En
1852, la región del Alto Bío Bío pasó a depender
administrativamente de la provincia de Arauco, cuya creación, como ya
fuera señalado, constituye el primer impulso legal pro ocupación
de la Araucanía. Una vez iniciadas las incursiones del ejército a
territorio mapuche, los pehuenches realizan reuniones para definir las acciones
a seguir, generándose entre ellos una división entre los que se
aliaban con los llamados “arribanos” y los que optan por establecer
la paz con el ejército. Finalmente, deciden mantener la neutralidad y
fijan el compromiso en Antuco, frente al capitán Domingo
Salvo.
La
razón de su neutralidad se debería al hecho de que en la
práctica, la colonización no alcanzaba a llegar a la cordillera.
Sin embargo, sus lazos de parentesco con los arribanos los llevaron a prestarles
ayuda logística durante el conflicto, transportando animales y sirviendo
de enlace con los pampas.
La
situación de los indígenas del otro lado de la cordillera se hace
cada vez más difícil, pues estos sufren la embestida frontal del
ejército argentino. En 1880, como consecuencia de la primera fase de la
“Campaña del Desierto”, catorce mil ciento setenta y dos
indígenas son reducidos, hechos prisioneros o
muertos.
Esto provoca la huida de los indígenas del territorio del Neuquén
-picunches, pehuenches y huilliches-, los que se refugian en la cordillera y los
valles del Alto Bío Bío, Antuco y Quinquen, provocando alarma
entre los colonos chilenos.
Actualmente,
en las comunidades aún se recuerdan los relatos sobre estos
hechos:
“Cuando
los corrían a los mapuches de Argentina, todos se vinieron en pelota
(...) ni mantención ni una cosa trajeron y vinieron a parar acá en
Menucochenque. Si cuando los corrieron de Argentina no sacaron nada, los
animales los quitaron toditos, ovejas, vacas, todos los animales que
tenían porque los antiguos eran ricos, en la Argentina, en Neuquen. Los
acabaron, y les quemaron esos ranchos que
tenían...”.
Una
parte de los pehuenches “corridos” de la Argentina, se someten al
régimen legal chileno y se dedican al trabajo en los fundos colindantes a
la zona. Otros, en gran número, se quedan en el Alto Bío
Bío y mantienen sus hostilidades contra el ejercito argentino
“destruyendo convoyes y a veces fuertes”
.
Con el ejército chileno, los enfrentamientos son más
esporádicos y se dan cuando los pehuenches se suman a los levantamientos
en Arauco. Es lo que ocurre en 1881, cuando trescientos pehuenches participan
del ataque contra el fuerte Antuco en la orilla del Cautín.
En
noviembre de 1882 y marzo de 1883 termina la fase de ocupación del
Neuquén -entre los ríos Neuquén y Limay- con la
“Campaña de Los Andes”. Un grupo de pehuenches se refugia en
los valles de Trapa Trapa, Queuco, Guayaly y Lonquimay, entrando en varios
valles fronterizos que ya se encontraban dentro de la jurisdicción
chilena, donde los perseguidos son acogidos por los indígenas del lugar.
A
fines de 1882, se inicia en Chile la “Expedición a la
Cordillera”. El ejército chileno, se dirige al Alto Bío
Bío para construir varios fuertes, adentrándose por los valles de
Queuco y Callaqui. La avanzada tiene por función consolidar el proceso de
ocupación de la Araucanía, de modo de evitar que los cordilleranos
se unieran a la resistencia mapuche en el valle, además de contener la
avanzada de tropas argentinas que venían a capturar a los fugados.
Los
pehuenches de este lado, sumados a los inmigrantes de Argentina, juegan un rol
importante en la consolidación de la soberanía chilena en ese
territorio, hasta el punto que se producen combates del ejército
argentino, contra pehuenches y chilenos unidos en un mismo bando.
En
una cita extraída del diario
La
Marcha, de la brigada del
ejército argentino, un militar relataba lo siguiente:
“El
17 del corriente este jefe fue atacado en la laguna “Icalma” por
unos 100 ó 150 indios y una compañía de infantería
chilena. Los enemigos se presentaron al combate con bandera de parlamento, pero
en disposición de combate; pues mientras los infantes chilenos
hacían ondear una bandera blanca, los indios los atacaban por la
retaguardia. Aleccionado con los hechos análogos que han tenido lugar en
esta campaña, el comandante recibió a balazos a los que le
atacaban y después de un reñidísimo combate los enemigos se
retiraron al trote, dejando siete muertos en el campo, y llevando algunos
heridos...”.
Estos
hechos impulsan al ejército chileno a establecer un control definitivo
sobre la zona. En 1883, se realiza una nueva incursión al Alto Bío
Bío, para construir nuevos fuertes y reforzar los ya existentes. Esta
nueva acción significó la incorporación definitiva de los
territorios ocupados por indígenas a la jurisdicción del gobierno
chileno.
Para
ese entonces, el mayor La Puente, a cargo de la expedición, parlamenta
con los pehuenche, logrando la paz definitiva. El comandante Pascual Cid, asigna
tierras a todos los indígenas venidos desde la Argentina,
reconociéndoles con este gesto su calidad de “ciudadanos chilenos
con plenitud de derechos”.
Para
ese entonces, los particulares chilenos ya habían llegado a la zona
hacía algunos años. Compradores y arrendatarios inician
paulatinamente la enajenación de las tierras de uso ancestral, un proceso
que en sus distintas formas, persistirá hasta nuestros días y que
reduce a las comunidades a una porción escasa de su antiguo territorio.
Derivando a una situación de extrema pobreza, además de impactar
sustancialmente sobre sus forma de vida social y cultural.