a) Del período
anterior de la conquista a la consolidación de la República de
Chile
Los Pueblos Indígenas
que existen y existieron en Chile, son descendientes de los pueblos originarios
que habitaron el continente americano. Específicamente en Chile, estos
pueblos poseen un pasado de larga duración, su historia es extensa y se
remonta a miles de años. Junto con ello, estos primeros habitantes
realizaron una apropiación del territorio y una domesticación de
los recursos naturales, que les permitió vivir en estas tierras
desarrollando sociedades y culturas únicas y originales. En este sentido,
las organizaciones políticas prehispánicas, dan cuenta de su
propia historia. Son los "primeros pueblos" constituidos en el territorio que
hoy ocupa Chile. En este Informe, se trata de rescatar como un eje fundamental
de y para la cultura del país, la larga ocupación territorial y la
diversidad de sociedades que en estas tierras han
vivido.
El segundo momento estudiado
en este Informe, considera la invasión europea y la constitución
del orden colonial. No cabe duda, siguiendo la metodología anteriormente
expuesta, que es el principal hito histórico que provocó un antes
y un después en los Pueblos Indígenas. La conquista
correspondió, como es evidente y sabido, a la expansión
económica y política de Europa, y al mismo tiempo fue visto como
un proyecto “civilizatorio” y religioso. La conquista se
realizó por medio de acciones militares de gran violencia, a las que se
sumaron la introducción de enfermedades infectocontagiosas, frente a las
cuales los pueblos americanos carecían de defensas. En este trabajo no
hay un juicio sobre la conquista, sino intentos por comprender sus resultados y
consecuencias para los Pueblos
Indígenas de Chile. La apertura del debate es más
importante que su cierre en una u otra
posición.
El orden colonial
hegemónico constituido, creó un sistema de clases y castas donde
las personas catalogadas como indígenas, ocuparon, casi siempre, un lugar
de subordinación. Hubo un primer período colonial de gran
violencia en que los indígenas fueron sometidos al servicio de las
encomiendas y al trabajo forzado. En algunos casos se vieron obligados a
colaborar y, en otros, como el mapuche, ofrecieron resistencia al dominio
europeo y recuperaron espacios de libertad, aunque vieron constreñidos
sus movimientos y debieron acomodarse internamente para mantener tratados y
relaciones políticas con el Estado colonial. En este sentido, es preciso
destacar que los Pueblos Indígenas establecieron relaciones
políticas con la Corona y poco a poco, a medida que avanzaba el proceso
colonial, fueron reconocidos como tales. Este reconocimiento implicaba la
conciencia de la particularidad y diversidad de los habitantes del territorio.
Una de las características, por tanto, del período colonial
tardío -especialmente segunda mitad del siglo XVII y siglo XVIII- es la
ambigüedad y contradicción de las políticas: si bien hubo
reconocimiento por parte de la Corona, también se llevaron a cabo
terribles represiones indígenas como la de Tupac Amaru en el Cuzco, Alto
Perú, alcanzando también al Norte de Chile.
De esta forma, los pueblos
sometidos al control colonial, se vieron presionados a reformular algunos
elementos de su cultura, lo que les permitió adaptarse e influir sobre
las condiciones coloniales. Sus liderazgos, concepciones religiosas, relaciones
con el Estado se fueron transformando, considerando las nuevas circunstancias,
con el objeto de preservar sus costumbres, memoria, lengua y territorio. Son
historias múltiples, profundas y constantemente reinventadas. Los Pueblos
Indígenas, durante el largo período colonial, existieron en una
compleja relación de resistencia, adaptación, cambio cultural,
reafirmación de sus tradiciones y creatividad. El Informe quisiera dar
cuenta de estos procesos y no presentar una imagen de "quietismo" e inmovilidad
de los pueblos y comunidades indígenas, sino mostrar su carácter
creativo y dinámico.
Durante el período colonial las relaciones entre
la Corona y el Pueblo Mapuche estuvieron reguladas por los parlamentos. Los
acuerdos logrados en ellos, por lo general giraron en torno al establecimiento
de condiciones de convivencia pacífica entre mapuches e hispanos. La
estrategia parlamentaria comienza con la suscripción del tratado de
Quilín en 1641, en el que se reconoció la frontera del territorio
mapuche en el río Bío Bío y la autonomía del mismo
al sur de dicho deslinde. Las cláusulas del parlamento de Quilín
estipularon condiciones de paz, entre el gobierno colonial y las autoridades
mapuches, en las que se estableció el reconocimiento del territorio
mapuche comprendido entre los ríos Bío Bío y Toltén,
el despoblamiento por parte de los españoles de los territorios mapuches
ocupados, y, a su vez, el compromiso de los mapuches de no vulnerar la
frontera, devolver a los prisioneros y dejar predicar a los misioneros en su
territorio.
En este sentido, el tema de los parlamentos tiene una importancia evidente para
el debate jurídico actual.
Los criollos, descendientes de
los conquistadores, nacidos en América, y muchas veces mestizos, se
rebelaron y apropiaron del Estado colonial, independizándose de la corona
española, y acometieron la constitución del Estado-Nación.
La voluntad fundadora inicial, supuso principalmente, la unificación de
la población teniendo como base la ciudadanía jurídica
común y la supresión del sistema de castas existente al final de
la
colonia.
En este contexto, se excluyó en la práctica la
participación del indígena en su calidad de tal en el sistema
político, no reconociéndosele una mayor
especificidad.
No obstante, la población que dio vida a la nueva República, era
mestiza e indígena, y es la base de la actual población del
país. A pesar de que hoy los chilenos y chilenas se consideren blancos o
blancos mestizos, existe un fuerte componente indígena en su sangre que
ha sido obviado en pos de construir e imponer la imagen de una nación
homogénea, tanto cultural como étnica y racialmente.
En tercer lugar, se ha
definido un momento histórico que engloba lo que se puede llamar la
constitución y consolidación del orden republicano. Al respecto,
es importante considerar que la ideología de los criollos estuvo dominada
por concepciones liberales, adaptadas al nuevo orden interno que intentaron
desarrollar. Su crítica a los títulos de nobleza y su defensa de
la ciudadanía jurídica, los llevó también a eliminar
los curacazgos o cacicazgos, con lo cual la población autóctona
perdió sus representantes, muchas veces aceptados en el orden colonial e
incluso reconocidos por el poder dominante. Es necesario hacer notar que Chile
se benefició de un proceso fecundo que llevó, en efecto, a una
consolidación temprana de las instituciones republicanas, pero la contra
cara de dicho proceso fue la exclusión y negación de lo
indígena.
En este período se
tendió, además, a considerar y privilegiar los derechos
individuales, aunque no para defender a los indígenas, en su calidad de
tales, sino para facilitar su “inclusión” y la
apropiación de sus territorios. Esta política asimilacionista, fue
especialmente eficaz en la zona central de Chile, donde las leyes de
ciudadanía dictadas por la joven República, condujeron a la
supresión de los Pueblos de Indios, de sus tierras y a la
asimilación de sus habitantes. Sin embargo, para el caso mapuche, hacia
mediados del siglo XIX, se debatió acerca de su reconocimiento en la
legislación e incluso se sancionó legalmente la diferencia,
discutiéndose en el Parlamento acerca de la ocupación de Arauco y
estableciéndose una política y relación específica
entre el pueblo mapuche y el Estado.
Pese a lo anterior, esta
ideología facilitó la desaparición del problema
“indígena” de la documentación republicana temprana.
En la práctica los indígenas no eran ciudadanos, pues no
reunían los requisitos legales necesarios en ese entonces -saber leer y
escribir- para su plena inclusión. Las ideas de la época
establecían que el denominado "progreso de la civilización",
requería superar toda forma de “barbarie", entre las cuales las
elites dominantes consideraban a las lenguas, costumbres y culturas
autóctonas.
La sociedad chilena durante el
siglo XIX, se imaginó a si misma ligada a la cultura europea y
trató de establecer fronteras con las raíces indígenas o
con los pueblos y culturas indígenas que la rodeaban. De este modo, no es
de extrañar que se desconozca profundamente la existencia de estos
pueblos, se incentive la migración extranjera y se emprendan
políticas de concesiones para la explotación extractiva de los
recursos naturales ubicados en sus territorios.
Un aspecto importante para la
construcción de este imaginario nacional no indígena, es lo que
ocurrió en la zona central del país donde los denominados
“Pueblos de Indios” fueron absorbidos durante el siglo XIX. La
cuestión indígena fue “expulsada” a las
“fronteras” del Estado, en la medida que en la zona central no se
percibía la existencia de descendientes de esas poblaciones.
Durante este período
hubo numerosos Pueblos Indígenas que no estaban aún en el
territorio nacional de Chile y con los que el Estado chileno no tenía
contactos, como los rapa nui, aymaras, atacameños y otros del Norte del
país. Las relaciones con los indígenas del extremo sur eran muy
escasas y sólo algunos viajeros señalaban su existencia. Las
relaciones se establecían principalmente con los mapuches, tanto con
aquellos que aún vivían en “Pueblos de Indios”, en la
zona central del país, como con quienes habitaban hasta ese momento en la
región de la Araucanía, zona que mantenía su
independencia.