b) Período de la
“Asimilación forzosa”
Es una etapa en la que, en el
plano internacional, ocurren también procesos semejantes, enmarcados en
una expansión del capitalismo mundial sobre tierras, territorios y
culturas que hasta ese momento habían permanecido fuera de su alcance. La
mayor parte de los observadores de esas primeras décadas del siglo XX,
creen que las poblaciones indígenas van a sucumbir ante la presión
y, a veces, ataque frontal, de que son
objeto.
Es lamentablemente el momento en que las diversas historias que en este texto se
relatan, se unen de una manera a veces terrible, en una sola historia, la de las
relaciones entre el Estado chileno, la sociedad chilena y los Pueblos
Indígenas de Chile, historia que oscila entre la reducción
territorial y el exterminio. Hasta ese momento, han sido por lo general
historias separadas, independientes unas de otras. A partir de este momento, el
Estado tiene una política común que se expresa en Isla de Pascua,
en los valles y altiplano chilenos, Tierra del Fuego y la costa de Temuco. El
Estado y por ende la sociedad, asumen el costo de esas políticas y sus
responsabilidades.
Es muy importante
señalar que las políticas aplicadas a los indígenas durante
este período (1881 a 1931), son debatidas en el Congreso nacional,
adquiriendo el estatus de leyes de la República, y no son simplemente el
resultado de la acción improvisada de aventureros, agentes
espontáneos o situaciones incontrolables, que si bien las hubo, siempre
estuvieron sujetas a las leyes y a la acción del Estado.
Va a ser en esta época,
en la que se producirá una grieta insalvable entre la vida chilena
santiaguina y la forma de vida de los indígenas del sur de Chile. Se
pensaba a los mapuches, especialmente, como una “raza” en
decadencia, degradada por el alcohol; eran, a los ojos evolucionistas de la
sociedad criolla, seres que estaban muy lejos de ser los héroes
relatados por Alonso de Ercilla. Se multiplicaban los artículos en la
prensa que se referían en términos similares a los pobladores de
la Araucanía. El país comienza a formarse una imagen falsa de los
indígenas del sur, y circula la idea de que los mapuches además de
estar acabados, eran cada vez menos. Comenzó a afirmarse que quedaban muy
pocos indígenas en el sur y que las tierras estaban desocupadas. El
país del centro se imaginó algo que no era tal, pero que le
servía para justificar la ocupación de la Araucanía y
someter a los indígenas al régimen reduccional.
En
lo concerniente al proceso de ocupación de la Araucanía, hay un
primer momento que se ha denominado “colonización
espontánea”, consistente en la penetración y
ocupación de tierras en territorio mapuche por parte de chilenos, desde
la primera mitad del siglo XIX. Para el caso pehuenche este proceso
comenzará antes, ya que la “infiltración chilena” se
inicia en 1840 con el ingreso de hacendados, que arriendan pastizales e internan
ganado. Esta primera etapa de apropiación efectiva, será la base
para un posterior y rápido proceso de incautación de tierras
mediante compras de carácter fraudulento. En el caso huilliche, esto es
al sur del río Toltén, inmediatamente producida la independencia
se intensifica el proceso de compras de tierras indígenas con el
posterior establecimiento de haciendas, situación que venía desde
la época colonial. Durante la colonia existía un estricto control
sobre estas compras, el gobernador de Valdivia le encargaba a “los
capitanes de amigos”, al “Comisario de naciones”, una serie de
trámites destinados a verificar los límites y condiciones de las
compras. Sin embargo, a partir de 1820 las normas dejan de respetarse y se
ignoran. En vista de esta situación, el Intendente José de
Cavareda decide reponer el cargo de Comisarios de Naciones, siguiendo el modelo
que imperaba durante la colonia. Estos funcionarios van a entregar entre 1824 y
1848 los denominados Títulos de Comisario a los caciques de la zona, por
lo que las familias huilliches no tan sólo tendrán la
posesión material de sus predios, sino también el reconocimiento
legal del dominio.
Un
segundo momento de ocupación de las tierras mapuches, tiene
relación con políticas explícitas del Estado. En 1866 se
dictan las primeras leyes de ocupación que, entre otras materias,
establecen al territorio mapuche como zona de colonización, declarando
sus tierras como fiscales. Con ello se buscaba evitar que éstas fueran
apropiadas por aventureros y especuladores que no dejaran espacio para la
colonización extranjera, objetivo primordial de las autoridades.
Los
mapuches resisten esta invasión chilena hasta 1881, año en que
entran las tropas del ejército chileno. En el caso pehuenche, la guerra
osciló entre el ejército chileno y también el argentino. En
1880, como consecuencia de la primera fase de la “campaña del
desierto” -como se denominó a la acción del ejército
argentino respecto a los indígenas del sur de la nación Argentina-
14.000 indígenas son reducidos, hechos prisioneros o muertos. Muchos se
van a refugiar en la cordillera. Después de ocupada la Araucanía,
el ejército chileno se dirige al Alto Bío Bío y construye
varios fuertes, con el doble objetivo de, por una parte, consolidar la
ocupación del territorio para que los Pehuenches no se unieran a la
resistencia mapuche en el valle y, de otra, contener la avanzada de tropas
argentinas que venía en busca de indígenas fugados. En este
sentido, la presencia Pehuenche en la zona cordillerana, contribuyó a
consolidar la soberanía chilena en dichas regiones.
Junto
con las tropas llegan a la Araucanía los agrimensores, dirigidos por
Teodoro Schmidt. A medida que se fue estudiando la real situación de la
ocupación de las tierras, se dieron cuenta que no estaban vacías
como se pensaba en Santiago. Todo estaba subdividido entre los caciques y
poblado por familias mapuches. La idea de un sur deshabitado, tejida en el
centro del país, era falsa. Los mapuches ocupaban densamente la
Araucanía y había una suerte de propiedad establecida, con
deslindes bastante claros. Es en este contexto, entonces, donde surge la idea de
reducción por parte de las autoridades, al ver que las tierras estaban en
manos mapuches, con una propiedad plenamente constituida; deciden reducir las
tierras indígenas para entregar las sobrantes a remate.
A
la par, muchos particulares del centro de Chile, vieron una posibilidad cierta
de hacerse de tierras en el sur del país de una manera relativamente
fácil. Las leyes de radicación pretendían entregar las
tierras declaradas fiscales a colonos extranjeros y nacionales,
diseñándose un plan para ello. Sin embargo, nada pudo impedir la
entrada de inescrupulosos particulares quienes, recurriendo a las más
variadas argucias, no dudaron en expulsar y arrebatarles sus tierras a numerosos
indígenas.
El
proceso de radicación, reducción y entrega de Títulos de
Merced, entre los años 1884 y 1929, estuvo acompañado de abusos
contra los mapuches y tuvo consecuencias que transformaron de manera profunda a
esta sociedad. La reducción significó que los mapuches perdieran
la mayor parte de sus tierras, quedando reducidos a cerca de 500 mil
hectáreas que el Estado entregó como Títulos de Merced.
Por
otro lado, la forma de radicar consistió en que la “Comisión
Radicadora” nombrara a un determinado cacique, entregando las tierras y
otorgando el Título a su nombre. Junto a dicho cacique ubicaba a otras
familias extensas que tenían sus propios caciques o jefes,
transformándolas en dependientes del nominado con el Título de
Merced. Este hecho provocó un quiebre crítico en la sociedad
mapuche, poniéndose en cuestión el orden social imperante hasta
ese momento. De esta manera, el Estado chileno rompió con las
solidaridades internas constitutivas de la sociedad mapuche, los agrupó
en forma arbitraria y los obligó a vivir de una forma completamente
artificial. Eso originó una serie de disputas al interior de la sociedad
mapuche.
Además,
el proceder de la Comisión Radicadora fue lento, engorroso y arbitrario.
Por ejemplo, la Comisión establecía que se entregarían en
Merced los terrenos ocupados por indígenas, debiendo éstos probar
la posesión efectiva y continua por lo menos de un año, lo cual
implicó, entre otras cosas, el desconocimiento de las tierras de
pastoreo. El trabajo de la Comisión era extremadamente lento, por lo que
cuando llegaba a un sector, muchas de las tierras mapuches ya habían
pasado a manos de particulares, siendo imposible probar la posesión
efectiva. En muchas ocasiones, se
repartieron tierras a particulares, donde ya se habían
radicado mapuches, entregando al particular
una parte o la totalidad del Título de Merced, como sucedió en la
comunidad Huenucal Ivante de Lonquimay, que fue expulsada de sus tierras por los
“nuevos dueños”, a pesar de haber recibido con anterioridad
el Título de Merced. En otros casos, se radicó a
mapuches al lado de tierras rematadas y
adjudicadas por particulares. La ambición de los colonos poco a poco
llevó a las corridas de cerco y a la progresiva usurpación de los
Títulos de Merced. Finalmente, la Comisión de Radicación
Indígena, en muchas ocasiones, no entregó lo que realmente
correspondía en Título de Merced a los mapuches, reduciendo
aún más la superficie en su poder.
En el caso pehuenche, el Estado no tuvo la capacidad de
establecer dominio efectivo sobre las tierras cordilleranas, por lo que
sólo se limitó a verificar las compras por parte de particulares.
En muchos casos, el Estado trató de imponer un control mínimo al
proceso de colonización. Sin embargo, su acción se vio
permanentemente dificultada por la oposición de los particulares
amparados por los tribunales. En la zona pehuenche, la enajenación de las
propiedades indígenas tuvo distintas maneras de operar. Por ejemplo, en
el caso de Trapa Trapa, en 1881 se compraron acciones y derechos de un terreno
de dos mil cuadras, en tanto que los deslindes implicados llegaban a cifras
superiores a las diez mil cuadras. En otros casos, y como fue una tónica
en todo el territorio mapuche, no se concreta ninguna compraventa, sino que los
particulares llegan y ocupan terrenos expulsando a los mapuches, expandiendo sus
propiedades a la fuerza. Otros casos en la zona Pehuenche se relacionan con que
después de entregado un Título de Merced, esos mismos terrenos son
puestos en remate a particulares. Por ejemplo, en el valle de Quinquén,
las mismas tierras de la comunidad Paulino Hueiquellán, que recibe su
Título de Merced en 1906, son entregadas a remate a particulares en
1911.
En
el caso Huilliche, las pérdidas de tierras se relacionan con los mismos
mecanismos utilizados en la Araucanía, esto es, compras fraudulentas y
apropiación por la fuerza. La Comisión Radicadora comenzó a
operar en territorio Huilliche recién en 1908, y en declaraciones su
presidente señala la dificultad de encontrar terrenos con
indígenas, ya que muchas tierras estaban en manos de particulares. Por
otro lado, algunos huilliches se niegan a ser radicados pues consideran que
serán reducidos a una porción de tierra que no se condice con sus
derechos. En total, fueron entregados en territorio huilliche alrededor de 500
Títulos de Merced.
En resumen, para el caso mapuche, a partir de 1884 y
hasta 1929 actuó la Comisión Radicadora de Indígenas,
entregando Títulos de Merced a las comunidades mapuches que quedaron en
el territorio ocupado por el Estado Chileno. En los territorios de las actuales
provincias de Arauco, Bío Bío, Malleco y Cautín, con una
superficie aproximada de cinco millones de hectáreas, se otorgaron
434.063,65 hectáreas, lo que representa un 11,5% del territorio de estas
provincias que en la actualidad forman parte de la VIII y IX regiones. En esta
superficie se radicaron a 74.534 personas, con un promedio de tierras per
cápita de 3.92 hectáreas en las provincias de Arauco, de 8.56
hectáreas en Malleco, de 5.29 hectáreas en Cautín y de
20.73 hectáreas en la provincia del Bío Bío, promedio este
último que se explica por las características de los suelos
cordilleranos del Alto Bío Bío, que tienen mayor superficie por
las condiciones ecológicas locales.
RADICACIÓN CON
TÍTULOS DE MERCED EN LA
ARAUCANÍA
ENTRE 1884 Y
1929
PROVINCIA
|
N°
RESERVAS
|
SUPERFICIE
HAS. |
N°
PERSONAS |
PROMEDIO
HÁS./PERS. |
%
TERRITORIO PROVINCIAL |
ARAUCO |
77 |
9.700,59 |
2.477 |
3.92 |
1.79 |
BIO-BIO |
6 |
16.667 |
804 |
20.73 |
1.11 |
MALLECO |
280 |
80.900,75 |
9.455 |
8.56 |
6.03 |
CAUTIN |
2038 |
326795,31 |
61.798 |
5.29 |
17.72 |
TOTAL |
2.401 |
434.063,65 |
74.534 |
9.62 |
6.66 |
Fuente:
Archivo de Asuntos Indígenas-CONADI. Ex Indap Dasin. Cuadro Elaborado por
Héctor González (1986), Propiedad Comunitaria o Individual: Las
Leyes Indígenas y el Pueblo Mapuche. Revista
Nütram.
Año II, N° 3. Santiago. Chile.
En este período,
también surgieron quejas de parte de los indígenas frente a la
acción del Estado y sus políticas. En este Informe se transcriben
las resoluciones y actas de la Comisión Parlamentaria que, constituida
por el Senado de la República, viajó al sur del país a
conocer lo que allí estaba ocurriendo. Sus conclusiones no pueden ser
más claras y objetivas, y se consignan por la importancia que tienen en
tanto documentos oficiales del Estado chileno. Las listas de reclamantes y las
causas de sus reclamos, constituyen la primera petición masiva de
“amparo”. Lamentablemente, los resultados de esa Comisión no
fueron eficaces y muchos de los hechos denunciados continuaron ocurriendo en el
sur de Chile y en las otras áreas donde habitaban
indígenas.
De este modo, la
apropiación del territorio mapuche, primero, y luego la forma en que se
llevó a cabo el proceso de radicación y el reparto de las tierras
pertenecientes a este Pueblo, están en el origen de un conflicto que, a
la vez de tener efectos inmediatos sobre la sociedad mapuche de entonces,
entrampó hasta nuestros días a numerosas comunidades mapuches en
largos litigios con particulares.
Frente a estas situaciones, a
comienzos del siglo XX comienzan a levantarse, tímidamente al inicio,
voces críticas a la política frente a los indígenas. Ya en
los años treinta, personalidades de tanta significación cultural
como Gabriela Mistral, van a asumir la defensa indígena y a criticar
ácidamente al Estado de Chile. La presencia de grupos mapuches
políticamente activos, será un elemento que va a ir poco a poco
cerrando este segundo y terrible período de la Historia Indígena
de Chile.