Portada Anterior Siguiente Índice | 6. Poblaciones de la zona central

6. Poblaciones de la zona central


En la zona central también existieron poblamientos diferentes a lo largo de la historia antigua. Los vestigios de los indios antiguos fueron dando paso a asentamientos donde se utilizó la fabricación de alfarería y el trabajo agrícola, conocido como el período agroalfarero, concepto que involucra globalmente a los pueblos formativos y de los desarrollos regionales, es decir a todas las poblaciones postarcaicas.

Chile Central es una zona intermedia que generó vinculaciones entre grupos de “... valles transversales nortinos, con el noroeste y centro-oeste argentino y con la zona sur de Chile ”[64]. Desde esta perspectiva y durante este Período Temprano Agroalfarero -o formativo temprano-, se distinguen coexistencias de poblaciones aún del Período Arcaico, con otros grupos de vinculación nortina -tradición Bato-, y otros con desarrollo espacial más locales -complejo cultural Llolleo-[65]. La tradición Bato, se organiza en los lomajes litorales junto con sistemas de quebradas y, en los valles interiores en ambientes cordilleranos, y la tendencia fue ocupar con más intensidad los sectores del norte del río Maipo. Lo anterior se demuestra por el uso que hacen estas poblaciones del tembetá y alfarería que las relaciona por sus contactos con los grupos Molle del Norte Chico y sectores transandinos -vinculación septentrional-. Por el contrario, la integración de los grupos Bato en la zona central, no habría sido demasiado fuerte[66]. Las ocupaciones Llolleo -así conocidas porque el principal yacimiento se encuentra en la localidad de Llolleo, cercanas a San Antonio- articularon las rinconadas de grandes valles fluviales, creciendo su demografía hacia el sur del río Maipo -vinculación meridional-. Su alto grado de cohesión interna se reflejó en una marcada identidad visible en sus manifestaciones culturales y funerarias, además de una extensa articulación de recursos y espacios geográficos o pisos ecológicos -costa, valle, cordillera y áreas transandinas-[67].

La consolidación agroalfarera, agraria, ganadera y pescadora en Chile Central (900 a 1470 d. C.), se produjo durante el Período Tardío representado por el complejo cultural Aconcagua, entre los ríos Petorca y Cachapoal. Estas ocupaciones también dan cuenta de su vinculación y utilización de hábitat y recursos de la cordillera de los Andes, junto con la costa del Pacífico[68]. La articulación de extensos territorios, implicó una relación de integración -más que sólo contactos esporádicos-, con la población diaguita y también transandina -cultura Viluco de Cuyo, por ejemplo-[69]. El rasgo que caracterizó a este complejo es la cerámica decorada geométricamente, que sugiere que los artesanos que hacían este trabajo, presentaban una gran especialización de donde la cerámica Aconcagua Salmón[70] la inviste de una mayor identificación cultural.
La adscripción étnica de la población Aconcagua, aun cuando es una problemática por definir, podría asociarse a la de Picunches, Picones o Promaucaes[71]. Por una parte, la información etnohistórica en contexto inkaico, señala a una población local de Picones “... contigua a la del valle del río Mapocho, y en parte replegada al sur de Angostura y asimilada a Promaucaes”. Desde otro ángulo, los datos arqueológicos proponen que es la población del complejo cultural Aconcagua al momento inkaico, la que formó parte importante de la población de la Zona Central “... en su última fase de aculturación...”, y que fue descrita por los primeros cronistas en esta región[72].

En definitiva, cuando los Inkas llegan a la zona central de Chile se encuentran con culturas sedentarias, que además practicaban la agroalfarería. Probablemente, muchas de ellas convivían al mismo tiempo, siendo algunas más antiguas que otras. Hasta el río Aconcagua, la lengua será la mapuche, el mapudungun, y de allí hacia más al norte será la de los diaguitas. Tal vez, se había requerido de una unidad lingüística para las comunicaciones y de allí que se unificaban las formas de hablar en el territorio.


[64] Falabella, Fernanda y Rubén Stehberg. “Los inicios del desarrollo agrícola y alfarero: zona central (300 a.C. a 900 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 295-311. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 299.
[65] Ibídem.
[66] Ibíd.: 309.
[67] Ibíd.: 309, 310.
[68] Durán, Eliana y María Teresa Planella. “Consolidación agroalfarera: zona Central (900 a 1470 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 313-327. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. pp. 313, 314.
[69] Ibíd.: 324, 325.
[70] Ibíd.: 320.
[71] La denominación Picón se encuentra presente en Bibar (1558), Oviedo y Valdés (1557), Mariño de Lobera (1580). Por otra parte, Pedro de Valdivia (1545), Góngora Marmolejo (1575), Ovalle (1646), Jerónimo de Quiroga) (1690), se refieren en sus escritos a los promaucaes, denominación que es reemplazada en el siglo XVIII por la de picunche, que aparece en 1775 en el mapa de ocupación indígena del territorio de San Juan de la Cruz Cano y Olmedilla. (Duran y Planella, “Consolidación agroalfarera...” Op. cit.: 327).
[72] Ibídem.