6.
Poblaciones de la zona central
En la zona
central también existieron poblamientos diferentes a lo largo de la
historia antigua. Los vestigios de los indios antiguos fueron dando paso a
asentamientos donde se utilizó la fabricación de alfarería
y el trabajo agrícola, conocido como el período agroalfarero,
concepto que involucra globalmente a los pueblos formativos y de los desarrollos
regionales, es decir a todas las poblaciones postarcaicas.
Chile Central
es una zona intermedia que generó vinculaciones entre grupos de
“... valles transversales nortinos, con el noroeste y centro-oeste
argentino y con la zona sur de Chile
”.
Desde esta perspectiva y durante este Período Temprano Agroalfarero -o
formativo temprano-, se distinguen coexistencias de poblaciones aún del
Período Arcaico, con otros grupos de vinculación nortina
-tradición Bato-, y otros con desarrollo espacial más locales
-complejo cultural
Llolleo-.
La tradición Bato, se organiza en los lomajes litorales junto con
sistemas de quebradas y, en los valles interiores en ambientes cordilleranos, y
la tendencia fue ocupar con más intensidad los sectores del norte del
río Maipo. Lo anterior se demuestra por el uso que hacen estas
poblaciones del tembetá y alfarería que las relaciona por sus
contactos con los grupos Molle del Norte Chico y sectores transandinos
-vinculación septentrional-. Por el contrario, la integración de
los grupos Bato en la zona central, no habría sido demasiado
fuerte.
Las ocupaciones Llolleo -así conocidas porque el principal yacimiento se
encuentra en la localidad de Llolleo, cercanas a San Antonio- articularon las
rinconadas de grandes valles fluviales, creciendo su demografía hacia el
sur del río Maipo -vinculación meridional-. Su alto grado de
cohesión interna se reflejó en una marcada identidad visible en
sus manifestaciones culturales y funerarias, además de una extensa
articulación de recursos y espacios geográficos o pisos
ecológicos -costa, valle, cordillera y áreas
transandinas-.
La
consolidación agroalfarera, agraria, ganadera y pescadora en Chile
Central (900 a 1470 d. C.), se produjo durante el Período Tardío
representado por el complejo cultural Aconcagua, entre los ríos Petorca y
Cachapoal. Estas ocupaciones también dan cuenta de su vinculación
y utilización de hábitat y recursos de la cordillera de los Andes,
junto con la costa del
Pacífico.
La articulación de extensos territorios, implicó una
relación de integración -más que sólo contactos
esporádicos-, con la población diaguita y también
transandina -cultura Viluco de Cuyo, por
ejemplo-.
El rasgo que caracterizó a este complejo es la cerámica decorada
geométricamente, que sugiere que los artesanos que hacían este
trabajo, presentaban una gran especialización de donde la cerámica
Aconcagua
Salmón
la inviste de una mayor identificación cultural.
La
adscripción étnica de la población Aconcagua, aun cuando es
una problemática por definir, podría asociarse a la de Picunches,
Picones o
Promaucaes.
Por una parte, la información etnohistórica en contexto inkaico,
señala a una población local de Picones “... contigua a la
del valle del río Mapocho, y en parte replegada al sur de Angostura y
asimilada a Promaucaes”. Desde otro ángulo, los datos
arqueológicos proponen que es la población del complejo cultural
Aconcagua al momento inkaico, la que formó parte importante de la
población de la Zona Central “... en su última fase de
aculturación...”, y que fue descrita por los primeros cronistas en
esta
región.
En
definitiva, cuando los Inkas llegan a la zona central de Chile se encuentran con
culturas sedentarias, que además practicaban la agroalfarería.
Probablemente, muchas de ellas convivían al mismo tiempo, siendo algunas
más antiguas que otras. Hasta el río Aconcagua, la lengua
será la mapuche, el mapudungun, y de allí hacia más al
norte será la de los diaguitas. Tal vez, se había requerido de una
unidad lingüística para las comunicaciones y de allí que se
unificaban las formas de hablar en el territorio.