Portada Anterior Siguiente Índice | 6. El patrón de integración regional atacameño del siglo XX

6. El patrón de integración regional atacameño del siglo XX


En lo económico se está consolidando un patrón de integración que consiste en la incorporación a la región de los atacameños como asalariados en la minería, y en lo sucesivo será la característica del siglo XX.

Recordemos que existieron tres hitos de importancia dentro del contexto de centros mineros que muestran la vocación minera en la región: explotación de plata, cobre y salitre; todos abastecidos con parte de la productividad agroganadera y fuerza de trabajo de las comunidades del interior de la zona. Los primeros archivos de Chuquicamata, por ejemplo, muestran los listados de obreros procedentes de las comunidades del Loa y del Salar de Atacama que en parte iniciaron la gran minería norteamericana. Se privilegiaron a los andinos por su plataforma fisiológica y cultural bien adaptada a los ambientes cordilleranos, porque eran los únicos que en ese territorio podían trabajar en las alturas[172]; pero también se les privilegiaba por conformar una fuerza laboral de bajo costo. Paralelamente con la industria del cobre, se generaron impactos ambientales particularmente sobre los recursos naturales, porque los enclaves mineros como Chuquicamata se apropiaron del agua y la llareta con destino a las operaciones mineras, situación que perjudicó enormemente a las comunidades[173].

Un caso que se reitera en las comunidades atacameñas y en particular con las crisis que se generó al sistema agroganadero, sucedió en Toconce. La presión de la economía de los enclaves urbano-mineros, alteró el equilibrio ecológico de la región. Durante la primera mitad del siglo XX, la inserción de los habitantes de la subregión del río Salado[174] en la economía de mercado, “... fue a partir de su participación en las azufreras, en tanto estas estaban en el área, así como en las llareteras que suministraban combustible a Chuquicamata, porque ellas estaban en sus cerros y no en otros lugares...”[175]. Habían más de mil llamas cargando llareta a este centro explotador de cobre[176]. Seguidamente, con la extracción de las aguas se secaron las vegas y aguadas, en las cuales los pastores toconcinos manejaban su economía ganadera; fue la vega de Inacaliri, que reunía una gran cantidad de animales, la más grande de la subregión, que se secó por las aducciones de agua para el mineral de Chuiquicamata[177].

Con los años, los centros explotadores de minerales del siglo XX, enfatizarán la migración de atacameños a la industria minera, transformando gradualmente a esta población campesina en obreros asalariados. De este modo, el patrón de integración atacameño a la región hasta 1930, tenía relación con la producción campesina -bases agropecuarias-. Después de la crisis de 1930, se establece con más fuerza el asalariamiento minero. Será a partir de la década de 1960, donde se constata una dependencia económica sustentada en una economía externa y no en las bases agropecuarias[178]. Esto se vinculará directamente con una acentuada migración de atacameños a las ciudades más cercanas, como Calama y Chuquicamata.

Es un momento también -la década de los sesenta- en que tiene lugar una importante modernización de las comunicaciones y el transporte, anunciando con ello cambios en relación con la población y las economías atacameñas con la región, porque la economía campesina se verá desplazada por la modernización tecnológica. Por ejemplo, la Carretera Panamericana impactó en la comercialización de las producciones locales como las de Toconao, porque desde otros sectores del país se trasladó la fruta a bajo costo; el ferrocarril por su parte, colapsó el sistema de arrieraje de animales desde Argentina y encadenadamente, con el rol forrajero que cumplía San Pedro de Atacama y los oasis[179].

Hacia la década de 1980 y durante 1990, la agricultura atacameña ya no puede entenderse, sino en referencia con la región y la minería; de este modo y por la extensa incorporación de población andina a la industria minera, las comunidades atacameñas tendrán tres funciones principales: espacio de reproducción de fuerza de trabajo, que actualmente ha tendido a declinar; lugar de repliegue frente a las crisis económicas, donde quedan cobijados en las redes sociales de sus comunidades rurales para sortear los malos tiempos; y la función de retiro de la fuerza de trabajo gastada que implica muchas veces el regreso de familias que han hecho sus vidas en Calama o Chuquicamata. De esta manera, las comunidades atacameñas tienen capacidad de acción, pero además hay que entenderlas también en relación con la situación regional y con los procesos regionales[180].

En este contexto de asalariamiento dominante, hay que recordar que las economías mineras son economías de enclave que no dejan de tener efectos sobre los espacios sociales y geográficos adyacentes. Se les denomina además, economías de enclave porque no generan un polo de desarrollo local muy estable, ya que al retirarse de los espacios explotados, generalmente dejan una crisis en marcha[181].

El manejo y control comunitario sobre los recursos naturales tierra y agua, son importantes de considerar en este contexto geográfico caracterizado por su aridez. Por tanto, son recursos esenciales en estas comunidades porque sin agua no hay posibilidades de agricultura y de incorporación de nuevos miembros. Esta es una situación vulnerable que se hace más crítica con el emplazamiento de las empresas mineras -en su tiempo industriales y ahora modernas- junto con el usufructo de los recursos naturales, a la vez indispensables para la sobrevivencia, en este caso, de un enclave explotador que reside aledaño a una comunidad campesina.

“Desde los albores del siglo se empezó a extraer agua desde las nacientes de los ríos de la cuenca del Loa. Primero fueron las fuentes de agua de la vega de Inacaliri, después las nacientes del río Toconce y, más tarde, el mismo Loa. Este es un proceso que no se detiene aún y que ha obligado a los indígenas a abandonar, paulatinamente, sus tierras y lugares de pastoreo, para ir a conseguir trabajo en las ciudades. La acelerada desertificación de áreas afectadas añade otro impacto negativo, a su vez, en las unidades domésticas que aún persisten en su intento por subsistir de acuerdo a sus patrones tradicionales de vida[182].”

Lo anterior indica, que cuando una empresa minera se emplaza cercanamente a una comunidad, se producen transformaciones o impactos en ella, porque esta nueva modalidad de “convivencia” puede generar y/o enfatizar cambios en sus actividades productivas, sociales y en las maneras de ocupar su espacio, por ejemplo.

Hoy en día, no se podría afirmar que la sociedad atacameña basa su economía sólo en el autoconsumo y en una productividad agroganadera, puesto que se deben considerar otras variables que también predominan en el ingreso familiar. Entonces, la posición económica de cada familia se relaciona con los distintos procesos de producción y de acumulación, donde convergen los ingresos prediales -por lo general, agrícolas, ganaderos, frutícolas, artesanales, etc.-, los cuales se destinan al autoconsumo y a la venta, y los ingresos extraprediales –salario-. La predominancia de uno de ellos caracterizará la economía de una familia y en términos más ampliados la de una comunidad, tanto en la hoya del Loa como en la del Salar de Atacama, en relación por cierto con las posibilidades de apertura a un mercado también más ampliado.

6.1. Una sociedad atacameña translocalizada

La migración, la movilidad y en las últimas décadas la translocalización, será el sello definitorio de la sociedad atacameña. Es una sociedad regionalizada o deslocalizada, porque ya no tiene por límite la localidad; son entonces espacios sociales más distendidos y amplios[183].

Esta sociedad, hoy se inscribe y distribuye en espacios urbanos, rurales, semirurales, semiurbanos, y no exclusivamente en lo local. Por lo demás, el concepto de atacameño comienza a usarse como pueblo y ya no sólo como una definición geográfica y de clasificación de sus habitantes a partir de esa definición geográfica. Asimismo, las identidades locales continúan con sus prácticas sociales atacameñas, proporcionando referencias de significado en las vidas de las personas; en torno a los pueblos continúa también un sentido de adscripción y de pertenencia a una comunidad de parientes y vecinos[184].

Sin embargo, también es importante detenerse en la relación entre un poblado, estancias y sus comuneros y miembros de una comunidad que ha emigrado a la ciudad. Esto se vincula con los patrones de asentamiento tradicional de raigambre antigua, donde el nucleamiento central se da en el pueblo o aldea, mientras que las estancias se caracterizan por su dispersión y se pueden localizar en distintos pisos ecológicos para un mayor aprovechamiento de los recursos. El pueblo entonces, concentra las actividades sociales, religiosas y agrícolas, en tanto que la estancia se caracteriza por las actividades agropastoras; con ello se entiende la doble residencia -una más permanente que la otra- y la movilidad que tienen los comuneros atacameños en su manera de articular los espacios[185]. Con la alta emigración hacia la ciudad, hoy por hoy se entiende que esta sociedad no tenga por “límite” la localidad porque al estar regionalizada básicamente por la integración económica hacia el mercado regional, articula otros espacios, tales como los urbanos. Lo importante de las dinámicas de movilidad y las formas como lugares de residencia, es que el pueblo de origen mantiene el sentido de pertenencia y conexión con lo propio; así los que viven fuera de su comunidad, año tras año vuelven para participar de la fiesta religiosa u otras festividades importantes, como un miembro más de la comunidad, porque el pueblo concentra y representa esa capacidad de identificarse con lo social y religioso. También no es menor señalar, que por lo general cuando los migrantes atacameños envejecen, retornan a sus pueblos.

Como las culturas son dinámicas, hay identidades y pertenencias étnicas que destacan sus diferencias entre lo que hoy se aspira a empaquetar en una uniforme y única propuesta étnica así llamada atacameña. Así, los ayqueños no se vinculan con el Kunza ni con el quechua de Toconce, y no se sienten atraídos por el concepto atacameño, a no ser que lo acepten para legitimizarse ante la actual legislación indígena. En esta legalidad los atacameños son todos del Loa y oasis del Salar de Atacama, pero hay distinciones. Del mismo modo, como los atacameños de San Pedro de Atacama se “separan” de los así llamados Collas, de aquellos indígenas que emigraron de Talabre y Machuca a San Pedro de Atacama, con quienes los locales establecen relación de franca segregación. No obstante, pervive desde el mundo prehispánico y colonial, aquellos aspectos ideológicos y de rituales que tienen que ver con la herencia andina de aquí y de allá, de los “abuelos” o antepasados -“de los antiguos”-, con cargas de rogativas ancestrales muy dominantes que no han sido cubiertas totalmente por la occidentalización y la doctrina cristiana. De la misma manera como la ciencia occidental no ha logrado eliminar los propios conocimientos andinos en torno a sus recursos y territorios, donde todo está unido y vivo, bajo conceptos propios que los distinguían del resto de la sociedad nacional: ceremonias del agua, cerros sagrados, Santa Tierra, Pachamama, “chuspeando la coca”, ofrendas en coveros, waky –ofrenda-, mesas y sin olvidar el culto de San Antonio “llamero”, en donde la superposición de rituales cristianos y prehispánicos siguen todavía a la vista. Esta matriz es válida para todos los pueblos andinos, al margen de cuán atacameño se sea, pero les otorga cohesión y más certidumbre para convivir con la modernidad[186].

6.2. La cultura atacameña y las industrias culturales

En esta convivencia con la modernidad, la sociedad atacameña está interviniendo en un mundo mucho más abierto de información, de imágenes y de valoraciones muy diversas que fluyen a través de los medios de comunicación en general. Pero esto no es nuevo. En la década de 1920, los arrieros del noroeste argentino llegaron a la zona de Atacama con la revista El Gráfico, especializada en fútbol y desde allí su difusión en el área. Por otra parte, las sectas protestantes se introdujeron en la década de 1920 en las pampas salitreras del norte grande y desde allí, fueron penetrando hacia el interior andino[187]. Esto último es bastante importante dentro de los efectos que ha ocasionado un nuevo culto en las comunidades atacameñas. Pero para comprender los efectos, hay que entender primero que las comunidades son devotas de los santos patronos locales -de herencia hispana-católica-, ya que la tarea principal del patrono es proteger al pueblo y la comunidad debe de manifestarle respeto, y siguiendo la lógica andina de la reciprocidad, se le devuelve algo de lo recibido; así algunos pueblos se identifican como Santiago de Río Grande, San Pedro de Atacama, San Lucas de Toconao, San Roque de Peine, entre otros. Entonces, las diferencias entre católicos y otros comuneros que pertenecen a alguna de las iglesias protestantes -sean pentecostales o adventistas- son que los segundos rechazan el culto a los santos y prohíben el consumo de bebidas alcohólicas, práctica ampliada en estas festividades andinas; en consecuencia se marginan de las actividades comunitarias: “... p’ al trabajo igual todos van a trabajar. Juntos vamos todos igual. Ni mentan eso siquiera. Los evangélicos no hacen enfloramiento. Esos no creen en ninguna cosa. No hacen pagos, nada. No van a las Challas. Perdieron todas las costumbres...”[188].
Sin embargo, la influencia de nuevas visiones y valoraciones en la comunidad atacameña, también fueron generadas por las escuelas; en un comienzo muy dramáticas y después con una mayor aceptación, -recuérdese la implantación temprana -1777- de la instrucción escolar en la región de San Pedro de Atacama-. En los últimos años, la penetración del turismo, ha inducido valoraciones muy diversas en las comunidades. Respecto de ello, ha afectado los sistemas de vida principalmente de San Pedro de Atacama y sus ayllu, donde se asentaron las bases de esta actividad que experimentó un gran desarrollo desde la década de los noventa. No obstante, las comunidades atacameñas han empezado a concebir el desarrollo como una oportunidad y no como una amenaza, aprendiendo también que los factores que los han afectado negativamente como el altísimo crecimiento turístico, también puede ser aprovechado positivamente si son controlados en su desarrollo y en una armonía con el medio ambiente circundante[189].


[172] Núñez, Lautaro. “Breve historia...” Op. cit.
[173] Ibíd.
[174] En esta subregión se localizan los poblados de Ayquina, Caspana, Cupo y Toconce.
[175] Martínez, José Luis. “La formación del actual...” Op. cit.: 103.
[176] Situación observada directamente por Hanson y relatada en su publicación del año 1926. Hanson en: Martínez, José Luis. “La formación del actual...” Op. cit.: 116.
[177] Martínez, José Luis. “La formación del actual...” Op. cit.: 105, 109.
[178] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 43, 44.
[179] Ibíd.: 26.
[180] Ibíd.: 44.
[181] Ibíd.: 25.
[182] Castro, Victoria y José Luis Martínez. “Poblaciones indígenas de Atacama”. Etnografía. Sociedades indígenas contemporáneas y su ideología. En: Jorge Hidalgo; Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate, Pedro Mege (Comps.), pp. 69-109. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1966. pp. 80, 81.

[183] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 46.
[184] Ibíd.: 47.
[185] Castro, Victoria y José Luis Martínez. “Poblaciones indígenas...” Op. cit.: 74, 76.
[186] Núñez, Lautaro. “Breve historia...” Op. cit. Castro, Victoria. “Atacama en el tiempo...” Op. cit.
[187] Gundermann, Hans. “Los atacameños del siglo XIX...” Op. cit.: 48.
[188] Relato de una campesina refiriéndose a los evangélicos de Ayquina (Valdés, Ximena, et. al. 1983: 56). En: Castro, Victoria y José Luis Martínez. “Poblaciones indígenas...” Op. cit.: 89.
[189] Subgrupo de Trabajo Pueblo Atacameño. “Informe Final”. Op. cit.: 55.