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7. Los mapuches


Los mapuches provienen de estas formaciones humanas antiguas que poco a poco fueron desarrollándose. Hay elementos cerámicos mapuches propiamente tales muy parecidos a los encontrados en la llamada cultura Llolleo, lo que muestra una cierta transición que iría de norte a sur. No cabe duda de que las influencias tenían ese sentido. Las culturas agrícolas y alfareras del norte iban poco a poco influyendo a quienes vivían más al sur. Sin embargo, en un cierto momento las del sur, con su lengua y su modo de ser, influyeron a todas las que quedaban ubicadas hasta el valle del Aconcagua. En el sur del país, esto es al sur del río Itata, en lo que hoy es Chillán, se puede decir que a partir de los 500 años d. C. “... se produjeron distintos desarrollos culturales alfareros sobre una matriz que les imprime una cierta homogeneidad”[73]. Los diferentes desarrollos culturales, permiten diferenciar tres sectores geográficos donde se asientan las raíces de la cultura mapuche.

En el sector septentrional -desde las cuencas del río Ñuble e Itata hasta el cordón de Mahuidanche-Lastarria- y a mediados del primer milenio, ciertos grupos se establecieron preferentemente en la cordillera, ponderando las actividades recolectoras e identificándolos arqueológicamente como complejo Pitrén “... que representa la primera ocupación agroalfarera del sur de Chile”. Su tecnología cerámica muy bien lograda y estrechamente vinculada a desarrollos formativos septentrionales, sugiere procesos de difusión a través de los Andes. Este proceso posiblemente aportó también el cultivo del maíz, el que junto a la papa se cultivó en pequeña escala en los claros de bosque de robles o por medio de tala y roza[74]. A fines de este primer milenio, se aprecian nuevas influencias provenientes del norte y cuyo aporte, al parecer, estará asociado a la agricultura. Es muy probable que en esta época se extendiera el cultivo de maíz, complementado con el de porotos, ají, zapallo y quínoa. Asimismo también, se domestica el Chiliweke o la llama de los Andes. A esta nueva forma cultural se la reconoce como complejo Vergel, el cual se establece sobre Pitrén, lo que se manifiesta claramente en los contextos funerarios de carácter cerámico[75].

El sector meridional -cordón transversal Mahuidanche-Lastarria, altura Loncoche, hasta el golfo de Reloncaví-, se caracteriza por sus condiciones climáticas húmedas y una alta pluviosidad que posibilitó sólo algunas prácticas agrícolas, básicamente de tubérculos, en aquella parte del valle central donde las condiciones permitían la supervivencia del bosque de robles. A este sector, llega el complejo Pitrén y se establece en los lagos cordilleranos alrededor de los 600 años d. C., y probablemente permanecieron aquí hasta la conquista. Las condiciones ecológicas locales no favorecieron el establecimiento del complejo El Vergel, que presenta un mayor énfasis agrícola[76].

En el sector oriental -precordillera y pampas argentinas ubicadas en el norte y centro de la provincia del Neuquen-, se ha postulado la presencia de una fase del complejo Pitrén que se asienta en estos territorios a fines del primer milenio y “... aporta rasgos de las pampas orientales y del sur de Mendoza”[77]. Como el complejo El Vergel basaba su productividad en lo agrícola y las condiciones ecológicas y climáticas que brindaba el sector oriental tampoco eran favorables, se ha planteado que tampoco el mismo llegó a este sector y, se plantea entonces, más sostenidamente, que el complejo Pitrén basaba su economía en la recolección, esta vez asociada al consumo del piñón.

La cultura mapuche surge de estas culturas anteriores, representada entonces en sus antepasados Pitrén y El Vergel. Al paso del tiempo, en cientos de años se fueron expandiendo esos rasgos culturales y homogeneizándose, hasta llegar al año mil de nuestra era a constituir lo que ya puede ser reconocido plenamente como cultura mapuche.

Este pueblo fue conocido por los conquistadores con el nombre genérico de araucano, usado por primera vez por don Alonso de Ercilla en 1589, aunque a menudo se usaron otros gentilicios que aludían a las diferentes localidades de origen (p. ej. purenes), o a puntos cardinales de los que procedían, respecto de los referentes (picunches, picuntos, huilliches)[78].

Por razones del alto potencial de flora y fauna silvestre útil a la sociedad, la agricultura en los desarrollos culturales alfareros del sur de Chile, no fue tan preponderante. La influencia posterior de los Inkas tampoco fue pequeña y adoptaron numerosos productos del “enemigo” que no logró ingresar a su territorio.


[73] Aldunate, Carlos. “Estadio alfarero en el sur de Chile (500 a ca. 1800 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 329-348. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989.. p. 346.
[74] “Cuyo verdadero significado es siembra en jardín o pequeños espacios aledaños a chozas o aldeas. (Silva, Osvaldo. “Guerra y Trueque como factores de cambio en la estructura social. Una aproximación al caso mapuche”. Economía y comercio en América Hispana. Serie Nuevo Mundo: Cinco siglos N° 5. 1990. p. 84).
[75] “El enterratorio en urnas parece ser una difusión de formas culturales nortinas, en tanto que la aparición de la inhumación en tronco de roble ahuecado (wampo), sin duda es de creación local y manifestación evidente de la adaptación al medio”. (Gordon 1978 en: Carlos Aldunate “Estadío alfarero...” Op. cit. 347). Sin embargo, Menghin señala que las urnas funerarias de El Vergel representan una clase de cerámica muy especial y el modo de enterramiento es un interesante indicio con respecto a la dirección de su procedencia, pues las tumbas de urnas son un fenómeno bien conocido en el noroeste argentino, sobre todo en la cultura Candelaria, pero también más al norte, en la región Amazónica y paranaense. (Menghin, O. “Estudios de Prehistoria Araucana”. Acta Praehistórica III-IV, pp. 49-120. Buenos Aires. 1962. p. 99).
[76] Aldunate, Carlos. “Estadío alfarero...” Op. cit : 332, 347.
[77] Ibíd.: 347.
[78] Ibíd.: 333.