LOS
YAGÁN
1. Modo de vida y
organización social
Los
Yagán corresponde a un pueblo fundamentalmente canoero, que habitaba
originalmente en el sector circundante a los canales y costas sudoccidentales de
Tierra del Fuego, entre el canal Beagle y el Cabo de Hornos, recorriendo en sus
desplazamientos otros distritos al occidente del canal Murray, comprendiendo la
isla Hoste y las islas que se encuentran a la entrada del canal Cockburn,
así como hacia el este de Navarino, al conjunto de islas que enfrenta el
Atlántico, y hacia el sur, el archipiélago del Cabo de Hornos.
Hacia fines del siglo XX, habitan en Villa Ukika -Puerto Williams-, y en
diversos puntos del país, incluida la zona central.
Hasta
comienzos del siglo XIX, en escasas ocasiones se relacionaron las tripulaciones
de los barcos europeos con los indígenas del
lugar.
Si bien, la expedición holandesa que llevaba el nombre de “Flota de
Nassau”, bajo las órdenes del almirante L’Hermite,
llegó en febrero de 1634 al lugar que posteriormente sería
denominado como Bahía Nassau, donde conoció a algunos de los
habitantes del Archipiélago del “Kap Hoorn” -Cabo de Hornos-
llegando a perder incluso algunos de sus marineros en un sangriento
enfrentamiento. También difundió en Europa las primeras noticias
sobre aquellos, dejando constancia de ese suceso el marino Geen Huygen
Schapenham, a través de una descripción sobre el físico,
costumbres y carácter de los
indígenas.
Dentro
del territorio Yagán se originaron cinco parcialidades sobre la base de
diferencias dialectales y pugnas ocasionales debidas al aprovechamiento de
sectores fronterizos; estas eran
Wakimaala,
la gente que habitaba el distrito
más favorable y poblado, en ambas orillas del Beagle;
Utumaala,
esto es, los canoeros que habitaban al
oriente desde Puerto Williams y la isla Gable hasta el grupo de Picton, Lennox y
Nueva. Inalumaala,
cazadores del occidente, que
deambulaban por ambos brazos del canal Beagle desde punta Divide hasta el
Brecknock;
Ilalumaala,
habitantes del sector oceánico
sudoccidental y de sus aguas interiores, desde la bahía Cook hasta el
Falso Cabo de Hornos; y los
Yeskumaala,
que poblaban el archipiélago del
Cabo de Hornos. En el interior de algunas parcialidades existían
subdivisiones locales, como en el caso de los canoeros que habitaban el distrito
central y el de los
Ilalumaala,
donde el seno Año Nuevo constituía el área de
separación.
Martín
Gusinde señalaba que a pesar de esta división, todas las secciones
experimentaban una suerte de unión y, que se consideraban un pueblo
independiente. Se daba el intercambio entre familias de distintos grupos, aunque
quedaba limitado a ocasiones extraordinarias; dentro de los límites de la
propia parcialidad, cada uno gozaba de una ilimitada movilidad, pudiendo pescar,
desembarcar y vivir donde se
quisiera”.
El
mismo Gusinde hacía referencia a la escasez de datos para poder
determinar el núcleo de población yagán antes de la llegada
de los europeos. Un cálculo aproximado podía hacerse sobre la base
de la extensión de las costas navegables, que permitía la
movilidad de unas 450 canoas para la búsqueda de alimentos. Si se
asignaba a cada embarcación un promedio de seis tripulantes, se
obtenía una cifra para la población original, de unas 3.000
personas.
Los
límites territoriales de los Yagán, eran por el norte -hacia el
interior de la costa- los selk’nam, hacia el noreste fueguino los
haush
-selk’nam orientales-, y por el
occidente la parcialidad austral de los
kawésqar,
manteniendo con unos y otros relaciones
que ocasionalmente derivaban en alianzas matrimoniales, cuando no en luchas
interétnicas
especialmente con los Selk’nam, con los que mantuvieron una
relación marcada por la hostilidad mutua, derivada de la competencia por
los mismos
territorios.
El
Pueblo Yagán pasaban gran parte del tiempo en el mar, y en cierta forma
su vivienda era la canoa de corteza, frágil, liviana y ligera; con la que
recorrían las costas. En ellas se reunían las familias, las armas,
sus utensilios y los perros, recalando en los paraderos donde levantaban toldos
construidos de maderos, los que, hincando un extremo en el suelo, unían
el otro en un vértice, tomando el aspecto de cúpula sobre una
planta generalmente circular; las ramas se entramaban con otras como una
circunferencia dando mayor solidez a la armazón cubriéndolas con
otras ramas, cueros y pieles. En su interior se mantenía encendido el
fuego.
Esta
era la vivienda común conoidal, de tipo unifamiliar propia del sector
oriental, la otra era la abovedada. Ambas respondían en cuanto a la
tecnología aplicada, a las condiciones del entorno. La abovedada daba
más abrigo y protegía mejor de la lluvia y la nieve,
empleándosela en el distrito occidental donde abundan las
precipitaciones. Su planta era circular, hecha con varas cuyos extremos se
enterraban en el suelo mientras que los otros se curvaban y entrecruzaban para
obtener la forma de abovedada; se cubría con ramas y pieles, y se
utilizaba pasto seco y musgo para cubrir los
huecos.
La
varadura de una ballena o un duro invierno, eran situaciones excepcionales en
las que algunas familias con vínculos de parentesco levantaban una
edificación de mayores dimensiones, semejante a la abovedada, pero
más extendida. Dentro de ella, cada familia elegía un lugar, con
acceso al fuego, por lo que el fogón debía ser de tipo alargado.
Pese al nomadismo que hacía que cada familia se instalara en tierra
individualmente, también se levantaban campamentos colectivos cuando se
producía el varamiento de cetáceos o se celebraban ceremonias de
iniciación.
Los
Yagán, así como los kawésqar, debieron adaptar su cuerpo a
las duras condiciones ambientales, haciendo que la desnudez fuese funcional al
entono. Se cubrían el cuerpo de grasa de lobo marino, soportando bien las
bajas temperaturas, y cubriéndose con una piel que les servía para
protegerse del viento. Las mujeres, desde niñas usaban un
“cubresexo”, no así los
varones.
Su vestuario también incluía el uso de cueros de lobo marino, y
como complemento de aquel las mujeres llevaban collares de huesos o caracoles, y
pulseras de cuero. Se organizaban en pequeños grupos familiares cuya
autoridad recaía en el padre, con roles asignados a cada integrante.
Estos grupos familiares coexistían e interactuaban constituyendo partidas
de caza no muy numerosas, facilitándose de esta forma el desplazamiento
por los canales y el abastecimiento de alimentos. Los hombres se dedicaban a las
actividades de caza de animales marinos -lobos marinos, nutrias, ballenas-,
mientras, las mujeres contribuían a la construcción de la
vivienda, el cuidado del fuego, preparación de alimentos y abastecimiento
de agua dulce. Además de la recolección de
mariscos.
Norma
elemental de su convivencia era la reciprocidad y redistribución, lo que
permitía relaciones de horizontalidad y una mínima
jerarquización. Cotidianamente, los yagán recorrían sus
territorios tradicionales de caza y recolección, aprovechando de sus
recursos, vigilando para evitar una posible violación de la propiedad
consuetudinaria por miembros de otra parcialidad. Esto significaba el
reconocimiento y respeto al dominio grupal sobre los recursos naturales del
sector que les correspondía, norma que, sin embargo, tenía como
excepción la varadura de ballena, la necesidad de obtener bienes que se
encontraban en determinados lugares, siendo entonces de acceso y aprovechamiento
común y libre -como bosques con árboles de troncos apropiados para
la fabricación de canoas y yacimientos de pedernal-. También era
excepción a dicha regla situaciones de privación extrema por las
que ocasionalmente podía pasar alguna familia, lo que la obligaba a
buscar alimentos en donde pudiera encontrarlos.
Fuera
de ese dominio grupal, se reconocía la propiedad común sobre los
edificios ceremoniales del
iaxaus
–Chiejaus- y el Kina; un poco
más restringida era la propiedad familiar que incluía los bienes
de uso ordinario -toldo, canoa, pieles de abrigo, alimentos-, y la personal,
esto es, las pertenencias individuales del cazador -sus armas-, las mujeres -sus
cestos y adornos- y los niños –juguetes-. Las transgresiones a
estas formas de dominio eran castigadas con
severidad.
La
alimentación de los Yagán se basaba fundamentalmente en el consumo
de carne de lobo marino, nutria, y carne de ballena. Esta incluía
normalmente también gran variedad de especies marinas, como cholgas
(aulacomia
ater), erizos
(loxechinus
albus) y algunos peces. Al acampar
consumían complementariamente carne de guanaco y aves, así como
hongos, bayas y huevos.
Entre
las armas e instrumentos de caza y pesca más utilizados se encontraban
los arpones, fabricados de distintas formas y medidas, según el
tamaño y tipo de presa. Los materiales utilizados en su
elaboración eran hueso, madera y piedra, agregándose cueros de
animales, sus tendones, nervios y fibras vegetales. Fuera de los instrumentos de
caza y pesca, tenían habilidad para la elaboración de cestos de
fibras vegetales, siendo el más común el canasto redondo, de base
estrecha y boca ancha con pequeñas asas en el borde. También
utilizaron corteza para elaborar recipientes para transportar agua. Las cortezas
eran ablandadas con calor, y unidas a una base circular de fibra vegetal, para
luego ser cocidas o atadas con fibras animales o vegetales, y selladas con
barro.
Sus
creencias apuntarían más que a la existencia de divinidades, a la
de entidades que se encarnaban en cualquier objeto o lugar; Watauiwineiwa
constituía la creación de todo lo existente, pero no era adorado,
de acuerdo a la forma en que la sociedad occidental entiende las
creencias.
Otras entidades que formaban parte de sus creencias, eran los Yoalox, a los que
se les atribuía la enseñanza del uso y fabricación de las
armas y herramientas. Existentes desde tiempos remotos, originaban el mundo de
lo sobrenatural y se manifestaban a los yámanas en hechos o
fenómenos naturales. Según la información
etnográfica existía Curpij, responsable del viento, la lluvia y la
nieve.
También
practicaron el chamanismo; los chamanes eran denominados Yekamush, y eran
aquellos que podían sanar enfermos, solucionar problemas de índole
emocional, e invocar a los espíritus. Los aprendices de chamanes eran
sometidos a un difícil aprendizaje y elegidos entre los jóvenes
que mostraban capacidad o predisposición para cumplir este rol, aun
cuando también podían ser recomendados por parientes o por otro
chamán. En el período de aprendizaje se reunían en una
vivienda especialmente construida para esta ocasión y alejada de los
campamentos, allí se les preparaba en diversas pruebas en las que
debían lograr control físico y mental,
enseñándoseles todos los secretos de su rol en el grupo, labor que
estaba a cargo de los chamanes más
ancianos.
El
iaxaus,
-chiajaus- era una ceremonia de iniciación que tenía por objetivo
ingresar a los jóvenes, hombres y mujeres a la vida adulta. Para ello se
construía una vivienda especial que albergaba a los iniciados, los
padrinos y los adultos de cada familia que se encargaban de dirigir el
iaxaus.
Durante su desarrollo los participantes
entonaban cantos, y los iniciados eran sometidos a pruebas y a lecciones
éticas. La duración de esta ceremonia variaba, y según
algunos relatos se llevaba a cabo cada cinco años
aproximadamente.
El
Kina
constituyó otra de las ceremonias Yagán, en la que sólo los
varones que hubiesen participado al menos dos veces en el
iaxaus,
podían asistir. Para realizarla se construía lejos del campamento,
una gran vivienda donde los hombres podían trabajar sin ser molestados o
vistos. Existía un encargado de dirigirla, a la vez que otro supervisaba
el desempeño del jefe de ceremonia para que no ocurriesen errores, y otro
hombre se encargaba de vigilar para que nadie se acercara. Durante el
Kina,
los hombres eran sometidos a pruebas tales como el control de su cuerpo mediante
la adopción de diversas posiciones, muchas veces incómodas. Una
vez logrado esto, eran sometidos a un proceso de instrucción en trabajos
manuales, construcción de armas, utensilios y técnicas de caza.
Según los antecedentes registrados etnográficamente, los hombres
debían pintar su cara y cuerpo, llevando tocados de plumas, mientras
cantaban durante el desarrollo de la
ceremonia.
2. Los primeros contactos
con “el hombre blanco”. La misión anglicana
Numerosas
expediciones europeas dan cuenta del pueblo Yagán a partir de 1624. En
1826 el capitán Robert Fitz Roy aporta información sobre las
características de su población y
territorio.
En 1850, misioneros anglicanos -la South American Missionary Society- se
establecen en la isla Picton, con poco
éxito
(Ver Mapa Nº 25). Pero en 1869, logran fundar la misión de Ushuaia
-actualmente territorio argentino- en la costa norte del canal del Beagle, donde
construyeron un hospital, viviendas, una iglesia y una escuela, para desarrollar
actividades educativas y evangelizadoras; esta es encargada un año
después a Thomas Bridges, quien entregó los primeros datos
más precisos, sobre las características demográficas del
Pueblo yagán, asegurando que en 1850 el número de sus miembros
alcanzaba las tres mil personas y en 1869 a no más de dos mil
quinientos.
Pronto, la misión se convertiría en un polo de atracción
para los indígenas del área llegando a albergar en 1880
aproximadamente trescientos yagán en forma permanente y siendo visitada
anualmente por más de mil o mil
quinientos.
Los
misioneros introdujeron hábitos sedentarios entre los yagán;
quienes debieron comenzar a alojar en viviendas cerradas, usar vestimentas
europeas, etc. En 1885, se declaró una epidemia de rubeóla que al
ser desconocida en esa zona, adquiere carácter fulminante y más de
la mitad de los novecientos cuarenta y nueve registrados por la misión
desaparecieron.
Al
disminuir tan radicalmente el número de la población
indígena residente, no se justificaba la presencia de una misión
en Ushuaia, por lo que la South American Missionary Society resolvió
suprimirla en 1888, instalando una nueva misión en la isla Bayly del
grupo de las islas Wollaston, sector por el que deambulaban unos doscientos
yagán. Allí se mantuvo por algunos años hasta trasladarse a
Tekenika, en la Isla Hoste, en la bahía que denominaron Allen Gardiner, y
por último a bahía Douglas, en
Navarino,
hacia 1906. En 1903, Florencio Dublé -teniente de marina de Chile-
visitó la misión de Allen Gardiner, dejando la siguiente
descripción:
“En
el fondo NO
de la bahía sobre la meseta
despejada se levanta un pequeño caserío que se percibe desde
lejos. Este consiste en pequeñas casitas de madera en que habitan el
pastor, señora i cinco niños de corta edad nacidos allí
mismo i un joven ayudante auxiliar; una capilla de aspecto mui pintoresco que
sirve al mismo tiempo de escuela. Un edificio vecino a la capilla que es la
verdadera sala de clases para los niños indígenas. Al frente de
estos edificios hai algunas casitas i una veintena de chozas en que habitan los
indígenas de la población. Hai también un pequeño
galpón donde los indios aprenden a labrar la madera con que construyen
sus casas, botes, muelles, etc.; un pequeño corral donde apacentan dos
vacas que contribuyen a la subsistencia de los misioneros; algunas ovejas en mui
escaso número pueblan las islas de la entrada de la
Bahía.
En
la época de nuestra visita había de 65 a 70 indíjenas de
ambos sexos asilados i cuidados por la misión, éstos permanecen
siempre allí i forman parte de la población de Tekenika; el resto
de los pobladores salen i andan errantes por los canales i puertos de estas
rejiones viviendo de la caza i marisco; pero llegada la estación de
invierno vuelven a la misión a ocupar las casa que permanecían
cerradas cuando ellos estaban
afuera...”.
El
superior de la misión, John Williams, calculó que hacia 1905
había un total de alrededor de cien personas, ya que habían muerto
treinta y dos, y nacido sólo tres o cuatro niños. Para 1916, la
South American Society había cesado su acción en el sector, cuando
ya no quedaba ni un centenar de yagán con vida, incluidos los
mestizos.
La
tradición anglicana modificó las creencias y prácticas
indígenas, realizándose el último
iaxaus
en
1941.
Los efectos de la vida sedentaria y occidentalizada que imponía la
misión, se hicieron extensivos al plano físico ya que -como se
mencionó anteriormente- obligó a los yagán a adoptar
costumbres europeas, en lo referido a la vestimenta y la alimentación
especialmente, que no correspondían a las características
ambientales en las que se habían desarrollado hasta entonces como pueblo.
Respecto a ello, Martín Gusinde señalaba en primer lugar, entre
las desventajas que provocó el afán europeizante de los
misioneros, el alejamiento de los indígenas de su red de parientes y
amistades, al ser trasladados a la misión, desvinculándolos de la
vida comunitaria. Además, el alojamiento en viviendas cerradas sin una
calefacción adecuada, provocaba frío, humedad y
hacinamiento.
Los
yagán estaban acostumbrados a que el Sol, el aire -que estimulaban la
circulación sanguínea- y la lluvia actuaran directamente sobre su
piel, pudiendo aproximarse al fuego sin interferencias, lo que les
permitía secar sus cuerpos en pocos minutos. Al ser obligados a llevar
una gruesa vestimenta al estilo europeo, que envolvía el cuerpo y
permitía la acumulación de mucha suciedad en la piel y en las
mismas prendas de vestir -que casi nunca eran cambiadas o lavadas-
sufrían de erupciones cutáneas y eczemas. Además de
desarrollarse el debilitamiento de todo el organismo, ya que la vestimenta
húmeda no era reemplazada por otra seca, sino que se secaba sobre el
cuerpo favoreciendo el cultivo de gérmenes de diversas enfermedades que
representaron un factor clave en la acelerada caída demográfica de
este
pueblo.
La alimentación tradicional era interrumpida bruscamente cuando
niños o adultos ingresaban en la misión, fuera del hecho de que
allí debían adaptarse a un horario de consumo de alimentos, muy
distinto del de su cultura, lo que terminó por resentir su bienestar
físico. Sumado ello a las circunstancias en las que escaseaba el alimento
suficiente en las misiones, lo que se desprendía de los propios informes
de los
misioneros.
No obstante, la misión habría de convertirse en el único
refugio del pueblo Yagán, frente al constante arribo de extranjeros,
cazadores de lobos marinos, buscadores de oro, agricultores que se asentaron en
su antiguo territorio, y que alteraron drásticamente su estilo de vida,
su hábitat y sus costumbres; considerando que hacia 1890 ya
existía una colonia de más de trescientos croatas en dichos
parajes. Con relación a esto, un mecanismo de protección ante la
discriminación de los agentes externos y la sociedad dominante, fue y
continúa siendo, el abandono de la lengua materna, “... pues la
competencia exclusiva en la lengua española permitió a los
Yagán, pasar desapercibidos...
”,
pero también incidió en el debilitamiento de su propia
cultura.
3. La acción del
Estado chileno: la colonización
Como
ya ha sido mencionado en los capítulos precedentes, el auge de la
actividad minera y el comercio en las islas al sur del Beagle, llevaron al
gobierno chileno a fines del siglo XIX a desarrollar un plan de
colonización en la zona. El gobernador Daniel Briceño, es el
primero en dar a conocer al gobierno lo que sucede en esos territorios,
destacando la importancia que tenía el oro como un efectivo agente
poblador,
pero sin mencionar hasta ese momento la existencia de población
originaria.
“El
oro (...) que se encuentra diseminado en los ríos i playas de la
Patagonia, Tierra del Fuego i en casi todas las islas adyacentes, fue el
poderoso imán que hizo duplicar en el último decenio a la
población. Afluyen diariamente de todas partes extranjeros que a la
perspectiva de una fortuna fácil i rápida, abandonan sus hogares
para ir a arrastrar una miserable existencia en aquellos parajes lejanos i
faltos de recursos. (...) si el oro es de beneficio directo para la Colonia, es
utilísmo, por otra parte como ajente de inmigración i
estímulo para explorar y poblar rejiones vírgenes i casi
desconocidas...”.
Con
el objetivo de resguardar los intereses nacionales en esta región, el
mismo Briceño proponía un plan, sobre el que casi sin variaciones
se planteará la colonización y desarrollo de las Islas en los
siguientes ochenta años.
“Establecer
una Subdelegación Marítima en la isla Navarino. Se
conseguiría con esto i sin más esfuerzos, fundar una
pequeña colonia en esta isla, que tiene campos aptos para la crianza de
ganado i buenas clases de madera. El establecimiento Argentino de Ushuaia
monopoliza en la actualidad el comercio de todas las islas al sur de la Tierra
del Fuego, que se ha hecho considerable por los recientes descubrimientos de
ricos lavaderos de oro en todos ellas. Una población bien situada en
Navarino sería el centro obligado de todo el movimiento de la
rejión al mismo tiempo que una autoridad marítima sería una
verdadera providencia para el numeroso tráfico de embarcaciones chilenas
que se encuentran en la necesidad hoy de arribar al puerto
mencionado...”.
Como
parte de esta iniciativa se crea Puerto Toro en la isla Navarino y es instalada
una línea marítima regular entre Punta Arenas y el área
habitada por los
yagán.
A partir de 1891, la gobernación de Magallanes otorgó sucesivas
concesiones provisorias de los terrenos de isla Navarino en favor de colonos
particulares, como la propia Isla Navarino a favor de Pedro García y
Roberto Fernández, en marzo del mismo año, la de isla Lennox a
Carlos Williams. En 1896 se conceden 40 hectáreas de la isla Picton a
Thomas Bridges, para que allí construyese un aserradero, la que
años más tarde se extendió a toda la isla para la crianza
de ganado. Para comienzos del siglo XX, las tierras ancestrales de los
yagán tanto del sur como del norte del Beagle fueron ocupadas por
extranjeros.
4.
El siglo XX y las condiciones actuales del pueblo Yagán
Martín
Gusinde estimaba que la población yagán en 1923 era de setenta
personas, quienes aún mantenían su nomadismo, vivían de la
pesca y caza, y conservaban varias de sus costumbres religiosas. Hacia 1946, los
yagán sumaban sesenta y tres personas -diecinueve sin antecedentes de
mestizaje-, experimentaban un fuerte proceso de aculturización y
descenso demográfico, por muerte o
mestizaje.
Para fortalecer su presencia en los territorios al sur del Beagle, el gobierno
chileno comienza a realizar importantes obras públicas en Puerto Luisa,
con el fin de establecer allí una base naval, que hoy corresponde a
Puerto Williams, base que en pocos años fue dotada con servicios
públicos tales como posta asistencial, escuela, etc. Para la
década del sesenta, los escasos sobrevivientes yagán se
habían refugiado en las áreas de Puerto Remolinos
–Argentina-, y Mejillones e Isla Navarino en Chile, en terrenos concedidos
a la familia de John
Lawrence.
Sin
embargo, por órdenes de las autoridades navales de Puerto Williams, los
residentes en bahía Mejillones -base de la Armada- comenzaron a ser
erradicados a contar de los años sesenta en Villa Ukika, distante a dos
kilómetros de dicho lugar. El objetivo era acercar a esta
población servicios tales como el Hospital, la Escuela y la
Policía, de tal manera que la última familia abandona Mejillones
en
1971.
Los
efectos del traslado a Ukika pronto se harían visibles; ya para comienzos
de la década del setenta, además de que la población
llegaba a unas 58 personas, tuvo una gran incidencia en el proceso de
aculturización de este pueblo. La utilización de los servicios de
salud, educación, y comunicaciones, y el contacto permanente con la
cultura nacional, llevaron a la pérdida de los pocos patrones culturales
ancestrales aún presentes veinticinco años
atrás.
En
1992, se organizó la “Comunidad Yámana de Navarino”
entidad dotada de personalidad jurídica, integrada por treinta personas
mayores de edad miembros de la comunidad, cuyo objetivo era luchar por la
defensa de sus derechos ancestrales y la superación de las condiciones de
pobreza y marginalidad, así como el rescate de su historia y
cultura.
De acuerdo al estudio sobre los pueblos australes realizado por José
Aylwin en 1995, la población yagán alcanzaba en ese momento un
total de 74 personas, de las cuales 51 vivían en la Villa Ukika y en la
vecina ciudad de Puerto Williams, mientras que de las 23 restantes, 16 lo
hacían en diversos puntos del país, -2 en Valparaíso, 3 en
Villa Alemana, 5 en Talcahuano, 2 en Castro, 3 en Punta Arenas y 1 en Dawson- y
7 en Argentina -4 en Río Gallegos y 3 en un paradero
desconocido-.
Hacia
ese mismo período, la mayor parte de la población laboralmente
activa de isla Navarino, vive de los ingresos que le reportan diversas
actividades. Una de ellas es la venta de artesanías tradicionales,
consistente en cestería confeccionada con juncos, y antiguas canoas
yagán hechas de corteza de madera o cuero de lobo marino vendidas por los
artesanos directamente a los turistas, tanto en sus propios hogares como en un
quiosco instalado por la municipalidad de Puerto Williams en el
muelle.
Otra de sus actividades es la comercialización de productos del mar,
principalmente centolla y centollón, para lo cual disponen de tres
embarcaciones de su propiedad. Los productos obtenidos - entre nueve y diez
meses al año cuando la captura de estas especies es permitida-, son
mayoritariamente vendidos a las industrias centolleras existentes en el
área..
La carpintería de ribera, elaborando embarcaciones pesqueras
-embarcaciones de tamaño medio hechas con madera local-, es
complementada con la pesca. El resto de la población laboral activa vive
principalmente del desarrollo de trabajos ocasionales; los hombres especialmente
en construcción y turismo, y las mujeres en servicios de hogar y
restaurantes.
En términos generales, el presente del Pueblo Yagán está
marcado por una lógica de subsistencia, y la mayor parte de él
vive en condiciones de
pobreza.
Hacia
fines de los noventa, aproximadamente treinta de los integrantes de la comunidad
yagán de Navarino vivía en la Villa Ukika (Ver Mapa Nº 26),
la que está compuesta por un total de catorce viviendas, la
mayoría de ellas construida y ocupada por sus dueños, si bien
algunas de ellas arrendadas a estos por personas ajenas a la comunidad
yagán. Los terrenos en que se ubican dichas viviendas, así como la
totalidad de los del área urbana de Puerto Williams, son propiedad del
SERVIU -Servicio de Vivienda y Urbanismo- y no de sus
ocupantes.
Algunos
podrían afirmar que se ha producido la pérdida casi generalizada
de las costumbres y usos tradicionales del Pueblo Yagán, debido a la
adopción por imposición de usos provenientes de otras culturas,
fundamentalmente la chilena, y que las formas de vida de la gente, a
excepción del desarrollo de algunas, tales como la elaboración de
artesanías tradicionales, difieren muy poco de las del resto de la
población de bajos recursos, fundamentalmente pescadores, que habitan en
la Villa Ukika o Williams. La excepción a lo anteriormente
señalado la constituían las hermanas Cristina y Ursula
Calderón, esta última recientemente fallecida, que por el hecho de
ser las personas de más edad de la comunidad, alcanzaron a conocer en
Mejillones parte de la forma de vida tradicional de su pueblo, de las creencias
y rituales, de su lengua y costumbres. Ello determina que eran las únicas
personas en la comunidad que hablaban el idioma de sus antepasados, conectando
al resto de la comunidad, a través de sus recuerdos y relatos, con un
pasado para ellos
desconocido.
Por
otra parte, diversos factores han incidido en la existencia de un proceso de
revitalización étnica al interior de la comunidad yagán en
el último tiempo. La influencia ejercida en ella por las hermanas
Calderón con sus frecuentes relatos del pasado, el conocimiento del
proceso vivido por otros pueblos indígenas del país en los
últimos años, así como de la existencia de una nueva
política en beneficio de estos pueblos y comunidades, el interés
que demuestran quienes llegan hasta Navarino por conocer su historia y cultura,
entre otros factores, han llevado a los yagán a rescatar su identidad
como integrantes de esta comunidad y a querer agruparse en torno a
ella.
CAPÍTULO
CUARTO
“Los habitantes de la Tierra del Fuego son,
por naturaleza, blancos como los de Europa: tal es la apariencia de un
niño que hemos visto. Se embadurnan el cuerpo y lo pintan de muchas
maneras: unos se adornan con pintura roja la cara, las piernas, los brazos, las
manos, otros llevan una mitad del cuerpo en rojo y la otra en blanco, de manera
que cada uno está pintado de una manera particular. Su figura es apuesta,
sus miembros bien proporcionados, y su altura parecida a la de los europeos.
Tienen el cabello negro; lo llevan largo y tieso para parecer más
terribles; sus dientes son filosos como cuchillos. Los hombres andan
completamente desnudos, sin cubrir sus vergüenzas, pero las mujeres se
tapan con un pedacito de cuero, se pintan como los hombres, y se adornan el
cuello con un collar de conchas. Algunos indígenas, pero pocos, se cubren
los hombros con una piel de foca, que les da poca protección contra el
frío, tan extremo en esta región, que es maravilla que puedan
aguantar el invierno”.Martinic, Mateo.
Historia de la
Región Magallánica... Op.
cit.: 113.
Debido a la inestabilidad propia de estos trabajos, los ingresos obtenidos por
ellos son variables. Por otra parte, de acuerdo al informe social de la
Gobernación provincial -para 1995-, dos integrantes de la comunidad
yámana tendrían un ingreso estable por su trabajo en la
administración pública de la zona. Ibídem.