Portada Anterior Siguiente Índice | 2. La invasión europea en un espacio multicultural y la imposición del orden colonial

2. La invasión europea en un espacio multicultural y la imposición del orden colonial


Tal como se ha revisado páginas atrás, las sociedades de la amplia cuenca de Atacama, con distintos componentes culturales, legaron una cultura avanzada donde un sistema de complementariedad ecológica parece normar todo un conjunto de presencias indígenas entre grupos y territorios vecinos, producto de una larga tradición de relaciones[16]. La subárea circumpuneña[17] del siglo XVI, estaba compuesta por “poblaciones entretejidas y de territorialidad interdigitada” dando cuenta de presencias étnicas entre atacamas, lipes, humahuacas y chichas, por citar algunas, que sugieren identidades diferentes, pero no necesariamente etnicidades distintas[18].
En el espacio que ocupó el Corregimiento de Atacama (Ver Mapa Nº 6), la administración colonial distinguió a una población distinta y con diferente lengua respecto de los Atacamas, y esta población era camanchas o camanchacas que habitaban la costa, especialmente en el asentamiento de Cobija. En general, estos pescadores que vivían a lo largo de la costa del Norte Grande, llamaron la atención de los europeos por su condición de vida “miserable”, “pobre”, de “gente bruta” y “bárbaros”, y también por la movilidad y aprovechamiento integral del lobo marino en la construcción de balsas, viviendas, vestuario, alimento, recipientes y cordelería. Estas poblaciones lograron una buena adaptación a los ambientes costeros-marinos, como la cordillera de la costa; además dispusieron de excedentes -productos del mar secos y/o salados, conchas, guano- intercambiables por otros recursos y bienes de las tierras altas[19].

Durante el siglo XVI, la población indígena presente en Cobija fue denominada bajo los siguientes términos: camanchacas, urus, proanches y changos. Lozano Machuca hace referencia a los urus de Cobija en el año 1581, afirmando que en la “ensenada de Atacama, ques donde está el puerto, hay cuatrocientos indios pescadores urus (...)”. El empleo de este término en la documentación colonial del siglo XVI para referirse a los distintos grupos de pescadores de la costa del océano Pacífico, de Arica hacia el sur, se debería mas bien a una extensión semántica peyorativa destinada a describir “grupos inferiores”, y no necesariamente emparentados étnicamente con las poblaciones lacustres del altiplano[20]. En cuanto al término camanchaca, al parecer una de las primeras menciones proviene de Francis Drake en el año 1578, haciendo referencia a los habitantes de la costa de Copiapó[21]; sin embargo, más específica es la información de Juan Segura del año 1591, al señalar a camanchacas de Cobija, denominación que siguió en uso hasta mediados del siglo XVII[22]. En esta misma centuria, el apelativo de proanches los identifica como originarios de Copiapó y Morro Moreno, aunque inscritos en partidas de bautismo y matrimonio de Cobija. En este mismo siglo, se empieza a usar la denominación de changos que a partir de 1665 es la única que permanecerá vigente para identificar a las poblaciones de Cobija y de Copiapó hasta el siglo XIX[23].

Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad que la diversidad de los nombres étnicos de los grupos de pescadores de la costa de Atacama, pudiera deberse a que, efectivamente, se tratase de agrupaciones distintas, como a que correspondieran a distintas especializaciones en la pesca y recolección marina, así como a categorías clasificatorias sociales o culturales, independientemente de su origen étnico e impuestas -por otros- a aquellos grupos considerados marginales[24].

Sobre las lenguas que se hablaban en Cobija, los documentos del siglo XVII denotan que “hablan diferente lengua y tan rudas que no ai, quien los entienda, si bien hablan la Española”[25], y por cierto el kunza toda vez que las etnias costeras recibieron por largo tiempo el flujo caravanero de los atacameños.

Además, existieron otros grupos étnicos que se vincularon con los atacamas. Es el caso de los lipes que pareciera responder a una denominación étnica y los picas o guatacondos que más bien hacen referencia o identificarían lugares de origen, pero que ya -desde antes de los inkas- se conectaban por los senderos que unían los valles y oasis Tarapaqueños por Quillagua-geoglifos de Chug-Chug-Loa Medio. Referencias documentales de lipes en Atacama durante el siglo XVI, son aisladas; sin embargo, en el siglo XVII se les encuentra de manera gravitante en los registros parroquiales. En las primeras décadas habría una ocupación directa de lipes en varios nichos ecológicos de Atacama, congregándose en los poblados de Chiu Chiu y Calama, como también en Aiquina, Caspana, Toconce e Inacaliri. Los poblados de “Calama y Chiu Chiu -centros privilegiados para la obtención de algarrobos y chañares- estaban vinculados a la red de tráfico de pescado seco desde la costa hacia Potosí, por rutas que cruzaban el corregimiento de Lipes, y sumado las estancias ganaderas de Toconce e Inacaliri, se notará que la presencia de los lipes abarcaba una amplia gama de actividades y obtención de recursos; junto con ello, los lipes se vincularon a la arriería y establecieron relaciones sociales con la población local, tal como lo demuestran los matrimonios entre originarios de Lipes con atacamas y residiendo en la zona por períodos que abarcarían varias generaciones. En el siglo XVIII su presencia disminuye, sin embargo, hacia el siglo XIX nuevamente se hace significativa en los archivos parroquiales”[26].

Limítrofe con el corregimiento de Atacama, hacia el norte, se extiende la región de Tarapacá que se caracteriza por la Pampa del Tamarugal, el desierto y las quebradas altas cordilleranas. Hacia el sur de esta región, se localizan los oasis de Pica y la quebrada de Guatacondo que junto a otras localidades más pequeñas -como Quillagua y Puerto Loa- formaban la doctrina de San Andrés de Pica. Hay varias referencias que dan cuenta de que en el siglo XVI los originarios del sur tarapaqueño se relacionaban con los atacamas; Vivar señala que el paso de los ejércitos invasores de Pedro de Valdivia (1540), previamente habría sido advertido por los tarapaqueños a los habitantes de Atacama. Tanto tarapaqueños como atacamas compartieron –y comparten- espacios y recursos en ambos territorios, sin embargo, durante el siglo XVII los registros parroquiales señalan una mayor estadía de atacamas en Tarapacá, mientras que en el siglo XVIII hay un aumento de registros que indican la presencia de tarapacás en Atacama, ya que picas y guatacondos se encuentran en varias estancias, minerales y poblados de la cuenca del río Loa, en tanto que muy pocos casos se localizan en la cuenca del Salar de Atacama[27].

En este sentido, en el territorio atacameño -particularmente Atacama la baja- se percibe un panorama multiétnico, y como correlato de ello, los datos lingüísticos apuntan a una suerte de multilingüismo[28].

A partir del siglo XVI, la categoría atacameño cubre con un manto de homogeneidad a los indígenas que bajo ese nombre -de acuerdo a los documentos coloniales-, identificó la administración española a toda la población que habitaba el territorio[29]. La invasión europea y la constitución del orden colonial en estos territorios de la región, se hará intensa hasta la independencia de los nacientes estados nacionales de la corona española.

Atacama formó parte de los límites de la Gobernación de Nueva Toledo, que había sido otorgada a Diego de Almagro en el año 1534[30].
El dominio español no se asentó aquí, sino con grandes dificultades. Por el año 1535, los adelantados españoles tenían una visión del territorio que se mostraba como una frontera inhóspita ocupada por indios Atacamas[31]. En este contexto, arriba Diego de Almagro (1536) y se confrontan españoles y atacameños en la primera batalla de Quitor, que debía resolverse en la toma del Pukara del mismo nombre. El resultado de este conflicto dio la “victoria” a los atacameños: “y mediando el mes de octubre se halló... en el pueblo principal de Atacama... hallaron la tierra alzada é de guerra, y la gente por los montes, fuera de sus casas é asientos, y puestos en montañas y sierras muy ásperas... que no se podían sojuzgar”[32]. Además, otro destacamento de hasta “mill y quinientos indios chichas”, presentaron una resistencia antieuropea, en un lugar a 18 leguas antes de llegar a Atacama[33].

Posteriormente, en 1540 se produjo el avance español que permitió ejercer el control sobre la única vía de ingreso al centro de Chile, porque a través de la segunda batalla de Quitor la resistencia atacameña fue reducida bajo el control de Francisco de Aguirre. Sin embargo, la resistencia indígena fue un factor de inestabilidad regional durante varios años.

En 1545, Valdivia señala en carta a Carlos V que Atacama es un centro de abastecimiento para las tropas que vinieran a Chile y suponía a la provincia en paz, dado que el Perú había sido pacificado por el gobernador Vaca de Castro[34].

Sin embargo, se sabe que es del todo improbable que Almagro, Valdivia y sus compañeros, hubiesen dejado algún establecimiento permanente, y si dejaron algo fue destruido por los atacameños en guerra hasta 1557.

En ese año, la situación se tornó insostenible entre Atacamas y españoles, a tal punto que la resistencia de los primeros, no pudo impedir que los contingentes españoles vaciaran sus graneros y robaran el ganado -a modo de saqueos. Es por esta razón que se impone la necesidad de pactar; de esta forma surge el Acta de Pacificación de 1557[35]. El encuentro en Suipacha -territorio Chicha- celebrado el año 1556, entre Juan Velásquez Altamirano, representante de la Real Audiencia de Lima y Juan Cotocotar -o Catacata-, Cacique Principal de Atacama, tuvo como objetivo consagrar acuerdos favorables para ambas partes. En ese encuentro reconocieron haber dado muerte a algunos españoles, pero en defensa de sus provincias y haciendas frente a los intentos de robos[36]. La prueba inequívoca de aprobación del trato, por parte de los atacameños, fue el bautismo y la asistencia a una misa. Un año después, en Atacama se convocaron Velázquez de Altamirano y los representantes atacameños con el objeto de alcanzar un arreglo de paz, que la historia denominó “la Pacificación de Velásquez”[37]. Con ello, un relativo control europeo y aparente estado de paz, se sucedió después de 1557: “Atacama fue en realidad conquistada por Juan Velásquez Altamirano (...), sin lograr por completo su pacificación por la influencia de las parcialidades rebeldes del Noroeste argentino” [38].

En 1557 o tal vez un año después, Juan Velásquez de Altamirano fundó en el camino real un pueblo que se llamó Toconao. Con ello, de alguna manera se aseguraba la paz y el tránsito entre las ciudades de la Plata y Chile. De este modo, el primer centro administrativo español y permanente en la provincia de Atacama con agrupamiento de indios, se efectuó entonces en Toconao y no en San Pedro de Atacama, muy probablemente por el temor de los españoles de que ocurrieran ataques sorpresivos en el sector de los ayllus de San Pedro, donde la foresta y densidad demográfica favorecía las acometidas[39].

Cabe destacar aquí, que dentro de la administración colonial, el corregimiento de Atacama formó parte de la Audiencia de Charcas en el año 1559 -integrante del Perú-[40]. Más tarde (1564), la Corona justifica la presencia de corregidores en Atacama, porque era “necesario proveerse el corregimiento de Atacama por ser el Paso para la provincia de Chile porque no habiendo juez allí se alzan luego los indios, cesa el paso para aquella provincia. El cual paso es muy necesario ”[41].

En el año 1562, el tratado de Paz -reseñado más arriba- significó que el virrey otorgara en encomienda los atacameños, a Juan Velázquez Altamirano[42]. Se sabe entonces, que esta autoridad española influenció la zona entre 1557 a 1591 y será el prototipo - a escala regional- “del español que une sus deberes administrativos con los comerciales”, es decir como encomendero y hombre de negocios[43]. El padre Francisco Bocos Cardenas, atestigua que:

“Velázquez ocupa “muchos indios de la mar” de cobija, haciendo que los Atacamas trasladen el pescado hasta Chiu-Chiu y Potosí (28 a 30 leguas), que en el presente año les han sacado aun más pescados, que no se los pagaban, y si los indios lo venden, debe ser al precio que Velázquez impone. También afirma que los Atacamas alimentan a Velázquez, el que no les paga por ello y que ocupa un gran número de indios en su casa impidiendo así que estos acudan a recibir doctrina”[44].

Esta fuente demuestra las irregularidades de los métodos y actividades de Velázquez, contraviniendo la petición del virrey Hurtado de Mendoza quien le entregara la mitad de los indios existentes en el “valle de Atacama” o “provincia de Atacama” en encomienda, advirtiéndole de no exigir tributos excesivos, además de solicitarle que,

“... los trate bien y procure su conservación y multiplicación y amparo y defensa y los haga doctrinar en las cosas de nuestra santa fe catolica ley natural e buena policia y sy en ello algun descuydo tovieredes cargue sobre su conciencia y no de la de su magestad e mia “[45].

Pero a su vez, también indica que tempranamente los españoles diferenciaron a las poblaciones del interior de Atacama y a los grupos costeros; incluso en la encomienda otorgada a Velásquez Altamirano, queda suscrita la distinción cuando se le entregó “la mitad del repartimiento de yndios de la dicha prouincia [de Atacama] (...) y ansi mismo uos encomiendo los yndios que estan en el puerto del dicho ualle de Atacama (...)”[46].

El tráfico de pescado reseñado más arriba, será una de las primeras manifestaciones de la arriería colonial, porque el tráfico caravanero de los productos marinos se incorporó tempranamente en los circuitos mercantiles[47], tal como queda de manifiesto con las acciones de Velázquez. Así, la población de Atacama en el siglo XVI, transitará desde el tráfico caravanero tradicional al arrieraje colonial. La integración de esta actividad a sus estrategias andinas, les permitirá reproducir sus patrones de movilidad, circulación de una variedad de recursos locales, y continuidad en los circuitos de tráfico interregional[48].

Respecto de la población de la provincia de Atacama, no se disponen de datos certeros; sin embargo, se han sugerido desde unos 700 hombres de guerra -que multiplicado por cinco miembros que conforma aproximadamente una familia, serían 3.500 habitantes- en el año 1535, unos 1.000 indios sólo en el Pukara de San Pedro de Atacama -1540- a 2.000 indios en 1581, los cuales se encontraban en una zona bastante extensa[49]; por lo que provocó un gran impacto las reducciones toledanas. El virrey entonces, hace de las reducciones el eje de su política indígena[50]. El proceso reduccional se desarrolló como un intento de transformación del orden espacial indígena por un nuevo orden que posibilitaría la implementación del proyecto hispano en sus dimensiones de control cultural, económico y político. La base programática de la reducción se resume en la siguiente frase de Francisco de Toledo: “para deprender a ser cristianos, tienen [los indios] primero necesidad de saber ser hombres y que se les introduzca el gobierno y modelo de vivir político y razonable”.

De este modo sobresalen los criterios europeos ligados a un concepto de vida urbana, porque lo que se quería transmitir era la cualidad de la policía que implicaba un conjunto de comportamientos relacionados con conceptos europeos de vida civilizada -hábitos de vestimenta, higiene, etc.-[51].

Pero por sobre todo implicaba vida urbana, bajo una forma de gobierno legítima, o sea, vida en ‘república’. Para que los indios estuviesen en policía era necesario que viviesen en pueblos según el modelo colonial -pueblos nucleados, con organismos municipales, y con calles y plazas trazadas según el modelo del damero- de manera que estuviesen “... sus repúblicas fundadas y se gobiernen entre sí, dándoles ordenanzas y manera de vivir”[52].

Al menos en Chiuchiu y Toconao, hubo un proceso reduccional. Este modelo formal de organización urbanística, confrontó dos formas de percibir, organizar y significar el espacio: indígena e hispana. Asimismo, la reducción se organizó para crear una visibilidad general ya que el damero permitía una vigilancia visual o panóptica, que posibilitaría la erradicación de ciertas prácticas proscritas como contrarias a la policía y a la cristiandad. Además, la organización urbanística buscaba controlar y encauzar la circulación de la población según rutas que convergían en el conjunto iglesia-plaza-atrio, fomentando una evangelización verbal y visual[53]. En cada pueblo junto a un cacique que gobernaba a los indígenas -descendiente de los gobernantes prehispánicos-, se creaba un cabildo -consejo municipal-. Vivían dependientes de los productos de la tierra, empero bajo los efectos negativos de la guerra, flujos migracionales y los colapsos biológicos derivados de las nuevas enfermedades, por lo que la población debió disminuir en un número importante[54]. Sin embargo, a pesar de la presión colonial, la estructura de los ayllos no se derrumbó con la conquista.

Finalmente, este territorio fue penetrado y transitado, pero no sometido sino hasta fines del siglo XVI. En tal sentido, se considera un caso de “conquista retardada” en la periferia árida del Perú, Charcas y Chile[55].

Tal como se advirtió páginas atrás, en algún momento del siglo XVII, el empleo del nombre “Atacama” como propio de los nacidos en ese corregimiento colonial, se consolida en la documentación colonial. Los atacamas constituían un grupo étnico que habitaba un territorio cuyos centros eran las dos hoyas hidrográficas de la región. Ocupaban de preferencia los oasis de altura, las quebradas y algunos sitios de la puna[56]. Atacama La Baja del Siglo XVII presentaba un escenario de multietnicidad (Ver Mapa Nº 7).

El corregimiento de Atacama fue dividido administrativamente en dos sectores con sus respectivas doctrinas: Atacama la Baja y Atacama la Alta. En el año 1611 ya se mencionaban estas dos parroquias, la primera se ubicaba en la cuenca del río Loa y su centro político y económico era San Francisco de Chiuchiu, y la segunda, en la hoya hidrográfica del salar de Atacama con San Pedro de Atacama como cabecera[57] (Ver Mapa Nº 8).

El Duque de La Palata Melchor Navarro, decidió realizar un censo general que incluyera también a las provincias no afectas a la mita, como era el caso de Atacama. En 1683 se ordenó el levantamiento del censo de población, cuyo propósito “... fue numerar a los indígenas en su lugar actual de residencia para obligar a los forasteros a compartir el peso de la carga fiscal con los originarios”[58]. Este padrón permitió reconstruir un panorama de la dispersión de la población a través de las siguientes categorías: “1) tributarios presentes; 2) tributarios ausentes que pagan tasas; 3) tributarios ausentes que van y vienen; 4) tributarios ausentes que no se sabe dónde residen y son los únicos que no pagan tasas”[59]. De todo ello, se desprendió que un alto número de atacameños -de los tributarios de Atacama la Alta-, vivía fuera de Atacama en ese año -sur Bolivia, noroeste argentino-, sin embargo continuaban pagando su tasa tributaria al cacique de su ayllu[60]. Esto quiere decir que la mitad de la población masculina adulta, mujeres y familias se encontraba en territorios distantes de sus núcleos de origen, en lugares que correspondían a la jurisdicción de otros corregimientos y por tanto, a territorios en los cuales también estaban presentes otras unidades étnicas. Así se registraron desplazamientos, permanentes o transitorios, de originarios de Atacama a Chichas, Lípez, Tucumán y Tarapacá, “... lo que permite percibir la magnitud e importancia de estas áreas como zonas de atracción y de interdigitación interétnica[61]”.

Hacia fines del siglo XVII, en el corregimiento de Atacama se visualiza un proceso de dispersión y movilidad de la población, “... cuyas motivaciones parecen corresponder en sus líneas centrales con la presión económica monetaria, pero que en su estructura formal conserva muchos resabios de la tradición prehispánica...”[62].

El siglo XVII será el tiempo en donde se van a consolidar las políticas del dominio colonial en la vida material y espiritual andina, y que después se irradiarán en el próximo siglo. La actividad eclesiástica se delineó en este territorio desde 1536 hasta fines del siglo XVII y durante la segunda mitad del mismo, se llevó a cabo un fuerte proceso de extirpación de idolatrías. A través de este proceso, se pretendió eliminar las creencias, símbolos e ídolos, entre los cuales y más conocidos en Atacama eran Sotar Condi -deidad regional y en los pueblos, Quma Quma de Chiuchiu, Socomba de Aiquina, Sintalasna de Caspana[63]. De este modo, la erradicación de idolatrías y la demostración de las verdades del cristianismo, fueron los dos puntales sobre los que descansa toda la obra de cristianización en estos territorios.

Por mandato del Arzobispado de La Plata, año 1641, Francisco Otal fue nombrado vicario y juez eclesiástico “... para la extirpación y castigo de las ydolatrias y supersticiones que ay entre los indios de la prouincia de atacama...”; y este clérigo realizó sus actividades tanto en la costa como en las tierras altas[64]:

“... y Procediendo en la d[ich]a causa a hallado auer más de mill y quinientos indios e indias que acompañado con otro sacerdote que se llama don Joseph Caro de Mundaça los an todos confesado Porque todas las confeciones que an hecho de muchos años a esta parte an ssido nulas y les ha cogido todos los ydolos que tenian que son desde el tiempo del inga Los quales a rremitido a su señoria ilustrísima d[ic]ho señor arçobispo e ba procediendo a castigar a los que son cabeças de todos estos ydolatras procurando estirpar de todo la d[ic]ha idolatría...[65]”.

Para Otal, las idolatrías eran el culto a los cerros, ídolos, lugares donde se practicaban las ceremonias indígenas, y un tipo de ritual que incluía fuego y objetos de ofrenda. Asimismo, los idólatras fueron los especialistas en el ritual sacrificial y todos aquellos que participaron de cualquier modo en este culto. También aquellos que dieron indicios de creer en alguna de estas costumbres, realizadas en cuevas o casas. Teniendo en cuenta esto, entonces se evangeliza primero extirpando las idolatrías ejemplarmente[66].

“Es casi una certeza la suposición de que sus acciones punitivas fueron noticias de amplia y profunda repercusión en un nivel macroregional; provocaron que la población nativa practicara aún más ocultamente sus costumbres. Al mismo tiempo, los indígenas fueron construyendo su propia religión andina con elementos de la cristiandad[67].”

Se ha planteado la tesis de la “doble articulación”, que significa que los miembros del mundo andino conservaron sus cultos ancestrales y se vincularon con las autoridades coloniales -y luego estatales-, por medio del culto católico tradicional[68].

En la segunda mitad del siglo XVII, la administración eclesiástica colonial aumenta significativamente el clero secular en el virreinato del Perú. También dentro de su actividad evangelizadora, toma a su cargo la educación, salud de la población y de manera más sistemática los registros de nacimiento, matrimonios y defunciones[69]. A fines de la misma centuria, la castellana era la lengua franca en el área, pero al mismo tiempo, las lenguas originarias estaban lejos de caer en desuso[70].

2.1. Transformaciones en el siglo XVIII

En el siglo XVIII -bajo el contexto del despotismo ilustrado- el corregidor Francisco de Argumaniz puso en práctica en Atacama un proceso de cambios dirigidos a extirpar la lengua kunza. Rasgos importantes de la tradición atacameña, como su lengua y el control de los recursos lejanos, tendieron a desarticularse en este tiempo. La situación de predominancia del kunza sobre el español a mediados del siglo XVIII, se convirtió posteriormente, en la paridad kunza-español, donde comenzó a predominar la lengua castellana. El aniquilamiento de la lengua atacameña se acentuó después de mediados del siglo XVIII, al menos en los pueblos principales del corregimiento de Atacama. De este modo, hacia 1777 la situación lingüística varió considerablemente[71].
Bajo la administración del General Francisco de Argumaniz Fernández, se fundaron en 1777 las escuelas más tempranas o antiguas de la región. Así, los maestros de Toconao y San Pedro de Atacama, eran indígenas “civilizados” (sic), instruidos y ladinos en el idioma castellano, practicándose la instrucción escolar en la casa de cabildo, ya que en esos tiempos, la escuela no tenía aún una estructura independiente[72]. A través de esa ordenanza, surgió uno de los agentes transformadores más “eficientes”, así a los niños se les tenía completa prohibición de hablar la lengua kunza, ya sea entre ellos o con sus padres. Toda esta imposición escolar afectó a una generación de niños en San Pedro, Toconao y seguramente en Chiuchiu, puesto que amplió la castellanización y, a la vez, disminuyó el prestigio de su lengua materna, debido también a las amenazas de castigos -pecuniarios o físicos- para quien la hablase. La implantación de la instrucción escolar refleja muy bien el despotismo ilustrado del siglo XVIII, donde la escuela resultó una eficiente práctica dirigida a extirpar esta lengua atacameña[73]. En una carta al virrey del Perú, Argumaniz señalaba esforzarse en “... la sivilizacion de aquella inculta gente en quien aun perseveran muchos efectos de la barbarie...”; “... se les prohibía a los niños beber bebidas alcohólicas, tener conversaciones indecentes y jurar con ofensa a Dios. Se les estimulaba a tener barrida y aseada la escuela, rezar el ‘Bendito’, besar las manos de sus padres, asistir y ayudar en las misas...”[74].

El panorama de comienzos del siglo XVIII en el corregimiento de Atacama, acentuaba el despoblamiento local que se desplazaba dentro de su territorio y al otro lado de los Andes -territorios de la actual Argentina y Bolivia, por ejemplo-. Al parecer, esta situación de dispersión de la población, motivada por el régimen mercantilista colonial, entró en crisis durante el siglo, donde incluso algunos fueron considerados bajo la categoría fiscal de forasteros. Más tarde -1750-, el cobro del tributo hizo crisis por la confusión en identificar cuáles eran los territorios “originales” de donde debían recibir el beneficio; asimismo, varios caciques se vieron presionados por los corregidores para cumplir dicha empresa de cobro. Como un ejemplo de lo intolerable que se tornaron las exigencias que debían sufrir los caciques: “... En Chiu-Chiu, Antonio Bernardo Echeverría, viudo de 33 años, con 4 hijos huyó a Copiapó por haberlo elegido de cacique, arrojó el padrón y se fue...”. De este modo, como era difícil cobrar los tributos se recurrió a la violencia y con ello los pobladores huían de Atacama[75].

Un caso interesante de apropiación de los recursos y control político de las comunidades atacameñas, fue practicado por el Corregidor de Atacama Manuel Fernández Valdivieso -también a mediados del siglo XVIII-, en tanto obligaba a los indígenas a la aceptación del reparto de mercaderías, la venta a precios irrisorios de sus propios productos, la usurpación de sus tierras y minas.

“Como ingreso, este corregidor no sólo recibía el reparto, sino que forzaba a los indígenas a que le vendieran a él, a precios mucho más bajos de los que se obtenían en San Pedro y en Salta, los cueros y lanas de animales; entregaba lana a las mujeres para que le tejieran ponchos que vendía en Potosí; obligaba a la comunidad para que trabajaran en tierras agrícolas a su favor, le cuidaran su ganado y trabajaran en el servicio de su casa. Aplicaba multas por cualquier motivo y llegó hasta a apropiarse de una mina de oro indígena en Loaros[76]”.

Con el fin de impedir que los indígenas recurrieran a la Real Audiencia de La Plata
-empero igualmente lo hicieron años más tarde- para denunciar los abusos despóticos, el corregidor aplicó una estrategia destinada a desviar las acusaciones y dirigirlas hacia los propios indígenas. En consecuencia, el corregidor acusó a algunos curanderos de Atacama de brujería y hechicería, y de este modo, las tácticas punitivas desplegadas en el disciplinamiento y transformación de los mismos, justificaban las acciones del corregidor[77].

Con ello hubo una manipulación que vinculó la acusación de brujería a curanderos de Atacama y el control de las comunidades indígenas atacameñas, ejercida por dispositivos coloniales hispanos e indígenas. Es decir que, con identificar y relacionar al curandero con las prácticas de brujerías, se establece el poder de una representación ideológica que se extendió -al menos entre su población y sus autoridades locales- en la región de Atacama hasta el siglo XVIII; sobre todo si se considera que hacia 1749 esta representación fue manipulada para lograr un control más efectivo y sujeción sobre los indígenas. Como los maleficios representaban delitos y desviaciones del esquema de dominación colonial en la medida que suponían un pacto con el demonio, fue precisamente esta desviación la que legitimó la racionalidad de las tácticas punitivas que utilizó el Corregidor[78].

La presión económica que afectaba a los indígenas con el reparto de mercancías, abusos y factores ideológicos, hizo que estos se fueran polarizando; se produjeron fugas de atacameños frente a estas presiones del régimen opresor a fines del siglo XVIII. En consecuencia, la gestión de los corregidores españoles derivó en una serie de disturbios políticos y administrativos. La etapa que se extiende entre los años 1749 y 1757, es un período que da cuenta de las primeras inestabilidades políticas; entre 1758 y 1774, existe un silencio documental; y hacia 1770 se sitúa la mayor agitación que culmina con la rebelión de 1781, tupacamarista y catarista en Atacama[79].

2.2. Los movimientos de resistencia

Esta zona, entonces, estará marcada por el surgimiento de varias rebeliones. En el año 1775, en el pueblo minero de Incahuasi se inicia la protesta contra del Corregidor Francisco de Argumaniz -en estamentos de comerciantes y mineros españoles-. Un año después se creó el Virreinato del Río de la Plata- donde quedó comprendida Atacama- y estableció un crítico reajuste administrativo porque esta nueva dependencia de Atacama dificultaba los trámites administrativos, entrabándose una serie de operaciones que perjudicaron aún más a las comunidades locales[80].

En consecuencia, a fines de 1780 los efectos de la sublevación general indígena que se había iniciado en Chayanta por las acciones de Tomás Catari y que después de su muerte el 5 de Enero de 1781 se fundió con el movimiento de Tupac Amaru iniciado en Tinta el 4 de Noviembre de 1780, provocaban una agitación de tal naturaleza que el corregidor de Atacama no se atrevía a cobrar el tributo ni a emprender una nueva revisita[81].

La figura de Tupac Amaru, da inicio a la rebelión más grande del período colonial, que se extenderá desde el centro del Perú hasta el noroeste argentino, y por el sur hasta San Pedro de Atacama; rebelión que estuvo motivada por el desmesurado abuso, obligaciones y opresiones de atacameños de Atacama y Chiuchiu. Dentro de este contexto aparece la figura del líder Tomás Paniri, con cargo de Cacique y Alcalde Capitán General del movimiento insurreccional, quien difundía el legado de Tupac Amaru. Nacido en Ayquina, afianzaba la acción libertaria a través del dominio de todas las lenguas andinas regionales, incluyendo la de los españoles, el castellano. Fue un experimentado caravanero de pescado seco desde Cobija al altiplano, y poseía un acabado conocimiento de sus gentes, la geografía y del rol opresor que mantenían los corregidores[82].

Paniri ejerció una fuerte influencia política en el territorio aymará de los Chichas y no sería extraño que su apellido representara algún valor mítico-religioso, por cuanto uno de los volcanes de la región atacameña lleva ese mismo nombre desde la antigüedad[83].

El caudillo Paniri designó sus capitanes de la milicia indígena siguiendo el modo español. Habían sublevado incluso aquellas localidades como Chiu-Chiu en donde existía una firme resistencia española frente a estos acontecimientos. (...) Todos los intentos de duda sobre el origen de su poder eran aplacados por el caudillo, recordando que al otro lado de la cordillera había 2.000 indios en armas. Él mismo solía presentarse ante las autoridades religiosas con sable al cinto y su honda terciada en bandolera. Por un lado, el sable representaba la rebeldía india al exhibir un arma prohibida, y la honda como un signo del poder de la antigua resistencia indígena[84].

El entusiasmo provocado entre los partidarios de Paniri, se reflejó en las acciones emprendidas por sus capitanes en Calama -Juan Zandon y Pasqual Nieves- quienes mandaron a las españolas que residían en ese pueblo y alrededores: “... Se pusiesen en traje de Indias con Urcos y Alpargatas para quando viniesen su capitan General Thomas Paniri y que de lo contrario morirían sin remedio produciendo que ya no había Dios a quien apelar ni María Santísima a quien interceder... ”[85]. A través de este discurso se denota el rechazo a la religión católica, reflejando el pensamiento de un sector de la población indígena: “... Siendo el traje un símbolo de una situación étnica y social, la imposición del urco o anako representaba para las españolas y mestizas una humillación, pero con ello crecía el prestigio de lo indígena...”[86].

Sin embargo, la contraresistencia fue organizada precisamente en Chiu-Chiu por el sacerdote Alejo Pinto, logrando que toda la región de Atacama la Baja volviera a ser leal a la Corona, sustentada por una organización militar que buscaba recuperar la región de San Pedro de Atacama; asimismo el rol de este sacerdote de Chiuchiu será crucial en la sofocación de la rebelión. Finalmente, Paniri fue hecho prisionero, sumariado y remitido a Pica, y desde allí enviado a la “hisla del Puerto de Yquique”. Reconoció la muerte de cinco españoles y su participación en el ajusticiamiento de un sacerdote. Su sentencia de muerte se hizo efectiva el 14 de mayo de 1781. Los atacameños aliados con lipes aún no eran sometidos por Valdivieso y Mendiola; incluso se sabe que los atacameños intentaban vengar la muerte de Paniri. No obstante, hacia 1781 los indígenas de San Pedro de Atacama estaban pacificados y a pesar de la derrota, ellos conservaron cierta capacidad de negociación[87].

La situación de movilidad con fines económicos inserta dentro del modelo de complementariedad ecológica, aceptada por los españoles en tanto los indígenas pagaran sus tasas, fue eliminada a partir de 1792 cuando:

Se estableció el sistema de empadronar a los indígenas de acuerdo al criterio de residencia y no al de afiliación. Con ello terminaron los viajes de los caciques de Atacama al Tucumán y la población atacameña experimentó un brusco descenso: de 729 tributarios en 1787, pasó a 502 en 1792. La disminución se hizo sentir particularmente en el repartimiento de San Pedro de Atacama que en esos años pasó de 587 a 346 tributarios, lo que implica una disminución del orden del 47.7%[88].

El poder español debilitó la riqueza de la sociedad indígena, incluyendo sus recursos agropecuarios. Puesto que las mejores tierras comienzan ahora aparecer bajo los rótulos de los grandes hacendados criollos, descendientes de los funcionarios colonos y mineros españoles, la tierra más importante deja de ser indígena o mestiza[89].

Sin embargo, cuando un pueblo crea su propia lengua, es porque ha estado mucho tiempo en ese territorio y se ha entendido muy bien con otras gentes de los territorios aledaños; es por eso que existe tanta toponimia kunza en las tierras circumpuneñas. Los atacameños fueron bien recibidos, desde antes de los inkas hasta ahora, en territorios no originarios. Así se explica que hayan convivido con poblaciones altiplánicas y con las de los valles vecinos, como los tarapaqueños, también desde antes de los inkas como durante la colonia, conformando una gran integración entre los pueblos de “arriba” y “abajo”, a través de relaciones de complementación cultural y económica. Esta intensa movilidad, es algo también muy propio de los atacameños, quienes nunca han sobrevivido exclusivamente de sus recursos agropecuarios, en consecuencia y siguiendo su propio perfil histórico, se han relacionado con otras poblaciones[90].

Con la ruptura del orden colonial en los inicios del siglo XIX -con un régimen administrativo colonial ya muy disgregado- el virreinato del Perú se disuelve en varios proyectos de Estados nacionales. El Estado boliviano heredará de la colonia,

“... el sistema fiscal y la tiránica opresión al indígena por la que se obligaba al que tuviera la condición de tal a un vasallaje al Estado, por el cual tenía que pagar tributos y prestar servicios personales. Esta obligación fundamentada en la imposibilidad de los republicanos de encontrar otro ingreso económico de igual importancia, es también debida a haber heredado un sistema de castas, de opresión racial y cultural. Se reconocía a los indios propiedad de tierras y posesión de ganado; muchos de los caciques fueron importantes propietarios; pero la circunstancia de ser indios, los obligaba a pensiones y trabajos de los que estaban libres los mestizos y los blancos...”[91].


[16] Castro, Victoria. “Huacca Muchay. Evangelización y religión andina en Charcas: Atacama la Baja (XVII-XVIII)”. Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Mención Etnohistoria. Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago. 1997. p. 67.
[17] Corresponde al segmento más meridional de lo que la arqueología andina ha denominado como “Área Centro-Sur Andina” y que se extiende aproximadamente por todo el macizo altiplánico y sus vertientes amazónicas y oceánica. (Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar y el Algarrobo. Los atacamas del siglo XVII. Ediciones DIBAM. Colección Antropología. Santiago. 1998. p. 25.
[18] Martínez, José Luis. “Acerca de las Etnicidades en la Puna Árida en el siglo XVI”. En S. Arce, R. Barragán, L. Escobari y X. Medinacelli (Comps.), pp. 35-65. Etnicidad, Economía y Simbolismo en los Andes. II Congreso Internacional de Etnohistoria. Coroico. 1992. P. 41. Y el mismo autor, Pueblos del Chañar... Op. cit.: 53-55, 59.
[19] Bittmann, Bente. “Interrelaciones étnicas establecidas a lo largo de la costa del norte de Chile y sur del Perú en el contexto de la colonia”. Estudios Atacameños Nº 7, pp. 443-454. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. 1984.
[20] Wachtel, Nathan. “Hommes d’ eau: le probléme Uru (XVI-XVII siécle)”. Annales E.S.C. 33 année, N° 5-6, pp. 1127-1159. París. 1978; citado en: Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 64.
[21] Bittmann, Bente. “Cobija y alrededores en la época colonial (1600-1750)”. Actas de VII Congreso de Arqueología de Chile, Volumen II, pp. 327-356. Ediciones Kultrún. Santiago. 1979. p. 339.
[22] Martínez, José Luis. “Información sobre el comercio de Pescado entre Cobija y Potosí, hecha por el corregidor de Atacama, Don Juan Segura (19 de julio de 1591). Cuadernos de Historia N° 5, pp. 161-171. Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía, Humanidades y Educación. Universidad de Chile. Santiago. 1985. P. 164. Bittmann, Bente. “Cobija y alrededores...” Op. cit.: 339. El Libro de Varias Ojas sitúa a los camanchacas en Tocopilla, Cobija y Chiuchiu (Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 66).
[23] Libro de Varias Ojas, en: Casassas, José María. La región atacameña en el siglo XVII. Universidad del Norte. Editorial Universitaria. Antofagasta. 1974. p. 140.
[24] Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 66, 65.
[25] Hidalgo, Jorge y José Luis Martínez (Eds.). “Padrón y Revisita de Atacama del Corregidor Alonso de Espejo, ordenada por el virrey Duque de la Palata”. 1683. Transcripción de Jorge Hidalgo, Nancy Hume, María Marsilli y Rebeca Correa. Estudios Atacameños Nº 10, pp. 79-124.Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1992. p.79.
[26] Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 74, 78, 79.
[27] Ibíd.: 81-84.
[28] Ibíd.: 85.
[29] Ibíd.: 45.
[30] Téllez, Eduardo y Osvaldo Silva G. “Atacama en el siglo XVI. La conquista hispana en la periferia de los Andes Meridionales”. Cuadernos de Historia Nº 9, pp. 45-69. Departamento de Ciencias históricas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago. 1989.
Es importante señalar que el territorio que en la colonia recibió el nombre de Atacama, comprende actualmente la provincia de El Loa (puna aledaña, su franja costera de la región de Antofagasta y el Salar de Atacama (Castro, Victoria. “Atacama en el tiempo...” Op. cit.: 27).
[31] Dentro de la documentación dispuesta para el siglo XVI, son muy escasas las referencias sobre “un grupo llamado atacamas. La forma más usual de referirse a los habitantes de ese territorio es la que antepone al nombre la preposición posesiva “de”. Por ejemplo, los habitantes de Atacama, del valle de Atacama, etc. Ya en el siglo XVII se consolida o populariza el empleo de la entidad Atacamas en la documentación colonial. Ver José Luis Martínez. Pueblos del Chañar...” Op. cit.: 68, 69.
[32] Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia General y Natural de las indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Colección de Historiadores de Chile. Tomo XXVII. Santiago. 1902 (1557). p. 247.
[33] Martínez, José Luis. “Acerca de las Etnicidades...” Op. cit.: 39.
[34] Hidalgo, Jorge. “Fechas coloniales de fundación de Toconao y urbanización de San Pedro de Atacama”. Chungara Nº 8, pp. 255-264.Departamento de Antropología. Universidad del Norte. Arica. 1981. p. 256.
[35] El Texto del documento original se encuentra publicado: “Expediente sobre lo actuado a petición de Juan Velázquez Altamirano por haberse apaciguado los indios del valle de Atacama en el Perú (1557)”. AGI Patronato 188 Nº 4, 4 fs. Año 1557. Transcripción de José Luis Martínez. Estudios Atacameños Nº 10, pp. 12-15. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1992. Respecto de las razones que hubo para pactar, véase: Martínez, José Luis. “Información sobre el comercio...” Op. cit.: 169, 170. Timmermann, Freddy. “El poder español en el desierto de Atacama. Siglo XVI”. Boletín de Historia y Geografía N° 16, pp. 29-48. Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez. Santiago. 2002. pp. 32, 33, 47.
[36] Hidalgo, Jorge. “Fechas coloniales...” Op. cit.: 256.
[37] Martínez, José Luis. “Expediente sobre lo actuado...” Op. cit.: 12-15.
[38] “El control europeo en Humahuaca (Tucumán), no fue sino hasta la prisión de Viltipoco en 1595, que se pudo pacificar la quebrada y sus alrededores. La ciudad de La Serena fue quemada por “indios diaguitas” como señalaran los documentos de esa época y en la selva del valle de Copiapó (San Juan de la Selva) la población local se refugió durante largos años, oponiéndose al dominio español. En la otra vertiente de la cordillera, en los valles calchaquíes, la resistencia anti europea se prolongó hasta avanzado el siglo XVII. Todo esto fue hasta muy tarde, una zona de guerra o frontera de la misma”. (Martínez, José Luis. “Esquema General Atacamas Collas”. Documento de Trabajo Interno. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. Santiago 2002. p. 31. Y Hidalgo, Jorge. “Fechas coloniales...” Op. cit.: 258.
[39] Probablemente, en la medida que el área en su conjunto se fue pacificando, los españoles se establecieron en San Pedro. Hidalgo, Jorge. “Fechas coloniales...” Op. cit.: 257. Sin embargo, “pronto se quebró el reposo del desierto porque en 1563 ya se prevenía en el Perú que la ruta de los despoblados que conducían a Chile, imperaba el indio de contienda” (Téllez, Eduardo. “La guerra del siglo XVI: implicancias y trascendencia de un siglo de insurrecciones indígenas en el despoblado de Atacama”. Estudios Atacameños Nº 7, pp. 399-421. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. 1984. p. 414.
[40] Hasta la Independencia en el año 1825. Hidalgo, Jorge. “Incidencias de los patrones de poblamiento en el cálculo de la población del Partido de Atacama desde 1752 a 1804. Las revisitas inéditas de 1787-1792 y 1804”. Estudios Atacameños Nº 6, pp. 53-111. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. 1978. p. 56.
[41] Documento presentado en: Téllez, Eduardo y Osvaldo Silva G. “Atacama en el siglo XVI...” Op. cit.: 62.
[42] Que muy probablemente disponía del cargo de Corregidor. (Martínez, José Luis. “Información sobre el comercio de Pescado...” Op. cit.: 163.
Es importante advertir que el sistema de encomiendas fue previo al de corregidores. La encomienda del siglo XVI se disolvió paulatinamente en el tributo personal. Los indios pagaban un tributo por cabeza y desde 1578 sólo lo pagaban los indios de entre 18 a 50 años. Además, Atacama quedó al margen de las provincias -que bajo las ordenanzas toledanas- debían adherir a la mita de Potosí, lo que no los excluía de mitas locales en minas o tierras del Corregidor. (Casassas, José María. La región atacameña... Op. cit.: 92. Hidalgo, Jorge. “Incidencias de los patrones de poblamiento...” Op. cit.: 59).
[43] Martínez, José Luis. “Información sobre el comercio...” Op. cit.: 162, 163.
[44] Martínez, José Luis. “Información sobre el comercio...” Op. cit.: 169, 170. Timmermann, Freddy. “El poder español...” Op. cit.: 39.
[45] Hidalgo, Jorge y José Luis Martínez (Eds.). “Autos fiscales con don Pedro de Córdova, vecino de la Plata (Charcas), sobre el derecho a una encomienda que tenía su mujer, doña Teresa de Avendaño en los indios de Atacama, cuyo pueblo permutó por otro, a causa de haber querido el virrey, Marqués de Cañete, fundar allí una población para poderse comunicar con Chile”. BNBA. Colección García Viñas. Documento 1400, 90 págs. Año 1562. Transcripción de G. García Viñas. Estudios Atacameños N° 10, pp. 16-29. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1992.pp. 24, 25. Timmermann, Freddy. “El poder español...” Op. cit.: 40.
[46] Con ello, pareciera desprenderse que los grupos costeros fueron ‘pacificados’ y reducidos con posterioridad a los que poblaban los valles y oasis del interior. Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit:. 62, 63.
[47] Martínez, José Luis. “Adaptación y cambio en los atacameños: los inicios del período colonial. Siglos XVI y XVII”. Andes N° 3, pp. 9-25. Instituto de Estudios Contemporáneos. Santiago. 1985. pp. 16-18.
[48] Sanhueza, Cecilia. “Tráfico caravanero y arriería colonial en el siglo XVI”. Estudios Atacameños N° 10, pp.169-182. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1992. pp. 173, 180.
[49] Cifras de Oviedo, Bibar y Sande, respectivamente. En: Hidalgo, Jorge. “Culturas y etnias protohistóricas: Área Andina Meridional”. Chungara Nº 8, pp. 209-253. Departamento de Antropología. Universidad del Norte. Arica. 1981. p. 215. Y el mismo autor en: “Incidencia de los patrones de población...” Op. cit.: 74.
[50] Castro, Victoria “Huacca Muchay...” Op. cit.: 27.
[51] Durston, Alan. “El proceso reduccional en el sur andino: confrontación y síntesis de sistemas espaciales”. Revista de Historia Indígena Nº 4, pp. 75-101. Departamento de Ciencias Históricas. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago. 1999-2000. pp. 76, 79.
[52] Ibíd.: 79.
[53] Ibíd.: 85. Es importante hacer notar una aclaración respecto de las ‘idolatrías en el siglo XVI’: la iglesia no se ocupa sistemáticamente de ello, porque básicamente se afana en construir los primeros templos y equipar las primeras doctrinas. “No debe sorprendernos que durante los cinco o diez primeros años de la Conquista, saqueo y extirpación aparezcan entrelazados y sería equivocado que consideráramos que la destrucción de los templos indígenas y de sus ídolos fue determinada por el celo de un catolicismo militante. En esos años era muy frecuente que la extirpación fuera un cómodo y provincial pretexto para el pillaje, puesto que los objetos de oro abundaban, especialmente en los templos del demonio”.(Castro, Victoria “Huacca Muchay...” Op. cit.: 5). La extirpación de idolatrías se hizo intensa en el siglo XVII y en la zona de Atacama, recién en la segunda mitad de esa centuria.
[54] Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto... Op. cit.: 102.
[55] Téllez, Eduardo y Osvaldo Silva G. “Atacamas en el siglo XVI...” Op. cit.: 47.
[56] Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 69. Recuérdese que en el siglo XVI se antepone al nombre la preposición “de”; es decir las poblaciones de Atacama y no los atacamas. Ver en este documento el pie de página Nº 31.
[57] José Luis Martínez, advierte que no queda claro si la existencia de dos sectores en Atacama corresponde a una simple división administrativa colonial, o a patrones organizativos prehispánicos de la sociedad atacameña. Jorge Hidalgo, ha sugerido la posibilidad de que la sectorización “alta-baja” pudiera estar reflejando una organización dual. Por su parte Gentile, sostiene que la segmentación se basaba seguramente en una división inkaica. En: Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 60, 71.
[58] Hidalgo, Jorge y Viviana Manríquez. “Mercado y etnicidad: lecturas de la Revisita de Atacama de 1683”. Estudios Atacameños Nº 10, pp. 149-167. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1992. pp. 149, 150, 165.
[59] Ibíd.: 154.
[60] Hidalgo, Jorge. “Complementariedad ecológica y tributo en Atacama. 1683-1792”. Estudios Atacameños Nº 7, pp. 422-442. Universidad del Norte. San Pedro de Atacama. 1984. p. 438.
[61] Martínez, José Luis. Pueblos del Chañar... Op. cit.: 122.
[62] Hidalgo, Jorge. “Complementariedad ecológica...” Op. cit.: 423. Como se verá más adelante, este proceso de movilidad con fines económicos inserta dentro del modelo de complementariedad ecológica, perdurará hasta fines del siglo XVIII.
[63] Casassas, José María. La región atacameña... Op. cit. Castro, Victoria. “Huacca Muchay...” Op. cit.: 81, 183-198.
[64] En lo respectivo a los métodos utilizados por el sacerdote -persuasivos como autoritarios- estos fueron aplicados casi literalmente a las normas eclesiásticas coloniales provistas para evangelizar y extirpar idolatrías. Sin embargo, hubo varios religiosos que dejaron dolorosas huellas en estas tierras. (Castro, Victoria. “Huacca Muchay...” Op. cit.: 126, 132, 140, 237).
[65] Documento presentado en: Castro, Victoria. “Huacca Muchay...” Op. cit.: 126.
[66] Castro, Victoria. “Huacca Muchay...” Op. cit.: 236, 237.
[67] Ibíd.: 238.
[68] Abercrombie, Thomas. “Articulación doble y etnogénesis”. En: Segundo Moreno y Frank Salomón (Comps.), pp. 197-212. Reproducción y Transformación de las sociedades andinas. Siglos XVI-XX. Tomo I. Ediciones ABYA YALA. Quito. 1991.
[69] Castro, Victoria. “Huacca Muchay...” Op. cit.: 250.
[70] Hidalgo, Jorge. “Descomposición cultural de Atacama en el siglo XVIII: lengua, escuela, fugas y complementariedad ecológica”. Simposio Culturas Atacameñas, pp. 221-249. 44° Congreso Internacional de Americanistas. Universidad del Norte. Antofagasta. 1984. pp. 221, 222.
[71] Ibíd.: 221, 229, 230.
[72] Ibíd.: 232, 233, 245.
[73] La erradicación de la lengua kunza, fue “todo un éxito”, puesto que ya en el siglo XIX muy poco se pudo rescatar de ella. Hoy en día, su uso está restringido a algunos vocablos que dan cuenta de topónimos, plegarias y cánticos ceremoniales, preferentemente en la zona del Salar de Atacama.
[74] Hidalgo, Jorge. “Descomposición cultural de Atacama...” Op. cit.: 230.
[75] Hidalgo, Jorge. “Complementariedad ecológica y tributo...” Op. cit.: 429, 430.
[76] Hidalgo, Jorge. En: Castro, Victoria: “Huacca Muchay...” Op. cit.: 288.
[77] Hidalgo, Jorge y Nelson Castro. “Fiscalidad, punición y brujerías. Atacama, 1749-1755”. Estudios Atacameños Nº 13, pp. 105-135. Universidad Católica del Norte. San Pedro de Atacama. 1998. pp. 106, 133.
[78] Ibíd.: 105,106, 119-121.
[79] Hidalgo, Jorge. “Fases de la rebelión indígena de 1781 en el Corregimiento de Atacama y esquema de la inestabilidad política que la precede. 1749-1781”. Chungara Nº 9, pp. 192-246. Universidad de Tarapacá. Arica. 1982. pp. 192, 195, 201.
[80] Ibíd.: 204, 205.
[81] Ibíd.: 206.
[82] Ibíd.: 213.
[83] Ibíd.: 215.
[84] Núñez, Lautaro. Cultura y conflicto... Op. cit.: 133.
[85] Hidalgo, Jorge. “Fases de la rebelión indígena...” Op. cit.: 218.
[86] Castro, Victoria: “Huacca Muchay...” Op. cit.: 294.
[87] Ibíd.: 219, 220, 223, 224, 227.
[88] Hidalgo, Jorge. “Descomposición cultural de Atacama...” Op. cit.: 234.
[89] Núñez, Lautaro. “Breve historia...” Op. cit.
[90] Ibíd.
[91] Cajías, Fernando. La provincia de Atacama (1825-1842). Instituto Boliviano de Cultura. Editora Universo. La Paz. 1975. p. 357.