Portada Anterior Siguiente Índice | 2. Los collas de la cordillera

2. Los collas de la cordillera


Hacia la segunda mitad del siglo XIX, grupos de familias collas[4] comienzan a migrar a estos territorios desde el noroeste argentino y desde el sur de la puna atacameña. Hasta el período previo a 1879, fecha de inicio de la Guerra del Pacífico, la zona de Antofagasta de la Sierra, Susques y Rosario eran territorios puneños pertenecientes a la república de Bolivia; los valles de Jujuy, Salta y Catamarca eran argentinos, mientras la frontera norte de Chile llegaba hasta el cerro El Chaco en los Andes y cerca de Paposo en la costa. A partir de esa fecha y tras la Guerra del Pacífico, el territorio puneño del Noroeste argentino quedó en disputa entre Bolivia, Argentina y Chile, cuestión resuelta en 1900 cuando Bolivia cede el territorio a la Argentina.

El arribo de los collas al sector cordillerano de Atacama, se produjo entre otros motivos, por la búsqueda de pastizales dentro de sus circuitos de trashumancia ganadera, el desarrollo de actividades de arrieraje, el abastecimiento de productos para las actividades mineras o urbanas, y el trabajo como peones de minas.

La actual ocupación territorial de las comunidades collas, se sustenta en la ganadería y cultivos en pequeña escala. La ganadería caprina, mular, caballar y ovina, se desarrolla en un sistema de trashumancia que considera el uso de pisos ecológicos diferenciados por la altura, denominados invernadas y veranadas. Este sistema se rige por las disponibilidades de pastos y aguas para el ganado, y por las condiciones climáticas de temperatura y precipitación. Las invernadas corresponden a las quebradas de precordillera -2.000 a 2.800 m sobre el nivel del mar-, cuando en períodos de invierno y dependiendo de las precipitaciones, los suelos se cubren de hierbas y arbustos, alimento esencial para el ganado. Las veranadas se localizan entre los 3.000 a 4.200 m sobre el nivel del mar y las temperaturas en invierno bajan a cero grados Celsius, produciéndose precipitaciones de nieve lo que obliga a trasladar el ganado a zonas más bajas y protegidas. En el verano, con el aumento de las temperaturas, los deshielos y el crecimiento de los pastos de primavera y verano, las familias de pastores concurren con sus animales a las vegas, aguadas y campos de pastoreo de altura.

La trashumancia o desplazamiento de los pastores con su ganado entre invernadas y veranadas, se produce en el mes de noviembre que corresponde a lo que se denomina “subida”, mientras que el desplazamiento de veranadas a invernadas o “bajada”, se realiza entre abril y mayo. Las distancias recorridas entre las invernadas y veranadas y viceversa, son extensas y abarcan un vasto territorio de pastoreo estacional, cuya base son los pastos de las vegas de los fondos de quebradas y las cubiertas de pastos estacionales de las laderas de los cerros o zonas de altiplanicie. Estas últimas corresponden a los campos de pastoreo, extensas zonas de pastizales o de hierbas que se encuentran en las laderas o mesetas de cerros, de las quebradas y la puna, y que cuentan con una cubierta vegetacional aprovechada estacionalmente por el ganado. Así, los campos de pastoreo comprenden pajonales en las partes de veranadas, y plantas y arbustos en las invernadas. A estos se deben sumar los pastos estacionales de invierno-primavera, de las zonas más bajas, y los pastos de verano que surgen del retiro de las nieves y el aumento de las temperaturas. Los campos de pastoreo, dependiendo de la cubierta vegetacional de que se trate, son utilizados para distintos tipos de ganado, pero especialmente para los caprinos ya que son los animales más asiduos al ramoneo y pastoreo de laderas y mesetas de alturas.

Además del desplazamiento en busca de pastos para los animales, se precisa ubicar fuentes de agua constituidas por vegas y aguadas, las que se localizan en fondos de quebradas, cajas de ríos, laderas, mesetas y altiplanicies. Ambos componentes, pastos y agua, constituyen la base que determina el circuito trashumante de las familias collas, los que se encuentran condicionados por la existencia de precipitaciones durante el año, lo que hace que los territorios de pastoreo sean dilatados y que la trashumancia se produzca entre estas zonas en búsqueda de recursos.

También se encuentran algunos terrenos de cultivos en los fondos de valle y quebradas con disponibilidad de aguas. Los cultivos sólo alcanzan hasta un límite máximo en altura de 2.800 metros, que coincide con la distribución de las especies nativas denominadas Dadín (Baccharis sp ) y Cachiyuyo (Atriplex sp.). El cultivo principal es la alfalfa, que constituye el complemento para la dieta de animales en invierno. Otras actividades son la pequeña minería, artesanía, recolección de leña y confección limitada de carbón. Sin embargo, la ganadería es la actividad que posibilita una mejor reproducción social, económica y cultural de los collas.

Los asentamientos collas tradicionales se localizan dentro de este territorio de manera dispersa y pueden ser de carácter permanente o temporal. Los primeros se caracterizan por la existencia de viviendas construidas con piedras, barro, quincha y zinc, ubicadas en las invernadas, y que se componen de una cocina y pieza-habitación separadas, además de la existencia de un corral cercano. En los asentamientos temporales, vinculados a la trashumancia tanto en invernadas como veranadas, se construyen los “puestos”, pequeños refugios construidos de pirca cubierta de ramas, telas o plásticos y zinc. En cambio, en torno a las vegas grandes con abundante pasto y en los campos de pastoreo del altiplano, los “puestos” son más parecidos a las habitaciones de invernada, debido a que la permanencia allí se prolonga por varios meses. Estos asentamientos se pueden observar en Cerro Blanco, Pedernales y El Asiento, en el sector de Potrerillos y en las vegas de Piuquenes y Pircas Negras, en río Jorquera.

También se encuentran agrupaciones de poblados, como los de Aguada Castilla, Aguada San Juan y el Agua Dulce en la zona de Potrerillos, en los que varias viviendas se encuentran en torno a una aguada, curso de agua o vega, y algunas con un centro ceremonial o altar para realizar las ceremonias religiosas.

Dentro de estos territorios, los sitios rituales y sagrados collas son frecuentados por las comunidades en su circuito trashumante, algunos de ellos ocupados desde larga data. En ellos se preservan lugares de ritos y ceremonial como Cerro Blanco, Cerro Los Piques, Salitral, Cencerrito y Vega Redonda en la zona de Potrerillos, donde se efectuaban ceremonias de Challa o Pascuas Espiritas, rituales ganaderos como Floreo y Señalada, y ceremonias agrícolas.

“Cerro Blanco, estas posiciones, mi abuelita por parte de madre me contaba que aquí se hacían las fiestas religiosas, Pascuas, años Nuevos, las Challas, el Floreo, y aquí se juntaba la mayoría de la gente de estas posiciones de Pircas Negras, Cencerrito, Los Piques, Salitral (donde también había bastante población) y se juntaban en estos lugares para hacer las fiestas, que duraban 2 ó 3 días. Acá se juntaba mucha gente y se hacían las Challas, el Floreo, la Señalada, la Marcada, se domaban animales, se hacían las primicias, se entregaba la ofrenda a la Pachamama, se ofrecía el mejor cabro, el mejor fruto, lo que tu cosechabas y se ofrecía, por eso este lugar es muy rico, es ceremonial. Vega Redonda era otro lugar donde también se hacía el floreo. Ahí estaban los Quiroga, los González, y otras familias más que no recuerdo (...) en la Agua de La Estancia, donde veraneaba mi padre... es un lugar que posee una importancia religiosa relacionada con las fiestas originarias, como en Cerro Blanco. Ahí hay corrales grandes con muestras visibles, esos lugares avalan nuestra historia, nuestros ancestros, nuestros recursos. (Salomón Jerónimo, octubre de 1997)”[5].

En la quebrada de Paipote, se encuentran centros ceremoniales en El Bolo y Vega El Dadinal[6]. En río Jorquera, en el sector de Cuestecilla se encuentra la apacheta de la comunidad donde se realizan las ceremonias de pago a la pachamama. Estas ceremonias rituales poseen una gran importancia,

“(...) consiste en la peregrinación hasta la misma [apacheta], al son del tambor que otorga el marco de recogimiento y solemnidad al acto propiciatorio liderado por el guía espiritual. Antes de subir hasta la Apacheta, el grupo se detiene en un descanso al pie del cerro, donde se entierra una ofrenda especialmente preparada, conformada por comida y bebida destinada a la Madre Tierra o Pachamama como retribución a sus dones[7]”.

Las actuales posesiones territoriales collas se componen de los diversos espacios productivos culturales y sociales, donde se encuentran los asentamientos de población permanentes y temporales, y en los que se llevan a cabo las actividades materiales y espirituales que conectan a los collas con la naturaleza. Los espacios productivos corresponden a las vegas, aguadas, campos de pastoreo, zonas de cultivos, lugares de recolección de hierbas y leña, áreas de caza, zonas de minería y de extracción de materiales para la construcción. Los espacios culturales corresponden a los asentamientos, sitios rituales, lugares naturales de connotación sagrada y los espacios sociales donde está la comarca, la vivienda y los lugares de reunión y fiesta.

El Pueblo Colla se compone de nueve comunidades que habitan en la cordillera, pueblos y ciudades de la región atacameña, formadas en virtud de la Ley Indígena. Están situadas en las comunas de Copiapó, Tierra Amarilla y Diego d Almagro. Los collas en la actualidad se encuentran en un proceso de reconstrucción de su legado histórico-cultural, y demandan el reconocimiento de sus derechos y la posesión de los territorios habitados, a lo menos desde mediados del siglo XIX; a la vez que exigen que las autoridades reconozcan sus derechos al dominio de las tierras, agua, minerales y pastos.

[4] “(...) la institución de la familia refleja la verdadera organización comunitaria colla. Para este caso, el ámbito familiar alude al grupo de procedencia y procreación, es decir, el grupo familiar en que el colla ha vivido, formado, y vive en la actualidad. En el contexto colla, y según lo cotejado a través de las observaciones y entrevistas, también se considera familia a todo aquel que se le reconoce como tal, ya sea que tengan lazos de filiación o no. Entre los collas se practica el criar hijos ajenos, a los que se les denomina hijos y hermanos de crianza, y como tales son reconocidos como familia. La familia colla es la contenedora de todas las actividades productivas, sociales, políticas y rituales. Por lo tanto, es la Familia el contexto organizacional y socializador que reproduce el estilo de vida cordillerano, haciéndolo extensivo para quienes viven en la ciudad”. (Gahona, Alfredo. “Informe antropológico”. En: INAS. Acciones de apoyo para el traspaso de predios fiscales a favor de comunidades, asociaciones familiares y otras organizaciones indígenas de la tercera región. CONADI-Iquique. 2000).
[5] Las prácticas culturales collas de la cordillera de Atacama, estarían vinculadas a la cosmovisión del mundo andino. “La cosmovisión Colla del mundo, su base ideológica y religiosa, los acerca a los indígenas del norte de Chile. Su concepción personal del universo y de la humanidad perdura en la conciencia del pueblo andino. A través de sus fiestas privadas en el hogar y en la montaña, podemos percibir las prácticas religiosas andinas unidas a la religión cristiana”. (Ver: Cervellino, Miguel. “Ritos Collas en la región de Atacama”. Museos, N° 15. Dirección de Archivos y Museos. Santiago. 1993).

[6] El Bolo es un lugar privilegiado para el encuentro de las comunidades collas de la Quebrada de Paipote, allí se realizan ceremonias para honrar al día de los muertos y se han revitalizado antiguos ritos vinculados al inka. Recientemente, el 8 de enero del año 2002, la comunidad Colla como parte del rescate cultural realizó la ceremonia Pay Inka o Carnaval del Inka, para pedir por el bienestar de su pueblo, su comunidad, sus animales y de agradecimiento a la pachamama o madre tierra. No sabemos si este rito fue traído por las migraciones collas desde el Noroeste argentino o si es parte de la memoria colectiva del Valle de Copiapó, donde la presencia Inka fue relevante y uno de los principales asentamientos mineros y pastoriles que deslindaban antes de atravesar la cordillera y el despoblado de Atacama.
[7] Según el antropólogo Alfredo Gahona, la apacheta esta vinculada a los rituales de la tierra: “La tierra parece ocupar el mayor valor jerárquico en los rituales ejercido por esta comunidad de collas, que se expresaría en la ceremonia de la apacheta (pequeña pirca de piedra) que contiene bendiciones, peticiones, pecados y bondades de los mortales, y que desde dentro de la lógica de la trashumancia representa el movimiento de los ciclos de la tierra, de las estaciones, y el encuentro entre lo sagrado y lo profano durante los momentos de transitoriedad entre un ciclo y otro, "este altar simboliza a la Naturaleza y ha sido objeto de amplia difusión entre las culturas precolombinas. Como expresión tradicional se encuentra arraigado profundamente, en la costumbre y estilo de vida del hombre andino". Ver: Gahona, Alfredo. “Informe antropológico...” Op. cit. Y del mismo autor: “Estudio Línea de Base Socioeconómica Proyecto Aldebarán. Aspectos Patrimonial Histórico-Cultural”. Empresa Minera Adebarán. 1997. Gahona, Alfredo. “Pastores en los Andes de Atacama: Collas de Río Jonquera”. Revista Museos N° 24. Dirección de Archivos y Museos. Santiago. 2000.