Portada Anterior Siguiente Índice | 3. De la conquista al siglo XVII

3. De la conquista al siglo XVII


Desde la conquista hasta comienzos del siglo XVII, el gentilicio diaguita se aplicó para designar a los habitantes del Norte Chico[25]. Sobre la lengua de esta cultura, Jerónimo de Bibar alude a cinco e indica que su área de expansión era: “Copiapó, Huasco, Coquimbo, Limarí y aquella que se hablaba desde Combarbalá hasta el valle de Aconcagua...”[26]. Sobre los diaguitas argentinos, es más clara la familia lingüística, conocida como “caca-cacana”[27].

Respecto de la población diaguita y tomando en cuenta las crónicas y otras fuentes, se logra establecer que hacia 1540 habría “... más de 5.000 personas en Copiapó, 4.000 en Huasco, 6.000 en Coquimbo, 2.500 en Limarí, 2.500 en Comabarbalá y Choapa y 7.500 en Aconcagua... ”[28]. Sin embargo, el número de habitantes debió haber sido mayor antes de la venida de Almagro, puesto que este utilizó como cargadores a numerosos diaguitas para su regreso al Cuzco; aún así, se estima que hacia 1.545 la población indígena bordeaba los 15.000 habitantes[29].

Su economía se basaba en la agricultura, ganadería, pesca y caza. Respecto de los productos que los diaguitas cultivaban en los valles, los cronistas hacen mención al maíz, frijoles, papas y quínoa; el algodón sólo lo cultivaban en Copiapó y Huasco en tanto el zapallo se menciona desde Huasco hacia el sur[30]. Además, aprovechaban la recolecta de frutos silvestres como el algarrobo y chañar, y utilizaban los interfluvios como sectores de caza y pastoreo de camélidos.

Sus aldeas eran de dos tipos. Las primeras, los pueblos donde habitaban en tiempos de paz eran estructuras elaboradas con material ligero, básicamente de origen vegetal. Las segundas, se identifican con los pukara o aldeas fortificadas que actuaban como refugio en tiempos de guerra, y estaban construidas con materiales resistentes en piedra –murallas- y algunas en madera con estacadas o palenques. En las aldeas, así como también en los pukaras, los alimentos eran conservados en silos colectivos o comunales. Como eran economías agrícolas autosuficientes, también debían por este medio, guardar las semillas para la próxima siembra y así tener la posibilidad de abastecer los núcleos familiares y asegurar los cultivos[31].

Sobre la propiedad de la tierra y su administración, se carece de información; no obstante, y según el relato de Mario Góngora se logran algunas señas: “... no vivían concentrados cada uno en una comarca, sino que usaban varios pedazos de tierras distantes entre sí, y también se observa en algunos el desplazamiento estacional en los años de sequía...”[32] lo que implica control de territorios sin uso simultáneo de pisos altitudinales ni desplazamiento de colonias, pero sí de complementariedad de recursos entre grupos geográficamente distantes, pero emparentados[33].

Dentro de la organización sociopolítica diaguita, cada valle era una unidad integrada por dos partes o mitades, que distinguía “... el sector alto y el sector bajo o costero de cada valle. Cada uno de estos sectores estaba gobernado por un jefe que, simbólicamente, era considerado hermano del jefe de la otra mitad...”[34].

Aun cuando faltan datos para obtener una mirada más local frente a los diaguitas en este “tiempo de la invasión hispana”, cada jefe tendría ciertos privilegios que los distinguiría del resto: viviendas y vestuarios destacados, matrimonios con varias mujeres -diez a doce de ellas-, sus actividades eran vistas con veneración, armas sostenidas por un paje mientras dialogaban con los españoles, privilegios económicos en virtud del número mayor de animales y tierras en comparación al resto, etc. Ciertamente, estas características podrían plantear un tipo de estratificación, sin embargo en esta sociedad no se hace mención de servidores. Mas bien, las decisiones al parecer, debieron tomarse por el colectivo a través de asambleas o ceremonias. Finalmente, lo que podría afirmarse es que esta cultura alcanzó una organización de federación de señoríos[35].


[25] Hidalgo, Jorge. 1972. “Culturas protohistóricas del Norte de Chile”. Cuadernos de Historia Nº 1. Santiago.
[26] Hidalgo, Jorge. 1989. “Diaguitas chilenos protohistóricos”. En: Jorge Hidalgo, Virgilio Schiappacasse, Hans Niemeyer, Carlos Aldunate e Iván Solimano (Eds.), pp. 289-293. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Santiago. p. 289.
[27] Ibíd.: 289.
[28] Ibíd.: 290.
[29] Ibíd.: 290.
[30] Ibídem.
[31] Ibíd.: 290, 291.
[32] Borde, Jean y Mario Góngora. Evolución de la propiedad rural en el valle de Puangue. Capítulos I, II y III. Santiago. 1956.
[33] Hidalgo, Jorge. “Diaguitas chilenos...” Op. cit.: 291-292.
[34] Ibíd.: 292.
[35] Ibídem.