Portada Anterior Siguiente Índice | 1. El pasado precolombino

1. El pasado precolombino


Las evidencias prehistóricas y arqueológicas muestran que el Pueblo Mapuche es resultado del desarrollo de diversos pueblos y culturas que en miles de años poblaron el territorio que actualmente ocupa Chile. Existe una continuidad de las tecnologías empleadas para hacer cerámica, dibujos, instrumentos y diversos utensilios, entre las antiguas culturas del centro norte del país y las del sur. Se trata de un largo camino donde poco a poco se fueron desplazando y expandiendo los conocimientos por todo el territorio.

Los datos aportados por la arqueología permiten señalar que el territorio chileno habría estado ocupado desde muy antiguo por grupos cazadores-recolectores, que se desplazaban a lo largo y ancho de él. Este desplazamiento ocurría, por lo general, por zonas más o menos estables. La base económica de estos grupos era en gran medida la caza de guanacos, huemules, y otros tipos de animales; la recolección de frutos como el piñón y el algarrobo, y moluscos en las zonas costeras. También se practicaba la pesca en ríos y algunos grupos se aventuraban en el mar. Podría plantearse de manera hipotética que uno de estos grupos se habría erigido por sobre los demás, difundiendo su cultura, fundamentalmente la lengua. Se sostiene que este grupo pudo ser externo al área chilena o que vivía desde antiguo en esta región. No lo sabemos. Sólo hay una cierta evidencia de que alrededor de los años 500 a 600 a. C. ya existía una cultura que se puede denominar mapuche[1].

Estas evidencias que dan cuenta de la presencia del Pueblo Mapuche desde tiempos muy antiguos en estas tierras, le han restado validez científica a la hipótesis propuesta primeramente por Ricardo Latcham y luego reproducida por el historiador Francisco Antonio Encina, para ser finalmente transformada en doctrina oficial en los textos escolares. En ella se plantea la aparición de una "banda de origen guaraní", que se habría incrustado en medio de poblaciones no mapuches, anteriores a aquella. La tesis de la denominada "cuña araucana" tuvo por objeto explicar, en un período marcado intelectualmente por el evolucionismo, la belicosidad de los mapuches, afirmando que se trataba de un pueblo "nuevo" o "joven", de carácter conquistador y que habría venido desde el centro del continente americano, el Amazonas o las zonas cálidas del Chaco. Esta tesis desconoce la homogeneidad étnica y cultural que había en el territorio, y la explica como un proceso de dominación y sometimiento[2].

Ahora bien, uno de los elementos que permite plantear hoy más claramente la influencia que ejercieron los grupos mapuches en una extensa zona del territorio chileno actual es, sin lugar a dudas, la unidad lingüística que logró configurarse en un momento determinado de la historia en las poblaciones que habitaban, al menos, entre los valles centrales y Chiloé. No existe claridad en torno al momento preciso en que se hace efectiva esta influencia; no se sabe cómo ocurrió el particular fenómeno de que todos hablaran la misma lengua o una muy semejante, que se unificaran en una extensión tan grande y larga, la mayoría de las costumbres, ritos y procedimientos sociales y políticos, sin tener un Estado centralizado; sin embargo, ya al arribo de los españoles es posible observar claramente este fenómeno.

A mediados del siglo XVI, una parte significativa del territorio chileno era ocupado por grupos indígenas que hablaban la misma lengua. Las crónicas de aquella época señalan que “... Desde el río Choapa hasta el archipiélago de Chiloé se hablaba el idioma araucano...”[3]. Existía una relativa homogeneidad cultural, que estaba dada por elementos que se podrían denominar genéricamente “araucanos”. Se dice relativa homogeneidad, pues, al parecer, existían ciertas diferenciaciones entre los innumerables linajes territoriales que componían la sociedad mapuche.

Aún así, es posible afirmar que desde antes de la llegada de los españoles, efectivamente había un predominio cultural mapuche por sobre la población que ocupaba el territorio comprendido desde los valles centrales hasta el archipiélago de Chiloé. Sin embargo, las diferencias culturales entre los distintos grupos que componían la sociedad mapuche, se acentúa durante la penetración Inka sobre estas tierras, fundamentalmente en la población de la zona central, la que, debido a esta influencia, se hallaba en un acelerado proceso de cambio cultural, como ha sido bien explicado en el numeral I de esta Primera Parte del Informe.

Dicha población había sido incorporada en la lógica económica del Tawantinsuyo, debiendo pagar tributo a los gobernantes incaicos que se establecieron en esas zonas. Además adoptaron la agricultura y los métodos de irrigación propios de los Inkas. Desde la perspectiva mapuche existía otro tipo de diferenciación reflejada en la utilización de distintos denominativos étnicos -etnónimos-, para hacer referencia a las poblaciones ubicadas en distintos puntos geográficos. De esta manera se habla de cuatro orientaciones geográficas tales como Huillimapu, donde a su gente se les denomina Huilliches; Pincunmapu, para hacer referencia al norte del Bío Bío, lugar de asentamiento Pikunche; Puelmapu, para hacer referencia a la población Pehuenche de la cordillera de los Andes y a los puelches, de allende los Andes; por último, está el Lafquenmapu, que hace referencia a la costa y a su población Lafquenche.[4]

Si bien todas estas poblaciones han formado y forman parte del Pueblo Mapuche, históricamente se ha sostenido que la población mapuche propiamente tal, es decir que se denominaba sólo con el etnónimo mapuche, se asentó desde el río Itata hasta el Tolten. Los Pehuenches, gente del Pehuen o Piñón, ubicados en el Este, en sectores precordilleranos y cordilleranos, del Alto Bío Bío, Lonquimay, y en una franja cordillerana desde los lagos Icalma al Panguipulli. Los Huilliches, instalados desde el sur del río Toltén hasta Chiloé; y los Lafquenches situados en la franja marítima extendida desde Cañete hasta el río Tolten[5]. Por último se habla de Pikunches cuando se hace referencia a la población que, a la llegada de los españoles, se ubicaba desde los valles centrales hasta el río Bío-Bío.[6] (Ver Mapa Nº 19)

La penetración del, denominado por los españoles, Imperio Inca -Tawantinsuyo, en lengua quechua - alcanzó solo hasta la zona central; los grupos mapuches de más al sur opusieron una tenaz resistencia, lo que no permitió la dependencia o vinculación política a dicho Imperio[7]. En este sentido, se ha establecido convencionalmente que el río Maule se convirtió en una primera frontera mapuche. Entre el río Maipo y el Maule se estableció una zona de transición, y entre el Maule y el Itata, lo que hoy es Chillán, otra de protección y seguridad, que mantenían, vigilaban y cuidaban los mapuches del Bío-Bío.

Según cálculos basados en las descripciones de los primeros cronistas, la población mapuche en general se estima, a la llegada de los españoles, en un millón de personas, subdividiéndose de la siguiente forma: la población de los valles centrales habría oscilado entre las 40 y las 60 mil personas[8]. Al sur del río Maule la cantidad iba en aumento, llegando a establecerse un número cercano al medio millón de personas. Sin embargo, esta cifra se vio rápidamente disminuida a partir de los primeros contactos con los españoles debido principalmente, a las muertes provocadas por las epidemias y, en menor medida, por las pérdidas de guerra.

Por otro lado, la población mapuche situada entre el río Itata y el río Cruces -Loncoche-, se estima en medio millón de personas. Estableciendo un cálculo entre las dimensiones del terreno equivalentes a 5.4 millones de hectáreas y la cantidad de población que allí residía -500.000 personas aprox.- da cuenta de una densidad de un habitante por cada 10.8 hectáreas, lo que no constituiría una concentración exagerada, sino por el contrario, se trataría de una apropiación del territorio adecuada y complementaria al tipo de organización económica y política que poseían los mapuches en ese entonces[9].

Es posible observar una relación directa entre la forma de vida mapuche y la utilización de los recursos naturales que existían en su territorio. Las actividades orientadas a la satisfacción del sustento alimenticio, combinaban tres formas de producción: la caza, la recolección y la horticultura.[10] Estas actividades determinaban en cierta medida los lugares y tipos de asentamientos de la población. La horticultura estuvo centrada fundamentalmente en hortalizas y productos tales como la papa, el maíz, ajíes, porotos pallares, quinua, y diversas otras plantas cultivadas para permitir una alimentación variada y generosa como dan prueba los testimonios tempranos.

El hecho de haber desarrollado un sistema horticultor, consistente en una tecnología relativamente simple[11], y que necesitaba por lo tanto de un clima generoso, permitiría dar un tipo de explicación respecto al por qué la población se asentó preferentemente en extensos terrenos pluviosos del sur del país[12]. El tipo de agricultura utilizado por los mapuches, de tala y roce, requiere necesariamente de una superficie extensa, por lo tanto, sería incompatible con la formación de grandes y concentrados asentamientos estables, ya que está asociada al uso de pequeños lotes de tierra por asentamiento en cada época de cultivo[13].

Otro criterio que guiaba el lugar de asentamiento se relacionaba con las otras dos actividades económicas, es decir la caza y la recolección. La población de preferencia se ubicaba en las áreas que tuvieran grandes recursos alimenticios, así los lugares más densamente poblados eran la zona de Arauco, la vertiente oriental de Nahuelbuta -Angol y Purén-, como también el extremo sur de dicha cordillera –Imperial-. En lo que hoy es Cañete, Lebu, Arauco, Contulmo y el lago Lanalhue, existía una población numerosa, sedentaria, establecida, donde las habitaciones se encontraban cercanas unas de otras.

Es entonces, en sectores como los mencionados, donde se concentraba la población mapuche; lugares de abundancia en recursos naturales, con lagos, ríos, mar y toda la flora y fauna asociadas a dichos ecosistemas, todo lo cual redundó en la conformación y desarrollo de un sistema económico que complementaba la horticultura, la caza y la recolección.

Lo anterior es un elemento clave para entender la organización de la vida mapuche anterior a la presencia hispana. Se trataba de una población, que si bien tenía un asentamiento relativamente estable, y poseía una concepción de territorialidad, no poseía el sistema de asentamiento característico de las sociedades agrícolas establecidas con poder centralizado. Desde la perspectiva de los estudios antropológicos, se plantea que la distribución espacial de los asentamientos de sociedades de tala y roce, como la mapuche, por lo general, está relacionada con el tamaño de dichas instalaciones de tal modo que los grandes asentamientos y áreas cultivadas mayores separan, necesariamente, un sitio del otro. De ahí que se hable de un tipo de asentamiento disperso, lo que no quiere decir que algunos de ellos no puedan alcanzar extensiones mayores[14], ni tampoco que no exista un tipo de organización que cohesione a los distintos linajes.

Por otra parte, se sostiene que en los mapuches, anteriormente a la llegada de los europeos, es posible observar un tipo cultural de rasgos semejantes a los de las sociedades sedentarias, con un sentido de territorio circunscrito y demarcado; y, por otro lado, un tipo cultural que continuaba poseyendo la libertad propia del cazador-recolector, no inserto en la lógica de horarios de labranza ni al trabajo sistemático de las culturas agrarias; si no que frente a cuestiones como el trabajo y la economía en general poseen una lógica específica. Es decir una combinación que surge de la práctica de la horticultura y de las actividades de caza y recolección.

A la luz de lo anteriormente expuesto, el cuadro se torna más complejo para la comprensión de la sociedad mapuche, pues no se trata de asociarla a un estadio evolutivo similar al de las bandas de cazadores-recolectores, sin territorio ni organización claramente definida, ni tampoco a una sociedad agraria, con los asentamientos propios de estas ni con la libertad natural de los cazadores. Es desde esta contradicción social, de donde surge una de las explicaciones para entender el carácter libertario e independiente del pueblo mapuche; el que ayudado por una naturaleza generosa en recursos de permitió persistir, mucho más allá que otras, con características propias de sociedades cazadoras-recolectoras, y “... que no fuera pobre, ni discriminada, ni escasa en cuanto población.”[15]


[1] Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche. Sur Ediciones. (5ª edic.). Santiago. 1996. p.14. En esta misma página, se señala que la evidencia arqueológica da cuenta de una homogeneización de los restos líticos, la alfarería, las costumbres funerarias y en general las evidencias culturales, con lo cual se puede establecer una relación continua con los mapuches contemporáneos. Se citan para ello, los trabajos de Berdichewsky, Dillehay, Gordon y Menghin.
[2] El fundamento empírico de esta hipótesis es muy confuso. Al conocer algunos autores de comienzo de siglo la existencia de toponimia araucana o mapuche en el lado Argentino, supusieron que la dirección de la migración había sido desde el Chaco a la Cordillera de Los Andes y el territorio chileno. Don Tomás Guevara, sabio etnohistoriador y autor de numerosas obras, criticó desde su inicio esta tesis señalando que el camino había sido justamente al revés, como se verá más adelante en el texto. En el siglo diecisiete aproximadamente los mapuches de la vertiente occidental, esto es chilena, se adentraron en las Pampas "araucanizando" a los grupos no mapuches que allí vivían. Este proceso de "araucanización" de la Pampa Argentina duró tres siglos y de allí que exista mucha toponimia mapuche en esa zona. Hoy día no se discute la tesis de la "cuña araucana" pero sigue repitiéndose majaderamente en los textos escolares.
[3] Zapater, Horacio. Aborígenes chilenos a través de cronistas y viajeros. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1978. p. 43.
[4] Es necesario consignar que el término Lafquenche no sólo haría referencia a población mapuche ubicada en la costa marítima, sino también a la ubicada cerca de ciertos lagos. También es necesario decir, que existen otras denominaciones que reconocen otras identidades territoriales del pueblo mapuche, tales como Nagche, Huenteche y otros. Sin embargo, las cuatro orientaciones generales más mencionadas son el huillimapu, pincunmapu, puelmapu y lafquenmapu
[5] Ver: Zapater, Horacio. Aborígenes chilenos... Op. cit.: 44.
[6] Los nombres de Pikunches o gente del norte, Huilliche o gente del sur, fueron utilizados de manera relativa durante mucho tiempo. Los mapuches del lado norte del Bío Bío eran conocidos como Pikunches por los de la otra banda y así mismo estos les denominaban Huilliches. En muchos mapas antiguos la palabra Huilliche designa a los mapuches del centro de la Araucanía. A los de la zona de Osorno, hoy denominados Huilliches, se los denominó durante mucho tiempo como "Cuncos". La cuestión de la denominación de los pueblos indígenas en general y del pueblo mapuche en particular es muy compleja y no obedece a las razones y lógicas del mundo y cultura occidentales. No es este el estudio adecuado para entrar en una complicada y técnica polémica. Por ello se ha optado por hablar de Pueblo Mapuche, ya que ese es el nombre que actualmente le parece más adecuado a los propios descendientes, los mapuches. La denominación "Araucano", de origen español, la utilizaremos solamente cuando sea preciso hacerlo y señalando entre comillas la particularidad y sentido de su uso. Por ejemplo, en el caso de "araucanización" de otros grupos indígenas no mapuches, ya que ese concepto se ha impuesto en la historiografía moderna.
[7] Esta resistencia, sin embargo, no impidió que los mapuches se apropiaran de ciertas tecnologías útiles para su economía; en este sentido se entiende la incorporación de elementos como el maíz y la quinua, provenientes del Perú.
[8] Esta cifra fue estimada por Rolando Mellafe en la Introducción al XII Censo General de Población y l de Vivienda de 1952, Santiago, 1956, p. 12. Ver también: Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche... Op. cit.: 43. Citando a Gerónimo de Bibar en Crónica del Reyno de Chile, señala que “... en el valle del Mapocho no había más de 5.000 indios y en Aconcagua habría de 3 a 4.000; por cada indio para encomendar habría que multiplicar por el número de su familia, lo cual haría una población entre 20 y 30 mil personas en cada valle”. En este capítulo se incluye un mapa de la etnografía de Chile a la llegada de los españoles que permite apreciar la diversidad de pueblos existentes en el siglo XVI y reconocidos por los investigadores chilenos a mediados del siglo XX.
[9] Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche... Op. cit.: 16.
[10] Este tipo de agricultura se caracteriza por contener una rotación de cultivos en diversos territorios en que muchas veces el fuego ocupa un papel fundamental para limpiar el terreno y fertilizar. Se lo denomina en Chile como "roce" y en muchas partes de América como el método de "roza, tumba y quema". Es característica también la presencia activa y especializada de mujeres en el trabajo hortícola, cuestión que en la cultura mapuche se mantiene hasta el día de hoy.
[11] “Núñez de Pineda y Bascuñan, el feliz cautivo, describe los sistemas de siembra del maíz en tierras húmedas, las que eran rozadas y apenas removidas en el momento mismo de la siembra con instrumentos muy generalizados, los cuales por sí solos no demuestran ninguna especialización agrícola”. En: Aldunate, Carlos: “Mapuche: Gente de la Tierra”. En: Jorge Hidalgo; Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate, Pedro Mege (Comps.), pp. 11-139. Etnografía. Sociedades indígenas contemporáneas y su ideología. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1996. P. 117.
[12] Desde la perspectiva de los propios mapuches, existen otros tipos de explicaciones respecto al tipo de asentamiento, son explicaciones que se relacionan con estructuras religiosas propias de la cultura y cosmovisión mapuche. Por ejemplo en cada asentamiento, que en mapudungun recibe denominaciones tales como lof, rehue, o quiñelmapu, existe un Treng Treng, especie de fuerza protectora del pueblo mapuche que está presente en ciertos cerros; por tanto el asentamiento se relaciona fuertemente con el contexto geográfico, no sólo en lo visible, sino también en cuestiones como la protección que otorgue la naturaleza en determinados espacios. Otros criterios que guían y explican el tipo de asentamiento, se constituyen a partir de los conceptos de tugun, kupalme, ananmapu y otros, que, en resumen, pueden interpretarse como las distintas formas que tienen las familias mapuches para posicionarse y formar parte de un determinado contexto físico y simbólico, y cómo a partir de esas adaptaciones, ordenan el tipo de asentamiento y desplazamiento del Pueblo mapuche.
[13] Dillehay, Tom. Araucanía: Presente y pasado. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1990. p. 42.
[14] Ibíd.: 43.
[15] Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche Op. cit: 22. En este sentido, la mayoría de las crónicas coinciden en la descripción, aunque no siempre de manera explícita, de la sociedad mapuche, como una sociedad abundante, rica en recursos naturales, bien aprovechados por sus integrantes.