Portada Anterior Siguiente Índice | 9. Los años difíciles

9. Los años difíciles


Producto de las condiciones políticas en que vive el país, luego del Golpe de Estado de 1973, los collas se ven expuestos a medidas destinadas a restringir o eliminar las actividades de subsistencia, en especial el pastoreo y la explotación minera, obligando a algunas familias a abandonar las quebradas y a radicarse en pueblos y ciudades en busca de trabajo. A mediados y fines del gobierno militar, se favoreció la constitución de la propiedad particular sobre algunas de las tierras ocupadas por miembros de las comunidades collas, lo que provocó su desalojo y desplazamiento hacia terrenos fiscales donde se encontraba el resto de la comunidad, y en otros casos, se impuso el arrendamiento de las tierras a los collas ocupantes, dejando en condición de precariedad a quienes se mantuvieron como ocupantes de sus territorios ancestrales sin reconocer dominio ajeno.

Una de las primeras medidas tomadas, consistió en la disolución de los sindicatos desde los cuales los collas participaban. En la Quebrada de Paipote, se disolvió el Sindicato de Leñadores, provocándose una dispersión de las familias y socios; lo mismo sucedió en río Jorquera.

El trabajo minero se suspendió por las restricciones impuestas al manejo de explosivos para seguridad del gobierno militar, ya que los mineros adscribían al gobierno de la Unidad Popular. Respecto al tema de restricción al manejo de explosivos, don Paulino Bordones señala:

“...a nosotros nos cortaron los brazos como pequeños mineros cuando se ordenó que los que tenían un cartucho de dinamita eran guerrilleros, cuando entró Pinochet. Aquí había mucho pirquinero, en todas las familias, habían minitas de cobre de buena ley. Nosotros trabajamos en la Mina La Gloria, ahí en Cerro Grande. Antes las mujeres cuidaban los animales y los hombres las minas y la leña, nos íbamos en octubre y volvíamos en mayo, a la azufrera de Codocedo.” (Paulino Bordones, septiembre de 1996).

Un fuerte impacto se produjo también sobre la economía de estas comunidades, al prohibirse la explotación de la leña y la fabricación de carbón, cuestión que fue dispuesta por la Corporación Nacional Forestal. Además, se intentó terminar con la actividad ganadera caprina por parte del Servicio Agrícola y Ganadero. Estas medidas conducían al término de sus actividades económicas y al poblamiento de la cordillera con el pretexto de preservar especies vegetales, restringiéndose así las actividades de subsistencia al impedir la recolección de leña, la fabricación de carbón y el pastoreo en la cordillera.

“El trabajo de la leña y el carbón duró hasta como el año 1974. Ese año salió un decreto que prohibió la corta de leña y, a la vez, la fabricación del carbón. Incluso salió un decreto para eliminar todo el ganado caprino. Esto se peleó en Santiago, con dirigentes de los dos sindicatos, de Paipote y de Jorquera, porque aquí ya no había ningún recurso, y de Santiago (como a los tres meses) llegó una contraorden al decreto que se había hecho en Copiapó. Pero no se peleó el asunto del carbón y de la leña, sino el puro asunto del ganado ya que mucha gente -tal como ahora- dependía del ganado, de las cabras, para su familia. “(Marcos Bordones Segura, septiembre de 1996).

Estas restricciones afectaron a todas familias collas de la cordillera, desde Potrerillos hasta río Jorquera, debiendo abocarse casi exclusivamente al trabajo de la ganadería, obligando a muchos descendientes de collas a migrar a pueblos y ciudades para desarrollar trabajos relacionados con la fruticultura en el valle de Copiapó, como empleados u obreros en ciudades o en faenas mineras, manteniendo siempre los vínculos con la cordillera.

Cierra esta seguidilla de hechos de persecución política, social y económica, un episodio que conmovió y aún conmueve a toda las familias collas. Es la trágica muerte de las hermanas Quispe en el sector de La Tola-El Patón, en circunstancias aún no aclaradas. Algunas versiones advierten que su muerte fue producto de la represión de la dictadura, crimen cometido por militares que las acusaron de ayudar a perseguidos políticos de cruzar la cordillera hacia la Argentina.

“Lo de las hermanas Quispe ha dado mucho que hablar, mucho comentario ha habido en eso. Yo conversé con un caballero que traficaba por aquí en un camión de la ESSO que trabajaba para la mina Marte y un día yo me embarqué aquí y él me conversó: ‘¿Las niñas Quispe que mataron para la cordillera venían por aquí?’, me preguntó. Si le conteste.., (me dijo) yo se verdaderamente que las mataron porque un hermano mío las mató, uno que era milico y que andaban con un Teniente registrando la cordillera, y las mataron porque las niñas estas daban facilidad a los comunistas para que se arrancaran para la Argentina, por eso las mataron’... Me dijo que tenían animales cargados porque una de ellas estaba en punto de irse para donde estaban los papás de ellas, así que ahí quedaron todos los animales, todo, ahí me conversó tal como era. Ellas estaban para la Quebrada de La Tola, para el lado de Figueroa, frente a Monardes, ellas venían de abajo, por el río Figueroa para arriba, por Cuestecilla (río Jorquera).... Las mismas niñas le conversaron antes al caballero Villegas que habían llegado 2 hombres jóvenes y altos que andaban de civil, que estuvieron conversando con ellas y que se fueron para el lado de San Miguel, como dos días antes, que andaban buscando gente que se arrancaba...., por aquí también anduvieron, por aquí para arriba, andaban de a pie y se posesionaron ahí en Juntas, y ahí se iban relevando y llegaban otros y después otros. Ese hombre que me contó que su hermano había sido el que las mató me dijo que lo había hecho lastimosamente pero ‘órdenes son órdenes’, así como ha muerto mucha gente.” (Paulino Bordones, septiembre de 1997).

A pesar del clima de represión y restricciones a su economía, los collas conservaron la actividad ganadera, desarrollando el pastoreo y la trashumancia, lo que ayudó a mantener sus formas tradicionales de vida, sus ritos y la ocupación y uso del territorio.

En la década de 1980, comenzaron a definirse los conflictos de tierras a favor de los particulares y el Fisco de Chile, marginando a los collas del acceso a la propiedad territorial. El antiguo problema de tenencias de tierras que presentaba la hacienda Potreros de la Iglesia, se mantenía pendiente de resolución. Por una parte, la ocupación material y uso del territorio se realizaba por las familias collas de Quebrada Paipote y Río Jorquera y, por otra, existía la demanda de particulares sobre las mismas tierras, mientras el Fisco de Chile mantenía un juicio con la Sucesión de Goyenechea por el dominio de estas tierras cordilleras.

La influencia de los grandes propietarios locales en el gobierno regional, fue un factor para alcanzar el reconocimiento de tierras que ahora cobraban valor para las plantaciones de uva de exportación. Las tierras del valle del río Jorquera, incluidas en la Hacienda Potreros de la Iglesia, eran reivindicadas por uno de los principales empresarios frutícola, Alfonso Prohens, quien logró que el Ministerio de Bienes Nacionales le reconociera en 1981 un total de 3.475 hectáreas en el sector más bajo del valle, cercano a la confluencia con el río Copiapó, con varios kilómetros de extensión sobre el fondo de valle hasta el sector de Salto de los Monos[42].
El reconocimiento de la propiedad de las tierras a Alfonso Prohens, significó la formación de la Hacienda Jorquera, y el inicio de un período de conflicto con las familias collas que ocupaban estas tierras como invernada y sobre las que muchos crianceros de ganado conservaban sus posesiones por largos años.

El desenlace de esta situación fue el desalojo de las familias collas de la comunidad de río Jorquera, que ocupaban las tierras reconocidas por el Ministerio de Bienes Nacionales a Alfonso Prohens. Este, en el año 1989, procedió sin orden judicial a expulsar a las familias collas de las posesiones que mantenían por más de 20 años, incendiando aquellas para obligarlos a abandonar las tierras.

“Yo me instalé en Jorquera y estuve como 22 años y el año 1989 me corrieron. Yo bajé para el pueblo a hacer mis diligencias y cuando volví estaba todo ardiendo, los cercos que tenía yo, en la casa me quemaron algunas cosas, unas monturas, unos aparejos. Entonces fui y di cuenta a carabineros, ellos vinieron y presenciaron todo lo que se había quemado, me corrieron sin orden judicial ni nada, y de ahí me vine a esta parte de aquí (Cuestecilla, aguas arriba del río Jorquera). “(Santos Cruz, noviembre de 1997).

Posteriormente, en el año 1986, la Sucesión de Isidora Goyenechea, propietaria de la Hacienda Potreros de la Iglesia, logró por sentencia judicial que se le reconocieran un total de 2.928,56 hectáreas sobre los terrenos de invernadas de las Quebrada de Paipote y San Andrés, ocupadas en ese entonces por familias collas, las cuales fueron obligadas a pagar arriendo por las tierras. Otras familias, quedaron como meros ocupantes dentro de la propiedad particular[43].
En el caso de los collas de Potrerillos, la ocupación de tierras de pastoreo y trashumancia de invernada, en gran parte pertenecían a la Corporación del Cobre CODELCO División El Salvador, propietaria de los predios “El Encanche” y “Vegas Quemadas”, además de una servidumbre minera[44], y las zonas de veranada correspondían a tierras fiscales. Esto demostraba la precariedad de la posesión, a pesar de haber habitado estos lugares por largo tiempo.

Todo lo anterior, significó un despoblamiento relativo de los espacios ocupados ancestralmente, debido a que muchas familias collas migraron obligadamente a centros mineros, ciudades y pueblos cercanos, en busca de trabajo y educación para sus hijos, manteniéndose la actividad ganadera por familias que siguieron pastoreando sobre amplios territorios de las quebradas y la puna.


[42] En efecto, como reza la inscripción Nº 1811, a fojas 3.056 vta., del Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces de Copiapó, a "18 de Agosto de 1981, don Alfonso Prohens Arias, domiciliado en el Fundo La Puerta, es dueño del inmueble ubicado en el lugar Río Jorquera, comuna de Tierra Amarilla, (...), tiene una superficie aproximada de 3.475 hectáreas, y cuyos deslindes son los siguientes: Norte, terrenos fiscales eriazos; Este, terrenos fiscales eriazos; Sur, Las Juntas; y Oeste, terrenos fiscales eriazos, Río Jorquera y camino de penetración de por medio. Dicho inmueble lo adquirió por Resolución Definitiva No. 365 de fecha 28 de Julio de 1981 dictada por el Señor Director de Tierras y Bienes Nacionales don Homero Illanes Glasinovic (...).La presente inscripción se practica conforme a lo dispuesto en el artículo 14 del Decreto Ley No. 2.695 del Ministerio de Tierras y Colonización de fecha 30 de Mayo de 1979." (Molina Raúl y Martín Correa. Estudio e Informe para “Solicitud de Fondos...” Op. cit.).
[43] El predio “Potreros de la Iglesia” o “Hacienda Jorquera” de propiedad de la Sucesión de don Luis Cousiño Sebire, adquirió por herencia del citado causante, según título inscrito a Fjs. 142 y ss. Nº 169 del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Copiapó, correspondiente al año 1919 y según Decreto Supremo No. 743, de 4 de Diciembre de 1986, del Ministerio de Bienes Nacionales, sobre cumplimiento de sentencia y fijación de deslindes, caratulado “ Fisco de Chile con Sucesión Isidora Goyenechea”, que se redujo a escritura pública de fecha 19 de Enero de 1987, otorgada ante el Notario de Santiago doña María Gloria Acharán Toledo, con lo cual se reconoció a la sucesión de don Luis Cousiño el dominio sobre una superficie total de 2.928 hectáreas y 56 áreas, según planos archivados bajo los Nos. 359 y 360 en el Registro de Documentos del Conservador de Bienes Raíces de Copiapó, correspondiente al año 1990. Estos planos corresponden a la parcelación de las 2.928 hectáreas y 56 áreas en dieciséis parcelas que fueron adjudicadas a los herederos de la Sucesión Cousiño Sebire, según consta de la escritura pública de adjudicación de 31 de Agosto de 1990, otorgada ante la Notario de Santiago doña Ana María Sepúlveda Fuentes, practicándose las inscripciones de dominio correspondientes a nombre de cada uno de los herederos en el Conservador de Bienes Raíces de Copiapó. La posesión efectiva de la herencia quedada al fallecimiento de don Luis Cousiño Sebire, se concedió por resolución de fecha 29 de Junio de 1970, del Quinto Juzgado Civil de Santiago, la que se inscribió a fojas 1.341, bajo el No. 933, del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Copiapó, correspondiente al año 1982. La inscripción especial de herencia del predio, rola a fojas 1.589 vta.. No. 1.073 del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Copiapó, correspondiente al año 1982. (Molina, Raúl. et. al. “Diagnóstico Territorial Colla...” Op. cit.).
[44] Los terrenos de propiedad de CODELCO se encuentran ubicados en la quebrada del Agua Dulce, comuna de Diego de Almagro, Provincia de Chañaral, III Región de Atacama, denominados “Vegas Quemadas” y “El Encanche”, los cuales se encuentran inscritos a su nombre a fojas 3 vta., bajo el número 5 y a fojas 4, bajo el número 6, respectivamente, en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Chañaral, correspondiente a 1970. Además, CODELCO-Chile, División Salvador es titular de un derecho de Servidumbre Minera, sobre una superficie de 1.810 hectáreas, otorgadas por Decreto Supremo No. 1284, del Ministerio de Tierras y Colonización, de fecha 23 de Octubre de 1957, inscrita a fojas 7, bajo el número 5 del Registro de Hipotecas y Gravámenes del Conservador de Bienes Raíces de Chañaral, correspondiente al año 1958.