Portada Anterior Siguiente Índice | 2. La invasión europea en un territorio multiétnico

2. La invasión europea en un territorio multiétnico


Lo que vendrá, será un "mundo colonial" que se asienta entre la antigua cultura y una administración con nuevas formas que son propias de la superposición que estableció la colonia. Los virreyes ordenaron las propiedades, establecieron los impuestos a las minas y actividades comerciales y, reorganizaron el territorio. En ese ordenamiento, quedan establecidas buena parte de las agrupaciones aymaras. La cosmovisión andina se refugia en una suerte de complejo sistema, que algunos han denominado sincretismo por la vinculación y apropiación de la religión católica a sus creencias. Siglos de "extirpación de las idolatrías", como se llamaría a este proceso que pretendía exterminar las formas y creencias tradicionales andinas, van a ir construyendo una nueva cultura colonial profundamente arraigada en la cultura andina. Los ejes centrales de la vida comunitaria, el control de diferentes pisos ecológicos que posibilitó una rica explotación de los recursos naturales, el cuidado del agua como medio vital en esas áridas, pero fértiles regiones, se mantendrán vigentes, pero no por ello sin transformaciones.

La llegada de los europeos, trastocó radicalmente la historia americana. Se produjo una ruptura violenta del antiguo orden establecido y el comienzo de un largo y complejo período: el orden colonial. Una de las escenas más dramáticas de la historia americana, fue el aprisionamiento del Inka Atahualpa en Cajamarca, por Francisco Pizarro. En el año 1533, el Inka será ejecutado. En el mismo año, el conquistador avanza hacia el Cuzco y a pesar de las hostilidades de las tropas leales a Atahualpa, se apodera del territorio[23].

En este nuevo orden español, surgen las encomiendas y diversas formas de trabajo a la que fue sometida la población indígena. El territorio del Corregimiento de Arica, al momento de la conquista hispana, fue un espacio de vinculaciones multiétnicas compuesto por las poblaciones locales y altiplánicas, siendo dominantes aquellas de habla aymara[24]. (Ver Mapa Nº 2)

Dentro de la cosmovisión andina, el territorio se organiza de acuerdo a una división entre arriba y abajo, arajj saya -territorio de arriba- y el manqha saya -territorio de abajo o de adentro-. Las markas, constituían las grandes comunidades históricas, no necesariamente formadas en el período prehispánico.

En las tierras altas de la región de Tarapacá, se pueden encontrar vestigios de markas en Cariquima e Isluga en lo que es hoy la comuna de Colchane; Gualletire y Parinacota en la comuna de Putre; y, los Ayllos de Cosapilla y Tacora, en la comuna de General Lagos. Estas agrupaciones sociopolíticas estaban construidas por “estancias” o pequeños caseríos ubicados en las áreas de pastoreo de grupos de patriparientes.

Dentro de lo que son vestigios de estas agrupaciones socio-políticas o administrativas, los ocupantes de las estancias funcionaron inicialmente como indios tributarios del corregimiento colonial respectivo. En general, entre los siglos XVI y XVII se observa cierta flexibilidad en el acceso al territorio altiplánico[25].

Algunas áreas aparecen como tierras de pastoreo de comunidades en valles precordilleranos y otras, con grupos familiares locales. En ambos casos, es normal la recepción de familias que proceden de otros sitios en calidad de forasteros.

Con el tiempo, en la documentación aparecen los “amparos de tierras” como una forma de reconocimiento legal y escrito de la posesión de la tierra. Por intermedio de oficiales y funcionarios judiciales, se otorgaba dominio sobre ciertos sectores de vegas y pastizales, tanto a uno o más hogares -normalmente emparentados-, de modo tal que el usufructo exclusivo estuviera garantizado por la administración colonial y los indígenas amparados pudieran hacer efectivo el pago de los tributos que les correspondían[26].

2.1. El inicio del orden colonial: Indígenas en la institución de la encomienda

En el año 1538 Francisco Pizarro concedió a su primo Pedro Pizarro una encomienda de 500 indígenas de la provincia de Colesuyo. En 1540, se le otorgó al mismo Pedro Pizarro y a Hernando de Torres la encomienda de 1.400 indios de Tacna. Otra encomienda fue concedida a Lucas Martínez de Vegazo por Francisco Pizarro el día 22 de enero de 1540. A través de esta institución se le otorgaron los indígenas que habitaban entre Arequipa y Tarapacá y parte de esta encomienda se ubicaba en las áreas de los valles de Lluta y Azapa. A raíz de las guerras civiles en el virreinato, en 1548 le es quitada la encomienda y transferida a Jerónimo de Villegas, quien fallece unos años después, volviendo la encomienda a manos de Lucas Martínez, quien además recibe por permuta los indios de la encomienda de Pica y Loa[27]. Entre 1570 y 1575 se efectuó la Visita General del Perú ordenada por el virrey Toledo y a través de ella se registró a la población indígena y se estableció el tributo que debía pagar.

En términos del orden jurisdiccional, el Corregimiento de Arica fue creado en el año 1565 por el Gobernador del Perú, Lope García de Castro. Sus fronteras eran por el norte los Corregimientos de Ubina y Arequipa, por el sur los Corregimientos de Lípez y Atacama, por el este los Corregimientos de Chucuito, Pacajes y Carangas[28]. La costa se constituía como su frontera oeste, donde la Ciudad de San Marcos de Arica -fundada en 1546- se articulaba como el puerto y enclave urbano más importante.

Durante el siglo XVI la forma de productividad española se había superpuesto a la territorialidad indígena preexistente. Los recursos tradicionales como el maíz, el ganado, el algodón, el pescado y las actividades mineras, fueron reorientados en términos económicos y productivos, utilizando los ambientes de la costa, valles y quebradas y las propias rutas de tráfico de los indígenas. En torno a determinados espacios fueron concentrando las actividades que exigía la tributación hispana: Tarapacá, Pica y el litoral. Con los años, se maximizó la productividad española al volcarse a las áreas de Potosí y Arica, a partir de la eficiencia productiva de los recursos de pescado, guano y ají, como también de otros manufacturados tales como el vino, aguardiente, trigo, aceite y azúcar[29]. Ello exigió transformaciones en
la organización del trabajo indígena: utilización de mano de obra indígena individual en las actividades extractivo-productivas, y en el transporte de recursos y productos[30].

2.2. Circulación y distribución espacial de los indígenas en el siglo XVII

En un proceso que se constituye hacia mediados del siglo XVII, la propiedad española se restringió a los valles bajos y piemontanos del desierto, no sobrepasando los 2.000 m sobre el nivel del mar; y si no se acentuó un avance hacia zonas más altas de la gradiente, muy posiblemente se debió a la consideración de los factores climáticos que amilanaban las producciones de interés hispano. Por otra parte, la mayor concentración de pueblos de indios se localizaba en esas cotas -altura- bajas[31].

Dentro de la dominación colonial en el siglo XVII, se reconoce una matriz de organización que se basaba en el establecimiento de territorios continuos y homogéneos, con poblaciones indígenas fijas y relacionadas directamente a las actividades productivas españolas. Sin embargo, los desplazamientos de indígenas a Tarapacá sugieren que bajo el mapa territorial definido por el español -en términos administrativos, eclesiásticos y económicos- existía también un mapa territorial definido por lo indígena y ordenado en función de las prácticas de distribución y circulación, desarrolladas en un espacio discontinuo y heterogéneo con poblaciones indígenas móviles vinculadas a los múltiples espacios productivos. Esto representa “... un patrón de territorialidad indígena que subyace y se expresa bajo las lógicas coloniales administrativas o mercantiles”. Esto también sugiere un mapa multicultural de las vinculaciones de diferentes poblaciones -aparte de las locales- en el Corregimiento de Tarapacá, vale decir Pacaxes, Carangas, Quillacas, Uros, Lípez, Atacamas, Camanchacas. Todo esto da cuenta de que, a mediados del siglo XVII y comienzos del XVIII, el Corregimiento de Tarapacá agrupó un mosaico de poblaciones indígenas. La presencia multiétnica al interior del espacio tarapaqueño, desarrolló estrategias de distribución y circulación espacial que les permitió acceder y privilegiar determinados ambientes y localidades, al igual que las poblaciones locales[32].

2.3. Extirpación de idolatrías y abusos en el siglo XVII

En el siglo XVII se producirá un proceso de adoctrinamiento religioso y la administración eclesiástica necesitará ejercer un mayor control en los territorios, puesto que resurge la preocupación por las idolatrías indígenas junto con acciones concretas para derribarlas:

“En algunos pueblos de yndios halle muchos sepulcros, o guacas antiguas con cuya occassion se conservaban entre esta gente barbara algunas supersticiones de la gentilidad y ydolatria y para quitarles delante de los ojos estas memorias que serían mas de tres mill, los hise derrivar todos a mis costa y e borrado otros rostros de ydolatrias que se an descubierto, sea para gloria de Dios y bien destas plantas nuebas en la fe...”[33].

Sin embargo también se suceden en este tiempo, una serie de abusos que cometieron tanto sacerdotes como corregidores contra los indígenas. Una denuncia efectuada por los indígenas de Tarapacá en el año 1620 contra del clérigo Melchor Maldonado, le tocó resolver a la Real Audiencia y al obispo de Arequipa. El tenor de la denuncia es la siguiente:

“ (...) y como no tiene sinodo aquella doctrina ha tomado a los indios las mejores tierras del valle y sembrandolas para si en que ha hecho una muy gran sementera lo qual ha hecho con mano poderosa de Padre y contra su voluntad. Les apremia a que la beneficien sin pagarles cosa alguna trayendo muchachos y muchachas de todos los pueblos que estan apartados mas de diez leguas para que la riegen (sic) y guarden y guaneen las dichas chacras por lo qual no pueden acudir a las de sus padres los quales viendose apurados y afligidos sean huydo muchos dellos por no tener tierras en que sembrar, ni las que han sembrado no tienen quien las beneficie por averles quitado sus hijos y el agua que ay poca en el dicho valle y asi no tienen caciquez de quien cobrar la tasa (...) y todo esto es digno de remedio mandando Vuestra Alteza quitar al dicho Padre y se les den a los indios los fructos de las dichas chacras (...)”[34].

Otro documento que da cuenta de la explotación indígena en manos de españoles, particularmente de los corregidores y sus tenientes, es el siguiente:

“(...) siendo assi que a los miserables yndios por su travajo, solamente les pagan los españoles dos Reales cada dia con cargo de satisfacer desde miserable jornal las averias que por sus descuydos suelen succeder, las quales ordinariamente pagan a precios muy subidos como se los quieren tassar los mismos españoles dueños de las mercadurías esta especie de tributo parece que constituye a los yndios en cierta manera esclavos del corregidor y sus tenientes llebandoles el jornal que corresponde a su travajo personal y alquilandolos para ello y por que el provecho crezca los travajan de manera que aun no an acabado un viaje los yndios quando ya los tienen señalados para otro y con esta demasia se apuran y se mueren (...)”[35].

El Obispo de Arequipa Pedro de Villagómez, en 1637 informa al Rey que los corregidores o sus tenientes, excusando que los indios de Pica eran ebrios, expropiaban los viñedos de los tributarios indígenas y los entregaban a los hacendados españoles para que los administraran. El Obispo señala, además, que estos hacendados utilizaban a los indígenas como mano de obra para la explotación de tales viñedos. De este modo, los españoles obtenían el fruto de la propiedad y del trabajo indígena sin pagar el diezmo, y además pagaban los salarios de sus trabajadores indígenas en vino[36].

2.4. El Período Colonial Tardío: los levantamientos anticoloniales andinos del siglo XVIII

En la segunda mitad del siglo XVIII, se suscitan una serie de rebeliones tanto en la sierra peruana como en el Alto Perú, las que habrían tenido relación con el sistema de repartimientos forzosos, legalizado para el Perú por real cédula del 15 de junio de 1751[37]. Este sistema, tendió a romper la autosuficiencia de los productores campesinos y consistió en,

“... autorizar a los corregidores de indios en el virreinato del Perú para obligar a los indígenas de sus respectivos distritos a comprar ‘todo tipo de mercancías’ y a exigir el pago de las mismas ‘utilizando los recursos policiales y judiciales a su disposición’. La propia real cédula citada, justificaba esta monstruosa disposición legal aduciendo que era ‘notoria la desidia, flojedad y pereza de aquellos naturales a todo género de trabajo, por ser inclinados a la ociosidad, embriaguez y otros vicios”.

En noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui - un cacique provinciano que declaró descender de los Inkas y poseer el apellido Tupac Amaru -, inició una rebelión que remeció el estado colonial en el Virreinato del Perú (Ver Mapa Nº 3) la que se extendió por todo el territorio que corresponde actualmente al sur peruano, boliviano, norte de Argentina y norte de Chile. En esta última región, el Virrey Amat y Juniet el año 1767 había creado el Corregimiento de Tarapacá (Ver Mapa Nº 4).

Dentro de los motivos de la insurrección, se consideraron el reparto forzado de mercaderías y los abusos cometidos por los corregidores y otros estamentos o sectores vinculados al mundo indígena, junto al aumento de diversos impuestos incluidos en las reformas borbónicas del siglo XVIII[38].

Las rebeliones también habrían tenido un carácter mesiánico, en tanto se proclamaba el retorno del Inka tal como se encuentra señalado en la mitología: “... volverá el Inka y el Inka dejará un nuevo orden en este Estado...”; lo que se realizaría a través de la figura de Túpac Amaru. A la rebelión iniciada en 1780, se suman, a partir de enero de 1781, la de los pueblos altos de Arica y Tarapacá[39].

Las rebeliones tupacamaristas tuvieron como consecuencia, la implantación de una serie de medidas destinadas a asegurar el buen funcionamiento del régimen colonial, esto es, su reordenamiento e incremento de las principales rentas fiscales. En 1780, se abolió el sistema de repartos en un intento de liberar el comercio monopolizado hasta esa fecha por los corregidores mediante los repartimientos forzados de mercancías. En 1784, siguiendo un proyecto de ordenamiento político-administrativo de corte centralista, se creó el sistema de intendencias de la cual dependían ahora Subdelegados provinciales que reemplazan la figura del corregidor, que desde la legalización de los repartos de mercancías y del aumento de otras tasas, además de su accionar discrecional, se había constituido en el símbolo de la explotación indígena[40].

En los momentos previos a la independencia peruana, se inicia un proceso de fragmentación de los espacios regionales hacia los cabildos pueblerinos y de reforzamiento de la autonomía de las comunidades indígenas. A su vez, se perfila una incipiente burocracia que va accediendo al poder local, interfiriendo por vez primera en los derechos de las comunidades imponiendo “caciques” recaudadores, demanda de servicios personales y ocupando tierras[41]. Estas medidas determinan una fragmentación jurisdiccional.

A comienzos del siglo XIX, se manifestaron cambios de importancia en el ámbito político, particularmente en los sistemas del manejo del poder. Después de las rebeliones y al mismo tiempo con el objeto de prevenirlas, la corona española destinó una serie de medidas para acabar con los caciques hereditarios, que se perfilaban como figuras del control político y mediadores entre la administración española e indígenas locales. En reemplazo a la antigua jurisdicción cacical, advienen los alcaldes de indios elegidos anualmente[42]. Además, en los inicios del siglo XIX y con la independencia de las colonias americanas de la corona española, deviene la emergencia de los estados nacionales que marcará el camino de la modernidad recorrido por Latinoamérica. Así se abre un período en el marco de la construcción del Estado que impactará en las relaciones con su población criolla, mestiza e indígena.


[23] Pease, Franklin. Los Incas. Una introducción. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. Lima. 1992. pp. 173-175.
[24] Hidalgo, Jorge. “Relaciones protohistóricas...” Op. cit.: 167.
[25] González, Héctor. “Disponibilidad, acceso...” Op. cit.: 68.
[26] De Ramón, Armando. “Pueblos Andinos del Norte chileno (Una revisión de artículos)”. Academia Chilena de Historia. Separata del Boletín N° 107. Santiago. 1997. p. 68, 69.
[27] Hidalgo, Jorge. “Relaciones protohistóricas... Op. cit.: 163, 165, 167.
[28] Esta situación se mantuvo hasta avanzado el siglo XVIII, cuando el Virrey Amat y Juniet crea el Corregimiento de Tarapacá, debido fundamentalmente a la importancia que tomó Tarapacá en el siglo XVIII por su producción de plata (Villalobos, Sergio. Economía de un Desierto. Ediciones Nueva Universidad. Santiago. 1979. pp. 18-20).
[29] Odone, Carolina. “El tejido de las estrategias de distribución y circulación espacial en Tarapacá: un registro colonial”. Memoria Americana N° 4, pp. 57-80. Cuadernos de Etnohistoria. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. 1995. p. 63.
[30] Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz. “Cartas del Obispo de Arequipa sobre los indios del Corregimiento de Arica; 1620-1638. Cuatro documentos inéditos”. Chungara N° 15, pp. 77-97. Universidad de Tarapacá. Arica. 1985. p. 91.
Por otra parte, es importante recordar que no sólo la mano de obra indígena estuvo ocupada en las actividades productivas españolas, sino que también la de la población negra proveniente de África. Ya en el año 1555, aproximadamente quinientos negros en calidad de esclavos fueron internados a Arica. Para la misma época, en las costas sur peruanas se encontraban con 1.200 esclavos negros. Sin embargo es importante mencionar que con Diego de Almagro y Pedro de Valdivia, se internó población negra en Chile; al menos en la hueste del descubridor un el 13% era de sangre africana (Thomas, Hugh La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870. Editorial Planeta. Barcelona. 1998. p. 102).
Además, en 1609 a propósito de un empadronamiento de negros, los oficiales reales mencionan en sus informes la necesidad de empadronar a los descendientes de negros que pasaren de cuarta generación. Esto demuestra que la presencia esclava en la zona se remontaría, sin duda, al siglo XVI (Wormald, Alfredo. El Mestizo en el Departamento de Arica. Ediciones Ráfaga. Santiago. 1966. p. 66). No obstante, el Corregimiento de Arica no se destacó -en relación al resto del Virreinato- por su alta población esclava.
[31] González, Héctor. “Los aymaras de la región de Tarapacá y el Período Republicano Temprano (1821-1879)”. Documento de Trabajo Nº 45. Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato. Santiago. 2002. p.2.
[32] Odone, Carolina. “El tejido de las estrategias...” Op. cit.: 59, 61-63.
En relación con las presencias multiétnicas, es importante señalar que las poblaciones que ocuparon el territorio del extremo norte -a parte de las indígenas y al tiempo que el orden colonial se establecía en el siglo XVII-, fue la negra descendiente de los del siglo XVI y otros que llegaron a esta zona por el tráfico de negros. Ya en el siglo XVII (1614), el virrey Marqués de Montesclaros manda a levantar un censo de la población del virreinato y de él se desprende que la población de la ciudad de San Marcos de Arica y poblados de su distrito, habían 1300 negros, bozales, criollos y libres pertenecientes a diferentes castas: 600 hombres, 700 mujeres (Cavagnaro, Luis. Materiales para la historia de Tacna, Tomo III: Dominación hispánica siglo XVIII. Fondo editorial de la Universidad Privada de Tacna. Tacna. 1994. p. 113. Hacia el siglo XVIII (1792), otro censo es efectuado en Tarapacá. Éste informa que la población negra era de 253 esclavos y 528 pardos libres, de un total de 7.923 personas (Villalobos, Sergio. Economía... Op. cit.: 237). Aunque Tarapacá ya no correspondía en términos jurídicos al Corregimiento de Arica, aquélla población y sus ancestros se asentaron (libre o bajo servicio) en Tarapacá en épocas más tempranas, cuando Pica, la Quebrada de Tarapacá y Guarasiña, Tana, Tiliviche y Matilla correspondían al antiguo territorio jurídico, registrando entonces el tránsito, la movilidad y la presencia innegable de esta población. La presencia de esclavos negros incluso se registra en los minerales de plata de la zona, como en la mina Candelaria y Santa Rosa de Huantajaya.
En estos territorios del norte grande, la población negra en la condición de esclava, fue ocupada en la agricultura; como maestros y oficiales de diferentes oficios; en órdenes religiosas; como transporte marítimo y terrestre; en organismos estatales (en trabajos de obras públicas); como arrendados por sus dueños (por años, meses o días); trabajos pesados en el cabildo u hospitales; entre otros más. (Mellafe, Rolando La esclavitud en Hispano-América. Eudeba, editorial Universitaria de Buenos Aires. Buenos Aires. 1964. pp. 75-77). El servicio doméstico y la agricultura se constituyó en uno de los espacios por excelencia ocupado por mano de obra esclava desde comienzos de la vida colonial en América.
Basilio de la Fuente -importante hacendado de la zona de Tarapacá- en sus propiedades agrícolas utilizó una gran cantidad de esclavos. Sus tierras producían desde viñedos hasta alfalfa, maíz y árboles frutales. Aquí la labor de los esclavos que en algunos casos era mayoritariamente mujeres, debieron circular en labores de cosecha, siembra, almacenamiento y/o mantención de las tierras, por citar algunos casos.
Se ha logrado determinar que en el siglo XVIII algunos esclavos comprados en Tacna provenían de Santiago de Chile, y de algunas otras ciudades del alto Perú. En ambos casos el centro de distribución era Buenos Aires (Cavagnaro, Luis. Materiales para la Historia... Op. cit.). También esta vía de ingreso pudo haber sido la manera de abastecer las necesidades de mano de obra esclava de Arica y los valles. Con todo, es importante recalcar que desde el siglo XVI en adelante, hubo una población negra en condición de esclavos y/o libres en el territorio extremo norte de Chile. Actualmente, los descendientes de estas poblaciones habitan la actual región de Tarapacá y han generado sus propias organizaciones; por cierto que en otras condiciones: de ciudadanía en la República de Chile.
[33] “El Obispo de Arequipa da cuenta a su Magestad de la visita efectuada al Partido de la Costa de Arica en 1636”. 18 de abril de 1638. En: Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz. “Cartas del Obispo...” Op. cit.: 83.
[34] “Representación de los indios de Tarapacá contra el cura, 1620. Copia de una provisión que despacha la Audiencia de Lima contra el cura de Tarapacá sobre algunos excesos que le imputan sin dar parte a su Obispo ni a juez eclesiástico alguno”. 6 de diciembre de 1621. En: Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz. “Cartas del Obispo...” Op. cit.: 80.
[35] “Carta del Obispo de Arequipa sobre los abusos cometidos por los corregidores de Arica con los indios”. 31 de marzo de 1637. En: Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz. “Cartas del Obispo...” Op. cit.: 92.
[36] Hidalgo, Jorge. “Dominación y resistencia en el cacicazgo de Pica”. Revista de Historia Indígena N° 4, pp. 49-74. Facultad de Filosofía y Humanidades. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Chile. Santiago. 2000. P. 52. Es importante señalar que la doctrina de Pica fue erigida en curato en el año 1620, sin embargo su proceso doctrinal ya estaba en vigencia en la época de las primeras encomiendas (Op. cit.: 51).
Copia de “Carta del Obispo de Arequipa sobre los abusos cometidos por los corregidores de Arica con los indios”. 28 de marzo de 1637. En: Hidalgo, Jorge y Víctor Díaz. “Cartas del Obispo...” Op. cit.: “Cartas del Obispo...” Op. cit.: 88, 89.
[37] Hidalgo, Jorge. Indian Society in Arica, Tarapacá and Atacama, 1750-1793, and its response to the rebellion of Tupac Amaru. A thesis presented for the Degree of Ph.D. in the University of London. London. 1986.
[38] González, Héctor. “Los aymaras de la región...” Op. cit.: 10.
[39] Hidalgo, Jorge. “Amarus y Cataris: Aspectos mesiánicos de la rebelión de 1781en Cuzco, Chayanta, La Paz y Arica”. Chungara 10, pp. 117-138. Universidad de Tarapacá. Arica. 1983.
[40] González, Héctor. “Los aymaras de la región...” Op. cit.: 5.
[41] Ibíd.: 6.
[42] Ibíd.: 7.