3.
La invasión, destrucción y transformación
Con
la llegada de los “huincas” se desencadenan procesos inéditos
en estas tierras y que aún nos marcan. El proyecto de conquistar a los
mapuches y sus espacios -sur del Bío-Bío- fracasa, dando paso a
lo que la historia de Chile llama: la
colonia.
Los
europeos avanzan hacia el sur con ánimo de conquista. Se producen
enfrentamientos y un período marcado por la violencia, la guerra, la
destrucción de la sociedad indígena. Esa historia es conocida. Sin
embargo, la conquista fracasa reiteradamente. El Gobernador de Chile es muerto
en la batalla de Tucapel y son despobladas las ciudades del sur incluyendo
Concepción. Lautaro avanza hasta el Mataquito. Vuelven refuerzos
españoles del Perú y se reinstalan los europeos en tierras al sur
del río Bío-Bío. Los mapuches no se dejan vencer y son muy
pocos los años que los españoles logran ponerlos a trabajar en las
minas de oro, los famosos lavaderos de Quilacolla, Valdivia y Villa Rica.
Continúan años y décadas de una violencia inusitada hasta
que a fines del siglo XVI, un grupo de pureninos descubre al gobernador
Oñez de Loyola en Curalaba o Curalaf y le da muerte, siendo el segundo
Gobernador en caer muerto, transformándose la Guerra de Arauco en un caso
único en toda la conquista de América.
La
invasión y conquista hispana tuvo efectos similares en todo lo que es el
continente americano. En Chile hubo una cierta resistencia al sometimiento
español por los pueblos del norte y centro del territorio como se ha
visto en el numeral “I” de esta Primera Parte del Informe; sin
embargo sucumbieron a los ejércitos hispanos y terminaron por
incorporarse a la lógica de dominación que los españoles
traían; esto es, fundamentalmente, la incorporación de la mano de
obra indígena al sistema de producción español, que
asumió la denominación de
encomienda.
Sin
embargo, los españoles no pudieron imponer su sistema en el territorio
del sur de Chile, en territorio mapuche. Allí la dominación no
surtió los efectos esperados por los hispanos, la conquista
española fracasa; la respuesta se encuentra en la férrea
resistencia militar que opuso el Pueblo Mapuche; situación que
cambiará drásticamente el sistema de relaciones que deberá
asumir la Corona española respecto de aquel.
Los
mapuches, entonces, logran resistir la ocupación española. Logran
sobreponerse a la penetración inicial de los hispanos, al establecimiento
de los primeros fuertes y ciudades -Tucapel, Purén, Angol, Imperial y
otras- en su territorio y de la distribución de su población en
encomiendas. Después de numerosas batallas y hacia fines del siglo XVI,
los mapuches logran la expulsión y el afianzamiento de una
autonomía política y territorial sobre el espacio de la
Araucanía. (Ver Mapa Nº 20)
Posteriormente
al alzamiento de
Curalaba,
los españoles, al no poder penetrar los territorios mapuches, se ven
obligados a constituir y fortalecer una frontera en los límites que
señala el río Bío-Bío. A partir de aquí, la
corona española se ve obligada a reconocer la zona ubicada al sur de
dicha frontera, como un territorio autónomo perteneciente a otro pueblo,
que la llevará a entrar en una dinámica absolutamente
inédita en el resto del continente; lo que ha sido conocido por los
historiadores como “La
Frontera”.
En
síntesis, los mapuches, poseen la admirable peculiaridad de haber
permanecido independientes de España por espacio de más de 260
años. A pesar de todos los intentos realizados por los españoles,
los mapuches, gracias al equilibrio militar que presentaron a los
ejércitos castellanos, lograron mantener su independencia.
Las
explicaciones que se han dado para entender esta resistencia de los mapuches
frente a los españoles, inédita en la historia americana, han sido
muchas y variadas. Se ha hablado latamente de una supuesta condición
racial de los mapuches que los coloca por encima de otros pueblos en su
condición de hábiles guerreros, así se ha llegado a hablar
de un “espíritu guerrero” o de “raza militar”.
Hoy en día, los estudios de Antropología han demostrado que no
existe ninguna información que pueda establecer una relación de
correspondencia entre los componentes biológicos hereditarios del ser
humano y su comportamiento cultural. Es decir, las conductas, comportamientos y
habilidades de un determinado pueblo, no pueden ser atribuibles a su
condición genética ni nada que se le parezca, sino que dichas
expresiones son el resultado de su adaptación a su entorno, su recorrido
histórico, su relación con otros pueblos, en fin lo que en
términos antropológicos se denomina
cultura.
En
la actualidad, cuenta con bastante aceptación un tipo de
explicación que fundamenta las razones de su victoria militar, en el tipo
de organización social
mapuche,.
A diferencia de los inkas y aztecas, que poseían gobiernos centralizados
y divisiones políticas internas, los mapuches tenían una
estructura social no jerarquizada, sin poder central, siendo cada familia una
unidad independiente. En los primeros casos, los ejércitos
españoles golpearon el centro del poder político y, al
conquistarlo, se aseguraron el dominio del Imperio. En el caso del Pueblo
Mapuche esto no era posible, ya que su conquista y sometimiento pasaba por el de
cada una de las miles de familias independientes.
Para
los españoles, entonces, la existencia de una estructura
sociopolítica mapuche que no era centralizada y que, por tanto, no
pudiera obligar a sus miembros a obedecer, constituyó el principal
obstáculo para su conquista.
Al
llegar los españoles, y observar desde una mirada etnocéntrica a
los mapuches, fijan su atención en todo lo que aquellos no tienen, con
relación a la cultura europea. Para empezar observan esta carencia de
poder centralizado, y luego, la ausencia de la figura omnipotente y omnisciente
del Dios cristiano, lo que significaba que los indígenas estaban
incapacitados de distinguir entre el bien y el mal. Esta doble ausencia de un
poder claramente definido en el mundo terrenal y también en el mundo
celestial, para el español “implicaba lógicamente la
inexistencia de la ley. Hundía a estas sociedades en la más total
confusión y la más grande inestabilidad...
”.
Ahora
bien, a pesar de la mirada fuertemente etnocéntrica de los hispanos
acerca del Pueblo Mapuche, el hecho de no poder conquistarlo los habría
obligado a reflexionar permanentemente sobre los mecanismos que lo estaban
imposibilitando Esto necesariamente condujo a los españoles, a fijar su
atención sobre las características organizacionales de este
pueblo. Respecto a ello, dos son los aspectos más relevantes que aparecen
en los documentos de la época y que hacen referencia a la
organización política de los antiguos mapuches: en primer lugar,
el tipo de asentamiento disperso, y la guerra como reacción frente a la
invasión europea. Los españoles notaron que si bien en tiempos de
paz los grupos vivían en relativa autonomía e independencia, para
la guerra se reunían bajo la autoridad de un solo
jefe.
Lo
anterior pretende demostrar que si bien a los ojos hispanos la sociedad mapuche
se presentaba como una sociedad caótica, sin estructuras
políticas, el análisis más detallado permite observar que
sí poseía mecanismos de articulación sociopolítica;
la diferencia radica en que estos mecanismos eran distintos a los de los
españoles y que estos no tuvieron la capacidad de
comprenderlos.
De este modo, debido a dichos mecanismos, la corona española se vio en la
necesidad de modificar sustancialmente las estrategias de dominación que
hasta el momento del contacto con los mapuches le habían reportado
exitosos resultados, y tuvo que entrar en una negociación que la
obligó a reconocer a los mapuches como actores distintos con los cuales
debía negociar, cuestión que queda reflejada en la política
de los parlamentos.
Sin
embargo, antes de pasar al tema de los parlamentos es necesario decir algo
respecto a cómo la llegada y guerra contra los españoles
significó importantes cambios para la sociedad mapuche. Puede decirse, en
primer lugar, que la guerra transforma de manera radical a la sociedad mapuche.
Para empezar ocurre un abrupto descenso en el número de población,
debido a los muertos en batalla, pero sobre todo, a los muertos por las pestes
que traían consigo los españoles. La sociedad mapuche que hasta
ese momento era cazadora, recolectora, y horticultora, se transformará en
una sociedad guerrera, y en la que comenzará a tener una importancia
creciente la
maloca.
En este sentido la importancia que tiene la incorporación del caballo
español a la cotidianeidad del Pueblo Mapuche es fundamental. Los
mapuches rápidamente dominan las técnicas ecuestres
transformándose en grandes jinetes, cuestión que se
transformará en un arma determinante durante la “guerra de
Arauco”; pero también el caballo condicionará el tipo de
economía que van a adoptar los mapuches después de la guerra,
significará cambios en el tipo de desplazamiento y también
será objeto de intercambio. Así los mapuches se irán
transformando en una sociedad ganadera, extenderán su territorio
desplazándose hacia las pampas del actual territorio argentino,
“araucanizando” a los grupos trasandinos.
A
pesar de los innumerables cambios que sufrirá la sociedad mapuche, muchas
de sus instituciones ancestrales logran mantenerse, por ejemplo el asentamiento
disperso se mantiene, los mapuches no necesitaron formar pueblos. Por otro lado,
logran permanecer sin la necesidad de constituir una organización
política que centralice el poder, por tanto se mantiene el derecho de
cada familia a decidir en forma autónoma e
independiente.
En
fin, esta primera etapa de contacto entre españoles y mapuches
está marcada por la guerra, finalmente favorable a los mapuches, a pesar
del costo brutal que significó el exterminio de la sociedad
indígena prehispánica. Al fracasar la lógica de
sometimiento hispano, se inaugura una segunda etapa en la relación
mapuche-español que está marcada por la política de los
parlamentos. Este hecho, indudablemente provoca cambios en la sociedad colonial
española, y también genera una reflexión interna mapuche,
que lleva a una autoconcepción distinta pues ahora hay un
“otro” distinto frente a ellos. Con la política de los
parlamentos, se producirá una suerte de reconocimiento del
“pueblo-nación” mapuche y de una frontera entre ambas
naciones. Sin embargo, dicho reconocimiento será un mal menor, pues ambas
partes desearían la desaparición del otro en un todo mayor que los
incluyera. En este contexto de frontera, cuyo límite es la guerra -su
fantasma-, se da un mestizaje -al revés y al derecho- que no logra
superar la barrera entre ambos pueblos, sino que produce todo lo contrario: un
blanqueo y una
mapuchización.
Una lectura
posible de todo el proceso que origina los parlamentos es ver cómo los
mapuches aparecerán desde siempre como arquitectos, co-protagonistas en
toda la configuración de la Frontera; no son simplemente objetos del
accionar hispano, sino, por el contrario, co- protagonistas de esta historia. En
este sentido, el eje que permite comprender por qué el sujeto mapuche
entra en esta red de relaciones, es el eje de la reciprocidad, las relaciones de
respeto mutuo; el mapuche quiere evitar la guerra y busca un pacto de
co-gobernabilidad que le permita convivir de manera pacífica con los
españoles; todo lo cual queda reflejado posteriormente en el sistema de
convivencia, en el régimen de parlamento, y en todo lo que es el
desarrollo de una política para la región.
Es decir,
toda la institucionalidad surgida en la frontera, desde el siglo XVI en
adelante, es una institucionalidad gestada en ese espacio a partir del
diálogo entre los actores; y en este sentido, entonces, el mapuche no
habría sido nunca un objeto de conquista, sino al contrario, un sujeto
que resiste la guerra, y que después de ganarla, muestra una inmensa
capacidad de diálogo en la consecución de acuerdos que le permitan
vivir
pacíficamente.
El hecho de que en muchos textos escolares se
mencione como “el desastre de Curalaba”, cuando desde el lado
mapuche bien podría ser “la victoria de Curalaba”,
vendría a demostrar toda la carga racista y eurocentrista que ha
caracterizado, por mucho tiempo a una parte de la historiografía
nacional.