Portada Anterior Siguiente Índice | 5. Poblaciones del Norte Chico

5. Poblaciones del Norte Chico


En estos valles se había desarrollado el Complejo El Molle. En los valles transversales se encuentran vestigios de esta cultura en la que destaca la existencia de un adorno labial conocido como el tembetá, usado preferentemente por hombres; pero la industria más importante era el tratamiento de metales como el cobre; utilización de minerales y pigmentación; industria de piedra tallada; utilización de conchas de moluscos que, además, dan cuenta de contactos, movilidad e intercambios de estas poblaciones hacia y con el litoral; prendas de decoración personal; y una cerámica de variados tratamientos que los representa como los primeros ceramistas especializados del norte chico. En menos proporción, pero no por ello inexistente, artefactos en huesos y textilería. En esta cultura que se extendió desde Copiapó al Choapa, se conocen las expresiones de arte rupestre ligadas a técnicas de petroglifos -grabados sobre rocas- y pictografías -pinturas sobre rocas- con variadas temáticas[52] que dan cuenta de sus pensamientos y formas de vida.

No existe una transición clara que informe de una secuencia prehispánica regional, entre el paso del Complejo El Molle al de Las Ánimas (800 a 1.200 d. C.) que se vincula principalmente con la zona de Coquimbo. Sobre la articulación de los recursos en el Complejo Las Ánimas, se sabe que en algunos campamentos cultivaban maíz, explotaban algarrobo y chañar, consumían carne de camélidos y tenían acceso a recursos marinos -pescados y mariscos-, lo que refleja la complementariedad de recursos locales con otros obtenidos a partir de desplazamientos lejanos, donde “... los grupos recorrían rutas descendentes en busca de recursos del Pacífico, y ascendían a los rincones cordilleranos para conseguir materias primas tales como la obsidiana[53]”, que es un vidrio natural de origen volcánico. En términos generales, sus artefactos de uso cotidiano se fabricaron de distintos materiales: arcilla, metal -cobre y plata-, hueso de camélidos y aves marinas, piedra, madera, conchas marinas, lana y fibras vegetales. En la ornamentación de la cerámica se incorpora de manera definitiva la combinación de colores. Los testimonios de la vida socioeconómica de este complejo, habría alcanzado una suficiente actividad pesquera, recolectora, de caza, agraria y ganadera[54].

La cultura Diaguita (1.200 a 1.470 d. C.), se basa en el proceso cultural iniciado con el Complejo Las Ánimas[55], hacia el siglo X. Desde una visión general, “... la cultura diaguita chilena (...) cubre el período tardío con dos fases de desarrollo, una temprana y otra tardía, a la que hay que agregar dos momentos de transculturación: primero diaguita inkaico y segundo (...) diaguita hispano”[56].

En este contexto, cabe destacar que la llamada cultura diaguita había potenciado las actividades de explotación agrícola y ganadera, además de controlar ricos recursos marinos a través de los espacios costeros del Pacífico. “... Su área de dispersión abarcaba, hacia 1536, desde el valle Copiapó hasta las inmediaciones del río Aconcagua”[57], situación que fuera irrumpida por el dominio inkásico, una vez que estos ocuparon los espacios de la elite tarapaqueña, atacameña y copiapina
-copayapu-.

Desde la conquista hasta comienzos del siglo XVII, el gentilicio diaguita se aplicó para designar a los habitantes del Norte Chico[58]. Sobre la lengua de esta cultura, Gerónimo de Vivar alude a cinco y su área de expansión era: “...Copiapó, Huasco, Coquimbo, Limarí y aquella que se hablaba desde Combarbalá hasta el valle de Aconcagua”[59].

La economía de los diaguitas al tiempo del contacto hispano, se basaba en la agricultura, ganadería, pesca y caza. De los productos que se cultivaban en los valles, los cronistas hacen mención al maíz, frijoles, papas y quínoa; y se añade el algodón que sólo se cultivaba en Copiapó y Huasco, en tanto el zapallo se menciona desde Huasco al sur[60]. Además, se aprovechaba la recolección de frutos silvestres como el algarrobo y chañar. Los interfluvios -área geográfica entre dos arterias, ríos principales ó sus valles- eran sectores utilizados para la caza y pastoreo de camélidos. Por otra parte, sus aldeas eran de dos tipos; las primeras, pueblos donde habitaban en tiempos de paz y estaban elaboradas con material ligero, básicamente de origen vegetal. Las segundas, se identifican con los pukara o aldeas fortificadas que actuaban como refugio en tiempos de guerra. Sobre la administración de la tierra, se carece de información; no obstante, y según el relato de Mario Góngora, se avizoran algunas señas: “... no vivían concentrados cada uno en una comarca, sino que usaban varios pedazos de tierras distantes entre sí, y también se observa en algunos el desplazamiento estacional en los años de sequía”[61].

Se sabe además, que existían diferencias sociales, jerarquía entre sus componentes, expresada en el tamaño de las casas, vestimentas, cantidad de esposas, pero estas diferencias no indicaban un grado de oposición de la sociedad de clase.

Dentro de su organización sociopolítica, se destaca que cada valle era una unidad integrada por dos partes o mitades, que distinguía “... el sector alto y el sector bajo o costero de cada valle. Cada uno de estos sectores estaba gobernado por un jefe que, simbólicamente, era considerado hermano del jefe de la otra mitad”[62]. Esta cultura tenía el carácter de una federación de señoríos[63].


[52] Ibíd.: 250-258.
[53] Ibíd.: 274. Campamentos representativos para esta descripción, son los sitios La Puerta y Tres Puntas.
[54] Ibíd.: 267, 273, 275.
[55] Ampuero, Gonzalo. “La cultura Diaguita Chilena (1.200 a 1.470 d.C.)”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 277-287. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 286.
[56] Montané, Julio. “En torno a la cronología del Norte chico”. Actas de V Congreso Nacional de Arqueología. La Serena. 1969. p. 169.
[57] Ampuero, “La cultura Diaguita...” Op. cit.: 287.
[58] Hidalgo, Jorge. “Culturas protohistóricas del Norte de Chile”. Cuadernos de Historia Nº 1. Santiago. 1972.
[59] Hidalgo, Jorge. “Diaguitas chilenos protohistóricos”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 289- 293. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1989. p. 289.
[60] Ibíd.: 290.
[61] Borde, Jean y Mario Góngora. Evolución de la propiedad rural en el valle de Puangue. Capítulos I, II y III y M. Santiago. 1956.
[62] Hidalgo, “Diaguitas chilenos...” Op. cit.: 292.
[63] Ibídem.