6.
Explotación ganadera e inquilinaje
En
la época en que se realiza la anexión de la isla, Chile
vivía una etapa de auge económico y expansión territorial
con Valparaíso, como principal puerto del Pacífico, logrando
controlar el cabotaje entre Norteamérica y el Pacífico. Coincide
también, con esta expansión territorial de Chile hacia el Norte
Grande y su riqueza salitrera, la penetración y colonización de
los territorios de la Araucanía y Tierra del Fuego. La anexión de
Isla de Pascua, viene a ser un eslabón más del proceso
expansionista chileno, siendo el único caso en que esta
propagación se realizó por medio de un acuerdo y no por la
vía militar
[51].
La
Revolución de 1891, significó entre otras cosas, el abandono del
tímido proceso de colonización por parte del Estado, y la
transformación, a partir de 1895, de la isla en una estancia ovejera en
manos de particulares de origen
extranjero.
La isla es arrendada, primero, al ciudadano de origen francés Enrique
Merlet y, posteriormente, a la Compañía Explotadora de Isla de
Pascua, de nacionalidad inglesa, propiedad de la compañía
Británica Williamson Balfour.
En
efecto, en 1895, John Brander decide vender sus tierras en Rapa Nui al
comerciante Enrique Merlet, francés radicado en Valparaíso, quien
por un monto de 4000 libras esterlinas adquiere las propiedades de Brander, las
cuales según ese documento, corresponden a las tierras que no estaban
involucradas en las transacciones llevadas a cabo por Toro en nombre del
Gobierno de Chile -o sea las antiguas propiedades de Tati Salmon y de la
Misión Católica-. De esta manera, Brander da a entender que es
dueño de todas las otras tierras de la isla, con excepción de las
hijuelas de los nativos. Así, los rapanui fueron desposeídos de
las tierras que aún
conservaban.
La venta se ratifica en 1897 en Valparaíso, creándose la
Compañía E. Merlet. El Gobierno chileno, dio su aprobación
a esta transacción al arrendar ese mismo año sus posesiones al
mismo Merlet por un plazo de veinte años. De esta manera, el Gobierno de
Chile se desentendió de los compromisos y responsabilidades asumidas con
los habitantes de Isla de Pascua. En el contrato de arriendo, se estipula que
Merlet tiene la obligación de mantener tres familias chilenas como
colonos en la isla, aprovisionarlas de víveres, mantener
comunicación con la isla por lo menos una vez al año y devolver al
cabo de veinte años todo lo que había recibido, más las
mejoras introducidas.
Con
el correr del tiempo, los despojos y abusos
-quema de las siembras, impedimentos para pescar y frecuentes castigos
corporales-
de que son objeto los rapa nui a consecuencia de las actividades de la
Compañía Explotadora de la Isla de Pascua, desencadenan una ola de
sucesivos conflictos y enfrentamientos. Uno de ellos encabezado por María
Angata, en 1914.
Durante
estos años, Rapa Nui es gobernada por los agentes colonizadores
vinculados a la compañía ovejera que explotaba
económicamente la isla y por la Armada de Chile, que representó
por largo tiempo los intereses del Estado chileno. El control político
lo ejercía el administrador de turno de la estancia ovejera, que a su
vez, era el Subdelegado Marítimo, destacándose por los abusos y
atropellos que cometieron en contra de los isleños. Esto se traduce en la
reclusión forzosa de la población rapanui al sector de Hanga Roa,
de no más de 1000 hectáreas, zona que es cercada con pircas y
alambradas para impedir que los isleños pudieran desplazarse libremente
por los campos. Esta práctica se mantuvo hasta los años sesenta, e
incluso no fue modificada por las autoridades
navales.
“Se
cerró gran parte de Pascua y nos dejó la parte donde está
Hanga Roa... y tú sabes que es pura piedra esa cuestión... y
algunas partes para sembrar, pero se redujo a Hanga Roa, los rapanui, los
ciudadanos, claro. La Compañía ocupaba la mayoría de la
isla y nosotros quedamos reducidos ahí. Para entrar al fundo de la
Williamson teníamos que pedir permiso, una semana antes, para poder ir a
pescar o marisquear, porque otra cosa no se podía
hacer.”
La
explotación de las tierras de Isla de Pascua, había requerido una
reorganización del espacio, siempre en desmedro de los
rapanui.
En
un informe del capitán
Stuven
de la nave
Baquedano,
que realizó un viaje de inspección a Rapa Nui, podemos extraer el
siguiente comentario:
“
... la situación en la isla era mala en primer lugar por existir en ella
una gran miseria y porque había hambre. Los naturales no tenían
qué comer, no se les vendía carne, no se les permitía
salir a pescar y se los mantenía en la más completa ociosidad a
fin de impedir que pudieran ganarse su
subsistencia...”.
“...
Ellos marcaban el valor del saco de maíz. Ellos marcaban los precios, los
valores del
trabajo”.
Los
subdelegados tuvieron un poder absoluto que se contrapuso al ejercido por los
Ariki. El ariki Atamu Tekena falleció en 1892 y en su reemplazo
había sido elegido Ko Riro a Ngaure. Este había actuado en forma
autónoma entre 1892 y 1896, período en el cual ningún barco
chileno o representante de Chile visitara la isla. Los nuevos administradores de
la isla, además se apoderaron del ganado de los isleños y
restringieron al mínimo los terrenos para sus plantaciones. En 1898, el
ariki Riro ko Ngaure viaja a Valparaíso para solicitar la
intervención del gobierno, pero fallece en circunstancias extrañas
a pocas horas de arribar al continente, en el Hospital San Juan de Dios, sin que
existan hasta hoy noticias del paradero de sus
restos.
Los
administradores de la estancia ganadera hacen uso de los rapanui como
esclavos,
obligándolos a trabajar en extenuantes jornadas de Sol a Sol construyendo
pircas, en las siembras y en la esquila de ovejas.
Uno
de ellos, Horacio Cooper:
“....
emplea indistintamente a todos los habitantes de la isla -viejos, niños,
hombres y mujeres-. El trabajo dura tanto en invierno como en verano, desde las
cinco de la mañana hasta la oración.
A
la una del día se concede a los trabajadores una hora de descanso, con el
fin que se preparen un almuerzo que ellos mismos deben proporcionarse, porque no
se los da Cooper...”
“(...)
El pago de los jornales no se ve jamás, o si se ve, es convertido en
trapos inservibles o víveres cuyo precio se cuadriplica en los ajustes de
cuenta.
¿Porqué,
se preguntarán muchos, trabajan en tales condiciones los habitantes de la
isla? Porque si no lo hacen, ahí está sobre su cuerpo, la vara o
el látigo del señor Cooper. (...) si no es el látigo o la
vara, vienen las multas que el ajente del gobierno impone i que nunca son
menores de diez o veinte
pesos(...)”.
En
junio de 1916 Monseñor Rafael Edwards visita junto al padre Zósimo
Valenzuela la isla en Comisión de investigación, en vista de los
graves abusos denunciados. En 1917 realiza otro viaje en compañía
del padre Bienvenido de Estella y el hermano Modesto. Durante su estadía
de casi un año, el Obispo recoge testimonios de rapanui sobre las
propiedades de las distintas familias, y sus deslindes de acuerdo a la
distribución tradicional de esta.
Se
transcribe a continuación parte de los testimonios recogidos de los
ancianos en 1918, por Monseñor
Edwards:
“Nosotros a nadie hemos vendido terreno; nuestras manos no han tocado
plata ni nuestros ojos la han
visto”.
Monseñor
Edwards transcribe varios documentos que le fueron mostrados en la isla y que
corresponden a las instrucciones dadas por del rey Maurata a John Brander,
durante las negociaciones con Policarpo Toro. Se transcribe aquí
solamente la traducción publicada en
Estella
:
“Rapanui
15 de octubre 1888
Han-ngapiko
no es vendido, Mataveri tampoco esta vendido: No está pues, ninguno de
los sitios vendidos, y aunque la gente diga está vendido, por segunda vez
digo que no está vendido: y Han-ngapiko es mío, Han-ngapiko es
mío: de su costado hasta el cerro, del cerro hasta frente de la casa, por
medio del camino; de ahí hacia el peñón de arriba que, hay
pedruscos en medio, fijándose en la primera piedra, de ahí derecho
arriba a otro peñón que es “Hahaturupei”... Esta es
una parte donde se acaba la línea de Han-ngapiko.
Este
es el ancho de Han-ngapiko: de la casa, frente, hasta la bahía
Han-ngapiko, de ahí al cerro Epukuemoe; siguiendo al llano Mamaura, va a
Maugapua, y de ahí cruzando el volcán, llega hasta Paparona: este
es el ancho de Han-ngapiko.
De
frente a Han-ngapiko y frente a Mataveri, siguen las líneas hasta los
hoyos; y atravesando los hoyos, baja hasta el volcán a dar con el
cráter abajo en una cueva; lo demás del cráter es de
Taratau, donde llevaba sus animales el señor Brander. Es la última
palabra del Rey.” Carta firmada por
Maurata.
A
continuación vienen los nombres de cuarenta personas dueñas de los
terrenos de Han-ngapiko, Mataveri y Ranokao, finalizando con la siguiente
afirmación:
“En
una palabra estos son los cuarenta dueños de Han-ngapiko, de Mataveri y
de Ranohao... Vosotros decid al señor Brander que no entregue en venta el
terreno al señor Toro. Esto es lo que Ud. entregará al
señor Toro: animales, caballos, animales vacunos y corderos: esto ha de
entregar en venta al señor Toro.”
Transcribe
y traduce además, otro documento mandado por los pascuenses que
vivían en Tahiti al rey Maurata. Dice :
“¡Ninguna
parte de Han-ngapiko está vendida al señor Brander, la gente
discutió con él por Han-ngapiko, en Tahiti; y dicen los pascuenses
que están en Tahiti que no crean ni piensen que han vendido a ese
señor parte de sus propiedades: y Uds. tengan cuidado de no venderle
ningún terreno de la isla, porque tendremos peleas y pleitos.
Voy
a contaros lo verdadero para que abráis los ojos y no andéis en
discusiones:
Ved
aquí los deslindes de Han-ngapiko:
Va
la línea de Han-ngapiko a la piedra “Taiáa”, de
ahí, de frente y por medio de la piedra llega hasta la piedra
“Mataoti”, donde hay una casa; y partiendo por medio de ella, sigue
la línea hacia el cerro del matá, donde hay otra casa, que habita
un europeo, que os digo lo saquéis de ahí.
La
otra línea de deslinde va del pozo de agua hasta la piedra grande
“Huhaturupei”; os lo digo claro, para que sepáis la
línea bien, ésa es la piedra: de ahí mirando al oriente,
sigue a la derecha hasta la hoya “Iarako”. Esta es la línea
de Han-ngapiko; a Ud. toca examinar las mentiras de las gentes, pues los
extranjeros pueden creer que la isla está vendida.
Aquí
todos los de Pascua que vivimos en Tahiti dijimos al señor Brander desde
el principio que nada se vendió ni se vendería.” -Esta carta
está firmada por Tepano-.
Existe
otro documento de la época (1888) que corresponde a un listado de nombres
de personas y propiedades en la Isla -según distritos-. El texto
está escrito en una mezcla de Tahitiano y Rapanui antiguo. El original de
este documento fue entregado en 1974 a Grant
McCall.
En el texto se enumeran los propietarios dentro de diferentes sectores,
comenzando por el sector Anakena hasta Ahu Kino Kino, donde registra 50
propietarios. Continúa desde Umu Onu hasta Ahu Mati (ki), de Ahu Mati
(ki) hasta Vai Mata, desde Vai Mata pasando por Mai Taki te Mo’a Ara Vihi
hasta Papa o Pea y Puku Tapu.
Al
regreso de su primer viaje, Monseñor Rafael Edwards denuncia
públicamente los maltratos hacia los rapanui y del estado calamitoso en
el cual se encontraban los leprosos. A consecuencia de ello, se dicta la ley
N°3220 con fecha 29 de enero de 1917 por medio de la cual el Gobierno debe
construir un lazareto para los leprosos y una escuela en Isla de Pascua. Este
decreto, además establece que la Isla dependerá de ahí en
adelante de la Dirección del territorio marítimo de
Valparaíso y ”... quedará sometida a las autoridades, leyes
y reglamentos navales”. Se somete a los
pascuenses a un régimen legal especial, que los priva de los derechos y
garantías establecidas en la Constitución, situación que
perdurará hasta 1965.
El
7 de noviembre de 1916, el Ministerio de Tierras y Colonización
publicó el decreto N° 1291 que refería que en atención
a la persistencia de los abusos cometidos por la Compañía de
Merlet en contra de los pascuenses y a los intentos de esta de disputar al
Estado los terrenos que ella explotaba en arriendo, se pone término al
contrato de arrendamiento. Se establece en el artículo 1°:
“Declárese
caducado el contrato de arrendamiento de la Isla de Pascua suscrito con don
Enrique Merlet, el 3 de septiembre de 1895 y prorrogado en virtud del decreto
N° 712 del 20 de julio del presente año, cuyo artículo
segundo establece que “el Gobierno se reserva la facultad de poner
término al arrendamiento en cualquier tiempo y sin más desahucio
que la notificación que se haga al
arrendatario.”
Tal
medida se toma: con motivo de los derechos de propiedad que dicha
Compañía pretende tener sobre partes de la Isla mencionada. Al
mismo tiempo esta ley nombra una Comisión, compuesta por Monseñor
Rafael Edwards Salas y Luis Thayer Ojeda que tendrá como fin “(...)
estudiar los problemas jurídicos y administrativos relacionados con la
Isla de pascua y propondrá al Gobierno las medidas conducentes a
salvaguardar los intereses fiscales y a mejorar las condiciones de vida en que
se encuentran los habitantes de aquella posesión de la república
”.
Sin
embargo, meses después (mayo de 1917) el arriendo se renovó bajo
la dictación de un Temperamento
provisorio
que rigió hasta 1929, lo que finaliza con la recomendación de la
inscripción fiscal de las tierras de la isla en el Conservador de Bienes
Raíces de Valparaíso.
Merlet
emprende un negocio a gran escala: la isla se transforma en una estancia
ganadera, a manera de las estancias ovejeras en Tierra del Fuego, pero
implantando un sistema de explotación y peonaje de la población
muy similar al sistema que estaba operando en las oficinas salitreras del norte
de Chile. De esta manera, los isleños pasan a ser forzosamente peones de
la
estancia.
Posteriormente,
Merlet se asocia con la empresa Williamson & Balfour y esta desde 1903,
se
conocerá como
“Compañía Explotadora de la Isla de Pascua” (CEDIP),
cuyo propio nombre expresa su accionar.
En
1902, ante los constantes levantamientos de la comunidad, encabezados por el
ariki, la autoridad representada por
la Compañía elimina esta figura, colocando en su lugar a un sujeto
proclive a los intereses de la Compañía Explotadora. Todo intento
de desobediencia -protesta-, recibirá amenazas de ser sancionado con la
cárcel en el continente.
Desde
1917, la isla estará sujeta a las autoridades, leyes y reglamentos de la
Armada de Chile, única institución del Estado en contacto con ella
por muchos años. En 1917, bajo el nuevo contrato de arrendamiento, las
condiciones de los isleños no mejoraron.
Durante
la crisis económica de los años treinta, en Chile se produce un
período de fuertes agitaciones, en donde algunos políticos
comprometidos en un golpe de Estado, son deportados a Hanga Roa y producto de
ello se alzan violentas querellas entre los marinos y los nativos.
Charlín,
uno de los relegados a la isla nos relata su impresión de la
situación de los
rapanui:
“En
la vida natural de los isleños no existía ninguna de las
condiciones que el ser humano conociera como condiciones mínimas para
existir en el siglo XX. Se carecía de agua potable y sólo la
lluvia proveía del vital elemento, No se conocía ningún
medio de iluminación casera, porque las velas o bujías eran un
lujo que no estaba al alcance del dinero que obtenían los isleños
en las labores de la esquila de las ovejas, trabajo estacional de un mes al
año, única forma de ingreso para hombres y mujeres. Se
desconocía por completo la asistencia médica y sanitaria; no
había medicinas ni elementos de desinfección para cualquier
emergencia...”
Para mayores detalles de este Movimiento, véase a Nelson Castro.
“Misioneros y Milenaristas...” Op. cit.
Charlín, Carlos.
Del
Avión Rojo a la República
Socialista. Editorial
Quimantú. Santiago. 1970. P. 851.