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PARTE V:
Conclusiones generales


1. Ámbito productivo-ambiental histórico

El análisis de diversas fuentes respecto del estado del sistema hombre en el medioambiente a la llegada de los “conquistadores ibéricos”, así como los antecedentes expuestos en este trabajo, estarían indicando que los mapuches se desarrollaban en un ambiente rico en recursos naturales, con suficientes medios alimenticios para sustentar una alta densidad de población, obteniéndolos mediante la recolección, caza, pesca, ganadería de subsistencia y agricultura en pequeña escala. Dado la simpleza de las herramientas utilizadas por estos, las dimensiones y características de sus sistemas agrícolas, agroforestales y ganaderos, la abundancia de recursos, el hecho de no haberse desarrollado en su sistema social diferenciación ni formas de acumulación, los referentes cosmovisionales en relación a la integración del mapuche con la naturaleza y el medio que lo rodea, y el estado de conservación que hasta varios siglos después presentaba la Araucanía, son indicadores de que al parecer el impacto de la actividad económico productiva en los recursos naturales fue muy baja.

Pese a que en el período pre-reduccional (o de resistencia) la economía y sociedad mapuche se encontraba profundamente transformada (aunque no en forma homogénea), al parecer, la cosmovisión mapuche (lo cual considera el concepto de mapu, del cual forma parte el hombre, la naturaleza y los seres sobrenaturales) se encontraba intacta y esta actuaba a favor de la preservación de estos recursos, de forma mejor y más eficientemente que cualquier “legislación ambiental”. Pese a la gran importancia que adquirió la crianza de ganado, y el que llegado el momento (sobre todo en algunos períodos) los pastizales pasaron a ser un bien escaso, no se tiene registros o relatos que indiquen que los mapuche despejaran o quemaran zonas considerables de bosques para habilitar pastizales o áreas de cultivo. Tampoco hay registros de que hubieran sobre utilizado las praderas ni se haya producido degradación de suelos por esta razón.

Si bien es cierto, desde que fueron asignados los terrenos reduccionales a los mapuche, estos han tenido que aprender a vivir como los campesinos que nunca fueron (y que aún no son) y practicar una actividad agrosilvopastoril que en definitiva ha producido una presión tal en los recursos (producto de presión que imponen la satisfacción de las necesidades de subsistencia familiar), que ha llevado a su colapso y en muchos casos una extrema degradación. No es menos cierto también el hecho de que el grueso de la degradación pasada y presente de los recursos naturales del “territorio mapuche” no fue causado por la presión sobre los recursos por parte de una población pobre, sino que más bien desde un comienzo esta degradación a obedecido a demandas de mercados externos a la región y al país, y quienes la han realizado no ha sido tampoco una gran población pobre sino que una pequeña fracción de la población que buscaba enriquecerse. Es así como primero fue la actividad triguera con fines de satisfacer mercados de países extranjeros o zonas del país externas a la Región, luego del colapso de estos sistemas trigueros y del deterioro a los recursos que implicaron se implanta una nueva actividad (plantaciones forestales), impulsada por capitales aun mayores que los anteriores y con características de concentración de la propiedad y de las ganancias mucho más marcadas, así como también con serios efectos en los recursos naturales, el medio ambiente y las condiciones de vida de los mapuche.

2. Ámbito político alimentario

Análisis previos de la situación alimentaria contemporánea de las comunidades mapuche, permiten sostener su condición marcadamente dependiente de las circunstancias en que se ha vivido el proceso de contacto interétnico[116]. El análisis de fuentes bibliográficas y de fuentes orales contemporáneas han permitido corroborar esta afirmación, al reconocer la relación directa existente entre el proceso de incorporación al Estado chileno y el proceso de cambio alimentario experimentado por los mapuche. Aun no siendo la alimentación un ámbito de disputa o enfrentamiento político explícito, este representa un dominio cultural capaz de traslucir todos los impactos de la intervención cultural formal y espontánea, a través de la modificación estructural del sistema alimentario y de la incorporación de prácticas y estilos de consumo derivados tanto del contacto natural como de la precariedad económica.

El modelo de intervención pública reproducido estatalmente no explicita en sus objetivos todas las facetas de impacto: los sistemas alimentarios son permeables a las intervenciones implementadas en sus ámbitos afines, como los de salud, educación y desarrollo, in visibilizando su acción indirecta pero finalmente visibilizando y expresando este impacto cuando afecta a comunidades étnicamente diferenciadas.

A través de la ejecución de estos programas se ha podido constatar el fenómeno interpretado como el desplazamiento de la responsabilidad alimentaria, desde los propios individuos y familias hacia el Estado. Las consecuencias políticas de este desplazamiento es un fenómeno aun por indagar y por sobre todo, aun pendiente de la reflexión mapuche.

La alimentación mapuche depende formal y sustancialmente de las políticas agrícolas y su implementación, y si estas orientan la producción hacia el mercado y no a la subsistencia el desenlace más evidente es la modificación de las pautas de consumo. La reducción de la autosuficiencia alimentaria constituiría un efecto de la implementación de este tipo de políticas destinadas a fomentar la comercialización y la tecnificación de la agricultura. Existe una relación empírica entre aplicación de planes de desarrollo productivo y desintegración del sistema alimentario.

El hecho de que los programas alimentarios estén muy pocas veces acompañados de investigación respecto a las prácticas alimentarias locales induce a desconocer las características nutricionales del sistema alimentario de la población beneficiada. En este sentido, los programas alimentarios formalizados en los ámbitos de salud y educación se asientan en la ignorancia técnica respecto de los estilos de alimentación previos a la intervención, asumiendo como justificantes de su acción criterios dictaminados únicamente por la fusión nutrición- salud y las condiciones socioeconómicas de la población.

Según la tendencia democrática las intervenciones derivadas de políticas determinadas han de responder a demandas sociales, las cuales, en el caso de Chile no han sido hasta la fecha explícitas respecto a la alimentación, como sucede en otros países en que la producción y la sobreexplotación de recursos han generado escasez, hambre y elevados índices de mortalidad por esta causa. Según esta investigación, esta invisibilidad del aspecto alimentario en las demandas elevadas desde las organizaciones mapuche hacia el Estado se debe fundamentalmente a dos razones: la primera, que efectivamente el hambre no constituye un problema real en las comunidades, ya que, aunque escasos, siguen existiendo recursos para alimentarse, y las demandas contienen “prioridades” entre las cuales se destaca particularmente el problema de la escasez de la tierra; segundo, y en relación a lo anterior, está el hecho de que la demanda de tierra es según el propio discurso indígena “integral”, entendiéndose que a partir de su satisfacción serán resueltos otros problemas adheridos, entre los cuales mencionan todos los factores de desvanecimiento, desintegración y abandono cultural asumidos.

No existe ni por parte del Estado ni por parte de las organizaciones y comunidades mapuche la explicitación de la relación problemática entre política indígena y política alimentaria, lo cual constituye un riesgo principalmente para los mapuche al no validar al ámbito alimentario en tanto expresión de poder, y dejarlo a expensas de lo que la autoridad únicamente determine. Sólo cuando algunos dirigentes mapuche se han enfrentado al examen de definiciones tales como la soberanía y la seguridad alimentaria han valorado el sentido político de la alimentación, pero no han llegado a establecer demandas específicas en torno a la ejecución de los programas, situación que arrastra el desconocimiento generalizado y la receptividad pasiva de los beneficios estatales.

Para el caso de Chile, no resulta factible aplicar un marco interpretativo en que se valide a los actores corporativos como poseedores de movimiento y estrategias de acción autónomas y efectivamente dialogantes con el aparato público. En efecto, las organizaciones indígenas cuya aparición legal responde a las disposiciones gubernamentales diversas que han tenido la atribución de situar y resituar su presencia y su rol en la sociedad chilena, poseen una dinámica claramente delimitada por las pautas dispuestas para su existencia y su accionar. En este contexto, los discursos reivindicativos, por ejemplo, son completamente disfuncionales a la mantención de una relación armónica con el Estado, independientemente de la ideología política que fundamente a cada gobierno. Si bien algunos gobiernos han valorado ciertas condiciones vitales respecto a la presencia indígena en el país y otros han llegado a negar su propia existencia, las posibilidades de participación en la construcción y ejecución de políticas públicas siempre ha sido exclusiva del Estado.

3. Metodologías para el desarrollo

Los estudios nutricionales convencionales ratifican la causalidad productiva de los problemas alimentarios de las comunidades, los cuales podrían solucionarse a través del aumento de la disponibilidad predial de alimentos, dando mayor cobertura al cultivo de huertos, reutilizando productos y conociendo estrategias de cocina favorables a conservación de las propiedades de los alimentos. Por último, reconoce la necesidad de ampliar la investigación sobre alimentación mapuche, cuya finalidad sería “evaluar lo rescatable en la cocina mapuche actual”. Teniendo como referencia este tipo de análisis la reducción del hecho alimentario sigue siendo extrema, situación que se plasma en la programación y expresión de políticas alimentarias limitadas y descontextualizadas. La nutrición convencional sigue respaldando acciones fundamentadas exclusivamente en análisis componenciales de los alimentos y en interpretaciones básicas del estado alimentario de la población.

Reconocemos categorías reproducibles en el marco de la discusión interdisciplinaria y política, tales como “insuficiencias alimentarias”, “costumbres beneficiosas”, “restricciones nocivas y nutricionalmente adversas” y “problemas alimentarios”, entre los cuales podemos destacar los que no son de tipo nutricional. Esta es una base a la que debemos responder si aspiramos a participar de la comunicación inter científica y a que nuestros resultados puedan validar o refutar resultados de otra naturaleza.

Un caso atípico dentro del desarrollo de la ciencia nutricional. Desde una perspectiva que intenta ser intercultural, la nutricionista M. H., ha propuesto en el año 2001, un proyecto de investigación en torno al análisis componencial de los alimentos mapuche, cuya finalidad sería construir el esquema nutricional de las comunidades según fuentes reales, no ideales. Su propuesta se fundamenta en la consideración de la alimentación mapuche desde el punto de vista nutricional, sin intenciones transformadoras sino más bien de conocimiento y fortalecimiento cultural. Supone que los alimentos cotidianamente consumidos por los mapuche de las comunidades poseen una composición necesaria de conocer a fin de ubicarles en un esquema homologable a la pirámide convencional, el que podría entenderse y valorarse tanto desde el punto de vista técnico sanitario como cultural.

Esta investigación expone una alerta respecto de los ámbitos de impacto indirecto, destacando cómo el ámbito alimentario recibe efectos irreversibles para el proceso de restauración cultural. Esta investigación concluye que existiría coherencia entre el discurso de la autonomía cultural, y la participación en la gestión de los programas que directa e indirectamente están modificando negativamente el sistema alimentario mapuche, sin desconocer la necesidad de mantener tales programas y por tanto, la prudencia de su existencia. Precisando, la participación demandada, sería consecuente con la protección de un sistema alimentario que aun en franca desaparición, todavía conserva patrones que fortalecen la vitalidad cultural, tales como la comensalidad y los consumos rituales. No obstante, se requiere de un abordaje explícito, que permita autoreflexionar sobre el sentido de la alimentación para la recuperación identitaria y cultural, a la luz de situaciones cotidianas de experiencia alimentaria individual, familiar y colectiva.

4. Alimentación e identidad étnica

Las continuidades en la reproducción del sistema alimentario constituyen en el caso de la dieta mapuche indicadores de permanencia cultural de tipo gastronómico –se mantienen algunas formas de preparación, consistencia de ciertas comidas, preferencia por algunos sabores y aversión por otros. Esta permanencia gastronómica es diversa en tanto es observable sólo en determinados grupos de edad, y en individuos cuyo contacto con la urbe y la sociedad chilena es bajo.

Los factores de cambio, entre los cuales se destacan los promovidos por la intervención estatal – educación, desarrollo productivo y salud humana- han establecido distinciones entre lo que los propios mapuche identifican como “comida de antes “ y “comida de ahora”, “comida mapuche” y “comida wingka”.

La permanencia de la dieta mapuche se entiende como subyugada a la transformación. En otras palabras, observamos que sigue existiendo lo que podemos reconocer como la dieta de un grupo determinado, no exenta de cambios, adiciones y transformaciones, las cuales hipotetizamos son originadas a partir del contacto y la intervención desde el Estado y la sociedad chilena.

5. Enfoques para entender y ejecutar la capacitación

La capacitación ha de iniciarse en la propia discusión respecto del modo se vive la experiencia capacitadora. Se propone entender a los procesos de capacitación en su forma y contenido como estrategias que pueden ser utilizadas como instancias de intercambio y reflexión, a fin de mejorar la comprensión de la situación que la convoca. Igualmente valora el uso de metodologías expositivas y el acceso a conocimientos técnicos que efectivamente permitan un mejor uso de los recursos dispuestos por el contexto institucional. En este sentido, las instituciones siguen siendo aparatos reproductores de intenciones de fondo, promovidas ya sea por quienes les financian o bien por la filosofía que les fundamenta. La propuesta de este concepto no es otra que la de considerar variables de tipo histórico en la construcción de las relaciones entre los grupos puestos en contacto para fines de capacitación. Desde allí, será posible reconocer el trayecto que ha sido recorrido por el grupo capacitado, sus multiplicidades y sus fines, y en definitiva, el destino real que puede tener la experiencia capacitadora. Otro factor clave es el intercambio, cuya expresión está teniendo espacio creciente en la región. Cuando son las instituciones y sus funcionarios los que buscan comprender situaciones aparentemente confusas, se está debilitando el argumento prejuiciado respecto de dicha realidad.

Sigue siendo necesario replantear el tratamiento de la temática ambiental agregando el abordaje de factores de tipo cultural, a fin de considerar al conocimiento y entendimiento del proceso por parte de todos los actores involucrados como un criterio e indicador fundamental de sustentabilidad. Por otro lado, para la programación de acciones en el ámbito económico productivo hace cada vez más imprescindible el reconocer a los actores locales de acuerdo a sus categorías de autodefinición, atendiendo a su variabilidad y complejidad.

6. Respecto al desarrollo productivo y la innovación agraria

Dentro de los programas y proyectos de desarrollo productivo ejecutados en contexto mapuche es posible diferenciar entre tres estilos básicos, que a su vez se fundamentan en tres paradigmas distintos. Primero podemos encontrar a aquellos que claramente tienen sus bases en el “paradigma productivista” y que consideran a la modernización, tecnificación y aumento en los volúmenes de producción como las metas a seguir y la solución a los problemas de “los campesinos mapuche”. En segundo lugar podemos encontrar a aquellos que embebidos del discurso ecotecnocrático de los organismos internacionales hacen hincapié en la Insostenibilidad ambiental de pasados modelos de desarrollo agrícola, pero consideran que esta sostenibilidad se puede lograr utilizando de “buena forma” y “eficientemente” las mismas prácticas y sistemas causantes de la “insostenibilidad. Finalmente, principalmente a nivel de ONG y algunas instancias universitarias, podemos considerar un estilo alternativo a los discursos oficiales que poseen la particularidad de (intentar) incorporar conceptos de sostenibilidad “dura” con principios de participación, pertinencia y respeto cultural, autogestión, etc.

Tanto la homogenización bajo la idea de “campesino”como el evidente modelo productivista que siguen los programas de “desarrollo agrícola” promovidos por el estado (donde la solución a todos los problemas pasa por un aumento en los rendimientos, “modernización” e incorporación al mercado), ignora por completo la organización social, cultura y conocimiento tradicional mapuche. Implícitamente en estos programas, tal como en el modelo que siguen, se considera a la cultura y conocimiento tradicional como un obstáculo a la modernización y a la “eficiencia productiva”, correspondiendo a conductas y prácticas que se requieren modificar. De esta forma su aplicación masiva en contextos mapuche presenta serios riesgos de profundizar el proceso de erosión sociocultural al que históricamente han sido sometido.

La experiencia respecto de la aplicación de programas y proyectos basados en los paradigmas productivistas y de “sostenibilidad oficial” en contextos de sistemas familiares con superficies y recursos reducidos (especialmente indígenas latinoamericanos), ha mostrado su insostenibilidad e inviabilidad crematística en el mediano y largo plazo. Es así como, por lo general, luego de terminados los proyectos o programas (y los subsidios para la “modernización que estos incluyen), tanto los ingresos como las condiciones de vida de los “beneficiados” suele incluso llegar a niveles más criticas a las que se encontraban antes de participar el proyecto/programa. Las causas de esto último se encuentran en la perdida de sistemas de conocimiento y prácticas tradicionales, generadas mediante un proceso de coevolución sociocultural-natural, que habrían permitido la reproducción de estos sistemas durante cientos de años.

En el ámbito económico-productivo la categoría de la “innovación” posee facetas explícitas e implícitas necesarias de distinguir, más aun si constituye el canal conceptual a través del cual se establece y fluye la comunicación entre el financiante, los ejecutores y los beneficiarios. La innovación agraria constituye el marco lógico de muchas iniciativas, el fundamento y la expectativa última de su ejecución. Responde a su vez a intereses dirigidos desde contextos globales hacia contextos locales, y se basa, por tanto, en categorías y supuestos de integración y desarrollo necesariamente compatibles con la concepción global. Esta investigación estima la necesidad de promover la discusión entre organizaciones mapuche e instituciones respecto de los orígenes y finalidades de conceptos como éste.

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Material web: www.conadi.cl, www.indap.cl, www.mideplan.cl, www.conaf.cl, www.amra.cl , www.origenes.cl


[116] Ver: Informe de Avance de la presente investigación, Campos, L., (1996) y Carrasco, N., (2002-03),