Portada Anterior Siguiente Índice | 3. El origen de los collas

3. El origen de los collas


La denominación “colla” es reconocida en la literatura especializada del siglo pasado y ha sido utilizada para identificar a los indígenas que habitaban antiguamente y en el presente, las quebradas y el extremo meridional de la puna del norte chileno, del noroeste argentino y del sur de Bolivia. Su uso referido a los indígenas que ocupan la cordillera de Copiapó y Chañaral, es conocido desde las primeras décadas del siglo XX. No obstante, desde largo tiempo eran identificados por los habitantes de los campamentos mineros[8].

Algunos autores señalan que “lo colla”, en regiones como el Salar de Atacama -II región-, está asociado a “lo más indio”, a los habitantes de las zonas de pastoreo de la puna que se encuentran menos integrados a los procesos económicos regionales o locales, y que se ocupan de las actividades ganaderas y la trashumancia en extensos recorridos[9]. En la cordillera de Copiapó y Chañaral, lo colla connota lo propiamente indígena, cuya cultura material e inmaterial corresponde al modo de vida y cosmovisión andina con una actividad caracterizada por la trashumancia y el nomadismo como eje articulador de las comunidades, las que se han adaptado a un medio natural hostil desarrollando actividades ganaderas en territorios considerados desde el siglo XIX, aptos únicamente para actividades mineras[10].

Hasta el momento, se plantea que el origen de los collas se encontraría en la unidad de ciertas agrupaciones indígenas localizadas en la región del actual noroeste argentino, las cuales comparten una identidad étnico-cultural andina. Esta identidad une a distintos gentilicios que formaban parte de los pueblos indígenas que poblaban, a la llegada de los españoles, los valles, las quebradas y la puna de las actuales provincias de Jujuy, Salta y Catamarca[11].

En la zona de la puna atacameña, el orden colonial implementa el sistema de encomiendas y mercedes de tierras, dando origen a grandes haciendas y a la expropiación de las tierras de los indígenas. Esto, sumado a la política de transferencia de población, dio origen a una compleja red de relaciones culturales entre las distintas agrupaciones locales, con los grupos trasladados desde otras zonas andinas, que contribuyó a formar una nueva y compleja identidad que durante el periodo republicano paso a identificarse como “colla”. “... durante estos cuatro siglos se produce un fenómeno cultural: los apatamas, los omaguacas y parte de los diaguita-calchaquíes, en base a la afinidad de su cultura andina, se nuclean en una nueva etnia, los collas”. A lo anterior se debe señalar que estos territorios también recibieron población quechua y aymara parlantes trasladada por el inka en el periodo prehispánico, y durante la colonia se agrega población apatama[12] de habla kunza y durante el período republicano arriban migrantes indígenas desde el sur de Bolivia[13].

Bajo el dominio hispano, las agrupaciones indígenas originarias y las colonias de mitmakunas establecidas en esa zona por los inkas, son sometidas al sistema de encomienda, mitas y yaconazgo, sus tierras expropiadas y la mano de obra obligada al trabajo forzado. A la vez, la autoridad colonial efectúa numerosos traslados de población desde otras zonas geográficas, en especial desde los ayllus del Salar de Atacama. “(...) durante el siglo XVIII, periodo para el cual se menciona el desplazamiento de los atacamas hacia lugares como Fiambalá, Laguna Blanca, Concho, Aconquija, Tacuil, San Antonio de los Cobres y otros, todos puneños”[14]. Durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX del período republicano, se mantiene el sometimiento del indígena en el noroeste argentino, arriban migraciones de indígenas del sur de Bolivia, incrementándose la diversidad étnica, pero vinculada a la cosmovisión andina con participación de elementos culturales locales.

Por tanto, se puede decir que los collas surgen como categoría étnica producto de la síntesis de distintas poblaciones indígenas originarias y de otras trasladadas durante la ocupación inka y el tiempo colonial, y de las migraciones en el período republicano, en especial desde Bolivia. Colla, como denominación, dará cuenta de la identidad indígena de lo originario y en algunas etapas de la historia de lo subordinado, pero también de lo peligroso para los poderes locales, cuando los indígenas inician procesos de reivindicación y defensa de sus derechos a la tierra[15].


[8] El colla es descrito como “eterno viajero de la puna, [al que] suele vérsele con su vestimenta típica con más frecuencia por el lado argentino. Sin embargo, aparece ocasionalmente en los pueblos chilenos de San Pedro de Atacama a El Salvador y Potrerillos”, lugares que frecuenta y sobre los que permanece desde largo tiempo (Bahamonde, Mario. Diccionario de Voces del Norte de Chile. Editorial Nascimento. Santiago. 1978).
[9] Rivera, Francisco. “Identidad en el Laberinto: la búsqueda del sentido étnico en San Pedro de Atacama”. Estudios Atacameños Nº 11, pp. 185-194. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1994. Garrido, Cristina. “El hervor de la vida contenida en las voces de ancianos atacameños”. Universidad Austral de Chile. Valdivia.
CINPRO Consultores. “Ordenamiento Catastral de las Comunidades Indígenas del Altiplano de la II Región. Provincia de El Loa”. Informe Final preparado para la División del Catastro Nacional de Bienes del Estado del Ministerio de Bienes Nacionales. Santiago-Chile. 1997.
[10] En las conclusiones de Philippi de su viaje por la cordillera de Atacama en 1860, se señala que “el Despoblado carece de todo recurso para hacerlo habitable y para permitir que sea una vía de comunicación y de comercio” (Philippi, Rodulfo. Viaje al Desierto de Atacama. (Hecho por orden del Gobierno de Chile en el verano de 1853-54. Librería de Eduardo Antón. Santiago. 1860). Aunque existieron voces que discreparon de la sentencia de Philippi, estas se refirieron siempre a las posibilidades de explotación de las riquezas mineras, pero nunca a la actividad ganadera o agrícola (Vicuña, Manuel. La Imagen del Desierto de Atacama (XVI-XIX). Colección Humanidades. Ensayo. Editorial Universidad de Santiago. Santiago. 1995. Pp. 99-101). De allí que los únicos en poblar estos territorios serían los collas y los descendientes del Pueblo de Indios de San Fernando de Copiapó.
[11] Algunos autores asocian a los collas actuales con el reino Colla del periodo Tiwanaku (400-1.000 d. C.) que se localizaban inmediatamente al sur del Lago Titicaca. Así hablan de los Collas-Aymaras y los conectan con este origen a través de la expansión de la población. Esta asociación no es sustentable, debido a que los Colla es una etnocategoría surgida en los últimos siglos para denominar a un conjunto de pueblos originarios que ocupaban el noroeste argentino y que luego emigran y se asientan en la cordillera de Atacama y algunos en la cuenca del Salar de Atacama. Ver: Rojas, Carlos. “El mundo mágico de los collas”. Memoria (Profesor de Estado en Castellano). Universidad de Chile. La Serena. 1976. Grebe, María Ester. Culturas Indígenas de Chile: Estudio preliminar. Editorial Pehuén. Santiago. 1999.
A mediados del siglo XIX, Bertrand, en su relato de viaje por la cordillera de Atacama, menciona a algunos habitantes del pueblo puneño de Antofagasta de la Sierra, bajo la denominación de “coyas”, lo que hace suponer que los indígenas que llegan a la cordillera de Atacama desde ese lugar lo hacen con ese etnónimo (Bertrand, Alejandro. Memoria sobre las Cordilleras de Atacama i regiones Limítrofes. Imprenta Nacional. Santiago. 1885. pp. 45,46).
[12] Mariscotti, Ana María. “Pachamama Santa Tierra”. Suplemento Revista Indiana Nº 8, pp. 7-421. Ibero Amerikanisches Institut Preussischer Kultubesitz. Berlín. 1978.
[13] Los collas actuales del noroeste argentino y los que arribaron a Chile, recibieron el influjo cultural de las antiguas agrupaciones, una de estas fue la diaguita, pueblo hablante de la lengua kakan. Esto hace decir a Cortazar: “Si bien la lengua cacana y la índole guerrera desapareció para siempre, ¡Cuantas otras supervivencias subsisten, como testimonio de los diaguitas que poblaron el valle (Calchaquí)!. La raza misma, desfigurada por cruces y mestizajes innúmeros, asoma sin embargo en los rasgos antropológicos de muchos coyas de hoy” (Cortazar, Augusto Raúl. El carnaval en el folklore calchaquí. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1949. p. 68).
[14] Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar y el Algarrobo: Los atacamas en el siglo XVII. Ediciones DIBAM. Colección Antropología. Santiago. 1998.
Los traslados diversos de población quedaron tanto en los apellidos y nombre de los lugares que son identificados por Ricardo Nardi para el Noroeste argentino, estableciendo los porcentajes siguientes; “De los nombres asignados a lenguas individualizadas (sin considerar las variantes gráficas y las repeticiones) el 67,74% son kakanes (diaguitas), el 14,51% son quechuas, el 9,67% son aymaras y el 8,06% son kunsas (atacamas).....“De los topónimos asignados a lenguas individualizadas, sin tomar, tampoco las variantes gráficas y las repeticiones, el 66% son kakanas, el 16,9% son quechuas y otro 16,9% son kunsas”. (Nardi, no registra topónimos aymaras. Nardi, Ricardo. “Observaciones sobre nombres indígenas documentados en el noroeste argentino”. En: Margarita Gentile. El control vertical en el noroeste argentino (Notas sobre los Atacamas en el Valle Calchaquí). Casimiro Quirós Editor. Buenos Aires. 1986. p. 171).
[15] Ver: Karasik, Gabriela. “Plaza grande y plaza chica: Etnicidad y poder en la Quebrada de Humahuaca”. En: Gabriela A. Karasik (ed.). Cultura e identidad en el noroeste argentino. Buenos Aires. Centro Editor de América Latina. 1994. p. 41.