tipo de circunstancias en que el
financiante establece rígidamente el marco ideológico de la
iniciativa puede darse al establecer sus conceptualizaciones como
categorías de análisis, y en la capacidad de las instituciones
ejecutoras de proponer e interesar a los financiantes en un sometimiento de sus
categorías a la lectura múltiple, a fin de valorar sus
posibilidades en contextos diversos. Los proyectos productivos poseen siempre
esta posibilidad la que hasta la fecha ha sido notablemente ignorada.
Consideramos que el interés explícito de algunas instituciones
como la que ejecuta este proyecto, por concertar ideas disímiles en torno
a la producción podría verse fortalecido con la
incorporación de objetivos de carácter más amplio, que
permitan el análisis de los procesos de interrelación desde un
punto de vista más amplio. En caso de que este tipo de objetivos
–entre los cuales nos parece fundamental el de tipo político- no
fuese compatible con los intereses de los involucrados –financiantes y
ejecutores- ha de considerarse el riesgo de que los proyectos puedan seguir
careciendo de comprensión integral fundamentalmente por parte de los
usuarios o beneficiarios, reproduciéndose históricos problemas de
comunicación interétnica propios de la transferencia
tecnológica convencional.
5.
La propuesta del etnodesarrollo. Sus posibilidades de aplicación en
población
mapuche
Respecto
a los estilos de desarrollo de los pueblos indígenas, se ha puesto cada
vez más en boga el uso del concepto de “etnodesarrollo”.
Así es también en Chile, donde tanto Ongs, sectores del Estado, y
las propias organizaciones indígenas hacen uso de tal término. Sin
embargo no parece claro que los diferentes utilicen significante con igualdad de
significados. A este respecto deseamos plantear algunas cuestiones
básicas de ideas que parecen esenciales al etnodesarrollo, en su sentido
de estilo de desarrollo con características socio-culturales propias e
intrínsecas a lo que han sido los pueblos indígenas, en el
sentido común de este término.
Existen
al menos tres usos del concepto etnodesarrollo, de los cuales uno es
específicamente significativo en lo cultural:
- Primero,
es común que etnodesarrollo sea la etiqueta para referirse a cualesquier
programa de "desarrollo", dirigido a grupos étnicos, desde estructuras
locales o nacionales. Es el uso no específico del término, ya que
su única particularidad residiría en connotar acciones o programas
dirigidas a población de raíz indígena;
- En
segundo lugar, el etnodesarrollo es un enfoque y una metodología de
trabajo para el "desarrollo" de los grupos étnicos, que busca la
participación de la población étnica y/o la
consideración de sus necesidades, aspiraciones y patrones culturales,
para fundar políticas "indigenistas" (es decir apropiadas para una
población que tiene una situación "especial" en las sociedades
nacionales). Cuando se habla de este tipo de etnodesarrollo frecuentemente se lo
complementa utilizando marcos como los de Bonfil Batalla (del control cultural),
para enfatizar el peso que la cultura propia y la apropiada por las culturas
indígenas debe tener en los procesos de desarrollo indígena, y/o
en la consecución de un “desarrollo con identidad”,
enfatizando la cultura y grados de autonomía la participación
indígena.. Este es la acepción mas compartida respecto de
etnodesarrollo, en general por los gobiernos y agencias como por
representaciones o liderazgos indígenas, generalmente ligados a aparatos
de Estado.
No
obstante existe la posibilidad de una concepción más radical
culturalmente, que señala que el etnodesarrollo implica una
organización cultural y socioeconómica-política, en base a
grupos locales semi-autónomos o autónomos. Esta posición
implica una postura anti-"desarrollista, en el sentido del tipo de desarrollo
conocido por "el hombre occidental", reclamando que el desarrollo
indígena es un “otro desarrollo” y que en el mundo
contemporáneo las propuestas o los modelos de la sociedad occidental han
fracasado.
Los
elementos conceptuales más relevantes en esta visión son:
- La
crítica al concepto e idea de "desarrollo", como se entiende usualmente
en las ciencias económicas y políticas, es decir, como procesos
ligados a la producción, acumulación y distribución de
bienes y servicios, al aumento de la productividad y al crecimiento
"económico"; (la crítica implica, obviamente, el rechazo de los
indicadores de desarrollo y de productividad comúnmente utilizados, como
ingreso per cápita, tasa de productividad, renta nacional, PGB, PNI,
etc.).
- La
idea que el concepto esencial no es el de desarrollo, sino el de "calidad de
vida", y que éste debe ser medido respecto de la satisfacción de
necesidades humanas, y de las condiciones para que se obtenga tal
satisfacción en forma socialmente equitativa, culturalmente apropiada y
ecológicamente sustentable.
- La
crítica a los supuestos occidentales, y a su ciencia económica,
que oponen Hombre-Naturaleza, y que fundamentan en el grado de dominio de
ella uno de los componentes de la idea de “progreso”, llevando,
entre otros, a sobrepreciar el nivel de avance tecnológico en sí y
a deteriorar o destruir definitivamente, los recursos y ambientes naturales de
todo tipo. La crítica sostiene un concepto menos antropocéntrico,
que entiende al Hombre como una especie biológica más, que es
regida y afectada por las leyes de la naturaleza, y que postula que la
Naturaleza no es inagotable, que los medio ambientes y sus recursos no son
libremente alterables y que por ende no funcionan ni se regulan por leyes del
orden económico.
5.1.
Etnodesarrollo y culturas indígenas
El
etnodesarrollo ha incorporado al tema del desarrollo campesino el de las
relaciones entre fenómenos culturales y económicos en el seno de
las poblaciones. Sobre todo se ha referido al campesinado que sostiene formas y
estructuras culturales indígenas revisando algunas categorías
tradicionales en el análisis antropológico económico, como
los conceptos de "modos de producción", "formación
socioeconómica" "valor de uso", "economía mercantil simple",
etc.
La
consideración de los aspectos culturales que impactan en la
organización económica campesina supone que la cultura debe
analizarse como una forma de organización, y reproducción -en un
espacio y tiempo dados- de los recursos que en contextos
ecológico-demográficos determinados maneja una población,
buscando proveer satisfacción de necesidades y demandas, de acuerdo a
pautas y valores particulares.
Esta
definición se debe utilizar respecto a los mapuche, en tanto esta
población usa marcos de referencia -implícitos o
explícitos- de base cultural para adoptar decisiones "económicas".
La cultura aparece operando sobre factores estructurales de base, entre los que,
al menos, se hallan:
- Las
formas de ocupación, utilización y organización del
espacio, -o territorio en sentido amplio- el suelo y la tierra, y los recursos
naturales y no naturales, teniendo particular relevancia las formas de acceso,
usufructo, posesión y sucesión de los recursos;
- Los
ciclos de reproducción demográfico-económico de las
familias campesinas, que pueden determinar en forma fundamental las opciones
económicas de mediano y largo plazo; a este respecto la
consideración de dicho ciclo exige estudiar, entre otros, los patrones de
matrimonio y residencia en el territorio y los niveles de redes de relaciones,
integraciones y estructuras que a partir de ellos se construyen entre las
unidades sociales, y que en diversos ámbitos influyen la
organización económica.
- Las
estrategias de utilización de los tipos de fuerza de trabajo disponible,
individual, familiar y colectiva, en el predio y al exterior de éste,
- Las
conductas relativas a la generación y aceptación de
tecnologías.
- Las
estrategias de producción y consumo en la unidad familiar y en el
territorio.
- Las
formas de relación, uso y preservación de los recursos
medioambientales en general.
Por
consiguiente, detrás del debate y acciones relativos al desarrollo de
poblaciones campesinas indígenas, está el problema del
conocimiento acerca de las peculiaridades culturales de sus sistemas
organizativos, que es necesario considerar. De acuerdo al tercer enfoque del
etnodesarrollo mencionado, rasgos culturales esenciales de las economías
indígenas serian:
En
lo económico
Las
economías indígenas son economías de reciprocidad, del don,
en que son definitorios:
El
acceso de los medios de producción a quien los requiera. En el caso
indígena el territorio, la tierra y sus recursos son los que permiten
practicar la reciprocidad, y con ello la identidad y la etnicidad. Por ello los
medios de producción y los recursos no podrían ser objeto de
apropiación privada o externa, ni de explotación indiscriminada, y
su usufructo (o tenencia) debería estar garantizado, incluso
jurídicamente, para todos los miembros del grupo en el
tiempo.
Un
componente cosmovisional por el que el individuo se concibe sólo como un
usufructuador temporal de recursos, ya que éstos están legados a
las generaciones humanas en el tiempo, -por dioses y antepasados. Respecto de
ellos cada individuo tiene una responsabilidad de sustentabilidad,
estableciéndose un fuerte sentido de responsabilidad colectiva y moral
frente al medio ambiente, anticipatorio del que formularían en occidente
las propuestas de desarrollo sustentable y sostenible.
La
existencia de fronteras propias de territorialidad
físico-económica, imprescindible para hacer posible la
preservación de la organización socioeconómica de los
recursos en un espacio propio, y por tanto la reproducción de los
sistemas reciprocitarios. La necesidad de una "frontera" sería
insoslayable pues sin ella las situaciones de contacto interétnico y de
intercambio desigual con la sociedad dominante potenciarían el
desencuentro entre tipos de economías de lógicas y bases
culturales diferentes, en la que una (la indígena) pasa a ser funcional
al crecimiento de la otra, pues por sus operaciones de reciprocidad y don
generaría la rápida transferencia de riqueza y bienes hacia la
economía no indígena, llevando al quiebre del stock básico
que sostiene a la modalidad de organización étnica. Este proceso,
común en la llamada modernización campesina, en el caso
indígena terminaría desestructurando las posibilidades de
desarrollo del colectivo indígena, y facilitando los quiebres internos en
su organización económica cultural al favorecer, entre otros, la
aparición de estratos y élites internos que basan su poder y
prestigio en la relación y adscripción con la economía y la
lógica de la sociedad mayor, y al dejar como actores “inviables y/o
residuales económicamente” a quienes aparecerían
“aferrados” a las formas tradicionales de organización
socio-productiva.
El
logro de status, prestigio, y poder por el hecho de la reciprocidad y no por la
adquisición de riquezas, o por el control individual de recursos y medios
productivos son unos de los aspectos que han definido las economías
indígenas. Gran parte del poder y status en sociedades indígenas
devienen como tales cuando los sujetos hacen del don la norma práctica
social, -por ejemplo a través de la redistribución, el intercambio
simétrico, el uso colectivo de la fuerza de trabajo o de recursos, etc.
Ellos son parte fundamental de los mecanismos que permiten construir y mantener
las redes sociales integrales o globales indispensables para la
reproducción socioeconómica.
Consecuentemente
la regulación de la función y los procesos económicos
parece sostenida en gran parte por pautas de consumo grupal/colectivo y de
donación, a través de procesos de redistribución, y de
contextos ritualizados de consumo social. (Como en gijatun, mingaco, mano
vuelta, formas de ayuda mutua, trueque, préstamos circulatorios de
recursos productivos de diversa índole, calendarios festivos y sagrados,
etc.).
Por
ende las economías campesinas indígenas no tienen por objeto
maximizar individualmente la producción, la rentabilidad, la eficacia
tecnológica o desarrollar procesos de acumulación de capital,
sino prioritariamente mantener ciertos niveles de satisfacción de
demandas básicas y de necesidades y obligaciones culturalmente
determinadas. Obviamente la primera necesidad de todo grupo es la
reproducción en el tiempo, y para cada unidad de un colectivo
étnico ello depende de su inserción en la red de relaciones
socioculturales a que se pertenece en un territorio o espacio determinado. Por
tanto es la pertenencia, mantención y fortalecimiento de la red lo que
asegura la reproducción económica-biológica de cada unidad.
Es
por ello que el priorizar estas redes y su mantencíón, las
conductas consecuentes de los miembros indígenas aparecen ante la
lógica económica occidental como incomprensibles y se etiquetan
como formas de economías "flojas", "blandas", "de despilfarro",
“resistentes al cambio”, “frías”, etc.
En
relación a los puntos señalados, y desde el enfoque de control
cultural, se plantea también la "evaluación" de la cultura
campesina indígena a la luz de demandas, procesos y condiciones del mundo
actual (relativas a tecnologías, información, avances
científico-tecnológico, educación, etc.)
señalándose que es desde la matriz de la cultura que
debería satisfacerse los requerimientos determinados por los actuales
modo de vida, siendo deseable que las propias comunidades adecuen a sus marcos
socioculturales los elementos y ofertas que provienen de la sociedad nacional.
En el marco de un programa étnico de etnodesarrollo esto supone que debe
"negociarse" la construcción de la cultura propia, asumiendo y
apropiándose pragmáticamente lo relevante de culturas y sociedades
con que se está en relación o contacto.
En
lo cultural, el etnodesarrollo plantea
La
Autonomía cultural (Control cultural) en procesos y actividades en las
áreas de propiedad, tenencia, usufructo, producción,
distribución y uso de los medios de producción y sus elementos
culturales, sus contextos, recursos y condiciones respectivas.
La
autonomía cultural supone, en una esfera más amplias, la
apropiación, el rescate y la valorización de la cultura en todos
sus órdenes, y en sus contextos ceremoniales-rituales. Los elementos
esenciales de la autonomía y reproducción cultural propios son,
al menos:
- la
memoria oral
- la
palabra y la lengua
- la
historia
- el
conocimiento en sus diversos ámbitos
- los
símbolos significativos
- los
valores
Dado
que los pueblos indígenas en general viven en sociedades nacionales como
grupos política y culturalmente dominados, el etnodesarrollo plantea que
el control cultural supone no sólo la acción en y desde el grupo
étnico, sino que demanda y requiere marcos de tipo
jurídico-políticos que permitan su ejercicio, fundamentalmente los
establecidos mediante el reconocimiento jurídico constitucionales de
pueblo indígena y de los derechos respectivos a territorio,
autodeterminación y autogobierno.
En
lo Político-económico
Este
es el ámbito donde puede presentaría propuestas menos
homogéneas, ya que se implican fenómenos complejos y de gran
debate ideológico Las proposiciones básicas pueden identificarse
del modo siguiente, considerando que pueden darse variantes con combinaciones de
elementos de cada una:
La
proposición de que es fundamental reconstituir la organización
primigenia (social, económica, política o cultural) étnica
pasada, quebrando o realizando un proceso de cierre respecto a las estructuras
fundamentales de la sociedad nacional (son los casos, por ej. del llamado
indianismo extremo, los movimientos de reconstitución del incanato, del
Tawantinsuyo, etc.).
Las
proposiciones respecto a un etnodesarrollo de base "política", que
plantea la autonomía cultural y política de la sociedad
étnica en la sociedad contemporánea, con una organización
económica funcionando en dos esferas: una interna (autónoma y
autogestionada), y otra externa y autocontrolada, dirigida hacia el sistema
nacional e internacional. Se justifica esta doble organización por una
parte en base a criterios de realidad: la existencia étnica ocurre
normalmente dentro de Estados nacionales; existe carencia de infraestructura
tecnológica científica étnica; hoy no es posible la
independencia económica absoluta -y autarquía económica-
etc.; y por la necesidad de controlar y proteger las fronteras y modalidades
económicas propias de la sociedad étnica de procesos resultantes
de la vinculación forzosa con sociedades o culturas ajenas y/o
dominantes.
Finalmente,
es posible la proposición de autonomías integrada
políticamente a la superestructura societal o estatal mayor, (o
semiautonomía política), reconociendo la inevitabilidad de las
dependencias políticas económicas en el Estado nacional, pero
demandando formas de autonomía y autogobierno en espacios
geográfico-políticos propios (por ej. en ciertas regiones), con o
sin frontera económica externa, y/o en ámbitos específicos.
Un ejemplo similar a tal proposición se da entre los indígenas
Kuna de Panamá, a los que se reconoce formas de autogobierno y
autonomía, flexibilizan la apertura de sus zonas a las formas de
economía neoliberal. y pueden desarrollar un comercio exterior propio,
pero sujeto a la normativa nacional. Esta tercera posición es
conceptualizada como etnodesarrollista porque pese a que normalmente obvia
aspectos fundamentales de sus postulados económicos, mantiene el marco
ideológico-cultural global de la propuesta de autonomía, incorpora
la demanda de participación política indígena en espacios
políticos nacionales, y las formas de autogobierno y co-gestión
en los territorios étnicos propios.
5.2.
Las posibilidades del etnodesarrollo mapuche
La
consideración de un posible etnodesarrollo mapuche debe partir del hecho
de que inicialmente él es posible sólo en las zonas o territorios
propios de reproducción de la vida económica cultural
indígena. En este caso en las áreas reduccionales mapuche. En
segundo lugar requiere examinar, aunque sea en forma somera, algunos aspectos
básicos que son posibilitadores de un etnodesarrollo, como los
siguientes:
La
mayor parte del pueblo mapuche continúa viviendo en un espacio que ha
servido como zona de refugio y de reproducción biológica y
cultural del grupo, espacio que continuará existiendo físicamente
por un largo período, las reducciones mapuche.
Pese
a los rápidos procesos de adaptación cultural de los
últimos decenios, parte importante del pueblo mapuche conserva aún
mucho de las creencias y prácticas tradicionales de su cultura, de sus
concepciones cosmológicas y de su lengua; su sentido de identidad como
pueblo y como población que históricamente ha sido dominada,
discriminada y desposeída por procesos del Estado y sociedad nacional. La
autodefinición y reconocimiento étnico ha permanecido, e incluso
se está reforzando por factores externos e internos que afectan la
realidad indígena, de modo que se viven momentos decisivos en torno a
fuertes procesos de recuperación y revitalización
sociocultural.
El
pueblo mapuche ha estado viviendo un proceso de construcción de
organización étnica que intenta ser portavoz de sus demandas ante
la sociedad nacional, y sea cual sea la opinión sobre estos intentos y
sobre la diversidad organizacional, ellos pueden ser la base, en ciertas
condiciones, de organizaciones representativas de gran fuerza
étnica.
Así
también, el pueblo mapuche cuenta con instituciones de desarrollo con
sentido identitario, que en su composición y objetivos tienen claro
carácter étnico, que buscan mantener o recuperar las formas
organizacionales y las orientaciones hacia un desarrollo propio. Ellas pueden
evaluar su rol y objetivos étnicos a largo plazo, definir concepciones
cercanas al etnodesarrollo y diseñar procesos y experiencias tendientes a
él en sus zonas de operación.
La
existencia de las condiciones anteriores deberían llevar a evaluar los
espacios y planos de poder con que se cuenta, en el propio medio indígena
y desde las legislaciones o políticas de Estado. Una cuestión
crucial en este aspecto es la necesidad de redefinición de las
áreas de desarrollo indígena que contempla la última ley,
para convertirlas de espacios en donde se focalizan los escasos recursos
sectoriales a zonas de operación de articulaciones organizacionales de
base, que definan vías de desarrollo propios, particularmente en aspectos
político-económicos, educacionales, ambientales y
culturales.
Para
ello existen además condiciones externas ventajosas, como la relevancia
de la discusión contemporánea acerca de las vías y tipos de
desarrollo, que enfatizan las formas de desarrollo sostenible y sustentable, el
desarrollo local, el desarrollo humano, el desarrollo de base, el
territorial-cultural, etc.
Asimismo
la evaluación del impacto negativo de las políticas que se ha
sostenido y propuesto como desarrollo para los pueblos indígenas y el
pueblo mapuche –a lo que las propias organizaciones de desarrollo mapuche
también han contribuido- como por ejemplo los cambios drásticos de
sus patrones culturales, la uniformación con las categorías
sociales pobres de la sociedad, el quiebre de su racionalidad económica,
la emigración laboral, la desintegración como etnia en el control
de su territorio, en sus modalidades organizacionales y en las metas que
orientan sus actividades- ha llevado a que hoy los organismos internacionales,
como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las Naciones
Unidas, dediquen esfuerzos, recursos y sugerencias para la planificación
y ejecución de proyectos de desarrollo participativos y culturalmente
apropiados para las sociedades indígenas. Ello constituye un cambio de
importancia respecto al escenario de hace dos o tres décadas y favorece
las condiciones de oportunidad para demandas de etnodesarrollo.
También
en el plano internacional, los pueblos y los diversos movimientos étnicos
constituyen una fuerza y una instancia de debate político de importancia
en la arena política actual. A nivel mundial crece la conciencia en torno
a su desmedrada situación y a la legitimidad de su lucha. Hoy es
necesaria la coordinación entre los movimientos, instituciones y
organizaciones de diverso tipo, particularmente respecto a cuestiones
fundamentales (tipo de desarrollo, áreas de co-gestión,
autonomía, territorio, medio ambiente, derechos humanos,
explotación socioeconómica y política, reproducción
cultural, participación igualitaria, etc.), para que en un contexto de
mayor sensibilidad social y política, diversos sectores sociales sea
posible establecer hitos históricos en torno a reconocer las propuestas
de los grupos étnicos en Chile.
Desde
el punto de vista de la realidad reduccional de base que hace posible el
etnodesarrollo, permanecen desafíos a los que habrá que poner
atención de parte de la propia población, sus organizaciones y el
Estado. Entre ellos está:
- La
necesidad de reestablecer y readecuar la organización social natural y
local de los mapuches de áreas rurales, en el marco de los principios
culturales de relaciones sociales propios de la etnia; sólo la
construcción de una base social puede iniciar procesos y experiencias que
la conduzcan a reflexionar y a decidir acerca de las opciones de relaciones y de
cambio que deben enfrentarse en los distintos aspectos de sus vidas; hoy
más que nunca se elabora y se debate sobre modos de organización y
liberación del hombre, se producen nuevos instrumentos de conocimiento y
de trabajo con grupos humanos oprimidos y se generan experiencias, aún
locales, de construcción de nuevos poderes. Respecto a ellas se requiere
receptividad, y disposición imaginativa frente a la propia realidad
indígena.
El
punto anterior debe constituir un referente obligatorio de las acciones de
proyectos de cualquier tipo, y de los programas de desarrollo que se generan o
se dirigen hacia el grupo étnico. En tal sentido toda iniciativa y
acción debe anidarse o relacionarse con actividades socioculturales de
las comunidades, dirigidas a fortalecer su autonomía y la
validación de su identidad y estilo de desarrollo propio,
Las
acciones emprendidas en las comunidades deberían tratar de abarcar campos
de interés relacionados, de parte del mundo indígena, como por
ejemplo la organización social, la medicina tradicional, los derechos
sobre recursos naturales, el control y autogestión de procesos de
comercialización, de sistematización de tecnologías
apropiadas, etc. fortaleciendo los recursos locales, el capital y conocimientos
social colectivo, y las capacidades endógenas de manejo de procesos de
transformación económica-cultural.
De
modo paralelo, las comunidades deben organizar la participación colectiva
en los programas y en los enlaces provenientes de la sociedad mayor, por
ejemplo, en las postas rurales, en los programas escolares, en los proyectos de
Ongs, en comités de agricultores y de transferencia tecnológica,
en los programas del Estado y de sectores privados, en los proyectos de
investigación de Universidades, etc. La racionalidad cultural debe
ejercerse para dejar de ser mero receptor pasivo e individual de las ofertas
provenientes del mundo externo, y a veces de las propias instancias
indígenas. Ello es una condición sine que non de cualesquier
posibilidad de etnodesarrollo y de construcción de una cultura propia,
asumiendo lo relevante de las culturas en relación o contacto desde un
marco de objetivos independientes, consecuentes con la tradición y
definición sociocultural e histórica de la
población.
5.3.
Algunas recomendaciones
Dejando
de lado las condiciones jurídico-legislativas y administrativas que
posibilitarían un etnodesarrollo, existen a la fecha condiciones para
implementar aspectos pertinentes y posibilitadores de él. Al respecto
queremos mencionar un par de cuestiones que nos parecen fundamentales para el
caso mapuche en la región:
Es
necesario abordar ya el tema del desarrollo campesino indígena con una
perspectiva integral, interdisciplinaria, lo que exige la existencia de equipos
de trabajo y de estudios en que participen profesionales de las ciencias
sociales, profesionales mapuches, y representantes de las propias comunidades
indígenas. Ello debe ser una demanda y un componente al menos de las
políticas de los organismos de Estado.
Es
urgente y necesario estudiar e implementar programas de acción localmente
participativos, que se dirijan a la recuperación y promoción del
know how cultural y del capital social que las comunidades tradicionalmente han
poseído, en particular respecto a la producción sustentable y al
uso de recursos y capacidades colectivas. Esta es un área prioritaria, si
se considera las características de pobreza, insuficiencia de apoyo
técnico cultural, y destrucción de recursos que viven las
comunidades.
Es
imprescindible y urgente que se establezca formas de investigación
acción participativas respecto de la realidad minifundiaria y campesino
indígena. Tanto la lógica de nuestro desarrollo, como la prioridad
de marcos neoliberales en torno al desarrollo del pequeño campesino, han
determinado que sea prácticamente inexistente la implementación de
unidades de investigación participativas en el propio medio
indígena. Ellas podrían establecerse en coordinación con
las escuelas, comités de agricultores de transferencia
tecnológica, directivas comunitarias, etc., y en ellas podría
ponerse en acción el acervo de conocimiento cultural práctico de
los miembros de las comunidades y formarse en investigación y
experimentación en pequeña escala a alumnos y miembros de las
comunidades, por ej, respecto de calidad y recuperación de suelos,
recuperación de cubiertas vegetales, selección de semillas,
generación de semillas apropiadas a la realidad local,
alimentación y sanidad animal, tecnologías apropiadas, usos de
energías, aprovechamiento de recursos botánicos, mejoramiento de
la artesanía tradicional, uso de tecnologías limpias de
pequeña escala, control biológico de plagas, uso de abono
orgánico, uso productivo y medicinal de plantas y elementos vegetales,
producción de tintura vegetal, análisis de calidad de aguas,
optimización de invernaderos, conocimiento y aplicación de
sistemas de cultivo en curvas de nivel, generación de actividades a
escala local de producción agroindustrial, etc., etc. Ellas y muchas
más se podrían apoyar en pequeñas estaciones de
investigación y experimentación co-participada en beneficio y con
control de las comunidades.
Ello
supone a la vez que las propias comunidades organizadas demanden al Estado y sus
organismos de investigación, así como a las universidades
nacionales y regionales, la implementación de programas co-participados
de investigación acción dirigidos a mejorar la calidad de vida de
la población indígena. Un aspecto decisivo acá es la
organización y participación de la comunidad en su gestión
de desarrollo, y en todas las etapas de los programas o proyectos, pues al menos
en la experiencia regional prácticamente nada de la escasa
investigación académica realizada en las comunidades ha sido en
beneficio de las propias comunidades. Una forma de motivar al ámbito
universitario, y de reorientar en un mayor sentido de compromiso social o
regional sus esfuerzos, puede ser la creación de un fondo financiero para
proyectos co-participados, entre Universidades y comunidades, que debidamente
cautelen los niveles de participación, evaluación y control por
las propias comunidades.
Finalmente, y
tal como lo han señalado estudiosos sociales y algunos mandos
técnicos, hoy se requiere que los cuadros de mandos y profesionales
públicos y privados que laboran hacia el mundo mapuche sostengan procesos
de reestructuración técnico-cultural de manera de adecuarse a las
necesidades y complejos desafíos técnico-culturales que son
propios de la realidad natural de las comunidades indígenas. Un tema
esencial de formación es la comprensión y conocimiento de
modalidades de participación y co-gestión que deben tener las
poblaciones indígenas en todo proyecto, cuestión que está
siendo ampliamente enfatizada por los organismos internacionales, incluso en
relación a la pobreza indígena, como lo señala una de las
autoridades del BID:
“Durante
la década del 1990 sin embargo, ha habido algunos cambios significativos
en el enfoque del BID en cuanto a la pobreza y el desarrollo indígena. La
Octava Reposición de Recursos establece que los mecanismos de
diseño y ejecución de los proyectos deben buscar el
fortalecimiento de la capacitación indígena para que puedan
hacerse cargo y ejecutar los proyectos de desarrollo”.
Un
ensayo reciente sobre la estrategia del BID en cuanto a la reducción de
la pobreza (Banco Interamericano de Desarrollo, 1997) realza la importancia de
los mecanismos de apoyo de las comunidades indígenas como activos claves
al diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo sostenible de base.
Según lo establece este estudio, es de vital importancia
–especialmente en los países con grandes poblaciones
indígenas- atender la dimensión sociocultural de la pobreza y
establecer estrategias de reducción de pobreza que se apoyen en una mejor
comprensión de la relación entre la pobreza y la variable
étnica”. (subrayado nuestro). (Cf. Pobreza y desarrollo
indígena, algunas reflexiones. Roger Plant. BID, Washington, D.C,
Diciembre de 1998 - No. IND-105).
Por
ello insistimos en que es imprescindible recuperar y fortalecer los niveles de
organización social entre los campesinos mapuches. Tanto las
consecuencias de los procesos históricos a que los ha sometido el Estado
chileno, como la influencia de procesos de modernización
socioeconómica ha desestructurado fuertemente los niveles e integridad de
las redes sociales internas de las comunidades. Como es obvio, en el caso
campesino no habrá mejoría de la calidad de vida si no existen
tipos de estructuraciones sociales culturalmente apropiadas, y que operen
según normas y lógicas democráticas conocidas por todos.
En este sentido uno de los problemas de los programas de gobiernos y de casi
todas las Ongs ha sido el no contribuir a la practica de la organización
democrática en la comunidad, pues o han favorecido –aumentando su
poder- a quasi-elites de intereses ya formadas, o han tendido a formar elites
familiares o networks que terminan controlando los bienes y servicios ofrecidos
y utilizándolos para acrecentar su poder interno y su posición en
la estructura social indígena. Entre otros ello lleva a que las restantes
unidades sociales no se motiven a la participación plena en los
programas o lo hagan –dada su pobreza- en tanto perciben que algún
monto de beneficio residual podrán recibir.
La información que se presenta proviene del documento
“Evaluación del Proyecto AFODEGAMA, Tomos I a IV”. Para
Catholic Relief Service y AID-USA, Temuco, 1983. Autores: Teresa Durán,
Alejandro Herrera, y Aldo Vidal
Versión de síntesis de trabajo original de A. Vidal
H.