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LOS KAWÉSQAR[134]


1. Modo de vida y organización social


Los Kawésqar, pueblo de nómades marinos, antiguamente extendían su territorio en el sector de los canales australes ubicados entre el golfo de Penas al norte y el estrecho de Magallanes, por el sur, en la península de Brecknock; conjunto de canales -navegables casi todos- denominados canales de Patagonia, que constituyen una vía de tráfico marítimo por aguas tranquilas de unas 300 millas de longitud[135]. Hoy habitan, principalmente, en Puerto Edén, Puerto Natales y Punta Arenas. (Ver Mapa Nº 27)

Desde el siglo XVI, se tiene información de los frecuentes encuentros de canoas indígenas y de la existencia de viviendas habitadas a ambos orillas del Estrecho de Magallanes, zona que hasta el siglo XIX fue la única regularmente visitada por los occidentales. La existencia de numerosos vestigios muestra que un gran número de bahías, especialmente de la costa norte del Estrecho, estaban habitadas y lo estuvieron de forma más o menos continua hasta las primeras décadas del siglo XX[136].

Sin embargo, las referencias que se hicieron específicamente sobre el Pueblo Kawésqar fueron escasas. Juan Ladrillero, como resultado de su expedición de 1557-1558, dejó una descripción que sería bastante acertada respecto de sus características físicas y algunas de sus costumbres, a pesar del acento despectivo de aquella, propio por lo demás del pensamiento de su época[137].
Se considera probable que desde la fundación de Punta Arenas, en 1842, los Kawésqar dejaron de transitar por esa parte del Estrecho, pero que en otro momento su movilidad se extendía mucho más hacia el Este del mismo. Cabo Negro marcaría el límite de su territorio por el lado oriental, una costa montañosa y boscosa. Pero este podría haberse extendido hasta la Bahía San Gregorio -debido a la existencia de grandes conchales- donde mantuvieron contactos relativamente pacíficos con los Aónikenk[138].

Cabe destacar que los kawésqar fueron los únicos que algún grado se relacionaron con todos los pueblos australes -Chonos, Aónikenk, Selk’nam y Yagán-, aunque no necesariamente de manera pacífica, debido a que en las áreas fronterizas habría sido un hecho común la captura o rapto de mujeres, que traía como consecuencia el enfrentamiento entre aquellos. Pero también hubo contactos habituales u ocasionales que tenían como objetivo el intercambio de bienes, por medio del trueque, como era el practicado con los cazadores de tierra adentro, los que recibían pirita de hierro y obsidiana verde. Las áreas de contacto habituales entre Kawesqar y Chonos[139] habrían sido las islas Guayaneco y otras del litoral del Golfo de Penas, y la zona de archipiélagos vecina al paso Brecknock entre aquellos y los Yagán; aunque sería posible establecer una diferencia lingüística entre ambos -Kawesqar y Yagán- sus características físicas, y su estilo de vida eran idénticos, salvo en algunos detalles. Con los Selk’nam esto habría tenido lugar en el sector de la Bahía Inútil y del canal Whiteside, y también en la costa noroccidental de Tierra del Fuego, pero se desconoce si acaso estas relaciones fueron pacíficas o belicosas. No obstante, que para 1950, existían selk’nam que descendían de madre kawésqar.[140].

Debido a las dificultades de su entorno natural -bosques y una topografía que hacían la tierra impenetrable; sitios habitables reducidos a playas estrechas y pantanosas, y escaso productos de la tierra-, los kawésqar buscaron su subsistencia en la costa y en el mar, donde encontraban los productos necesarios para su alimentación: lobos marinos, nutrias, aves, abundantes peces y mariscos. La navegación respondía a un
requerimiento esencial de su existencia nómada, y la dominaban hábilmente, utilizando embarcaciones aparentemente frágiles y precarias, pero eficaces.

La canoa -hallef- era la pieza más importante y apreciada de su patrimonio material. Era fabricada con cortezas, preferentemente de coigüe. Luego de un hábil proceso de elaboración, la embarcación tomaba una forma curva y puntiaguda, y se le daba impulso en el agua con unos pequeños remos. Su longitud era variable, entre 8 ó 9 metros, y en ella podía acomodarse una familia o grupo familiar -con parientes- de unas diez personas, además de los perros acompañantes y de sus armas, útiles, cestos y objetos de uso cotidiano, junto a los cueros utilizados como cobertura para el toldo. En el centro de la embarcación se mantenía encendido un pequeño fuego durante la navegación, destinado a la cocción de alimentos, pero que también generaba un poco de calor. La canoa era además de un medio de transporte, una verdadera vivienda flotante, pues en ella pasaban buena parte del tiempo, aunque debido al gran conocimiento geográfico que poseían, utilizaban atajos terrestres, para arrastrar o cargar a través aquellos sus embarcaciones, evitando trayectos innecesarios que prolongaban la navegación[141].

En tierra, utilizaban el toldo -tchelo- que levantaban en lugares provistos de agua dulce, junto a una bahía protegida. Este tenía forma cupular, con una planta circular o ligeramente elíptica; su estructura estaba constituida por un conjunto de varas distribuidas regularmente en el perímetro y enterradas por la parte más gruesa, y que luego eran curvadas hasta unirse entre sí por sus otros extremos. Sobre esta armazón colocaban cueros de lobos, cortezas y ramas, dejando una pequeña entrada por el lado más protegido, y a veces una opuesta, y en la cúpula una abertura para la salida del humo. Así conformaban un recinto de unos tres metros de diámetro y dos de altura en su parte central, donde podía alojar un grupo familiar con relativa comodidad. En el centro de la base se encendía el fuego, un piso hecho con ramas pequeñas, musgo, y también pieles, permitía aislar a las personas de la humedad del suelo. La estructura no se desarmaba, sino que de vez en cuando se reemplazaba alguna rama o vara podrida o rota, quedando así disponible para posteriores recaladas de otros indígenas[142].

Estos paraderos, a pesar de ser transitorios tenían una cierta jerarquía. Unos eran de ocupación eventual, albergues de paso, variables según la calidad y recursos del lugar de emplazamiento, hasta los de concentración plurifamiliar con mayor número de toldos y distinto equipamiento. En ellos se levantaban las construcciones de carácter ceremonial, entre ellas una de gran tamaño destinada al alojamiento de muchas personas, la que solía tener cuatro entradas y dos fogones.

Entre sus bienes materiales contaban como pieza fundamental con el arpón, compuesto de una punta de barba simple o de forma aserrada, elaborada sobre hueso de lobo de mar o de ballena, y un asta de madera en la que aquella se colocaba fija o móvil. El dardo arrojadizo, pieza de madera de menor longitud armada con una punta de piedra, el arco y la flecha, la maza de madera, también arrojadiza; la honda, confeccionada con cuero, y una especie de daga de madera de punta de piedra. Algunos de estos elementos eran empleados tanto en la caza y la pesca, así como en la lucha entre indígenas[143].

Respecto a la división del trabajo, a los varones les habría correspondido la fabricación de la canoa y el toldo, de las armas y herramientas, y la provisión de alimentos por medio de la caza y la pesca. Las mujeres se encargaban de la confección de las cestas, de las redes, la preparación de pieles, como de la extracción de los mariscos -lo que las hacía excelentes nadadoras- y de la recolección de otros productos, además de la preparación de los alimentos.

La caza y la pesca se practicaban en mar y tierra, utilizando especialmente el arpón. La captura o hallazgo de un cetáceo era avisada a otros indígenas mediante fogatas y otras señales de humo, convirtiendo el suceso en un motivo de encuentro colectivo, que finalizaba una vez extraído todo lo aprovechable del animal. La caza de lobos marinos también era motivo de reunión, ya que era una actividad excepcional que ocurría luego de la parición de las hembras[144].

Entre sus ceremonias más importantes estaba la de Kálakai, de iniciación de los jóvenes -hombres y mujeres- y el Yinchihaua, ritual secreto, reservado a quienes hubiesen participado del Kálakai, al menos en dos ocasiones.

La varadura de una ballena constituía también un suceso ceremonial, ya que por una parte, se aseguraba la concurrencia necesaria de varones, y por otra, el sustento alimentario del grupo durante el tiempo que duraba el ceremonial. Parte de los congregados desbrozaba el terreno, seleccionaba y preparaba los materiales, y levantaban la choza Tchelo Ayayema -Toldo de Ayayema-, en la que se realizarían los actos rituales, instalando alrededor sus propios toldos. Un anciano experimentado dirigía el ceremonial, mientras los demás se ponían espontáneamente a sus órdenes[145].

El Yinchihaua, que duraba varias semanas, tenía como objetivo instruir a los iniciados sobre los orígenes de la sociedad kawesqar y acerca de las normas de conducta de hombres y mujeres. Su explicación se basaba en la rica mitología kawesqar, donde destacaba la superación del matriarcado, expresada en la oposición inicial entre el Hombre Sol y la Mujer Luna, y los acontecimientos que se sucedieron hasta el triunfo completo de los hombres y la sujeción permanente de las mujeres. Esta explicación muestra características similares a la de los otros pueblos australes, lo que revelaría un remoto origen común de sus creencias.

El chamanismo cumplía un papel fundamental en la vida cotidiana del Pueblo Kawésqar. Esta actividad se desarrollaba a partir de un conjunto de prácticas mágico-religiosas cuyo objetivo era sanar enfermedades, alterar maleficios y predecir las condiciones climáticas. Era practicado por los ówurkan, hombres o mujeres que poseían la sabiduría y habilidades apropiadas, producto de la transmisión oral y un cuidadoso aprendizaje; los chamanes poseían el conocimiento empírico y práctico de curaciones, tratamientos y conjuros[146].

La organización social Kawésqar se fundaba en la agrupación familiar, sobre la base de la consanguinidad real -padres, hijos y abuelos si los había-, la que se hacía extensiva a otros parientes o allegados; la autoridad era ejercida por el padre. Más que jerarquías existían liderazgos ocasionales y con fines prácticos, ya que los Kawésqar se movilizaban separadamente o en grupos unifamiliares. La vida nómade favorecía una organización social basada en las agrupaciones de tipo familiar, de carácter relativamente extenso y, como ya se mencionó, bajo la autoridad del padre, aunque no en forma absoluta[147].

De acuerdo a su tradición, existía además una práctica de intercambio denominada tchas, que basada en la reciprocidad -la entrega de un bien material o inmaterial sin que exista la obligación de una retribución inmediata-, expresaba generosidad y un ánimo noble y amistoso[148].

2. Los primeros contactos con “el hombre blanco”. Las relaciones con los gobernadores de Magallanes


A partir del siglo XVI, como ya se ha venido mencionando, se tiene información de la presencia de indígenas en la franja costera de la Patagonia occidental. En 1609, misioneros establecidos en Chiloé llegan a territorio kawésqar encontrándose con muy pocos habitantes. Pero en 1779, dos sacerdotes visitan el mismo sector y hallan un gran número de indígenas, llevando consigo a la misión de Chiloé, 33. En otro viaje toman a 31. Para 1786 el diario de a bordo de la expedición hidrográfica de la fragata Santa María de la Cabeza, señala la existencia de grupos de 60 ó 70 personas, conformados por familias independientes, compuestas a su vez por 8 a 10 personas[149].

La declaración del gobierno de Chile, a fines del siglo XIX, de las tierras de la Patagonia como territorio de colonización ganadera, también afectó al pueblo Kawésqar ya que incluía las tierras aledañas a los canales que recorrían, sobre todo el sector de Última Esperanza. La presencia de los colonos desembocó en numerosos conflictos con aquellos, muchas veces motivado por el robo de ganado imputado a los kawésqar, conflictos que costaron la vida a indígenas y colonos.

Entre los gobernadores de Magallanes y sus subordinados, por una parte, y los kawésqar de otra, sólo existió un contacto meramente ocasional y siempre de carácter punitivo hacia los últimos, quienes no habrían dado ocasión para algún tipo de trato, ya que desde la fundación de Fuerte Bulnes y de Punta Arenas siempre se mantuvieron alejados. De ellos se recordaría solo su carácter bravío, a raíz del ataque a un teniente de marina en 1846, y al Fuerte Bulnes en 1852, quedando marcados por una imagen de pillaje y resistencia a las relaciones amistosas con los extranjeros[150].

A comienzos de 1873 se produjo el primer y lamentable enfrentamiento; el gobernador de la colonia -Punta Arenas- mantenía el ganado mayor de propiedad fiscal en los campos del sector inferior del río Agua Fresca, a cargo de algunos hombres. Los kawésqar que transitaban ocasionalmente por la costa, pronto descubrieron la hacienda y decidieron tomar algunos animales, atacando a los encargados del ganado, que debieron huir a caballo. Una vez en conocimiento de los hechos, el gobernador Oscar Viel envió, el 27 de marzo, una expedición militar de carácter punitivo hasta el lugar. Los soldados fueron recibidos a flechazos por los indígenas, y en respuesta mataron a seis kawésqar y tomaron prisioneros a doce niños[151]. En septiembre de 1874 ocurrió un incidente similar, el informe gubernativo señalaba que los encargados del ganado notaron la ausencia de algunos animales, al seguir las huellas fueron repentinamente atacados por los indígenas, a lo que respondieron con armas de fuego, provocando la muerte de ocho kawésqar, seis hombres y dos mujeres, capturando además tres niños[152].

“El jefe de la partida -explicó Viel al gobierno a modo de justificación por el hecho luctuoso- me ha hecho presente que solo la necesidad le obligó a matar a esos infelices, teniendo encargo de solo tomarlos, para procurar arrancarlos a la barbarie i conocer si fuese posible por ellos, sus costumbres i particularidades que sin duda no dejarán de tener interés...”[153].

La gestión administrativa del gobernador Oscar Viel con los kawésqar no habría sido afortunada, y estuvo marcada por un rigor excesivo en el trato y una evidente desproporción entre la ofensa inferida y el castigo infligido en respuesta. Durante la gobernación de Señoret sucedió un hecho similar que lleva a este a disponer de la captura vivo o muerto del cacique Kacho. Su sucesor, Guerrero Bascuñán, adopta nuevas medidas de carácter punitivo en contra de aquellos, esta vez en julio de 1897, afectando a un grupo que transitaba por las cercanías de puerto Consuelo en el interior del fiordo de Última Esperanza. El 19 del mismo mes, el colono Herman Eberhard, interpuso una denuncia, señalando que los kawésqar habían estado matando y robando ganado de su estancia durante enero y junio, lo que había motivado, en la última ocasión, un enfrentamiento armado entre sus empleados y aquellos. Producto de esta denuncia, el gobernador dispuso el viaje de un buque de la Armada hasta Última Esperanza, con el fin de ubicar y capturar a los kawésqar para su posterior reclusión en la Misión de San Rafael, isla Dawson, lo que efectivamente se llevo a cabo[154]. (Ver Mapa Nº 25)

Los gobernadores no se esforzaron en establecer otro tipo de relación con el Pueblo Kawésqar. Este fue ignorado y dejado a su suerte mientras no perturbara la vida o hacienda de los colonizadores o los bienes del Estado. Para los atropellos y abusos que debió sufrir no existieron sanciones ni preocupación alguna de la autoridad, circunstancia que es hoy considerada como históricamente responsable de omisión grave[155].

3. Las relaciones con cazadores de lobos marinos y el tráfico comercial


Otra forma de relación entre kawésqar y extranjeros, se dio con los loberos y nutrieros, que hacia fines de la década de 1860 comenzaron a ejercer más intensamente la caza en la zona de los archipiélagos del occidente magallánico[156]. Desde 1880 a 1930, los kawésqar mantuvieron contactos mucho más continuos que en el pasado con los extranjeros, chilotes y “blancos”. Esta sería la primera fase de las profundas modificaciones introducidas en la vida material de estos indígenas, así como de sus consecuencias demográficas y psicológicas[157]. Los lugares de parición eran frecuentados tanto por indígenas como por cazadores chilotes y loberos de Punta Arenas, de estos encuentros los indígenas obtenían alimentos, vestuario, los cazadores, por su parte, pieles y mano de obra para su preparación. Cuchillos y hachas, así como chalupas y armas de fuego atraían a los indígenas, produciéndose frecuentes robos, que derivaron en matanzas de hasta familias completas de kawésqar; así como también los raptos de mujeres jóvenes y adultas efectuados por los loberos eran frecuentes[158].

A partir de 1930 el contacto con los “blancos” se hace más o menos permanente, conduciendo al abandono del sistema tradicional de vida hasta su total desaparición[159]. Las expediciones de caza de las goletas chilotas duraban entre tres a seis meses, y a veces más pues la limitación legal de estas cacerías no era severa, en un territorio que era puramente administrativo, mal conocido y mal vigilado. Los kawésqar se establecían cerca de sus campamentos, con una actitud desafiante al principio, luego entraban en confianza mediante el intercambio de algunos objetos, hasta suministrar a los loberos una mano de obra hábil y gratuita. A cambio de su trabajo de preparación de las pieles, recibían alimentación “chilota”, tales como galletas de harina, papas, cebollas y café de higos. A cambio de sus capas de pieles de nutria y de coipo, recibían ponchos y frazadas de mucho menor valor y calidad. Producto de las matanzas de familias y raptos de mujeres y muchachos -para hacerlos marineros-, un considerable número de kawésqar fueron trasplantados a Chiloé, Puerto Montt y Punta Arenas[160].

Hacia fines del siglo XIX, antes de la apertura del Canal de Panamá, la ruta de los archipiélagos tuvo tráfico intenso. Para proteger esta vía, la marina chilena envió a los archipiélagos a numerosas misiones hidrográficas, y los pasos de barcos se hicieron más frecuentes. Los puertos naturales en que los buques anclaban de noche o con mal tiempo resultaron ser las grandes bahías habitadas permanentemente por algunos grupos familiares kawésqar. Durante estas escalas los indígenas fueron objeto de curiosidad, recibiendo alimentos, ropas, tabaco, a veces alcohol y herramientas de metal. Los cálculos de población hechos por las tripulaciones de estos buques concuerdan en que hacia la década de 1920 a 1930, el número de los kawésqar, ya reducido, podía ser superior a mil personas[161].

La penetración de los “blancos” en terrenos nuevos y aún desconocidos de los archipiélagos iba en aumento, hallándose terrenos aceptables para la ganadería en las regiones más inhospitalarias y hasta en Última Esperanza. En esta, en otro tiempo un importante centro de población kawésqar, se levantó la ciudad de Puerto Natales, luego unida por un camino a Punta Arenas. La creación de ambos centros, los únicos del territorio chileno austral, ejerció cierta influencia, aunque limitada, sobre la demografía y la repartición de los kawésqar, quienes se mantuvieron al margen de la población blanca, abandonando sus viajes al sector oriental del Estrecho de Magallanes. Mujeres kawésqar se casaron con blancos y algunos niños fueron recogidos por instituciones o personas de Punta Arenas[162].

4. El descenso numérico de la población. Las nuevas condiciones de vida en el siglo XX


Durante los primeros cinco años de funcionamiento de la misión salesiana de Isla Dawson, los kawésqar fueron los únicos residentes. Recibían algunos subsidios alimenticios y a veces dejaban allí a sus niños. En 1895, el número de kawésqar recluidos en la misión llegaba a 65, con 27 hombres y 38 mujeres, sufriendo la misma suerte que los selk’nam[163]. Como ya había sido mencionado, los adultos fueron empleados como trabajadores de las faenas agrícolas y forestales de la misión, mientras que los niños eran educados en la cultura chilena. Muy pocos individuos sobrevivieron al desarraigo y la enfermedad, haciendo de esto una de las causas que contribuyó a la disminución de la población kawésqar[164]. De acuerdo a la información recogida de sus informantes en el estudio realizado por Joseph Emperaire, la población originaria de los archipiélagos comenzó a declinar en su número en el momento en que los extranjeros se instalaron de manera semipermanente en su territorio. Además de los actos de violencia perpetrados, a los que se agregan la introducción del consumo de bebidas alcohólicas, tales contactos regeneraron y difundieron ciertas enfermedades que fueron una de las causas más importantes del deterioro fisiológico del Pueblo Kawésqar[165]. Hacia mediados del siglo XX, el estilo de vida nómade de los kawésqar y el número de su población, había sufrido una transformación radical. Los nacidos en los canales en las dos últimas décadas del siglo XIX, llegaban a alrededor de 800 personas, de los cuales sobrevivían para mediados del siguiente siglo, sólo 61. Las causas se encontraban no sólo en enfermedades como la tuberculosis y el alcoholismo, sino también en las enfermedades venéreas, que llegaron a ser causal de muerte de un 56,4% de la población existente hacia 1950[166].

Por otra parte, a excepción de dos familias que conservaban su nomadismo, la población restante habitaba en torno a Puerto Edén, o en los alrededores de San Pedro[167]. En 1936 se instaló en el primero una base de la Fuerza Aérea (FACH) destinada a apoyar el servicio aéreo postal de hidroaviones que uniría Puerto Montt con Punta Arenas. Los kawésqar ya habían establecido campamentos temporales junto al faro San Pedro, buscando alimentos y ropa; atraídos por este nuevo centro comienzan a instalarse alrededor de la base, en la localidad de Yetarkte.

En 1940, por iniciativa del Presidente Pedro Aguirre Cerda -luego de su visita a Puerto Edén- se dictó un decreto de protección de la población del archipiélago, encargando a la FACH la protección de los indígenas. Junto a ello se diseñó un plan de radicación en Puerto Edén, incluyendo medidas básicas como alimentación y atención en salud. La distribución de víveres atrajo a la población kawésqar en torno a Puerto Edén, en las que no existían las mínimas condiciones de servicios básicos y salubridad[168]. El modo de construir sus viviendas no cambió, pero estas fueron volviendo insalubres; las pieles de focas cada vez más escasas, fueron reemplazadas por viejas telas de buque. La higiene se hizo deplorable, y la limpieza personal que antes permitían la lluvia y el viento, ya no se haría más[169].
4.1. El caso de Lautaro Edén

Bajo el amparo de la ley de protección se intentó una nueva forma de integrar a los kawésqar a la sociedad nacional. Hacia 1940, un joven de diez años, conocido luego como Lautaro Edén Wellington, fue enviado a Santiago a una escuela de la Fuerza Aérea. El objetivo era instruirlo, “civilizarlo” y luego retornarlo a su lugar de origen como jefe, para que por su intermedio se modificase el estilo de vida de su pueblo. Lautaro Edén retornó en 1947, con un mes de permiso, como ahijado del Presidente de la República y suboficial mecánico de aviación, pero no sólo despreció a su gente, sino que no reconoció a sus propios padres. Luego de cumplido su mes de permiso Lautaro regresó a Santiago, teniendo como única consecuencia su estadía, el envío al servicio militar de tres kawésqar, y luego la partida de su hermano menor a una escuela de Santiago[170].

Lautaro permaneció otros dos años en Santiago, donde se casó, y en 1949 regresó a Puerto Edén pero sin su esposa; había sido designado como encargado provisional de la radio en la estación que luego debía dirigir. Cumplió con sus obligaciones durante un tiempo, y luego desapareció en compañía de una mujer kawésqar, haciéndose llamar Terwa Koyo -“brazo tieso”-. Poco a poco los kawésqar comenzaron a unirse a aquel, que se había vuelto a la práctica del nomadismo en los archipiélagos. Los kawésqar abandonaron completamente Puerto Edén, cuando uno de los jefes del puesto comenzó a masacrar sin ninguna razón a sus perros, su único bien y a los cuales se hallaban muy apegados; esto se sumaba a una serie de incomprensiones producto de la diferencia de mentalidades entre militares e indígenas[171]. Junto a ellos Lautaro comenzó a formar una nueva comunidad en las cercanías de San Pedro, donde vivían de la caza de animales de piel fina, experiencia que duró tres años[172]. A comienzos de 1953, Lautaro muere ahogado en el estuario del fiordo Baker, junto a su cuadrilla de caza. Una parte del Pueblo Kawésqar volvió a Puerto Edén, otros se unieron a los loberos y los restantes, dos familias, regresaron a la vida de cazadores independientes entre el norte del canal Messier y el océano[173].

4.2. Las últimas décadas del siglo XX

Finalmente, la proyectada línea de hidroaviones no prosperó y la base de la FACH fue abandonada. Luego de un tiempo, fueron estableciéndose pobladores chilotes hasta formar la actual villa Edén[174]. En 1969 es creado en la isla Wellington, unos kilómetros al este de la radioestación de la FACH, el poblado de Puerto Edén, el que quedó bajo la juridiscción de Carabineros de Chile. Allí se construyó un retén, dependiente de la Prefectura de Puerto Natales, una posta de primeros auxiliares y una escuela. En este mismo período es impulsada la política destinada a la creación de poblados en las localidades apartadas de Magallanes[175]. Los kawésqar residentes en Yetarkte, a un costado de la radioestación de la FACH, cuya población habría llegado a 43 personas en 1967, fueron trasladados a Edén donde el Estado les hace entrega de casas pre-fabricadas, en conjunto a los demás pobladores, en su mayor parte de origen chilote, que se establecen allí[176].

Muchas de estas casas se incendiaron, dado el material altamente combustible de que estaban fabricadas y por la falta de hábito de residir de los usuarios, que además utilizaban cocinas a leña e iluminación a velas. Ante la emergencia los ocupantes se instalaron temporalmente con otras familias, o construían chozas en el mismo lugar, semejantes a las de los tiempos antiguos, pero sin contar con los materiales ni las condiciones del terreno adecuadas[177]. Los kawésqar, viven en ese entonces, como el resto de la población, de la pesca y la extracción de mariscos, actividad complementada con la elaboración de artesanías. Informes de la época dan cuenta de la grave situación de miseria y abandono en la que se encuentran. Muchos de ellos enfermaban de tuberculosis y pulmonía, recibiendo de la FACH una alimentación y atención sanitaria deficiente, esperando el paso de algún barco desde donde los pasajeros les lanzaran alimentos[178].

El antiguo edificio de la radioestación de la FACH al crearse Puerto Edén, había sido traspasado a la Empresa de Comercio Agrícola (ECA), que instaló un almacén de comestibles. Para 1999, el sitio había recuperado su carácter de recinto militar, al instalarse allí la Capitanía de Puerto, dependiente de la Armada de Chile.

La migración de la mayor parte de la población hacia ciudades, marcó las últimas décadas del siglo XX. Las viviendas estatales pudieron ser reemplazadas a fines de los años ochenta, con materiales -madera y latón- para la construcción de cinco viviendas que aporta el proyecto de una ONG belga, en las cuales viven hasta el presente. La misma ONG donó una lancha -de 12 mts. de largo- apta para la pesca, nombrada “María Luisa”, construida por la comunidad Huilliche de Chiloé, así como de un muelle para facilitar su uso[179].

En 1996 el grupo de Puerto Edén estaba compuesto de doce personas, dos de las cuales eran estudiantes y sólo permanecían en el lugar durante el período de vacaciones. En las cercanías de la isla Guarelo, también se encuentra un sitio de permanencia temporal, desde hace unas décadas. La reducción de la población en Puerto Edén se ha debido a las pobres condiciones de subsistencia en la zona, produciéndose una migración hacia Punta Arenas -64 personas, 1995- y Puerto Natales -12 personas, 1995-, formándose así un grupo de “kawésqar urbanos”, quienes comercian en artesanía, trabajan como integrantes de cuadrillas de pescadores-recolectores de mariscos o reciben algún tipo de pensión por parte del gobierno[180]. El total de la población kawésqar llega a las 101 personas, entre los residentes en los lugares anteriormente mencionados, las 2 que lo hacen en isla Guarelo, al sur de Puerto Edén, 2 en sectores rurales no identificados de la región de Magallanes, 1 en Panguipulli, 2 en Santiago y 1 en un lugar no identificado, probablemente en la zona central del país[181].

De la comunidad residente en Punta Arenas, hacia fines de los años noventa sólo un 6% hablaba su idioma, y también se daba un alto índice de analfabetismo y desconocimiento de las técnicas de fabricación de utensilios -canastillos, botes y arpones- característicos de su cultura[182].

La promulgación de la Ley 19.253, que reconoce a los kawésqar como comunidad, y establece programas en su favor, así como la existencia de políticas que se han traducido en beneficios concretos para aquellos, ha influido también en un cambio de actitud de muchos kawésqar respecto a su pueblo y a su autoidentificación, lo que se ha traducido en experiencias de organización durante los últimos años, constituyéndose dos organizaciones: el “Consejo Kawashkar”, creado a fines de la década de los ochenta y que agrupaba a los kawésqar de Puerto Edén, dirigida por Carlos Renchi, y la “Comunidad Kawashkar”, organización comunitaria funcional creada en febrero de 1993, la que agrupaba a 26 personas mayores de edad integrantes de la comunidad kawésqar de Punta Arenas, dirigida por Carlos Messier[183]. Actualmente funcionan 3 organizaciones en Punta Arenas, cuyos representantes son Haydeé Aguila Caro (Artesanos kawésqar), Rosa Ovando Sotomayor (Canoeros Australes) y Luis Oyarzún Sotomayor (Residentes). En Puerto Natales, representada por María Francisca Dubó y 1 en Puerto Edén, cuyo representante es Pedro Vargas Vidal.


[134] Kawésqar corresponde a una autodenominación, que quiere decir “los hombres”, en términos genéricos. La grafía fue tomada del sitio internet “Kawésqar”, realizado por Oscar Aguilera R., [en línea]. En: Lenguas y culturas de Chile. 1999. [fecha de acceso: 12 Agosto 2002]. Disponible en < http:// www. kaweskar.uchile.cl/cultura/kaweskar.html >.
Alacalufe sería una denominación de origen desconocido, que los kawésqar nunca utilizaron como autodenominación. El primero en utilizarla fue Robert Fitz Roy, para designar un grupo de indígenas que encontró en las islas del sudoeste del estrecho de Magallanes. Este término fue vuelto a usar sufriendo varias transformaciones fonéticas como alakaluf, alakulof, alikkolif, alakwulup, etc. Ver: Emperaire, Joseph. Los nómades del Mar... Op. cit.: 274.
[135] Ibíd.
[136] Ibíd.: 92, 93.
[137] La siguiente descripción corresponde a un grupo de kawésqar avistados en un sector del canal de Fallos, en el inicio de la región magallánica, y concuerda con otras posteriores:
“La gente que hay en esta ensenada susodicha, son indios pescadores de mediano cuerpo y mal proporcionados. No tienen sementeras y manteniéndose de pescado y mariscos, y lobos marinos que matan; y comen la carne de los lobos y pescados cruda, o aves cuando las matan, y otras veces asan. No tienen ollas ni otras vasijas; ni se han hallado sal entre ellos. (...) Andan vestidos de los cueros de los lobos y de otros animales, con que se cubren las espaldas, y caen hasta las rodillas y una correa que les atan por el pescuezo a manera de las liquiras que traen los indios del Cuzco. Traen sus vergüenzas de fuera sin ninguna cobertura. Son de grandes fuerzas. Traen por armas unos huesos de ballena a manera de dagas, y unos palos, como lanzuelas mal hechas. Andan en canoas de cáscaras de cipreses y de otros árboles. No tienen poblaciones ni casas, sino que hoy aquí, mañana en otra parte, y donde quiera que llegan, llevan unas varillas delgadas, las cuales ponen en el suelo; y con corteza de árboles, que en las dichas canoas traen, hacen sus casillas chiquillas, a manera de ranchos, en que se meten y reparan del agua del cielo y de la nieve”. Martinic, Mateo. Historia de la Región Magallánica... Op. cit.: 93, 94.
[138] Emperaire, Joseph. Los nómades del Mar... Op. cit.: 92, 93.
[139] Respecto a los chonos, es escasa la información que se maneja acerca de su estilo de vida, origen o aspecto físico. Fundamentalmente se trataría de un pueblo nómade, dedicado a la pesca, caza de lobos marinos y recolección de mariscos. Los chonos desaparecen de las crónicas y relatos de viajeros a mediados del siglo XIX, pero ya se registra su alejamiento de las rutas de los canales hacia fines del siglo XVII. Se consideran que desaparecen del registro histórico al mezclarse con la población mapuche de Chiloé. Ver: Ocampo, Carlos; Quiroz, Daniel; Aspillaga F. Eugenio. Chonos. Un mundo ausente. [en línea] Lenguas y Culturas de Chile. [fecha de consulta:12 Agosto 2002]. Disponible en: <http://rehue.csociales.uchile.cl/rehuehome/facultad/publicaciones/Sitios/Lenguas/chonos...>.
[140] Ibíd.: 93. y Martinic, Mateo. Historia de la Región Magallánica... Op. cit.: 102.
[141] Martinic, Mateo. Historia de la Región Magallánica... Op. cit.: 96.
[142] Ibídem.
[143] Ibídem.
[144] Ibíd.: 97.
[145] “La ballena, la carne de ballena se trozaba, después se cocía y se repartía. Cuando todos formaban un grupo, las mujeres que ahí había después la cocían, y los que salían a pedir, los que mandaban a pedir, cuando lo pedían, se regalaba a otras casas (...) cuando estaba cocida, lista, solían repartirla; había una casa grande y la casa estaba repleta de gente; cholgas y erizos y lapas (...) después se repartían; a la persona que no tenía nada se le repartía, se le daba, se le entregaba. Cuando terminaban de comer y asar en el fuego las conchas las llevaban para afuera (...) y las escondían amontonándolas, se iban caminando y las mujeres no lo veían; los restos no los veían, las mujeres no lo podían ver, solamente los hombres los llevaban a un lugar alejado, los escondían, los ocultaban. Ibid.: 99.

[146] Ibíd.: 100, 101.
[147] Aguilera, Óscar. “Kaweskar...” Op. cit.
[148] Ibíd.: 101, 102.
[149] Emperaire, Joseph. Los nómades del mar... Op. cit.: 68.
[150] Martinic, Mateo. Historia de la Región Magallánica... Op. cit.: 718.
[151] Ibíd.: 719. Citando Oficio 50 de fecha 30-II-1873. Correspondencia Colonización Gobernatura de Magallanes 1871-1873. Archivo Min. RR.EE.
[152] Ibídem.
[153] Ibídem. Citando Oficio 303 de fecha 6-IX-1874. En Correspondencia Colonización de Magallanes 1874-75, Archivo Min. RR.EE.
[154] Ibíd.: 719.
[155] Ibíd.: 720.
[156] Ibíd.: 721.
[157] Emperaire, Joseph. Los nómades del mar... Op. cit.: 101.
[158] Aguilera, Óscar. “Kaweskar...” Op. cit.
[159] Emperaire, Joseph. Los nómades del mar... Op. cit.: 101.
[160] Ibíd.: 102.
[161] Ibíd.: 104.
[162] Ibíd.: 104, 105.
[163] Ibid.: 107. Ver capítulo correspondiente al Pueblo Selk’nam.
[164] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 29.
[165] Emperaire, Joseph. Los nómades del mar... Op. cit.: 103.
[166] Ibíd.: 110-121.
[167] Ibíd.: 109-111.
[168] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 30.
[169] Emperaire, Joseph. Los nómades del mar... Op. cit.: 124 El autor señala además que los kawésqar vivirían de ahí en adelante “amontonados en sus camastros en una horrible promiscuidad. En una misma choza, cuyo diámetro mayor podría tener 3 metros, viven dos o tres familias con sus perros, es decir, una decena de seres humanos y una veintena de perros. Es fácil imaginar lo que pueden llegar a ser las enfermedades venéreas u otras en semejantes condiciones. La inactividad de los hombres y las mujeres es casi total y su resistencia a la enfermedad disminuye correlativamente a la falta de trabajo. Ya no hay ceremonias. Salvo en el caso de enfermedades graves y de muertes, los contactos con lo sobrenatural no sirven ya de gran cosa. El blanco lo proporciona todo y responde a todo. Él distribuye productos prefabricados. Las gentes, amontonadas en cabañas más y más repugnantes, terminan de morir, esperando la próxima distribución”.
[170] Ibíd.: 126.
[171] Ibíd.: 127.
[172] Según su propio testimonio aparecido en un periódico de la región, señalaba que: “Una noche de septiembre de 1949, jurando no volver más a Puerto Edén mientras estuviera el señor [sargento] Geymer, dejé el lugar en una chalupa y solamente me acompañó una mujer, que estuvo dos días a mi lado. (...) Viví en San Pedro y ahí recibía cartas de mi señora del norte. Más tarde, 60 nativos me fueron a buscar y se quedaron conmigo en los canales. No podía llevar la misma vida de mis paisanos. Me hacían mal los mariscos crudos, por lo cual tenía que comprar víveres. Cuando supe que el señor Geymer había sido trasladado, regresé por fin a Puerto Edén. De ahí he venido a Punta Arenas, a hacer compras para los nativos, y hacer estas aclaraciones. (...) [El sargento Geymer] Abusaba con mi gente y hacía comercio con los víveres. Todo fue abuso y nunca hubo tal de que enseñó a leer a los alacalufes. Quien lo hizo fue el radiotelegrafista Pineda”. “¡Desde los canales ha venido el indio civilizado Wellington para explicar su odisea!” . Noticias Gráficas de Magallanes, 22 de febrero de 1951. En: Vega D., Carlos. Cuando el cielo se oscurece. (Samán arkachoé). Historia de vida, testimonio alacalufe de Alberto Achacaz Walakial. Anexo Nº 10. Editorial Atelí y Cía. Ltda. Punta Arenas. 1995. p.184.
[173] Ibíd.: 128.
[174] Aguilera, Óscar. “Cambios en los patrones culturales de la etnia Kawésqar (Alacalufe Septentrional). Un registro Testimonial”. [en línea]. En: Excerpta, Nº9, [fecha de acceso:12 de agosto 2002].Disponible en http://www.rehue.csociales.uchile.cl/rehuehome/facultad/publicaciones/Excerpta/excerpta9/cambios1.
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[175] Ibíd.
[176] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 32. Aguilera, Óscar. “Cambios en los patrones culturales de la etnia Kawésqar...” Op. cit.
[177] Aguilera, Oscar. “Kawésqar...” Op. cit.
[178] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 32, 33. Citando Informe del Director Zonal de Pesca y Caza de Magallanes, Bernardo Rivas, al Director Nacional de la misma entidad,1967.
[179] Ibíd.: 33.
[180] Ibídem.
[181] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 57. Cifras tomadas del informe “Fichas de la Comunidad Kawashkar”, elaborado por la Corporación Metodista de Magallanes en agosto de 1992, con la participación de Carlos Messier, presidente de la comunidad kawesqar de Punta Arenas.
[182] Fernández, José. “La comunidad Kaweskar”. Tierra, Territorio y Desarrollo Indígena. Instituto de Estudios Indígenas. Universidad de la Frontera. Temuco. 1995. p. 232.
[183] Aylwin O., José. Comunidades Indígenas... Op. cit.: 66, 67.