Portada Anterior Siguiente Índice | 6. Etnoterritorialidad huascoaltina

6. Etnoterritorialidad huascoaltina


La etnoterritorialidad de los huascoaltinos se construyó históricamente. En un inicio todo el valle del Huasco pertenecía a los diaguitas y a sus señoríos “duales”, -dividido en parte alta y baja- estructura heredada de acuerdo a algunos autores del período de la dominación inkaica.

Esta estructura de ocupación territorial fue desarticulada por la penetración hispana, que ocupó las tierras más fértiles y segregó a los terrenos más agreste a los diaguitas; en concreto se les expulsó del fértil valle del río del Carmen a las tierras del valle de Paitasana, hoy río Tránsito, donde establecieron su refugio.

La memoria colectiva de las familias huascoaltina de los Campillay, Eliquitay, Cayo, Seriche y otros, recuerda este hecho como leyenda que habla de la separación de la población española de la indígena en dos valles, la que se produjo tras una violenta contienda:

“... entre naturales e invasores, al cabo de la que los advenedizos se atrincheraron en el valle más prospero y estratégico: el de San Félix, mientras los antiguos señores fueron confinados al valle del Tránsito. Desde entonces ambos han sido antagónicos: en el uno los indios y en el otro los blancos...[70]”.

La legendaria, pero pertinente explicación de la actual localización, anida en la memoria colectiva huascoaltina y debe tener su anclaje temporal en el período de conquista hispana, que además de los primeros cronistas, también ha sido analizado por diversos autores[71].

Los datos etnohistóricos disponibles, permiten reconstruir la trayectoria de estas tierras diaguitas hasta la actualidad, junto con la permanencia indígena en ellas. De esta manera reivindicaron su dominio que tuvieron desde siempre durante los siglos coloniales y republicanos, y en el año 1903 los huascoaltinos logran por sentencia judicial inscribir el dominio, alegando la prescripción adquisitiva, es decir, por haberlas poseído como señores y dueños desde tiempos inmemoriales.

En efecto, si bien la dualidad de los poderes diaguitas gobernaban el valle abajo y arriba, esta misma división etnoterritorial fue institucionalizada por los españoles. Durante el siglo XVII, el valle del Huasco se encontraba dividido en Bajo y Alto y en el Huasco Alto se estableció el Pueblo de Indios llamado Paitanasa que tenía, además, otros dos asientos de tierras denominados Machicao y Sisar, que constituían tierras comunitarias de los diaguitas[72], extendiéndose desde las juntas de Ramadilla y Guasco Alto hasta: “... un cerrillo así a otro Guasco Altto, nombrado Chanchoquín hasta una cuesta que está al cabo que se llama Mottique así a mano derecha (del río) yendo el valle arriba...”[73].
El pueblo de Paitanasa estaba a cargo de su cacique mandón Thomas y parte de las tierras del común, fueron dadas en merced por el gobernador Alonso de Ribera al capitán Rodrigo Rojas en 1612, quien siendo protector y administrador de los naturales del valle del Guasco las vende en nombre de los indios en el año 1616 a don Gerónimo Chabes, quien rebautiza el asiento de Michacao con el nombre de Nuestra Señora la Mayor el Pilar de Zaragoza. Los diaguitas a través de su cacique, dicen señalar que si bien les pertenecían dichas tierras no las utilizaban para el uso agrícola “... por ser mui flacas...y no poder sembrar maíz, ni trigo, y por tener ... demasiadas para sembrar él y toda su gente...”[74].

En 1770, los indígenas del Pueblo de Piatanasa reivindican las tierras de sus antepasados y en ese año, el cacique Lorenzo Saguas junto a su comunidad compuesta por sesenta indios entre presentes y ausentes, señalan que el pueblo se había reducido a 20 cuadras, lo que les imposibilitaba tener sus sementeras y chácaras[75], por tanto:

“... entablan juicio contra los herederos de Ysidoro Pizarro para que se les restituyesen alrededor de 10 leguas -54 km- de tierras que les pertenecían en el valle de paitanasa y no les expulsaran de su pueblo ni se les deshicieran sus ranchos. El territorio descrito se extendía ‘... desde las juntas de los ríos del Guasco Alto (Transito y del Carmen) hasta un serrillo nombrado Chanchoquín comprendiendo esta longitud las poblaciones y las posesiones que tienen los ordenes en el paraje nombrados el Toro y Algodón, la del Maitén que fue estancia de los regulares de la compañia (de Jesús)... otro nombrado el Solar,.. la Ygera... y otro los Camarones...[76].


[70] Cassigoli, Rossana y Álvaro Rodríguez. “Investigación antropológica...” Op. cit.: 33.
[71] Advis, Patricio. “Noticias de cronistas e historiadores sobre la travesía de los Andes realizada por la hueste de Almagro durante la jornada de Chile”. Boletín del Museo de Historia Regional de Atacama Nº 4. Copiapó. 1994. Ampuero, Gonzalo y Jorge Hidalgo. “Estructura y proceso Op. cit. Ampuero, Gonzalo. Cultura... Op. cit. Cervellino, Miguel. “La Resistencia Indígena a la Invasión Española y su población estimada en los valles de Copiapó y Huasco. (S. XVI al S. XVIII)”. Boletín del Museo de Historia Regional de Atacama Nº 4. Copiapó.1994. Y el mismo autor: “Relatos de una expedición: Almagro en los Andes, por la ruta de la muerte”. Boletín del Museo de Historia Regional de Atacama Nº 4. Copiapó. 1994.
[72] Archivo Real Audiencia, 2658; f26r. La existencia de tres porciones de tierras -Paitanasa, Michacao y Sisar- sugiere la práctica de multiexplotación, es decir “...La existencia de una práctica social y económica prehispánica, que consistía en el control de nichos productivos dispersos. Esto es relevante para una adecuada percepción de las formas de ocupación de este espacio étnico aún durante los siglos coloniales.” (Manríquez, Viviana y José Luis Martínez. “Investigación etnohistórica...” Op. cit.
[73] Las tierras nombradas corresponden a la parte de las actualmente poseídas por los huascoaltinos, como se desprende de la coincidencia toponímica descrita en 1857 por Vicente Pérez Rosales, quién dice: “El río Huasco, que viene después del de Copiapó, está formado por el concurso de cinco torrentes andinos y del río de los Naturales (Tránsito), el cual toma su origen en dos pequeños lagos andinos (Laguna Chica y Laguna de Valeriano) situados a 28º48’ lat. S. Se dirige desde luego hacia el Oeste; pero llegado a Ramadilla, considerablemente aumentado por el río de los Españoles (del Carmen), que recibe del norte”. (Pérez Rosales, Vicente. Ensayo sobre Chile. Ediciones de la Universidad de Chile. Santiago. 1986 [1859]. P. 89).
[74] Archivo Real Audiencia, 2658:4r.
El texto merece dos comentarios. Primero, que las argumentaciones de que no son tierras agrícolas, no obsta que hayan sido utilizadas para otros menesteres productivos por los indios diaguitas, los que no se encontraban en los catálogos de la racionalidad colonial mercantil. El segundo, es el método utilizado para la enajenación, en que un protector de indígenas aparece avalando la venta de las tierras. Este procedimiento parece ser muy extendido en estos valles.
[75] Archivo Real Audiencia, 2658;35r. (Manríquez, Viviana y José Luis Martínez. “Investigación etnohistórica...” Op. cit.
[76] Archivo Real Audiencia, 2658:33r.